Raymundo Riva Palacio
Desde que los dos eran
gobernadores, Miguel Ángel Osorio Chong era un eterno acompañante de Enrique
Peña Nieto en las largas reuniones nocturnas que sostenían con el operador
político más importante que tuvo el presidente Felipe Calderón, Juan Camilo
Mouriño. Los dos actuaban como un bloque monolítico. Sin embargo, cuando se
trazó la recta final hacia la candidatura presidencial, Peña Nieto optó por su
colaborador Luis Videgaray para tenerlo junto en la campaña, y a Osorio Chong
lo envió al PRI para hacerse cargo de la operación electoral. Esa jugada no
pasó desapercibida. Al contrario.
Durante la campaña
presidencial, Peña Nieto y Videgaray ocupaban oficinas en pisos separados, pero
dentro del mismo edificio en las Lomas de Chapultepec, mientras Osorio Chong
tenía una oficina en el PRI, y otra donde trabajaba lejos de ellos, en la
colonia Condesa. De cualquier forma, estaba claro que los dos pilares sobre los
que se sostendría Peña Nieto cuando asumiera la Presidencia, eran ellos dos. Al
iniciar el gobierno, hubo más diferencias. Mientras que Videgaray nombró a
todos los subsecretarios en Hacienda, a Osorio Chong le impusieron el
mexiquense Luis Miranda, muy cercano al Presidente, como segundo de a bordo.
Los dos pilares del
presidente Peña Nieto entraron en un pique natural. “No hay nada de eso”, dijo
una vez Osorio Chong, en respuesta a las versiones periodísticas de que estaban
peleados. “Tenemos una muy buena relación”. Era un asunto de medios, decían
cercanos al secretario de Gobernación. Ciertamente, no había indicios
palaciegos de enfrentamiento. Inclusive cuando Gobernación abrió la llave del
dinero a la CNTE para tranquilizarla y les entregaba miles de millones de pesos
en especie y efectivo, Hacienda no frenó el flujo. O cuando el Presidente
designó a Videgaray como el responsable del Pacto por México y le encargó todas
las reformas –salvo la política-, Osorio Chong no trabó ninguna negociación.
Sin embargo, los gestos y los
símbolos, con los que se lee la política mexicana no favorecían a Osorio Chong.
Fue muy comentado el acto en el cual el Presidente pasó de largo sin saludarlo
al llegar al templete, y más aún cuando, al retirarse, se detuvo unos minutos
con el gobernador de Chiapas, Manuel Velasco, sin tomar en cuenta al
secretario, que estaba a un lado. En un evento posterior, Peña Nieto subió al
templete donde estaba Videgaray, y se detuvo a saludarlo. “Para que no digan
que no te hablo”, le dijo. Todos rieron. Y muchos consignaron los dos momentos
pensando en 2018.
Videgaray, muy criticado por
todos los sectores por la desaceleración económica, terminó el año premiado
como el mejor secretario de Finanzas del año y, por mucho, el mejor de Latinoamérica.
El Presidente recibió múltiples felicitaciones en el mundo por las reformas
energética, fiscal y financiera, que Videgaray había operado. Osorio Chong
terminó el año en déficit. Nunca resolvió el problema de la CNTE y los maestros
disidentes se mantuvieron en rebelión e impidieron en cuatro estados la
aplicación plena de la Reforma Educativa. La seguridad, que asumió bajo su
cargo, se sumó a los puntos negros de la gobernanza peñista.
El secretario de Gobernación
quiso borrar sus declaraciones previas, sin éxito, y pasaron desapercibidas en
la prensa sabatina. Había sido más importante decir que Mireles recibía
protección federal, que precisar, un poco forzado, que no era un reconocimiento
a él. Afirmó que los autodefensas están al margen de la ley, pero como no dijo
nada sobre desarmarlas ni que actuarán en su contra, pareció más un juego
retórico. El secretario se encuentra en un pantano: si se mueve se hunde más.
Pero nadie lo llevó ahí mas que él. Solo entró a chapalear y solo sigue
hundiéndose. Salir rápidamente será costoso: tiene que desmentirse a sí mismo y
corregir dentro de su equipo todos los yerros y equivocaciones con una
estrategia que, más allá de sus estadísticas optimistas, tiene elementos
objetivos de alarma: en Michoacán hay decenas de comunidades en poder
territorial de delincuentes, ingobernabilidad en otras seis entidades por su
contagio, y las fuerzas federales, que dependen de él, están respaldan a
delincuentes, a quienes en Michoacán les regalaron territorio y los protegen.
Cómo no va a estar en el peor momento de su gestión.
Osorio Chong, en este año de
definiciones, no tiene tiempo para pensar en 2018. La realidad lo está
aniquilando, y algo rápido y concreto tendrá que hacer para que cuando el
Presidente exija resultados, no sea él quien pague todo lo que,
paradójicamente, él mismo contribuyó en su desorden e ineficacia. Frente a lo
que han mostrado sus colegas del gabinete, sus fallas son más notorias y serán,
por lo mismo, más costosas. Esas largas noches de camaradería con el Presidente
no le alcanzarán ate un jefe que exige, ante todo, resultados—que no está
dando.
(ZOCALO/ Columna de Raymundo Riva Palacio/
12 de Enero 2014)
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