Como fotógrafo de conflictos armados, el holandés Teun
Voeten presenció sobrecogedoras escenas en Bosnia-Herzegovina, Afganistán,
Chechenia, Ruanda, Sierra Leona… pero, afirma, “nada de eso se compara con la
extrema violencia que hay en México”, donde el sadismo de los asesinos es
“demencial”. En los múltiples viajes que realizó al país, su cámara captó
imágenes de “una moderna guerra subterránea cuyas víctimas son casi todas
pobres”. Las plasmó en Narco Estado: narcoviolencia en México, libro que ya
circula en Bélgica y Holanda.
Marco Appel
BRUSELAS (Proceso).-
El cadáver de un hombre yace bajo una intensa luz amarilla del alumbrado
público. Su rostro se esconde al ángulo de la cámara que lo fotografió. Un
abundante chorro de sangre mana de su cabeza y desciende la calle mal
pavimentada. A unos metros cuatro policías caminan, parecen ignorar el cuerpo.
Es la escena de un
crimen cometido en marzo de 2010 en la colonia Paso del Norte, en Ciudad
Juárez. La imagen, lejos del morbo y el amarillismo, no deja de plantear interrogantes
al espectador; es obra del veterano fotoperiodista de guerra holandés Teun
Voeten y forma parte del libro gráfico Narco Estado: narcoviolencia en México.
La obra, de la
editorial belga Lannoo, contó con el apoyo económico del Fondo Pascal Decroos
para el Periodismo Especial de Bélgica; del Fondo para Proyectos Periodísticos
Especiales de Ámsterdam, Holanda, y del Fondo de Emergencia de la Fundación
Magnum, de Nueva York.
Entre 2009 y 2011
Teun Voeten vino a México en varias ocasiones. Le impresionó saber que Ciudad
Juárez era una de las ciudades más peligrosas del mundo. En ese periodo tomó
imágenes relacionadas con la violencia no sólo en Juárez –la que visitó unas 10
veces–, sino también en Culiacán, Sinaloa, y en Morelia, Michoacán.
Profesor de
antropología e investigador de temas mexicanos de la Universidad de Texas,
Howard Campbell habla acerca del trabajo de Voeten: “En sus obras la
cotidianidad de que aparezca otro cadáver es representada por un soldado que
fotografía el cuerpo con la cámara de su celular. Entre tanto, las imágenes en
claroscuro de las tenebrosas calles de Juárez proveen el telón de fondo de una
moderna guerra subterránea cuyas víctimas son casi todas pobres. Como lo
ilustra la galería de fotos de Voeten, Juárez es un sitio donde los tragos, las
drogas y el sexo barato son elementos clave del comercio, y los participantes
de ese comercio llevan vidas duras, rápidas y cortas”.
Voeten, quien
realiza su tesis de doctorado sobre la extrema narcoviolencia en México, prevé
que en marzo próximo presentará su libro en la Ciudad de México.
Brutalidad extrema
En entrevista con
Proceso, Voeten comenta que al inicio de su proyecto contactó a las autoridades
de Ciudad Juárez y les pidió que le permitieran acompañar a los policías cuando
acudieran a escenas de crímenes.
“Tuve mucha
cooperación de la alcaldía. Reconozco que fue más fácil para mí como extranjero
que me dejaran acompañarlos, ya que para los periodistas locales eso representa
un riesgo enorme, pues el narco los puede considerar aliados de la policía”,
explica.
Precisa que el
anterior gobierno le dio esa facilidad, y dice: “El actual quiere dar la imagen
de que en Juárez ya no hay violencia”.
El fotógrafo también
acudió con los militares para que le dieran permiso de acompañarlos; sin
embargo, narra que le dieron excusas y no pudo obtener la autorización. “Fue un
no a la mexicana”, afirma con una sonrisa.
En la introducción
de su libro, así como en la entrevista, comenta que documentar la
narcoviolencia es todo un desafío, pues los grupos antagonistas “son actores
ocultos, desconocidos, que operan tras un velo de secrecía”.
Asegura que ha sido
testigo de todo tipo de actos de barbarie que los seres humanos son capaces de
cometer en contra de sus semejantes. “En Sarajevo, durante la guerra de
Bosnia-Herzegovina, huí de los tiros de los francotiradores que disparaban
contra los civiles en un cerco que además los estaba matando de hambre. En
Kigali, capital de Ruanda, me tocó estar al principio del genocidio y ver
hordas cazando a sus víctimas con machetes. En Kabul (Afganistán) y Grozni
(Chechenia), caminé por barrios residenciales convertidos en ruinas y al lado
de gente que imploraba por comida”.
También menciona que
obtuvo “su dosis de locura” en los conflictos de Sierra Leona y Liberia, donde
lidió con niños soldados totalmente drogados. Más recientemente, dice, en Libia
pudo ver y oler cadáveres que yacían apilados después de una masacre.
Sin embargo, asegura
que nada de eso se compara con la extrema narcoviolencia que hay en México.
“En Ruanda, por
ejemplo, mataban a la gente, pero dejaban en paz los cuerpos. En México,
primero torturan salvajemente a las víctimas y luego los desmiembran, los
mutilan, los cuelgan; los asesinos hacen alarde de maneras muy creativas de
salvajismo: el sadismo que hay en México no lo he visto en otra parte del
mundo; en Sierra Leona atestigüé la locura, pero en México la situación es
completamente demencial”, plantea.
Voeten, desde su
formación como antropólogo, ofrece una explicación de lo que sucede en México.
Para comenzar, lo
define como una “guerra”, pero del tipo que los expertos en materia de
seguridad llaman “nuevas guerras”. Los conflictos en Afganistán, Sierra Leona,
Ruanda, Bosnia o Liberia son representativos de ese fenómeno.
Estas guerras, a
diferencia de las convencionales –donde dos Estados se enfrentan con ejércitos
profesionales en campos de batalla delimitados–, se caracterizan por ser
conflictos prolongados, de baja intensidad, en los que la ideología no importa
y las facciones hostiles toman de pretexto causas religiosas o étnicas. En este
contexto, la población civil se convierte en un objetivo de ataque.
En esas “nuevas
guerras” –prosigue Teun– la ausencia del estado de derecho, el caos y la
anarquía significan un fin en sí mismo, “una precondición necesaria para que
los señores de la guerra exploten los recursos locales, como estupefacientes o
minerales, y puedan conformar un mercado negro bajo su control”. Tales
conflictos no son financiados por gobiernos centrales, sino mediante turbios
acuerdos entre facciones rivales con elementos criminales, expone.
Y precisa: “En
México, ese fenómeno de ‘nueva guerra’ ha ido más lejos. Ya no es necesario que
las facciones rivales desarrollen vínculos con el crimen internacional, pues
éstas ya son mafias criminales”.
(*) Este es un fragmento del reportaje de Marco Appel
publicado en la edición 1895 de la revista Proceso, actualmente en circulación.
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