Gonzalo
Rodríguez Gacha, uno de los dirigentes del Cártel de Medellín, veneraba
la cultura popular mexicana: el tequila, la música ranchera, los
sombreros y la ropa norteña. Su historia –contada en la teleserie Alias
El Mexicano, transmitida actualmente en Colombia– va más allá de lo
anecdótico: fue él quien, “con visión empresarial”, estableció las
primeras alianzas entre los narcos colombianos y los de México e ideó
las rutas y los circuitos comerciales de la droga que han marcado “la
economía del narcotráfico del siglo XXI”.
BOGOTÁ
(Proceso).- Todo Colombia lo conoció como El Mexicano por su veneración
por la música ranchera, el tequila y la cultura popular de México. Sus
lujosas y extensas haciendas en su natal Pacho, Cundinamarca, ostentaban
nombres como Cuernavaca, Mi Mazatlán, Sonora y La Chihuahua.
Gonzalo
Rodríguez Gacha llevaba en su corazón a un México idílico anclado en
las películas de Pedro Infante que vio durante su niñez y en la
teatralidad mafiosa de los capos sinaloenses de hebillas de plata y
camisas norteñas con los cuales estableció, desde finales de los
setenta, una alianza que sentó las bases de una nueva economía criminal
aún vigente.
“Rodríguez Gacha fue un narcotraficante pionero.
Indiscutiblemente él comenzó la construcción de una de las sociedades
mafiosas más rentables que existen, la de los cárteles mexicanos y
colombianos”, dice a Proceso Carlos Medina Gallego, historiador de la
Universidad Nacional (UN) de Colombia.
Doctor en historia e
investigador del Grupo Seguridad y Defensa de la UN, Medina sostiene que
El Mexicano, integrante de la cúpula del Cártel de Medellín, fue
precursor de las rutas por las cuales se han traficado miles de
toneladas de cocaína colombiana hacia Estados Unidos a través de México.
Él
“hizo posible la creación de estos circuitos comerciales de la droga
que son determinantes en la economía del narcotráfico del siglo XXI y
fue él quien inició este proceso de lo que algunos mexicanos llegaron a
llamar la colombianización de México”, afirma.
Para el general
retirado de la Policía Nacional de Colombia (PNC), Jairo Delgado,
Rodríguez Gacha “entendió antes que otros narcotraficantes la
importancia de ese corredor estratégico (Colombia-México-Estados Unidos)
y tuvo la visión y la capacidad de generar los primeros entendimientos
del Cártel de Medellín con los cárteles mexicanos para dar al tráfico de
cocaína mayores alcances. Él vio claramente esa oportunidad”, dice.
“En
ese sentido”, agrega el oficial que estuvo a cargo de departamento de
Análisis de Inteligencia de la PNC cuando el Estado desató en 1989 una
cacería contra Rodríguez Gacha tras el asesinato del candidato
presidencial Luis Carlos Galán, “fue un artífice de esa alianza que le
abrió al negocio del narcotráfico nuevas posibilidades al llevarlo cada
vez más cerca del principal mercado mundial de consumo (Estados
Unidos)”.
De acuerdo con Miguel García, quien coordinó en 1991 Los
barones de la cocaína, un amplio libro sobre el fenómeno del
narcotráfico en Colombia, El Mexicano fue quien “abrió de manera amplia
las compuertas para el trasiego de cocaína por los caminos de México”.
Contacto en Guadalajara
A
mediados de los setenta Rodríguez Gacha era en un incipiente
narcotraficante surgido del violento mundo de las minas de esmeralda del
departamento de Boyacá, donde fue lugarteniente del capo esmeraldero
Gilberto Molina, a quien años después mandaría asesinar.
Con una
pequeña fortuna amasada en la costa caribeña colombiana por el tráfico
de mariguana a Estados Unidos, El Mexicano decidió incursionar en el
negocio de la cocaína, donde según su instinto empresarial las ganancias
serían exponencialmente mayores.
Delgado recuerda que el
narcotraficante –muerto a los 42 años durante un operativo policiaco el
15 de diciembre de 1989– fue de los primeros en introducir el cultivo de
hoja de coca a Colombia, para lo cual probó con diferentes variedades
de la planta traídas de Bolivia y Perú. Compró grandes extensiones de
tierra en los fértiles Llanos Orientales de Colombia, sobre todo en la
región de Puerto Gaitán (unos 250 kilómetros al sureste de Bogotá),
donde creó un emporio industrial de producción de coca y procesamiento
de clorhidrato de cocaína.
Según una investigación del periodista
colombiano Gerardo Reyes, en la cual está basada la teleserie
transmitida por la cadena RCN Alias El Mexicano, Rodríguez Gacha se
empeñó en hacer de México la gran ruta de la cocaína hacia Estados
Unidos en momentos en los que el Cártel de Medellín privilegiaba el
trasiego de esa droga por el Caribe, en cargamentos por aire y mar hasta
Florida.
A finales de los setenta El Mexicano se acercó a
Verónica Rivera de Vargas, llamada en Colombia la Reina de la Coca, para
pedirle que lo presentara con el capo mexicano Miguel Ángel Félix
Gallardo a cambio de un porcentaje por los envíos de cocaína que lograra
negociar con él. La relación de Rodríguez Gacha con Rivera y Félix
Gallardo ha sido ampliamente documentada en informes y expedientes
judiciales de la administración antidrogas de Estados Unidos (DEA) y de
la PNC.
Para la DEA otro personaje clave en la relación de
Rodríguez Gacha con los cárteles mexicanos fue el hondureño Juan Ramón
Matta Ballesteros, quien se inició en el mundo criminal en la zona
esmeraldera de Boyacá, donde conoció al Mexicano a principios de los
setenta. Años después lo ayudaría a consolidar su relación con Félix
Gallardo.
Según testimonios de exlugartenientes de Rodríguez Gacha
recopilados por la PNC, éste viajó varias veces a México en los ochenta
para reunirse con Félix Gallardo, su principal socio en ese país y a la
sazón jefe del Cártel de Guadalajara, a quien le suministraba cocaína a
cambio de una comisión de hasta 50% del precio de la droga en el
mercado al mayoreo en la costa oeste de Estados Unidos, donde en esos
años alcanzaba un valor de entre 12 mil y 14 mil dólares por kilogramo.
La
PNC estima que los embarques de cocaína por las rutas que establecieron
los dos narcotraficantes llegaron a ser de cinco toneladas mensuales,
lo cual le habría dejado ganancias de entre 30 y 35 millones de dólares
al mes a cada uno, al amparo de una descarada tolerancia de las
autoridades policiacas y militares de ambos países, a la mayoría de las
cuales lograron cooptar y poner a su servicio.
El 1984 la DEA tuvo
conocimiento de al menos tres reuniones entre El Mexicano y Félix
Gallardo en México, una de ellas en una casa que el jefe del Cártel de
Guadalajara tenía en Altata, Sinaloa, donde también estuvo presente
Matta Ballesteros, según reportó a las autoridades colombianas de la
época un oficial de esa agencia basado en Bogotá.
Reacomodo
Durante
1984 los cárteles de Medellín y Guadalajara recibieron golpes
policiacos de gran envergadura que los obligaron a reconfigurar la
organización del negocio bajo los parámetros previstos por Rodríguez
Gacha, quien en esa coyuntura hizo fama en el mundo del crimen como
estratega militar y visionario hombre de negocios.
El 7 de marzo
de ese año agentes de la PNC y la DEA irrumpieron en Tranquilandia, un
megalaboratorio de clorhidrato de cocaína en las surorientales selvas
colombianas del Yarí. El complejo, con capacidad para procesar cuatro
toneladas mensuales de esa droga, fue destruido y los policías
decomisaron 13.8 toneladas del enervante; fue el mayor golpe al Cártel
de Medellín hasta ese entonces.
Las represalias no tardaron. Un
mes después fue asesinado en Bogotá el ministro de Justicia, Rodrigo
Lara Bonilla. El episodio dio inicio a una guerra entre Colombia y ese
grupo delictivo en la cual El Mexicano había de jugar un papel
determinante.
Delgado sostiene que Rodríguez Gacha fue el Mono
Jojoy (como se conoció a Jorge Briseño, jefe militar de la guerrilla de
las FARC hasta su muerte en 2010) del Cártel de Medellín; agrega que era
un estratega natural:
“Llegó a construir en Bogotá una gran red
urbana de sicarios y mafiosos a su servicio con una logística muy
sofisticada para la época. Trajo equipos de comunicación innovadores,
como teléfonos inalámbricos, y creó una estructura de antenas
repetidoras de bandas de radio por toda la ciudad. No teníamos
tecnología para rastrearlo. Así logró organizar muchos asesinatos y
actividades criminales y eludir el control de las autoridades.”
Rodrigo
Lara Restrepo, hijo del ministro victimado, considera que Rodríguez
Gacha fue “un asesino despiadado y el socio violento que necesitaba
Pablo Escobar para desatar toda esa etapa de narcoterrorismo que vivió
el país en esos años”, cuando los magnicidios políticos, los atentados
con carros-bomba y los asesinatos de jueces, magistrados y policías eran
parte de la cotidianidad de Colombia.
La destrucción de
Tranquilandia se sumó a la pérdida de la principal base logística del
Cártel de Medellín: Cayo Norman, una isla de las Bahamas a 180
kilómetros de Miami que administraba el narcotraficante Carlos Lehder y
era un centro de acopio de cocaína y reabastecimiento de combustible
para los aviones que transportaban la droga a Florida.
La DEA
presionó durante años al gobierno de Bahamas para desmantelar esa
infraestructura, que incluía un radar y una pista privada de aterrizaje.
Lo logró a principios de 1984 mediante un operativo policiaco del cual
Lehder –quien hoy purga en Estados Unidos una sentencia de 55 años–
apenas logró escapar.
Delgado indica que la pérdida de
Tranquilandia y Cayo Norman fortaleció a Rodríguez Gacha dentro del
Cártel de Medellín, pues el narcotraficante diseminó pequeños
laboratorios artesanales de cocaína en las selvas surorientales gracias a
los cuales pronto recobró los niveles producción.
Luego ofreció a
Escobar, Lehder y los hermanos Ochoa Vásquez –sus socios del Cártel de
Medellín– la ruta mexicana para eludir el cerco que había tendido la DEA
en el Caribe.
Según Medina Gallegos, “Estados Unidos logró
bloquear las rutas del Caribe, tanto aéreas como marítimas, y entonces
la cocaína comenzó a salir por el Pacífico con destino a Centroamérica y
México, donde había y hay una enorme corrupción policiaca y una
frontera mucho más difícil de cuidar. Fue así como Rodríguez Gacha fue
construyendo las rutas comerciales de la moderna economía del
narcotráfico”.
La lección de “El Búfalo”
En
noviembre de 1984 el Cártel de Guadalajara recibió un fuerte golpe
cuando efectivos del Ejército allanaron el rancho El Búfalo, en
Chihuahua, donde destruyeron mil hectáreas de plantíos de mariguana e
incineraron 8 mil toneladas de esa droga ya empaquetada.
Ernesto
Fonseca, Don Neto y Rafael Caro Quintero, socios de Félix Gallardo,
fueron capturados meses después por el secuestro, tortura y asesinato
del agente de la DEA Enrique Camarena, en febrero de 1985.
El
Cartel de Guadalajara vivió un reacomodo que permitió el ascenso del
entonces joven Joaquín El Chapo Guzmán en la estructura de esa
organización, que seguía al mando de Félix Gallardo.
Para éste
–quien purga condenas que suman 52 años–, El Mexicano representó la
oportunidad de diversificar el negocio, pues durante los setenta sus
mayores ganancias provenían del tráfico de mariguana y heroína. El
episodio de El Búfalo le demostró que el trasiego de cocaína colombiana
era menos riesgoso y más rentable.
Para Rodríguez Gacha la
asociación con el jefe del Cártel de Guadalajara significó la apertura
de una ruta segura para comercializar el alcaloide en el mercado de
droga más voraz del mundo.
Pablo Reyes, politólogo de la UN,
considera que la alianza iniciada por los dos capos “ha respondido a la
alta demanda de droga de Estados Unidos. Ellos han inundado de cocaína
un mercado que pide ese producto, y lo han hecho por tierra, por mar,
por aire, por el subsuelo (a través de túneles que se localizan a lo
largo de la frontera con México), con ‘mulas’, con cocaína camuflada en
transportes de mercancías… es lo que los narcotraficantes conocen como
la técnica de saturación de fronteras. Ellos saturan, envían la droga en
varias formas y, siempre, la mayoría de los cargamentos pasa. Ninguna
policía ni política antidrogas es capaz de detener esto”.
Los
destinos de Rodríguez Gacha y Félix Gallardo se entrecruzaron en 1989
cuando, luego de años de una rentable sociedad que les reportó decenas
de millones de dólares, las carreras delictivas iniciaron el ocaso.
El
jefe del Cártel de Guadalajara fue detenido en esa ciudad el 8 de abril
de ese año y desde entonces se encuentra en prisión. El Mexicano murió
ocho meses después, el 15 de diciembre, durante un operativo en su
contra en una plantación bananera en la norteña Tolú, a donde huyó tras
el asesinato de Galán, ocurrido tres meses antes y el cual él organizó.
La
policía señaló que Rodríguez Gacha fue abatido de un disparo de
metralleta calibre .50 en el rostro, pero Jorge Velásquez, El Navegante,
su lugarteniente y quien reveló su paradero a cambio de un millón de
dólares, sostiene hasta la fecha que, al ver a su hijo Freddy muerto en
el operativo, el capo se suicidó activando una granada.
Un año
antes de su muerte la revista Forbes estimó la fortuna de El Mexicano en
mil 300 millones de dólares. La policía encontró en sus haciendas
Cuernavaca, Mi Mazatlán y La Chihuahua 26 millones de dólares en
efectivo enterrados en barriles.
Los habitantes de Pacho creen que parte de la riqueza acumulada en dos décadas de vida criminal sigue bajo tierra.
/10 de enero de 2014)
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