De
no ser por su nuera, la modelo Jacqueline Bracamontes, la muerte del
abogado Enrique Fuentes León habría pasado inadvertida. Célebre por sus
singulares amistades –el desaparecido Manuel Muñoz Rocha, entre otros–,
su soborno de medio millón de dólares, en 1988, a la Suprema Corte
Justicia de la Nación, por su presunta implicación en los crímenes de
José Francisco Ruiz Massieu y Luis Donaldo Colosio, y por ser el
protagonista del “juicio más largo y voluminoso en la historia de
Texas”, entre otros episodios, el litigante se lleva innumerables
secretos a la tumba, muchos de ellos avalados por el silencio del PRI.
MÉXICO,
D.F. (Proceso).- La noticia la difundió la prensa de espectáculos y en
los diarios de circulación nacional apenas aparecieron algunas esquelas.
Una despedida de bajo perfil para no remover las redes de protección y
complicidad que alcanzan a funcionarios del gobierno de Enrique Peña
Nieto.
El domingo 16, la revista TV y Novelas informó en su sitio
en internet que la modelo y conductora Jacqueline Bracamontes estaba de
luto por la muerte de su suegro, el abogado Enrique Fuentes León, de 79
años. El día anterior, la actriz lo había dado a conocer en su cuenta de
Twitter.
Una discreta y breve ceremonia en una funeraria del sur
de la Ciudad de México, el mismo sábado 15, puso fin a la tormentosa
historia del litigante que gozó de grandes favores de los poderes del
Estado mexicano –a pesar de haberlos agraviado– y protagonizó el juicio
más largo y voluminoso en la historia de Texas.
Entre litigantes
hay coincidencia de que personificó en la segunda mitad del siglo XX al
abogado mexicano corrupto, en continuación del arquetipo que décadas
atrás había encarnado Bernabé Jurado. Durante años, Fuentes Leon fue un
abogado temido. Litigó a golpes, con la pistola en el escritorio y
amenazas.
Fue prófugo de la justicia mexicana. Se vio envuelto en
el homicidio de una expareja, en la desaparición de la artista Nellie
Campobello y de sus bienes, y en acusaciones de lavado de dinero y
soborno en Estados Unidos.
También en la protección del exdiputado
federal del PRI, Manuel Muñoz Rocha, acusado de organizar el asesinato
del secretario general de ese partido, José Francisco Ruiz Massieu, en
septiembre de 1994. Su nombre estuvo, además, en la nebulosa indagatoria
del homicidio del candidato presidencial del PRI, Luis Donaldo Colosio,
en marzo de ese mismo año.
Pero ante todo, fue el centro del peor
escándalo en la historia del Poder Judicial de México. Por lo menos la
vergüenza más grave en el máximo tribunal hasta ahora conocida.
En
1988 sobornó con medio millón de dólares al entonces ministro de la
Suprema Corte de Justicia de la Nación, Ernesto Díaz Infante, para que
gestionara a través de dos magistrados, también comprados, la liberación
del Chacal de Acapulco, Alejandro Braun Díaz, condenado a 30 años de
prisión por violación y asesinato de la niña de seis años Merle Yuridia
Mondain Segura, en 1986.
No obstante la humillación, la propia
Corte intentó detener la acción judicial contra Díaz Infante. A
principios de 1993, cuando Jorge Carpizo acababa de llegar a la
Procuraduría General de la República (PGR) designado por Carlos Salinas,
se encontró con un “expediente intocable”. Era el de Díaz Infante.
La
Corte, presidida entonces por el ministro Ulises Schmill, invitó a
Carpizo a un desayuno en el edificio de Pino Suárez. Los ministros le
pidieron que no actuara contra su colega y no consignara el expediente
por el daño que le causaría al máximo tribunal.
“La mejor manera
de defender a esta institución es lo que hice esta mañana: consignar el
expediente ante el juez federal”, respondió Carpizo, refieren abogados
que escucharon el relato del propio exprocurador días antes de su
muerte, en marzo del año pasado.
Díaz Infante, que se encontraba
prófugo en San Antonio, Texas, el mismo lugar de huida de Fuentes León a
causa del cohecho, fue detenido por el FBI en junio de 2001, días antes
de prescribir los delitos de cohecho y obstrucción de la justicia por
los que lo consignó Carpizo.
Dos años después, el ministro fue
condenado a 10 años de prisión, luego de que la propia Corte le negó dos
amparos. Tres años los pasó en prisión y en 2004 fue confinado en su
casa a causa de un cáncer. Falleció en 2006, a los 77 años, con el
nombre de Enrique Fuentes León como sombra.
Fragmento del reportaje que se publica en la edición 1912 de la revista Proceso, actualmente en circulación.
/ 26 de junio de 2013)
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