domingo, 12 de enero de 2014

CONTROLA DELINCUENCIA 50% DE LAS MINAS EN MICHOACÁN




MORELIA, Mich., 12 de enero de 2013.- La explotación de más del 50 por ciento de los yacimientos de hierro que existen en Michoacán la realizan organizaciones delincuenciales que, incluso exportan el metal al mercado chino, destaca un amplio reportaje que publica este domingo el portal digital del periódico El País.

Los delincuentes controlan el mineral desde su extracción y se han infiltrado en todo el proceso: obligan a los mineros a entregarles pequeñas cantidades del hierro que extraen, a los transportistas a que lo transporten, a los empresarios a que no les denuncien, y a los funcionarios de aduanas, a que permitan el paso de la mercancía ilegal, destaca el diario ibérico.

 “No llegan con una pistola en la mano, pero dejan muy claro que no hay otra opción: o trabajas para ellos, o asumes las consecuencias”, dijo a El País un empresario local que pidió no ser identificado.

Para el diario peninsular, de hecho, la toma del puerto de Lázaro Cárdenas por parte de las fuerzas armadas en buena medida se realizó para romper el control del puerto por parte de la delincuencia, que a través de su infraestructura exportaba el metal en bruto al Lejano Oriente.

“El motivo era un secreto a voces. Su larga bahía y su cercanía a las minas de hierro, las más abundantes del país, habían convertido al puerto en presa del crimen organizado que opera en la región”, asevera el diario. Las organizaciones delincuenciales no titubean si hay que demostrar quién tiene el control.

Virgilio Camacho, un directivo de ArcelorMittal, la principal siderúrgica de la región, había denunciado por años el robo de hierro en pequeñas cantidades en los terrenos de la compañía.

Los ladrones entregaban el material al crimen organizado. Camacho se cansó de denunciar el crimen a la Procuraduría (Fiscalía) mexicana hasta que lo secuestraron y apareció con un tiro en la nuca. La minería no es el primer negocio que corrompió en Michoacán la delincuencia organizada.

Hay indicios de que también han infiltrado la producción de carne, los cultivos, la tala de árboles, la industria inmobiliaria, el transporte público y hasta los bares.

“Todos pagan cuota”, dijo a El País un fabricante de muebles. Incluso, hasta quien organiza una fiesta. Una mujer de Apatzingán afirma que su hermana tuvo que pagar un soborno a los criminales de su ciudad para que le permitieran celebrar una fiesta de los 15 años, una suerte de puesta de largo tradicional en México.


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(Quadratín /Redacción / 12 de enero de 2013)





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