De una semana a otra los guaymenses pasamos del caos del Carnaval al
caos de una Cabalgata histórica por el número de participantes, más no
del todo aceptada por los ciudadanos.
Del
pipi de los borrachos, pasamos al popo de los caballos. De la fiesta
priista, pasamos a la fiesta panista y en las dos el común denominador
fue el mismo, el culto a la egolatría.
Otto Claussen Iberri tuvo su semana de vida loca, llena de frivolidad. Maribel Guardia se convirtió en un trofeo para él.
Lo mismo ocurrió hoy con la cabalgata organizada por la Unión Ganadera.
La
Cabalgata fue el trofeo del gobernador del Estado, Guillermo Padrés,
quien al igual que Otto Claussen genera comentarios a favor y en contra.
Aceptación y rechazo.
Ambos buscan aceptación popular. ¿La habrán conseguido?
El gobernador por lo menos entre algunos priistas sí, basta ver las fotos que presumieron este día algunos de ellos.
No
serán ni los carnavales, ni las cabalgatas, las que hablarán por sus
gobiernos, sino sus actos. Y estos hace mucho que hablaron.
Como
en el Carnaval, cada quien hablará como le fue en la Cabalgata. Si bien
es cierto, el evento de este domingo dejó derrama en hoteles,
restaurantes, changarritos y expendios, también generó un caos en la
ciudad.
Nadie puede discutir que la Cabalgata generó una intensa polémica en la ciudad y redes sociales.
No se discute, incluso que muchas personas consideraron el evento como un espectáculo nunca antes visto en esta ciudad.
Fue
el tema de este domingo, pero de qué sirve un evento de esta naturaleza
cuando Empalme, Guaymas y Sonora se caen a cachitos, por la
inseguridad, las ejecuciones, la violencia hacia las mujeres, la
pobreza y la falta de empleo.
Los panistas mostraron músculo, sí, enviaron mensajes. Fue un éxito politico.
Los precandidatos a los distintos cargos de elección popular se montaron en su macho.
Sabían
que quien no montara, no salía en la foto. Por eso, Manuel Villegas,
Lorenzo De Cima, Alonso Arriola, entre otros, agarraron su mula, su
burro, su yegua y su caballo y a montar se ha dicho.
Otto
Claussen Iberri a pesar de no saber montar y no tener caballo, no tuvo
más remedio que pedir uno prestado. No podía quedarse fuera de la
montada.
Ah
eso, sí, no perdió oportunidad para enviar un boletín de prensa para
decir que los vaqueros a su paso por Guaymas y San José constataron las
grandes inversiones que ha hecho ¡Patético!
En
lo que menos se fijaron fue en sus “grandes” inversiones, si acaso,
cuando llegaron al Malecón dieron fe de que por lo menos ya cumplió una
de todas las mentiras que le dijo a los guaymenses: el teleférico que
traen los juegos mecánicos del Carnaval.
Pero
más allá de lo político, del culto a la personalidad de un
gobernador, para qué sirve? Es es la pregunta que cientos de guaymenes
hicieron este día en redes sociales.
Las
cabalgatas sirven de lucimiento solamente, como le sirvieron a Eduardo
Bours Castelo, un ex gobernador lleno de soberbia y urgido de
reconocimiento popular.
Para lo mismo sirven ahora.
El
derroche del que hizo gala el alcalde Otto Claussen durante el Carnaval
y el que vimos este día en la cabalgata representan una ofensa para un
pueblo que está inmerso en una crisis económica de la que difícilmente
saldrá.
Lucirse así mientras Empalme, Guaymas y Sonora, viven en un clima de inseguridad representa una bofetada al pueblo.
Festejar
así cuando una joven estudiante de Empalme fue asesinada justo el Día
Internacional de la Mujer, es vivir en un mundo distinto al del resto de
los ciudadanos.
Si
el alcalde de Guaymas fue capaz de borrar del informe del Carnaval la
violación de una joven durante los días de la fiesta, no podíamos
esperar tampoco que este día de fiesta se viera empañado por el
homicidio de otra jovencita.
Estas
cabalgatas no son una idea nueva, son una herencia priista que en su
momento rechazaron, descalificaron y denunciaron los panistas por el
derroche de recursos, por eso no hay que escupir hacía arriba.
(EL PORTAL DE LA NOTICIA/ Agueda Barojas/ Domingo, 09 de Marzo de 2014 21:38)
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