domingo, 3 de febrero de 2013

MANO DURA DE TERCIOPELO



Raymundo Riva Palacio
Cuando ofreció una conferencia de prensa en las instalaciones de Pemex la misma noche donde un estallido causó más de 30 muertos y sobre 100 lesionados, el secretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong, dio un reporte entre frases cortadas, pormenorizadas en conceptos y escuetas en información.

Escasas seis horas antes había ocurrido la peor tragedia en el complejo administrativo de Pemex, que puso a prueba al gobierno de Enrique Peña Nieto a 62 los días de haber iniciado su camino.

No tenían muchos datos concretos que ofrecer porque, dijo sin abundar, la primera instrucción era buscar a las víctimas.

El objetivo público, como lo repitieron varios funcionarios, era la transparencia en la información.

El objetivo político, llenar todos los espacios que pudieran ser ocupados por la desinformación y el rumor que afectara nacional y mundialmente.

En un mercado de medios de comunicación tan intenso y amplio como el de la ciudad de México, bajo el escrutinio en tiempo real de prensa y redes sociales que buscan la noticia exclusiva inmediata en un frenesí de competencia, la presión de televisoras y radios se convirtió en acoso y denuncia de funcionarios que llevó al manejo informativo de la tragedia a un terreno de forcejeo entre autoridad y periodistas.

El primer round de esta batalla, la ganó el gobierno.

Osorio Chong se convirtió en su única voz autorizada, por instrucción del Presidente, y por diseño institucional, como jefe del gabinete.

Debajo de él, de manera coordinada y autorizada por temas, la comunicación del gobierno se fue desdoblando en conferencias de prensa y redes sociales, en donde intervinieron el director de Pemex, Emilio Lozoya, el procurador general Jesús Murillo Karam, el secretario de la Defensa, y el general Roberto Cienfuegos, a través de las redes sociales, de las que es muy poco afecto a su uso, y que desde el primer momento fueron ampliamente utilizadas por Peña Nieto.

Ex gobernador de Hidalgo y ex diputado federal, sus máximos cargos públicos previos, Osorio Chong fue colocado en la primera trinchera del gobierno para probarse como político.

Este tipo de tragedias pueden cimentar a un funcionario o sepultarlo y, de acuerdo con personas que lo vieron trabajar y operar tras las pantallas de los medios y el ojo de la prensa, el secretario de Gobernación cumplió con la tarea asignada.

 “Fue muy firme pero nunca lastimó a nadie”, dijo un funcionario que lo observó en las primeras horas del siniestro cuando estaban acumulando información sobre víctimas y lo que había sucedido.

“No tomó por cierta ninguna información que no estuviera verificada o que tuviera contradicciones”.

En momentos de crisis, los nervios –y en algunos casos el miedo- suelen dominar el ánimo de los responsables de administrarla.

En la crisis del virus AH1N1 a la mitad del gobierno de Felipe Calderón, el caos de información provocado por los subsecretarios de Salud generó una crisis de comunicación y con la opinión pública, que sólo pudo ser resuelta días después cuando el ex presidente le asignó a su entonces secretario de Desarrollo Social, Ernesto Cordero, la organización y confirmación de la información antes de darla a conocer.

 Años antes, en 1985, el gobierno de Miguel de la Madrid perdió la lengua durante las primeras horas tras el terremoto que devastó amplias zonas de la ciudad de México.

Los tres episodios muestran una larga curva de aprendizaje en el gobierno, que en el caso del jueves negro de Pemex parece haber llegado a un estándar de competencia.

El estallido en una torre secundaria en el complejo administrativo de Pemex fue a las 15:57 horas. A las 18 horas, Osorio Chong ya había instalado una especie de cuarto de guerra en un auditorio adyacente a Pemex donde, junto con el gabinete de seguridad y los funcionarios de la empresa, recopilaban la información, la corroboraban y la procesaban.

Osorio Chong, que tiene fama de tener la mano fuerte, demostró que sí la tiene.

Pero para sorpresa de algunos incluso que no lo habían visto trabajar de cerca, está envuelta en terciopelo.

“Fue muy cuidadoso en respetar las jerarquías”, recordó uno de los funcionarios, a quien le llamó la atención el trato al administrador de Pemex, en ese momento la más alta autoridad de la empresa en el lugar, pues Lozoya volaba de Los Ángeles a México. Pero al mismo tiempo, agregó, “dejó claro que era el secretario de Gobernación”.

De acuerdo con personas que trabajaron el jueves en ese amplio grupo multi disciplinario y que habían tenido experiencias con secretarios de Gobernación en el pasado, fue totalmente distinta la forma como vieron su actuación. “Estos están hechos de otra cosa”, dijo entre sorprendido y admirado otro funcionario.

 No fue el único que sorprendió a varios de quienes trabajaron intensamente ese jueves durante seis horas, que terminaron en intensidad sólo en términos geográficos, cuando Osorio Chong se fue después de la conferencia de prensa, casi a la media noche.

Colocado como general en el campo de operaciones por el presidente Peña Nieto, Osorio Chong llenó los espacios que se le encomendaron en términos de organización interna, de acuerdo con las observaciones de quienes lo vieron trabajar el jueves, y de opinión pública, donde no sólo dio un reporte a la nación al cerrar el día, sino que circuló por los patios de Pemex y habló con periodistas de manera informal, con lo que pudo atajar versiones no confirmadas que amenazaban con irse al ciberespacio.

La tarea de general del gabinete no cesó los días posteriores. El viernes regresó a Pemex, pero la cara del gobierno ya se dispersó entre otros funcionarios.

Los objetivos iniciales se habían cumplido y tanto la crítica a la opacidad como los rumores, permanecieron encapsulados en la marginalidad.


(ZOCALO COLUMNA DE RAYMUNDO RIVAPALACIO/ 03 DE FEBRERO 2013)

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