Expresiones de llanto,
pesadumbre y actos malditos harto condenables; imágenes patéticas moldeadas a
base de cartón, madera, algo de pintura y mucho dolor
Fernando Villa Escárciga
Yerto, tendido el cuerpo
femenino dentro del féretro gris; inmóvil y lacerado, con rastros de sangre en
señal de su postrer vestigio de vida: otra víctima del machismo letal.
Tambaleante con botella
de vino en mano, el hombre sostiene la tapa del ataúd para asomar sus belfos
babeantes y mirada de bestia sobre la mujer que alguna vez dijo amar.
“Mi amor, despierta, no
te vuelvo a golpear… Te lo juro!”, exclama el imbécil de hirsuta y sucia
cabellera mientras gimotea con un arrepentimiento tan inútil como sus lágrimas.
Imágenes terribles de una
cotidianidad que a todos hiere, que estremece por verdadera aunque haya quienes
la pretendan ignorar. Violencia, desamor e indolencia que matan.
Es el arte urbano, el
dramático arte urbano de Benjamín
Alvarez Martínez que muestra sus
remedos de figuras humanas de una sociedad que también enferma de maldad.
Volteando hacia uno y
otro lado, una furtiva adolescente está a punto de tirar al producto de sus
entrañas sobre un bote de basura. Del bebé todavía sangrante se desprende el
cordón umbilical.
“Si no me quieres
regálame pero no me tires, alguien me necesita”, suplica el niño con su último
aliento. La muchacha no escucha, prefiere vivir su “vida” a costa del inocente.
Expresiones de llanto,
pesadumbre y actos malditos harto condenables; expresiones patéticas moldeadas
a base de cartón, madera, algo de pintura y manos diestras.
Pero más que eso, mucho
más que eso, son figuras formadas con emociones que estrujan, que convocan a
una “conciencia para todos, no para unos cuantos” como dice Benjamín.
Arte urbano, arte
proletario que no se expone en las fastuosas salas llamadas de cultura sino
sobre el gris y agrietado pavimento al paso, a veces insensible, de miles de
marchantes.
Para Alvarez Martínez el
Tianguis de la avenida Seis en pleno centro de Guaymas es buen motivo para
exponerlo a clientes y puesteros a los que invita a cooperar con alguna moneda.
“Más que para la gente
adulta, yo quiero que esto sea visto por los jóvenes, sobre todo los
estudiantes de las escuelas para que nunca se miren en ese ‘espejo’ de dolor”,
expresa.
A las muchachas y
muchachos les convoca a querer y respetar la vida, a querer y respetar a su
madre ahora y no llorarla al pie de un ataúd, como lo muestra en una de sus
figuras.
También les invita a
repeler los vicios del tabaco y del alcohol, a comprender el grave riesgo de
conducir bajo los efectos de la bebida, a respetarse a sí mismos y a sus
semejantes.
Algunos planteles de
Guaymas ya le han invitado a presentar su exposición para concientizar al
estudiantado, como el Centro de Estudios Tecnológicos del Mar No. 3.De hecho, el director de esa institución Rosalío Maldonado Amparo y el coordinador del programa Construye-T, Miguel Bautista Vega, le entregaron un reconocimiento por su valiosa exposición de arte.
“Es buen principio pero
quiero contribuir mucho más, en más escuelas porque a mí me duelen, como deben
dolernos a todos los estragos de quienes viven con falta de amor y de respeto”,
dice Benjamín.
Por lo pronto sigue ahí,
compartiendo sus muertos y sus lágrimas con la esperanza de que sólo sean
muñecos de cartón y no personas, no niños ni hombres ni mujeres de carne y
hueso.Con la esperanza de que esos ejemplos empiecen a ser una pesadilla que algún día quedará en el nunca más. Y que la vida y el humanismo sean tan abundantes como las flores.
(SONORA 21/ FERNANDO VILLA E./ 16 de Junio 2013)
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