José
Manuel Mireles, el líder de las autodefensas de Michoacán, ya está
encerrado en una celda del Cefereso No. 11 de Hermosillo. “La Tuta”,
jefe de “Los Caballeros Templarios”, la muy temible banda de criminales
que durante años asoleó la tierra del Tata Lázaro, puede dormir
tranquilo.
Al
final de cuentas Alfredo Castillo, el Comisionado Federal para la
Seguridad y el Desarrollo para la entidad se salió con la suya y sacó de
la jugada a un líder por demás incómodo y que por añadidura lo tenía
como un traidor.
Miguel
Angel Osorio Chong, todopoderoso Secretario de Gobernación, declaró que
en el caso de Mireles se aplicará la Ley sin miramientos. Nada de que
“…para los amigos justicia y gracia y para los enemigos la ley a secas”,
como dicen que decía el Benemérito.
La
línea del jefe del gabinete de Enrique Peña Nieto, pareció revivir
aquella tronante declaración de Ernesto Zedillo Ponce de León, candidato
sustituto a la presidencia tras la muerte de Luis Donaldo Colosio
cuando afirmó: “Todo el peso del Estado contra el EPR”. Y esa guerrilla
hasta la fecha sigue vivita y coleando.
Eventos
como los señalados llamarían a risa si no fueran tan serios, a pesar de
que México es el país surrealista por antonomasia como lo indicara
André Bretón, en donde solo pudo ser escrita la novela cumbre del
realismo mágico “Cien años de soledad” por el colombiano Gabriel García
Márquez y cuya fragilidad como país de leyes denunció hasta el cansancio
el politólogo Luis Javier Garrido autor del libro “El partido de la
revolución institucionalizada”, la mejor obra sobre el PRI que existe.
Estrategia igual, resultados igual de fallidos
Alfredo
Castillo, exsubprocurador y titular de la Profeco en este gobierno,
hombre de todas las confianzas de Peña es un tipo “alocado” pero eficaz,
sostienen los que lo conocen. Su personalidad es dada al choque con sus
superiores y se afirma que tanto a Jesús Murillo Karam como a Ildefonso
Guajardo Villareal, secretario de Economía cuando lo tuvieron bajo sus
órdenes se les salió del huacal. Quizá por su forma de ser fue escogido
en calidad de procónsul –como lo calificó Raymundo Riva Palacio-- para
calmar las aguas en el conflictivo estado, punto de arranque de la
“guerra contra las drogas” de Calderón en 2006 y cuna de grupos mafiosos
como el de los hermanos Valencia y la Familia Michoacana.
La
figura utilizada para intervenir en Michoacán, en donde los poderes
formales no funcionaban, había sido usada en el pasado en Chiapas por
Carlos Salinas de Gortari, cuando se dio el levantamiento del EZLN y
para calmar los ánimos nombró al exregente del D.F. Manuel Camacho
Solís, Comisionado para la Paz para negociar acuerdos de pacificación
con la guerrilla.
Obviamente
en ambos casos hay sus diferencias: Castillo, no tiene el perfil, ni la
formación de Camacho, quien fungió desde sus años universitarios como
mentor político de Salinas y tenía prestigio de académico y analista y
ahí está su ensayo “Los nudos históricos de sistema político mexicano”,
para probarlo y trabajo este en donde delineó la estrategia de toma de
poder que el grupo salinista aplicó punto por punto.
Las
autodefensas, formadas por civiles, se supone financiadas con dinero de
inmigrantes michoacanos en Estados Unidos y empresarios locales
amenazados por el crimen organizado, justificaron su presencia por el
fallido estado de cosas y la incapacidad de la autoridad de proveer
seguridad a la población, en cambio el EZLN, era una guerrilla formada a
partir un grupo de militantes de las Fuerzas de Liberación, de
formación marxista y creyente en la estrategia del foco que Fidel Castro
y el Movimiento 26 de Julio ejecutaron en Cuba y que Ernesto Ché
Guevara, teorizó en su libro “Guerra de guerrillas” y explicó en
“Pasajes de la guerra revolucionaria en Cuba”, retomado en la película
sobre el personaje que encarnó el actor puertorriqueño nacionalizado
español Benicio del Toro en la pantalla. De formación militar ese nucleó
que se adentró en la selva Lacandona huyendo de la represión y de la
guerra sucia encontró en la situación indígena imperante en las cañadas
chiapanecas tierra fértil, que aunado al trabajo de años de los
catequistas de la Diócesis de San Cristóbal de Las Casas, con los
indígenas darían pie al estallido del 1º. de enero de 1994.
Así
las cosas, sin duda, tampoco Mireles es Marcos, pues la formación de
ambos líderes responde a causas y tiempos distintos. El médico han dicho
sus detractores tiene un pasado de claroscuros y estuvo preso algún
tiempo por problemas legales, mientras el zapatista, a quien se achaca
formación filosófica, dentro del estructuralismo francés, muy en boga en
las universidades mexicanas, cuando debió de cursar sus estudios, fue
teatral y supo engarzar su discurso con la causa indígena desde su
aparición pública en la toma de San Cristóbal, aquella madrugada de año
nuevo, en donde lanzó como una puesta de escena rodeado de turistas y
cubierto el rostro con pasamontañas la frase célebre: “Podrán cuestionar
el camino, pero nunca las causas”.
“Es otro Ché Guevara”, se decía por quienes lo conocieron en Cuba, según anotó Enrique Krauze en su libro “Redentores”.
Desde
un inicio el subcomandante quien dotado de una inteligencia política,
retórica, propagandística y estratégica novedosa, puso al grupo
indígena, legitimador del movimiento, por delante. El Comité Clandestino
Indígena-Comandancia General del EZLN, apareció integrado por miembros
de las etnias chiapanecas.
Y
así como en su momento se buscó “vender” la idea de la existencia de
una guerrilla buena (el EZLN) y una guerrilla mala (el EPR) en Michoacán
se buscó dividir al movimiento social de autodefensa, con la cooptación
de una parte de este que pasó a integrarse a la policía rural con Papá
Pitufo a la cabeza y en el otro extremo se colocó a José Manuel Mireles,
un fuerte crítico del quehacer del Comisionado Castillo y del gobierno
federal, quien luego de la toma de la Mira y su aviso de ir sobre
Morelia, se convirtió en una piedra en el zapato en la estrategia
peñista. De ahí la decisión de neutralizarlo a toda costa, como igual
pretendió hacer Zedillo y su procurador panista Antonio Lozano Gracia,
cuando se ordenó la aprehensión de Marcos, acompañado del destape
mediático de su personalidad (Sebastián Guillén Vicente), en una acción
violatoria de los Acuerdos de San Andrés Larráizar y que obligó a un
repliegue táctico de la guerrilla que duró el resto del sexenio
zedillista, hasta que en el gobierno de Vicente Fox, se aprobó la Ley de
Derechos y Cultura Indígenas, previo un periplo de Marcos –convertido
en un “rock star”-- y su gente por algunas ciudades del centro del
país. Dejada fuera la autonomía indígena de la legislación, a pesar de
los avances de esta y ante el desagrado del hecho, lo cual fue tomado
como traición de la clase política por el grupo rebelde, se replegó a
los Altos de Chiapas, su zona de control, se organizaron los caracoles y
escuelitas y llegó el silencio, interrumpido con demostraciones de
músculo con movilizaciones pacíficas, como aquella de 40 mil indígenas
en diciembre de 2012 en cuatro municipios del estado, como Las
Margaritas, Ocosingo, San Cristóbal de las Casas y Palenque, siendo una
de las últimas la originada a raíz del asesinato de Galeano, un maestro
zapatista.
Por
su parte la detención de Mireles en un “Pollo Feliz”, a quien se
presentó en la prisión hermosillense rapado y sin su típico mostacho,
pues al igual que el zapatista con su sombrero, su melena y el armamento
que portaba, se había hecho de una imagen pública reconocida, levantó
protestas tanto en México como en la Unión americana. La tribu yaqui –o
un aparte de ella--, en voz de Tomás Rojo, uno de los apoyadores
visibles del “Movimiento No al Novillo”, se sumó a los señalamientos.
A
estas alturas a nadie convencen lo argumentos de su detención
(portación de armas prohibidas y posesión de drogas) y el discurso
oficial está topándose con la incredulidad ciudadana. El estado de
necesidad, en estricto derecho no es un delito y el Estado de Derecho
quedó muy maltrecho después del affaire Florence Cassez.
“La
única arma que traía era una pierna de pollo”, expresó el galeno, cuyo
caso fue retomado por la Comisión Nacional de Derechos Humanos, ante el
revuelo que provocó.
¡Adiós al Estado Weberiano!
¿En
que irá terminar, todo este embrollo en que se aventuró el gobierno?
Solo el tiempo lo dirá, porque desde hace rato el monopolio de la fuerza
(legítima), lo perdió ante el crimen organizado (fuerza ilegítima).
Lo riesgoso del asunto, ya lo advertía Carlos Marx en “El 18 Brumario de Luis Bonaparte”, con su sarcasmo e ironía igualable: “Hegel dice
en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la
historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se
olvidó de agregar: una vez como tragedia y otra vez, como farsa”.
La dialéctica, como método para abordar la realidad no falla.
(EL PORTAL DE LA NOTICIA/ COLABORACIOn/ Viernes, 04 de Julio de 2014 09:03)
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