MÉXICO,
D.F. (apro).- A últimas fechas la mayor parte de los medios de
comunicación y la opinión pública se han centrado en el infierno que por
años han vivido los michoacanos, y pocos se han ocupado de hablar o
escribir del infierno que se vive en el Estado de México desde que lo
gobernaba Enrique Peña Nieto y hoy Eruviel Ávila Magaña, ambos del PRI.
La
situación que se vive en esa entidad es muy similar a la que se vivía
en Michoacán hace unos años. Los mismos grupos del crimen organizado que
se peleaban el territorio michoacano son los mismos que se disputan la
mayor parte de los municipios mexiquenses, con la consecuente violencia
que esta guerra implica para la población.
Desde hace ocho años el
Estado de México, que colinda con el Distrito Federal, Michoacán,
Guerrero y Morelos, es disputado por varios grupos del crimen
organizado. De siete que se peleaban el dominio cuando Peña Nieto
gobernaba, hoy son cuatro los que tiene mayor presencia en 32 municipios
mexiquenses. Se trata de Los Caballeros Templarios, La Familia
Michoacana, Los Zetas y el Cartel de Jalisco Nueva Generación.
Para
quienes viven en alguno de esos municipios, lo cotidiano son los
asaltos, robos, secuestros, extorsiones, violaciones y cobro de cuotas
por derecho de piso para sus negocios, taxis, microbuses, tiendas,
puestos de ropa en los tianguis, carnicerías y hasta los puestos de
tacos.
Cotidiano también es el miedo que tienen al salir o llegar a
casa quienes van a trabajar o estudiar, pues es en el camino son
atracados, sin importar la hora del día. También para los que se
quedan en sus casas, vigiladas por halcones que les llaman a sus
teléfonos fijos para pedirles dinero a cambio de no hacerles nada a sus
familiares.
Como en Michoacán, los cárteles se han dividido los
municipios y en cada uno de ellos dejan sus marcas. En Chalco y Valle de
Chalco, por ejemplo, algunos microbuses llevan una calcomanía con las
letras MT (Movimiento Templario) para señalar que ya pagaron su cuota
mensual de 10 mil pesos. En los bares de Los Reyes La Paz y Chicoloapan,
La Familia Michoacana les deja mensajes en los ataques que han
recibido. En los municipios de Cuautitlán, Atizapán y Naucalpan, Los
Zetas hacen llamadas y los del Cártel de Jalisco cuelgan mantas en el
Valle de México.
También como en Michoacán, las policías y
autoridades municipales están involucradas directa e indirectamente con
estas bandas del crimen organizado a las que sólo les falta exigirles
parte de su presupuesto o imponerles una participación en la asignación
de las obras públicas.
La inseguridad que se vive en el Estado de
México no es nueva, ni tampoco la corrupción de las autoridades, pero se
agravó desde que Peña Nieto era gobernador, época en que también se
disparó el número de feminicidios, que ha colocado a la entidad como la
de mayor índice de casos en todo el país.
Hoy que el grupo
político de esta entidad es el que gobierna todo el país, las cosas en
el Estado de México no han mejorado, más bien han empeorado, incluso
hasta convertirse en un infierno para muchos de sus habitantes.
Hasta
principios de este año Michoacán era un estado gobernado por el crimen
organizado. El Estado de México sigue sus mismos pasos. Sólo falta el
surgimiento de grupos de autodefensa que hagan lo que el gobierno
estatal y el federal no han logrado: recuperar territorio, dar seguridad
y cumplir con la ley.
Mientras tanto, millones de mexiquenses
tiene que seguir sufriendo el infierno del crimen organizado y la
incapacidad de presidentes municipales, del gobernador Eruviel Ávila y
del presidente Enrique Peña Nieto, que no son capaces de abatir a las
bandas criminales que se han adueñado de la mayor parte del territorio
de la entidad.
Twitter: @GilOlmos
(Las opiniones expresadas en el texto son responsabilidad única y exclusivas del autor)
/ 19 de marzo de 2014)
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