MÉXICO, D.F.
(proceso.com.mx).- Hace 28 años exactamente se registró el más grave
accidente mundial provocado por el hombre. Fue el 26 de abril de 1986 en
la planta nucleoeléctrica de Chernobyl, Ucrania, república entonces
perteneciente a la Unión Soviética. Como consecuencia, la nube
radiactiva que produjo bañó a casi todos los países del norte de Europa
entre ellos la República de Irlanda, eminentemente ganadera, a la que
México compraba, y sigue comprando, leche en polvo desde la década de
los sesenta. No obstante que la Organización Mundial de la Salud (OMS)
emitió una alerta internacional y se dieron múltiples avisos, en lugar
de suspender la compra de ese lácteo envenenado México adquirió de
manera criminal mucho más de 40 mil toneladas que fueron distribuidas en
todo el país, tanto por la Conasupo como por muchas otras conocidas
firmas especializadas en leche materna. Miles y miles de niños bebieron
el lácteo envenenado. Todo lo anterior, y mucho más, mediante una serie
de reportajes, Proceso lo dio a conocer en 1988.
Ahora, a 28 años de distancia del accidente, durante una nueva
investigación llevada a cabo por el semanario, se abren presunciones de
que la leche contaminada haya provocado la muerte de un número
indeterminado de infantes como Alba Zagnithe Sánchez Mejía, de 15 años y
de Maribel Torres Delgado, de 13, quienes fallecieron en el Hospital
Infantil “Federico Gómez” en 1997 y 1999 respectivamente. Los padres de
las menores, el ingeniero Teodoro Torres Goldaraz y Enrique Sánchez
Alvarado, exigen -al sostener que las niñas ingirieron la leche de
Conasupo y de otras firmas, en las fechas que coinciden- se abra una
investigación con la finalidad de saber si el lácteo radiactivo fue la
causa que cortó la vida a sus pequeñas.
La doctora Rocío Cárdenas, jefa del Departamento de Oncología del
Instituto Nacional de Pediatría (INP), sostiene, sin atreverse a
involucrar la leche radiactiva como causa de los fallecimientos, que
entre 1987 y 1997 fue notable cómo aumentó la incidencia de cáncer
infantil. En entrevista con Proceso, Cárdenas, quien sigue siendo
la jefa de Oncología del INP, desde aquellos tiempos, reafirmó las
declaraciones que hizo el 29 de diciembre de 1997 a la reportera Ángeles
Cruz, del diario La Jornada: “La incidencia de cáncer infantil
aumentó 300 por ciento en la década que va de 1987 a 1997, al grado que
se calcula que la afectación anual es de unos 900 niños de los cuales
el 30% muere”. La oncóloga afirmó categórica a Proceso que nunca se ha dado seguimiento a esos u otros casos.
Sin embargo, al continuar con el afán investigativo el Hospital
Infantil “Federico Gómez”, por órdenes directas del doctor José Alberto
García Aranda, se niega rotundamente a abrir sus archivos argumentando
“inexistencia de información”. Al respecto el pasado 18 de marzo María
Magdalena López Simental, jefa de Bioestadística y Archivo Clínico, del
hospital, reunió a su personal y les señaló que había “órdenes
superiores” para impedir el acceso al archivo muerto especialmente a la
revista Proceso que solicitaba datos de niños que hubieran
ingresado con diagnóstico de cáncer entre 1987 y 1997. Y, en la misma
disposición, por su parte, la Secretaría de Salud responde textualmente
por medio de la Lic. María Almendra Castro Macedo, directora de
Coordinación, Normatividad y Difusión: “Esta Dirección General no cuenta
con informes sobre ingresos hospitalarios a unidades médicas de la
Secretaría de Salud, ya que esta información no es captada por nuestro
sistema de información”.
Esta es una vieja historia de ocultamientos entre los gobiernos de México y de Irlanda que se mantiene vigente hasta la fecha. Proceso en
1988 puso al descubierto el contubernio existente entre el Irish Dairy
Board (Consejo Irlandés de Lácteos, en español) y la también
gubernamental Conasupo (Compañía Nacional de Subsistencias Populares),
con la compra venta dolosa de leche en polvo irlandesa contaminada con
la radiactividad desprendida del accidente de Chernobyl en 1986.
Un pasado que no quiere irse. La nueva historia es como sigue:
A fines de octubre del año pasado el presidente irlandés Michael D.
Higgins visitó México, invitado por Enrique Peña Nieto firmó varios
acuerdos de nutrición, alimentación y derechos humanos. Este semanario
que es el único medio informativo que ha seguido el caso de la leche
radiactiva le solicitó datos precisos acerca de lo que siempre se ha
considerado una compraventa dolosa de leche envenenada por el accidente
de Chernoby. El señor Higgins nunca respondió nada. Es obvio comentar
que durante la visita del presidente irlandés a nadie se le ocurrió
incomodarlo con alguna pregunta al respecto y Peña Nieto seguramente,
como de tantas cosas, ni enterado estaba de las graves corruptelas, en
este aspecto, en las que tanto tuvieron que ver los gobiernos priistas
de entonces.
En el mismo orden, al continuar con sus investigaciones el reportero
le requirió amablemente, en noviembre, a la embajadora irlandesa Sonja
Highland lo mismo. La diplomática accedió primero de buena gana y
prometió dar respuesta a un cuestionario muy completo que se le entregó y
que de haber tenido contestación podría haber esclarecido muchas
preguntas que se han quedado en el aire respecto a responsabilidades
irlandesas, abundantes hechos corruptos de autoridades mexicanas, y
muchas otras compartidas. A insistencias, el 21 de enero respondió de
esta manera y con el siguiente tono:
“La Embajada de Irlanda en México se estableció en el año de 1999 y,
por consecuencia, no está en posibilidad de emitir comentario alguno
sobre las imputaciones hechas por el periodista Guillermo Zamora,
respecto a los presuntos eventos sucedidos en México en la década de los
ochenta”.
Sin embargo, al día siguiente, el 22, la embajadora ya había
comprendido que se había quedado corta y se iba a ver muy mal, de esa
manera añadió textualmente:
“En relación al correo electrónico dirigido a usted el día de ayer la embajada se permite hacerle llegar el siguiente agregado:
La Embajada de Irlanda en México desea destacar que en febrero de
1988, el entonces ministro para la Alimentación de Irlanda, Sr. Joe
Walsh, confirmó mediante declaración pública que la leche descremada en
polvo que fue abastecida a México en 1987, cumplía con todos los
estándares acordados tanto por la Comunidad Europea como por los
estándares internacionales. El nivel de radiactividad de la leche estaba
por debajo de los estándares de la Comunidad Europea de 370 bequereles
por kilo, mismo que también fue establecido en el contrato de
exportación correspondiente”. Atentamente. Embajada de Irlanda en
México, 22 de enero 2014.
No obstante, las negativas y los pobres argumentos para vender a
otros países una leche que se sabía su contenido estaba altamente
contaminado, ni más ni menos, por la radiactividad de Chernobyl, existe
un antecedente que deja ver el desprecio irlandés por los pueblos del
llamado Tercer Mundo.
Habían pasado apenas tres meses, del accidente de Chernobyl,
precisamente en el mes de julio de 1986, cuando Antonio González
Quintanilla, embajador mexicano en Brasil informó a la Secretaría de
Relaciones Exteriores que la República de Irlanda trataba de vender, a
toda costa, a ese país sudamericano leche en polvo que se sabía estaba
contaminada por elementos radiactivos. El embajador, cumpliendo su
deber, advirtió que seguramente tratarían de hacerlo con México. De
inmediato el exsubsecretario de Relaciones Exteriores, Alfonso de
Rozental Díaz envió a Guillermo Soberón Acevedo, secretario de Salud, el
oficio núm. 33344, en donde explicaba que la adquisición de la leche
irlandesa representaría graves riesgos para la salud de los mexicanos.
Rozental acompañó la información de un ejemplar del documento
elaborado por la embajada de la entonces Comunidad Económica Europea, en
Brasil en el que se señalaba que el lácteo contenía altos contenidos de
radiactividad. Sin embargo, Guillermo Soberón y Héctor Hernández,
secretario de Comercio, del gabinete del presidente Miguel de la Madrid,
quien también fue avisado, no actuaron en consecuencia o se toparon con
“poderosas razones”. El hecho es que no cumplieron con su deber.
Empero, no sólo con el oportuno aviso de nuestros diplomáticos se
pudo haber evitado la compra y el consumo sino que una vez que ya había
llegado a México, otros funcionarios alertaron del ilícito y no sólo los
desoyeron sino los reprimieron y hasta la cárcel fueron a dar.
Un agregado más: No fue coincidencia que el entonces ministro de
Alimentación para Irlanda, Joe Walsh, manifestó, dice la embajadora, sin
presentar ninguna prueba, que “mediante declaración pública” la leche
que fue abastecida a México “cumplía con todos los estándares
internacionales”. Es decir, si lo realizó fue respondiendo al escándalo
que se formó por la información que salió primero en Proceso.
Nada más es cuestión de constatar las fechas. La pregunta es ¿por qué no
avisó al gobierno de México o a la Conasupo con antelación? También
sería bueno saber si lo hizo y, ¿a quién o a quiénes?
Proceso, en sus reportajes, también dio a conocer
quiénes descubrieron que la leche que estaba llegando a los muelles de
Veracruz, procedente de Irlanda, estaba contaminada con elementos
radiactivos. Fueron dos personajes los que sufrieron hostigamiento y
persecuciones sin fin. El Vicealmirante Manuel Rodríguez Gordillo y el
físico Miguel Ángel Valdovinos. En abril de 1987, Rodríguez Gordillo se
encontraba provisionalmente al mando de la 3ª Zona Naval de Veracruz.
Rodríguez Gordillo era dueño de una impresionante carrera naval: piloto
de combate, con conocimientos en física, matemáticas, geografía y guerra
submarina. Años antes, durante un curso en Estados Unidos él alcanzó el
primer lugar y el cosmonauta Neil Armstrong, pionero en llegar a la
Luna quedó en segundo. En abril del 87 durante una revisión de los
alimentos que consumían los marinos a sus órdenes sospechó de los bultos
de leche, de 25 kilos cada uno, que se habían comprado en los muelles
de Veracruz al leer: Irish Dairy Board (An Board Baine, que quiere decir
en gaélico lo mismo), con dirección en Grattan House, Mount, St. Lower,
Dublín 2, República de Irlanda. Recordó que ese país había sido
profusamente radiado por la nube de Chernobyl en los primeros días de
mayo de 1986. Rodríguez Gordillo contó personalmente a Proceso
que de inmediato pensó en su amigo, el físico Miguel Ángel Valdovinos,
que fungía como jefe del laboratorio de la planta nucleoeléctrica de
Laguna Verde, que se encuentra a 70 kilómetros al norte del puerto.
Valdovinos, con estudios en la Universidad de Harvard, Estados Unidos,
en Alemania y Francia, estaba a cargo de la Jefatura de Análisis
Nucleares de Laguna Verde. Una vez, concluidas las pruebas respectivas,
el físico, con especialidad en Análisis de Seguimiento Ambiental de
Altos Riesgos, fue categórico:
“Los contaminantes radiactivos generan un envenenamiento silencioso a
los seres vivientes, ya que la contaminación es inodora, incolora y no
tienen sabor, por lo tanto una vez que se incorpora a los productos
alimenticios no es posible distinguir con los sentidos pequeñas o
grandes concentraciones de dichos contaminantes”.
Al continuar, en entrevista, realizada por aquellas fechas, aseveró
que basado en la concentración de 375 bequerelios kilogramo (375 bk/Kg)
de Cesio 137 en base seca encontrados en un análisis total de 22 lotes
con 1498 toneladas de leche importada de Irlanda se hizo una estimación
de la dosis comprometida a 50 años determinándose que el valor de la
dosis es superior en 10 veces, como mínimo, al límite de dosis anual
permitido de 5m/rem a cuerpo entero “lo que definitivamente resulta en
una sobreexposición que indica riesgos de cánceres a quienes bebieron,
con cierta permanencia, el líquido contaminado, a partir de los sucesos a
los próximos 50 años”. Y, alarmado, precisó, “esto implica un
incremento importante en el nivel de riesgo a la salud,
fundamentalmente en la incidencia de cáncer. Esta estimación se hace,
aclaró Valdovinos, suponiendo que los infantes ingirieron cien
mililitros (ml), es decir, poco menos de medio vaso de leche contaminada
diariamente. Lo que resulta subestimado, ya que este nivel de dosis se
incrementará de acuerdo con el factor de ingestión, pues existen datos
de dieta alimenticia en que en ciertos estratos (60 por ciento de la
población infantil), el factor de ingestión promedio de leche en
infantes es de 500 ml diarios (medio litro). Y terminó puntualizando: “A
todas luces resulta inaceptable esta sobreexposición, ya que se
tuvieron los datos suficientes para suspender la compra y luego la
distribución de la leche contaminada con concentraciones significativas
de estroncio 90 y cesio 137”.
Para los dos personajes esta actuación de estricto apego a sus
funciones fue suficiente para que se desatara la batahola que acostumbra
en las altas esferas del poder cuando se ponen en evidencia la
corrupción y la impunidad del gobierno en turno. Al Vicealmirante
Rodríguez después de su insistencia en la peligrosidad de la leche
radiactiva lo destinaron a la isla del Socorro frente a Colima durante
dos años, después le inventaron cargos y lo sometieron a una Corte
Marcial. Así destruyeron toda su carrera como marino. A Valdovinos, no
le fue mejor, le destituyeron del importante puesto en la
nucleoeléctrica de Laguna Verde también creándole graves faltas con lo
que le hicieron la vida muy difícil.
Cuando Proceso, en sus reportajes, comenzó a informar acerca
de los pormenores y las cantidades gigantescas de leche que habían
llegado y estaban llegando, desde el puerto de Cork en Irlanda, por
medio de barcos con bandera chipriota como el Rumija, el Tenacious, y el Adventure,
entre otros, así como las cantidades exactas, las fechas y los números
de pedimentos correspondientes, a funcionarios de los gobierno priístas,
primero de Miguel de la Madrid y después el de Carlos Salinas de
Gortari se les complicó un poco su agenda.
Los nombres
Los hechos se dieron durante los gobiernos de Miguel de la Madrid,
Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo. Destacaba, entre los
funcionarios señalados que tenían que ver por comisión u omisión Raúl
Salinas de Gortari, a quien se le nombraba por ser, decían, el poder
detrás del trono en Conasupo, pero también José Ernesto Costemalle,
quien era el director general, Guillermo Soberón, Jesús Kumate, Héctor
Hernández, César Ruiz Ferro, al Almirante Miguel Ángel Gómez Ortega,
Ignacio Ovalle, Jaime Martuschelli Quintana, Miguel Medina Vallards y
muchos otros empleados menores. Todos ellos fueron exonerados, años
después, cuando se abrieron dos comisiones investigadoras de Conasupo
que jamás llegaron a nada.
Las empresas
Las firmas a quienes la paraestatal hacía llegar la leche, por ley,
cuando se enteraron de que el lácteo estaba envenenado nunca retiraron
del mercado su producto. Proceso publicó la lista de esas empresas las cuales jamás se atrevieron a desmentir:
Compañía Nestlé, Carnation de México, Anderson Clayton, Meade Johnson
de México, Sandoz de México, Kraft Food de México, Wyeth Vales,
Chocolates La Azteca, Danone de México, Yakult, Productos Roche, Rompope
Santa Clara, Laboratorios y Agencias Unidas, Evaporadora Mexicana,
Chocolates Turín , United International, Richardson Vicks, Bremen,
Productos Marinela, Chocolates Ferback, Quesos Milán, Swensen de
California, Helados Santa Ana, Industrias Cor, Productos Lácteos Mayrán.
Entre esta lista se encuentran, inclusive, las que son especialistas
en maternizar leche y son filiales de empresas estadunidenses. Y,
además, muchos fabricantes de quesos, mantequillas y helados.
Nunca se ha castigado a nadie por la compraventa dolosa de la leche
radiactiva. Nunca se ha dado seguimiento a la salud de los mexicanos que
bebieron la leche irlandesa contaminada por la radiactividad de
Chernobyl.
26 de abril de 2014)
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