Raymundo Riva Palacio
Cuando ofreció una
conferencia de prensa en las instalaciones de Pemex la misma noche donde un
estallido causó más de 30 muertos y sobre 100 lesionados, el secretario de
Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong, dio un reporte entre frases cortadas,
pormenorizadas en conceptos y escuetas en información.
Escasas seis horas
antes había ocurrido la peor tragedia en el complejo administrativo de Pemex,
que puso a prueba al gobierno de Enrique Peña Nieto a 62 los días de haber
iniciado su camino.
No tenían muchos datos
concretos que ofrecer porque, dijo sin abundar, la primera instrucción era
buscar a las víctimas.
El objetivo público,
como lo repitieron varios funcionarios, era la transparencia en la información.
El objetivo
político, llenar todos los espacios que pudieran ser ocupados por la
desinformación y el rumor que afectara nacional y mundialmente.
En un mercado de
medios de comunicación tan intenso y amplio como el de la ciudad de México,
bajo el escrutinio en tiempo real de prensa y redes sociales que buscan la
noticia exclusiva inmediata en un frenesí de competencia, la presión de
televisoras y radios se convirtió en acoso y denuncia de funcionarios que llevó
al manejo informativo de la tragedia a un terreno de forcejeo entre autoridad y
periodistas.
El primer round de esta batalla, la ganó el gobierno.
Osorio Chong se
convirtió en su única voz autorizada, por instrucción del Presidente, y por
diseño institucional, como jefe del gabinete.
Debajo de él, de
manera coordinada y autorizada por temas, la comunicación del gobierno se fue
desdoblando en conferencias de prensa y redes sociales, en donde intervinieron
el director de Pemex, Emilio Lozoya, el procurador general Jesús Murillo Karam,
el secretario de la Defensa, y el general Roberto Cienfuegos, a través de las
redes sociales, de las que es muy poco afecto a su uso, y que desde el primer
momento fueron ampliamente utilizadas por Peña Nieto.
Ex gobernador de
Hidalgo y ex diputado federal, sus máximos cargos públicos previos, Osorio
Chong fue colocado en la primera trinchera del gobierno para probarse como
político.
Este tipo de
tragedias pueden cimentar a un funcionario o sepultarlo y, de acuerdo con
personas que lo vieron trabajar y operar tras las pantallas de los medios y el
ojo de la prensa, el secretario de Gobernación cumplió con la tarea asignada.
“Fue muy firme pero nunca lastimó a nadie”,
dijo un funcionario que lo observó en las primeras horas del siniestro cuando
estaban acumulando información sobre víctimas y lo que había sucedido.
“No tomó por cierta
ninguna información que no estuviera verificada o que tuviera contradicciones”.
En momentos de
crisis, los nervios –y en algunos casos el miedo- suelen dominar el ánimo de
los responsables de administrarla.
En la crisis del
virus AH1N1 a la mitad del gobierno de Felipe Calderón, el caos de información
provocado por los subsecretarios de Salud generó una crisis de comunicación y
con la opinión pública, que sólo pudo ser resuelta días después cuando el ex
presidente le asignó a su entonces secretario de Desarrollo Social, Ernesto
Cordero, la organización y confirmación de la información antes de darla a
conocer.
Años antes, en 1985, el gobierno de Miguel de
la Madrid perdió la lengua durante las primeras horas tras el terremoto que
devastó amplias zonas de la ciudad de México.
Los tres episodios
muestran una larga curva de aprendizaje en el gobierno, que en el caso del
jueves negro de Pemex parece haber llegado a un estándar de competencia.
El estallido en una
torre secundaria en el complejo administrativo de Pemex fue a las 15:57 horas.
A las 18 horas, Osorio Chong ya había instalado una especie de cuarto de guerra
en un auditorio adyacente a Pemex donde, junto con el gabinete de seguridad y
los funcionarios de la empresa, recopilaban la información, la corroboraban y
la procesaban.
Osorio Chong, que
tiene fama de tener la mano fuerte, demostró que sí la tiene.
Pero para sorpresa
de algunos incluso que no lo habían visto trabajar de cerca, está envuelta en
terciopelo.
“Fue muy cuidadoso
en respetar las jerarquías”, recordó uno de los funcionarios, a quien le llamó
la atención el trato al administrador de Pemex, en ese momento la más alta
autoridad de la empresa en el lugar, pues Lozoya volaba de Los Ángeles a
México. Pero al mismo tiempo, agregó, “dejó claro que era el secretario de
Gobernación”.
De acuerdo con
personas que trabajaron el jueves en ese amplio grupo multi disciplinario y que
habían tenido experiencias con secretarios de Gobernación en el pasado, fue
totalmente distinta la forma como vieron su actuación. “Estos están hechos de
otra cosa”, dijo entre sorprendido y admirado otro funcionario.
No fue el único que sorprendió a varios de
quienes trabajaron intensamente ese jueves durante seis horas, que terminaron
en intensidad sólo en términos geográficos, cuando Osorio Chong se fue después
de la conferencia de prensa, casi a la media noche.
Colocado como
general en el campo de operaciones por el presidente Peña Nieto, Osorio Chong
llenó los espacios que se le encomendaron en términos de organización interna,
de acuerdo con las observaciones de quienes lo vieron trabajar el jueves, y de
opinión pública, donde no sólo dio un reporte a la nación al cerrar el día,
sino que circuló por los patios de Pemex y habló con periodistas de manera
informal, con lo que pudo atajar versiones no confirmadas que amenazaban con
irse al ciberespacio.
La tarea de general
del gabinete no cesó los días posteriores. El viernes regresó a Pemex, pero la
cara del gobierno ya se dispersó entre otros funcionarios.
Los objetivos
iniciales se habían cumplido y tanto la crítica a la opacidad como los rumores,
permanecieron encapsulados en la marginalidad.
(ZOCALO COLUMNA DE RAYMUNDO RIVAPALACIO/ 03 DE FEBRERO
2013)
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