IN MEMORIAM (1935 - 2014)
A los 78 años
de edad, los últimos 54 de ellos entregados al Carnaval de Mazatlán, el creador
de las carrozas reales fallece tras varios días hospitalizado
Decía que cumplía
reinas, no años, que vivía entre hadas y brujas, que aún después de muerto iba
a pedir permiso para regresar a dar una vuelta al Carnaval, soñaba con un
desfile infinito y con el amor de un pueblo que nunca le falló.
Rigoberto Lewis Rodríguez,
"El Rigo Lewis", murió ayer después de más de medio siglo de resumir
sueños de los mazatlecos en sus carrozas reales y sus carros alegóricos.
Sufría de
hipertensión, comía mal, dormía menos, y en estas fechas, en vísperas de
Carnaval, su corazón se agitaba, el rumor de la fiesta que se avecinaba lo
ponía contento... y nervioso, los tiempos se apretaban, el dinero no alcanzaba.
Durante el 2013 fue
sometido a un cateterismo que sobrevivió con optimismo, pero se le veía delgado
y apenas terminó el año.
Su familia lo
internó en la clínica del ISSSTE el 1 de enero, comenzaron los estudios, el
diagnóstico no fue alentador: un derrame cerebral lo mantenía en cama.
El lunes 6 de enero
fue operado para intentar salvar su vida, aunque el pronóstico era reservado,
la esperanza de que quisiera volver a caminar frente a sus carrozas el Domingo
de Carnaval hacían abrigar esperanzas.
Luchó el resto de la
semana, pero ayer por la mañana un cuadro complejo de síntomas hizo que los
médicos declararan la gravedad de su salud, a las 17:50 horas murió rodeado por
su familia.
Dominado por un
miedo a los aviones que le impidió visitar el mundo, Rigoberto Lewis trajó el
mundo a Mazatlán, lo construyó pedazo a pedazo, lo montó en carros alegóricos y
los compartió con el resto de los porteños.
Amaba el Carnaval
tanto como temía la posibilidad de verlo desde lejos, así que al mismo tiempo
que desarrollaba una pasión por la fiesta grande, sus temores por perderlo se
iban agrandando; amaba a los que lo aplaudían, pero odiaba a todo aquel que
veía como una amenaza para su permanencia entre las carrozas.
Su mundo estaba
lleno de colores o de profunda oscuridad, las personas eran hadas o brujas y
profetizó que ni muerto abandonaría la fiesta que tanto amaba.
Ayer se fue uno de
los personajes que más alimentó esa parte de identidad de los mazatlecos
forjada en la alegría de sus carnavales.
Nacido el 14 de
febrero de 1935, Lewis aseguraba haber nacido un domingo de Carnaval,
custodiado por un Pierrot que lo predestinó para vivir en la fiesta.
Conservó hasta el
final un amor desmedido por su madre, Catalina Rodríguez, a la que llamaba
"Catalina la Grande". Soñó con un museo dedicado al Carnaval, incluso
compró un terreno y dejó los cimientos interrumpidos.
Quiso a sus perros
como si fueran sus hijos y se atrevió a dejar indicaciones para la hora de su
entierro.
(NOROESTE/ Ariel
Noriega/ 10-01-2014)
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