Sólo por la denuncia de dos jornaleros que se evadieron del campo de cultivo IV de la empresa Bioparques en Tolimán se conoció de la terrible situación en que permanecían retenidos ahí cientos de trabajadores traídos de otras entidades. Tras el operativo de rescate que llevaron a cabo los gobiernos estatal y federal, los afectados relataron sus historias.
SAN GABRIEL, Jal. (Proceso Jalisco).- El pasado
lunes 10, cerca de 30 empleados gubernamentales, entre inspectores de la
Secretaría del Trabajo, agentes del Ministerio Público, personal de la
Fiscalía General y agentes federales, rescataron a 275 campesinos que
permanecían retenidos en el campo de cultivo IV de la empresa
Bioparques, en el municipio de Tolimán, con pagas de 40, 60 o 100 pesos
por jornadas de 12 horas de trabajo continuo y una de descanso.
Las
víctimas de esta abusiva práctica son 191 hombres, 45 mujeres y 36
menores, la mayoría de los cuales padecen desnutrición, según la
presidenta del DIF Jalisco, Lorena Arriaga de Sandoval.
El
secretario de Trabajo del estado, Eduardo Almaguer, señala que
Bioparques se presenta como una compañía socialmente responsable y en
2010 recibió apoyo de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) por
10 millones de pesos. Cabe añadir que en 2012 la administración de
Emilio González destinó 2.6 millones de pesos a la distribución de
desayunos escolares para hijos de jornaleros agrícolas de San Gabriel y
Tuxcacuesco.
Con sede en Sinaloa, Bioparques de Occidente inició
sus labores en 2002. En Jalisco destina 130 hectáreas de invernadero al
cultivo del jitomate.
Sus dueños y directivos cuentan con una
pista de aterrizaje bien pavimentada, en una zona donde las carreteras
están en pésimas condiciones porque no recibieron mantenimiento en el
sexenio de Emilio González. La pista corre paralela a la carretera que
une a Tonaya y El Grullo con Ciudad Guzmán, y desde el día 10 permanece
resguardada por militares.
En cambio, las galeras donde dormían y
comían los jornaleros agrícolas son insalubres, ya que fueron
edificadas en una superficie de cuatro por cuatro metros y están
infestadas de chinches, pulgas y alacranes.
Los cuartos,
construidos como bodegas, se utilizaban como dormitorios improvisados
hasta para nueve personas. “A la hora de levantarnos debíamos tener
cuidado para no aplastar o pisar a los compañeros que descansaban junto a
uno”, dice un campesino entrevistado.
Los campesinos rescatados
llegaron a San Gabriel en mayo, procedentes de Veracruz, Hidalgo y San
Luis Potosí. Los enganchadores les prometieron sueldos de 100 a 200
pesos diarios, lugar para dormir, guardería para los niños, sanitarios y
tres comidas diarias, además Seguro Social y prima vacacional. Pero
cuando ya estaban trabajando les rebajaban el pago con cualquier
pretexto y su salario se reducía a 58 o 66 pesos por jornada.
Las
mujeres y los niños recibieron el peor trato. Sólo se les entregaban 40 o
50 pesos por 12 horas continuas de labor. Muchos sufrieron insolación.
Por
su parte, los adultos tenían que cortar el jitomate y llenar 50
cubetas, cada una de las cuales les pagaban a tres pesos. En las pésimas
condiciones laborales, casi nadie lograba cubrir esa cuota, por lo que
el capataz se ensañaba con todos.
Almaguer anuncia que este mes se
realizarán inspecciones en los 19 campos de cultivo que 16
agroindustrias tienen en el sur y en la costa. Afirma que en otra
revisión, ésta en Autlán, la dependencia a su cargo encontró fuertes
irregularidades de las empresas Empaques Casillas y Bonanza, que también
empleaban a 280 jornaleros pero violaban sus derechos laborales y de
hábitat al alojarlos en galeras de madera y dotarlos de catres de
carrizos y alimentos cocinados con leña, sin medida alguna de higiene.
Y
aunque señala que las sanciones contra las empresas que violan la ley
pueden superar 300 mil pesos de multa por cada trabajador afectado, lo
que pretende la Secretaría del Trabajo es que tanto los empresarios como
las autoridades municipales respeten la normatividad para ofrecer
dignas condiciones de trabajo.
Por su parte, el fiscal Jorge
Villaseñor, una de las cabezas del operativo, afirma que éste se armó
tres días después de que tres jornaleros, entre ellos una mujer,
lograron escapar del campo de cultivo y llegaron al Palacio de Gobierno,
en Guadalajara, para denunciar que el grupo estaba retenido contra su
voluntad y en condiciones infrahumanas:
“Ellos dicen que lograron
escapar la madrugada del día 7 y que caminaron más de dos horas por
carretera, hasta que una persona que iba en su camioneta les prestó
ayuda y finalmente pudieron llegar a Palacio de Gobierno, donde fueron
atendidos por personal de seguridad. A partir de esa denuncia fue que se
armó ese operativo.”
Enganchadores y capataces
Al menos
cinco detenidos son identificados por sus víctimas como enganchadores y
capataces, por lo que son investigados bajo el cargo de trata de
personas. Se trata de Esteban Cortés Navarro, Martín Ruiz Figueroa,
César García González, Alfredo Madrid Hernández y Eduardo García. A
todos ellos se les dictó formal prisión el miércoles 19. Otro
enganchador, Plácido García, está prófugo.
Uno de los jornaleros
rescatados, Juan Martínez, relata que esos sujetos se encargaban de
distribuir los recursos asignados por la empresa para cubrir sueldos,
comidas y alojamiento de los trabajadores. Extraoficialmente se informó
que, en efecto, los capataces recibían hasta 250 mil pesos para dichos
gastos pero que no lo distribuían correctamente.
Bioparques de
Occidente se negó a ofrecer su versión sobre el operativo y los
señalamientos de las inhumanas prácticas descubiertas en sus campos y
guarderías. Al finalizar la inspección, la empresa empezó a pagarles
directamente a los empleados, aunque suspendió a muchos de ellos “hasta
nuevo aviso”.
Proceso Jalisco visitó las instalaciones de
Bioparques en San Gabriel. Los agentes de seguridad privada dijeron que
cualquier entrevista o asunto relacionado con el manejo de la empresa
sólo se podía tramitar vía telefónica, en un número que corresponde a
este municipio pero quienes responden ahí no tienen idea de quién puede
atender la solicitud de información.
Y la situación es delicada.
El fiscal Jorge Villaseñor informa que en un cateo a las instalaciones
de Bioparques los agentes estatales aseguraron un kilo de mariguana que
supuestamente se vendería a los jornaleros. El encargado de vender esa
droga era un expolicía de este municipio, cuyo nombre se reservó.
Sobre
esta conexión con las autoridades, uno de los rescatados, oriundo de
Xalapa, Veracruz, denunció que ningún jornalero podía salir de
Bioparques. En caso de que alguien desobedeciera, policías de San
Gabriel lo detenían y multaban hasta con 500 pesos, aunque el municipio
no tiene facultades para sancionar o arrestar.
Además, se
descubrió que los contratistas se aseguraban de que los trabajadores
compraran todo en la “tienda de raya”, donde los productos se vendían a
un precio 60% o 70% mayor del normal.
“Un juguito que vale cinco o
seis pesos en cualquier tienda, allí lo vendían en 14; una bolsita de
jabón de polvo la daban al doble; un litro de leche costaba 20 pesos; un
pomo de Nescafé 60 pesos, y una lata de sardina la ofrecían en 30 –dice
otro testigo–. Muchas de las veces el precio de esos artículos se nos
ocultaba y sólo nos informaban del dinero que debíamos, ya que estábamos
endrogados.”
Por eso la dieta diaria de los campesinos consistía
en sopa de pasta, de la que nada se desperdiciaba porque se les daba aun
si estaba rancia, y ellos la ingerían por hambre. Sólo hacían dos
comidas.
Esto obligaba a que las mujeres abandonaran a sus hijos
en la guardería de la empresa al filo de las cuatro de la mañana para
abordar el camión que las trasladaba a las zonas de cultivo.
Llegaban,
cuando mucho, a las cuatro y media.
Eso dice Alfonsa, con su bebé
de tres meses en brazos. Se dispone a regresar a Ciudad Valles, San Luis
Potosí, y ofrece su testimonio mientras amamanta. Señala que en la
guardería los niños recibían nada más una comida al mediodía, pero ella
no tenía más opción que entrar a trabajar 12 horas para ganarse de 40 a
50 pesos.
“Siempre nos ponían tareas que nunca podíamos sacar, y
por eso nada más nos daban 40 o 50 pesos por día. Cuando salimos de San
Luis nos dijeron que nos iban a dar 100 pesos y que los niños iban a
estar bien cuidados”, que iban a tener escuela, sostiene.
El
trabajo en el campo iniciaba a las cinco de la mañana y terminaba a las
cinco de la tarde. “Cuando llegábamos a la guardería, muchos niños
tenían hambre. Los recogíamos, todos hambrientos. A nosotros nos daban
una hora para comer”.
Con la mirada apagada y sus dos últimos
recibos de nómina en la mano, José Ramírez Reséndiz, de 48 años y
originario de San Luis Potosí, describe su experiencia en los campos de
cultivo de jitomate cherry.
Su pago iba de 58 a 66 pesos por día, y a pesar de eso era 20 pesos más de lo que percibían las mujeres.
Él
confirma que cerca de los cultivos había tiendas de raya para
garantizar que los trabajadores siempre tuvieran deudas, como los
jornaleros de las haciendas porfirianas. Sólo unos cuantos, que tenían
celular con crédito, de vez en cuando podían hablar con sus familiares
en su lugar de origen.
Ramírez Reséndiz fue “enganchado” en Ciudad
Valles, San Luis Potosí, y recuerda que sus contratistas le ofrecieron
100 pesos diarios, Seguro Social, Infonavit y hasta prima vacacional,
pero todos esos conceptos aparecían marcados en cero en su hoja de pago.
También
le describieron su alojamiento: un lugar donde dormir; tres comidas al
día y carne al menos tres veces por semana. Nada de eso le cumplieron.
Dice que a él y a cientos de jornaleros provenientes de Veracruz,
Hidalgo y Puebla los trataron como animales de carga.
A Juan
Martínez, de 24 años, lo trajeron de Xalapa a lo que él describe como un
campo de concentración. “A mí me enganchó un contratista llamado
Plácido García; él nos trajo desde Veracruz al corte de jitomate”, dice.
También le ofreció literas, colchonetas, tres comidas al día y carne al
menos tres veces por semana.
“El agua que nos daban para beber
era la misma que se usaba para el cultivo –denuncia–, los sanitarios
siempre estaban sucios y malolientes, nuestras manos terminaban al final
de la jornada bastante maltratadas por el corte de jitomate y después
uno se tenía que bañar, pero no sacábamos ni para el jabón del baño.”
Le
atribuye la principal responsabilidad a los enganchadores, que no
distribuían el dinero que la empresa supuestamente les entregaba para
cubrir las necesidades de los trabajadores.
Al respecto, Eduardo
Almaguer afirma que, durante el sexenio de Emilio González, la
Secretaría del Trabajo relajó su sistema de inspección y permitió todo
tipo de abusos. De no ser por orden de la nueva administración, en menos
de 12 años Jalisco podría ser exhibido como un estado donde proliferan
campos de modernos esclavos.
Otras versiones de vecinos de la zona
aseguran que la presión contra Bioparques podría traducirse en
problemas de falta de circulación de dinero ante la salida de cientos de
empleados de las agroindustrias.
Que buscaban al “Chapo”….
Las
autoridades federales y estatales llegaron al campo de cultivo del
Bioparque IV preguntando por El Chapo, según testimonios recogidos por
Proceso Jalisco en la región.
Ante los medios de comunicación el
operativo se presentó como un exitoso rescate de los jornaleros que
vivían en San Gabriel en condiciones infrahumanas, pero uno de los
campesinos entrevistados también afirma que cuando llegó “la gente del
gobierno” preguntó por El Chapo. Ninguno de los trabajadores entendía de
qué se trataba.
“¿Sabes dónde esté El Chapo? ¿Has visto por aquí
al Chapo? ¿Sabes en qué parte se esconde El Chapo?”, les preguntaban los
agentes.
El secretario del Trabajo, Eduardo Almaguer, dice
desconocer la supuesta búsqueda de El Chapo e insiste en que su
dependencia se limitó a registrar irregularidades laborales y a
sancionar las violaciones a la normatividad.
Los habitantes del
municipio prefieren no hablar sobre la existencia de bandas del crimen
organizado en la zona y la supuesta búsqueda de El Chapo. Un vecino de
San Gabriel se limita a comentar: “Aquí pasan muchas cosas muy graves,
todo mundo lo sabe, hasta la autoridad, pero todos hacemos como que no
vemos nada por miedo a que truene la economía o por tratar de mantener
la seguridad de nuestras familias”.
/ 27 de junio de 2013)
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