Desde sus
lugares de origen, bandas dedicadas a la trata utilizan enganchadores para
traer a los trabajadores agrícolas a laborar en condiciones infrahumanas, en
uno de los más de 40 ranchos que hay en Baja California Sur. “En una vivienda
que es de 3x4, viven entre ocho y nueve, es una vivienda que es de lámina
galvanizada completamente, donde el clima en esta zona es muy caliente y la
lámina se convierte en un horno”, apuntó el delegado del Trabajo, Ernesto
Álvarez Gámez
A mediados de junio
de 2014, 45 jornaleros agrícolas llegaron a La Paz con la esperanza de un mejor
futuro, entre ellos Ricardo Rendón Mendiola, de 23 años de edad, quien viajó
desde Córdoba, Veracruz, para trabajar en un campo agrícola entre las
comunidades de Todos Santos y El Pescadero.
Fue enganchado junto
con otros 44 trabajadores, a quienes les ofrecieron trabajo seguro, techo y
alimentos; sin embargo, a todos los dejaron a la orilla de la carretera, en la
subdelegación de “El Pescadero”, a unos 30 minutos de la capital.
“Sé que es ‘El
Pescadero’, no conozco bien, de hecho nos dejaron en una entrada de terracería,
yo no vi un campo cerca, yo pensé que ahí nos iban a empezar a traer. El
problema es que no pasaron, pasó una camioneta y solo se llevó a la mitad, y la
otra mitad iba a esperar media hora, una hora por mucho iban a pasar por
nosotros. Ahí estuvimos dos días parados en el mismo lugar”, platicó Rendón,
con dos días y medio sin probar bocado.
Esa promesa es común
y las autoridades saben cómo operan las bandas que explotan a los jornaleros, y
por donde llegan a la entidad. “Ningún contrato más que con la promesa de que
les van a dar trabajo, el que los trae le denominamos el enganchador, porque a
eso se dedica, va a su pueblo, lugar de origen, de alguna manera los junta, les
promete que aquí hay mucho trabajo y que aquí les va a ir bien, los traen en
barco y los dejan en camiones”, reconoció Ernesto Álvarez Gámez, delegado de la
Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS).
El funcionario
agregó que normalmente el cupo de trabajo está previamente establecido, pero en
la búsqueda de adquirir más comisiones, los enganchadores traen personal
excedente, el cual se le paga al llegar a Baja California Sur, pero los ranchos
los dejan a la deriva.
“Los enganchadores
traen gente de más, que no tenemos un control de ellos”, aseguró Álvarez.
Los jornaleros
llegan al estado con la promesa de ganar entre 200 y 300 pesos al día, les
ofrecen comida, hospedaje y demás, pero la realidad que sufren es otra.
“Preguntando en los ranchos me dicen que no, ganan 130 pesos, tienes que pagar
tu comida, no te dan gas, tienes que pagar el gas”, refirió el funcionario.
Cada vez es más
común encontrar a estos “trabajadores agrícolas sin empleo”, se les ve
transitando por las calles o establecidos en los linderos de la ciudad, como
indigentes. Miguel Ángel Aguilar forma parte de la comunidad de indigentes de
La Paz. Para él, la historia fue diferente, no aceptó el trabajo porque no era
lo que esperaba, no quiso vivir como esclavo. “Te tienen bajo las condiciones
del patrón, trabajas o te vas, no amenazado, pero sí a lo que diga el patrón, a
las condiciones a las que someta el patrón”, expuso a ZETA.
AUTORIDADES ENTERADAS
Precisamente el día
en que el joven Ricardo Rendón Mendiola fue abandonado a su suerte, al norte
del estado, en la zona conocida como el Valle del Vizcaíno, en Mulegé, un
operativo conjunto entre autoridades federales -PGR, STPS, IMSS, INFONAVIT,
Salud, Comisión Estatal de los Derechos Humanos, entre otras- ingresó a ocho de
los ranchos de aquella zona.
Los espacios
inspeccionados son: Productora Agrícola Industrial del Noroeste, S.A. de C.V.;
WPH internacional; Agrícola Baja; Negocio Agrícola San Enrique; Mesta González
(Rancho El Piloto); Agrícola El Consuelo; Rancho La Misión y Rancho Don
Juanito.
Al inicio de la
diligencia, todo parecía normal, sin embargo, al entrar en detalle, las
observaciones fueron surgiendo. De primera instancia, la delegación federal del
trabajo encontró serias anomalías que evidenciaban un trato miserable, como si
fuera un “campo de concentración” de principio de los 40s.
“Nos encontramos los
servicios sanitarios nada adecuados, alejados de la zona donde viven, en
condiciones no propias para los servicios que prestan; en estos ranchos
nosotros dictamos un total 952 medidas a corregir”, anotó el delegado del
trabajo, Ernesto Álvarez Gámez.
Por su parte, la
Procuraduría General de la República (PGR) reconoció que “existen evidencias de
casos de trata de personas, el más reciente derivado de la inspección que
hicimos a la zona pacífico norte, en ocho ranchos agrícolas, se detectó
evidencia que ahorita está documentada, dentro de una averiguación previa en la
cual encontramos situaciones muy lamentables, incluyendo a una niña de 11 años
que está embarazada con seis meses, producto de una violación”, reveló el
delegado José Bernal Romero.
A esto hay que sumar
una averiguación previa levantada al Rancho “El Piloto”; el delito, la
presunción de trata de personas.
Entre las insalubres
y pésimas condiciones en que habitan los jornaleros, las indagaciones llevaron
hacia los dormitorios, el alojamiento brindado por su patrón, “en una vivienda
que es de 3x4, donde viven entre ocho y nueve gentes (sic), es una vivienda que
es de lámina galvanizada completamente, donde el clima en esta zona es muy
caliente y la lámina se convierte en un horno”, recalcó el delegado del
Trabajo.
Las autoridades se
toparon con la mayor de las sorpresas: quince menores de edad, tres niños de
entre dos meses de nacidos y el resto no mayor a diez años, todos enfermos.
Aislados de lo que
ocurre en el exterior.
“Quince niños
encerrados, con una enfermedad de varicela, con un calor insoportable en esa
parte donde estaban, sin ningún cuidado médico, sin ningún cuidado de madres,
sin ningún cuidado de nada”, lamentó Álvarez Gámez.
Esta realidad es la
que enfrenta un gran porcentaje de los 22 mil jornaleros agrícolas que llegan a
Mulegé cada año, en busca de una oportunidad para salir adelante. Algunos
logran acceder a un contrato para laborar en la formalidad, otros, simplemente
son explotados y, como lo ha señalado la Comisión Estatal de los Derechos
Humanos (CEDH), nadie lo denuncia por temor a represalias. Tan solo en el
Rancho “El Piloto” se contabilizaron 2 mil cien trabajadores agrícolas; de ese
universo, mil 800 jornaleros ni siquiera estaban registrados en el Instituto
Mexicano del Seguro Social (IMSS).
Miguel Ángel
Aguilar, indigente -antes jornalero agrícola-, aseguró que la vida dentro de
los ranchos agrícolas está marcada por la soledad y la miseria, ya que “a base
de traerlos a trabajar forzados, horas de más y pagándoles una miseria, ni eso
les puede alivianar cuando es una familia de cuatro, cinco gentes (sic)”.
En Baja California
Sur hay alrededor de 87 campos agrícolas. El gobierno estatal se declaró
imposibilitado para actuar, sobre todo por la intervención federal, limitándose
a contestar que se mantendrán al margen y, aunque ya han pasado casi cuatro
años de la administración de Marcos Covarrubias Villaseñor, aunado a las
violaciones humanas a las que están expuestos, como discriminación y
esclavitud, siempre ha sido un tema que nadie quiere tocar: “Es un asunto que
están trabajando por parte de la Federación, vino gente, mandaron indicación
para que se atendiera. Nosotros vamos a esperar los resultados, hemos trabajado,
por supuesto, pero si hay situaciones que se hayan presentado últimamente, que
se deben atender, lo vamos a hacer”, expresó Covarrubias Villaseñor.
EL GANCHO DE LOS EXPLOTADORES
Ricardo Rendón
Mendiola fue contactado en su ciudad natal, a través de una publicidad donde se
ofrecía un salario de entre 900 y mil 200 pesos semanales, además del pago de
horas extra en la pisca de chile. “Por donde vivimos, un carrito de propaganda
venía anunciando trabajo para Baja California Sur, supuestamente por contrato,
con comidas pagadas, e íbamos a tener seguro y el viaje de regreso pagado por
la empresa”, narró el joven a ZETA.
Uno de los
enganchadores se vendría con ellos desde Mazatlán, Sinaloa, llegarían al Puerto
de Pichilingue, y de ahí los pondría en el transporte rumbo a la tierra
prometida. “Una persona que venía por nosotros, supuestamente le iban a pagar
por gente, yo digo que se regresó, porque ya no lo vi en el lugar”, refirió el
trabajador.
El caso de este
tráfico de jornaleros, es bien sabido por las autoridades. Saben que “hay
empresas que se dedican a traer gente a trabajar a los ranchos, desconozco los
mecanismos, pero la realidad es que llegan a los ranchos, muchas veces sin
documentos”, argumentó Ramón Meza Verdugo, presidente de la Comisión Estatal de
los Derechos Humanos.
Lo peor de todo es
que ingresan al estado sin una sola traba. Ni los mismos jornaleros agrícolas
saben cómo le hacen, pero jamás tienen contacto con personal de la terminal,
simplemente pasan sin ser detectados, a ojos ciegos y oídos sordos.
Según la versión de
algunos jornaleros e indigentes, provenientes del sur del país, el enganchador
es una persona entre los 35 y 45 años de edad, de tez morena clara, tiene ambas
piernas amputadas y se traslada en silla de ruedas. Todos lo conocen como “El
Ricardo” y vive en Zongolica, Veracruz.
De acuerdo con
Rendón Mendiola, este sujeto “se encarga de los viajes, de contratar gente y
mandarla para acá”.
APOYO PARA REGRESAR A CASA
En la búsqueda de
quien se encarga de los jornaleros agrícolas violentados en sus derechos,
abandonados y con diversas situaciones, todo mundo levanta lm mano y, al
momento de actuar, nadie responde.
Recientemente las
autoridades laborales, de derechos humanos, seguridad social, atención
ciudadana y de atención a grupos prioritarios de dependencias como la
Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL), se reunieron para buscar mecanismos
de apoyo a este sector vulnerado. El acuerdo fue de conformar una comisión, en
la cual los afectados puedan recibir apoyo para regresar a sus hogares.
Sin embargo, cuando
el jornalero Ricardo Rendón trató de solicitar la dichosa “ayuda”, la comisión
recién creada carecía de fondos.
El joven acudió a la
CEDH, a la delegación federal de la STPS, SEDESOL, Gobierno del Estado y al propio
Congreso local. Nadie pudo hacerse cargo de su caso. Según los funcionarios,
nadie tiene competencia para atender el caso de jornaleros abandonados, y en su
mayoría, los diputados omitieron la solicitud de ayuda.
Marisela Ayala
Elizalde, diputada priista, reconoció que la situación de los jornaleros
agrícolas en Baja California Sur es crítica: “Viven casi privados de su
libertad, porque solamente se basan en el trabajo, ellos producen y olvidan que
son seres humanos”.
Por lo pronto,
Ricardo terminó recibiendo el apoyo de la ciudadanía para alimentación y
estancia, y los boletos de retorno a su hogar. Partió el jueves 3 de julio a
las cinco de la tarde, vía ferry hasta Mazatlán, con la esperanza de emprender
desde ahí el regreso a casa.
(SEMANARIO
ZETA/ Antonio de Jesús Cervantes/ 08 de Julio del 2014 a las 12:00:01)
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