El miedo la paralizó. Marcela no podía levantar la cabeza ni la mirada, mucho menos estrechar la mano que le tendía aquel hombre que fuera su gran amor y al mismo tiempo, el padrote profesional que vendió su cuerpo.
¿Por qué me hiciste esto?, apenas alcanzó a decir. Su voz fue casi un susurro.
En cambio la voz de Pedro que aunque no era fuerte la estremeció: “Perdóname, en ese entonces nunca te miré como persona sólo veía en ti todo el dinero que me podías aportar”, le dijo aquel hombre que lloraba desde el interior de la cárcel.
El mismo hombre que la envolvió con sus promesas de casarse y luego la hizo víctima del crudo negocio de trata de personas.
A casi cuatro años de que fue rescatada en un operativo policiaco en febrero de 2010, Marcela acudió al Reclusorio Sur del Distrito Federal para enfrentar a quien fuera su cruel padrote y así cerrar un ciclo.
Quería escuchar de voz de Pedro; por qué la engañó, por qué le arrancó sus ilusiones de adolescente para arrojarla al mundo de la explotación sexual.
Se había prometido hacerle mil preguntas pero cuando lo tuvo cara a cara sus antiguos miedos resurgieron por un momento y le hicieron recordar aquellos días cuando él, quien se decía su novio, casi esposo, la obligó a pararse con tremendo escote y zapatos de tacón en el populoso barrio de La Merced, Zona Centro de la Ciudad de México.
Estudiante exitosa
En ese entonces ella era menor de edad. Había dejado apenas los 16 cuando enfrentó la embestida de acostarse con más de 30 hombres desconocidos al día para generar dinero a Pedro, el hombre que la enamoró en Acayucan, Veracruz, y con engaños la llevó a Puebla, según para casarse.
Hoy Pedro sigue en prisión con una condena de más de 12 años.
Marcela, apoyada por la Fundación Camino a Casa que preside Rosi Orozco, inició un doloroso proceso de recuperación y hoy es una estudiante brillante de derecho en una de las universidades privadas más prestigiadas en la materia.
Quiere, como abogada, ayudar a todas las niñas y jóvenes que ingenuamente caen en las redes de padrotes profesionales, como Pedro, que salen de cacería a provincia.
“Aunque sentía odio por él. Ya lo perdoné, ya no me afecta pero sí tiene que pagar por todo el daño que me hizo no sólo a mí, porque simultáneamente explotaba a otras”, reflexiona.
Años después, cara a cara en el Reclusorio Sur de la ciudad de México, Marcela finalmente se empoderó, estrechó la mano de quien fuera al mismo tiempo su amor y su lenón para no volver a verlo nunca.
(ZOCALO/ Reporte Índigo /27/12/2013 - 04:02 AM)
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