SinEmbargo.mx
México.- En 1995, el
gobierno federal dirigió un plan para aniquilar la estructura militar del EZLN
y orillarlo a la vida institucional. Muán Iruegas, hijo del fallecido embajador
Gustavo Iruegas – negociador de paz -, revela aquel pasaje
El proyecto original
del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) “incluía un ataque
sorpresivo, que causara una gran conmoción nacional y una respuesta militar
violenta, quizá con excesos sobre los combatientes y la población civil, y
luego la retirada a la selva desde donde se libraría una lucha que poco a poco
se extendería a otras regiones del país, en plazos más largos”.
La afirmación está
contenida en el documento confidencial “Una Nueva Estrategia para la
Negociación con el EZLN”, que fue utilizado por el gobierno de México en 1995,
en los preparativos del proceso de negociación entre el gobierno federal y los
zapatistas. Fue elaborado en febrero de ese año y presentado ante el entonces
entrante secretario de Gobernación, Esteban Moctezuma.
El documento nos fue
mostrado por Ah Muán Iruegas, hijo de uno de los miembros del equipo negociador
del gobierno, el fallecido embajador Gustavo Iruegas. El embajador Iruegas
llevó durante un lapso la voz principal en el proceso de negociación (luego lo
hizo Marco Bernal, Tomás Ángeles Dauahare, y antes Jorge Madrazo y Manuel
Camacho Solís).
Ah Muán Iruegas, ex
diplomático y quien también participó en la elaboración del documento, fue
testigo de parte en el proceso que antecedió a las negociaciones entre el EZLN
y el gobierno federal en 1995, así como de una de las reuniones entre ambos en
el municipio de San Andrés Larráinzar. Conversa de todo ello con Sin Embargo
MX:
– ¿Cuál es la
importancia de este documento?
– Se trata de un
documento interno del Estado mexicano, de carácter confidencial, que lo que
pretendía era plantearle al secretario entrante una nueva estrategia de
negociación. La estrategia tenía diversos elementos, de los cuales uno, el más
relevante, es el que implicaba un acotamiento de la influencia zapatista, para
limitar su fuerza política y ajustarla a su verdadera fuerza militar. Intentaba
también contrarrestar la propaganda zapatista, a partir de una campaña de
información por la parte gubernamental, que clarificara las exageraciones y distorsiones
que el EZLN difundía en sus dramáticos comunicados.
Buscaba, asimismo,
el desmantelamiento del EZLN como estructura militar y su incorporación a la
vida política institucional.
–¿Qué gestiones se
hicieron a partir de la estrategia que el documento plantea?
– En Gobernación se
dio una discusión de tipo ideológico sobre qué era lo que más convenía al
Estado en relación con el EZLN y se concluyó que era preferible negociar con
ellos. Inicialmente se acordó parte de esto con Beatriz Paredes. Luego se dio
otra negociación de la posible postura gubernamental con el Ejército.
Es decir, hubo un
proceso de negociaciones internas, previo a las negociaciones con los
zapatistas, en las que se afinaba la postura estatal antes de llevarla a la
mesa. Pero las visiones entre Gobernación y el Ejército, aunque las comentaron
y en principio llegaron a cierto acuerdo, tendían a ser divergentes. Los
militares veían un problema militar y querían una solución desde el punto de
vista militar. Pero la realidad era que el problema era cada vez más político y
menos militar. Mientras más militar era la supuesta solución, más se agravaba
el problema político.
– Es una ocurrencia
completamente equivocada la que pretende adscribir al ex Presidente Salinas
cierta autoría intelectual o influjo sobre los zapatistas, a mi parecer. Yo vi
a sus comandantes negociando en un salón con el gobierno y al menos, de lo que
me tocó observar, como el aspecto y el comportamiento de sus miembros, era
claro que se trataba de un movimiento indígena con una dirigencia compuesta por
miembros locales de esas comunidades, además desde luego de intelectuales
universitarios como el subcomandante Marcos, antiguo profesor de diseño de la
Universidad Autónoma Metropolitana, ausente esa vez.
Una sola ocasión
estuve presente en las reuniones del diálogo del gobierno con varios de los
comandantes zapatistas, en el primer trimestre de 1995. Pero allí observé que
se trataba de indígenas que hablaban a veces con cierta dificultad el
castellano pues sus lenguas maternas eran del tronco maya, que a veces
requerían traductor, que vestían y se comportaban a la usanza de la población
local, por lo que no es verosímil que sean simplemente un grupo orquestado
desde el exterior por un político. Son gente de esas comunidades, que hablan
lenguas mayas y algunos el castellano, que viven en la miseria y que se
radicalizaron. Se trata de una rebelión indígena con liderazgo local y urbano.
–¿Cómo calificarías
las habilidades políticas de los comandantes zapatistas, en esa ocasión?
– Políticamente, sus
capacidades no eran las mejores. Sobre todo, comparados con los líderes de
otras guerrillas como las centroamericanas, que pronto se adaptaron a la caída
del comunismo. En otro momento llegué a escuchar en alguna cena las
argumentaciones de líderes revolucionarios centroamericanos como Ernesto
Cardenal o Sergio Ramírez Mercado. En sus disertaciones se escuchaban como
verdaderos estadistas. En cambio, las argumentaciones de los zapatistas
parecían un tanto rudimentarias, quizá por el dogmatismo que se adjudica a sus
dirigentes, quizá porque no manejaban con total soltura el idioma español. Sea
por lo que sea, los dirigentes zapatistas no me parecieron cuadros políticos
muy elocuentes ni brillantes. He ahí una de las razones por las que a mi
juicio, tal y como ocurrió con el zapatismo original de la Revolución mexicana,
el neozapatismo del EZLN tampoco haya podido superar plenamente su carácter
local, aunque lo ha intentado. Tienen un potencial enorme, incluso
internacional, pero también limitaciones en su liderazgo, que no han superado.
–¿Qué limitaciones
en particular?
– Sobre todo, los
cuadros del EZLN no parecían grandes estrategas, ni mucho menos. No pudieron
interpretar adecuadamente la situación política internacional del momento, lo
que se corrobora porque ignoraron olímpicamente la caída del muro de Berlín y
las devastadoras consecuencias de ello para cualquier intento revolucionario en
México y en cualquier país del mundo. Eran voluntarismo puro.
Por otro lado,
tampoco ponderaron que el foquismo guerrillero sólo ha triunfado en América
Latina cuando ha contado, además de apoyo entre el campesinado, con una alianza
pluriclasista, como ocurrió a su modo en Cuba y en Nicaragua con Fulgencio
Batista y Anastasio Somoza, respectivamente. El EZLN contaba con claro apoyo de
cierta parte del campesinado indígena de Chiapas. Pero la alianza pluriclasista
dispuesta a derrocar al régimen priísta por la fuerza, no existía en México; lo
que había eran los inicios de una democracia, con toda su complejidad y sus
divisiones sociales interclasistas, en lugar de alianza. En estas condiciones,
no podía razonablemente pensarse que pudiera tener éxito una guerrilla en
México. Pero la dirigencia zapatista pensó que sí.
Todas estas
tendencias son lo que a mi juicio, Marcos y los suyos no supieron entender y
por ello no aceptaron los zapatistas la entrada a la institucionalidad
democrática, que les ofreció primero Ernesto Zedillo a través de sus
negociadores, y posteriormente Vicente Fox. Considero que allí fue donde el
EZLN perdió el rumbo, durante casi doce años. Veremos si ahora lo encuentra.
– ¿La trampa del 9
de febrero de 1995 fue una recomendación del equipo negociador?
– Quisiera aquí
aclarar que el intento de atrapar a Marcos el 9 de febrero, no fue previamente
informado al equipo negociador, que por su parte, lo recibió con sorpresa y lo
consideró equivocado. De hecho, fue el ala negociadora la que le hizo llegar al
Presidente Zedillo, un mensaje con su postura en el sentido de que la llamada
por los zapatistas “traición del 9 de febrero de 1995”, denominada por los
militares Operación Arcoiris, era totalmente contraproducente y constituía un
“error histórico”. Con ese término se quiso enfatizar ante el Presidente que
las consecuencias de semejante empresa eran indeseables y de largo alcance.
–¿Por qué se
calificó como un error histórico?
– Esto se debió en
buena parte, a que existía el riesgo de que, aunque el ataque pudiera triunfar
en Chiapas, como aseguraban los militares, ocasionaría muy probablemente peores
problemas políticos en el centro del país, así como el posible surgimiento de
células urbanas armadas en respuesta, todo lo cual sí podría convertirse en un
conflicto nacional, quizá más político que militar, pero enorme. De ahí que los
negociadores esgrimieran que la llamada “solución militar”, iba a ocasionar
problemas mayores que los que presuntamente resolvería. Así, el costo político
superaría el supuesto beneficio militar, con lo que aun en la lógica infernal
del costo-beneficio (como a veces se deciden las guerras), el plan era
contraproducente.
–¿Fue ese argumento
lo que llevó a Zedillo a suspender la cacería?
– Sólo en parte,
pues además del mensaje de la delegación gubernamental, diversas personalidades
se manifestaron en contra del tipo de respuesta empleado: Carlos Fuentes,
Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, así como pronunciamientos de Umberto
Eco y Bernardo Bertolucci, entre otros. Por todos estos motivos, con una
corriente de opinión en contra, en la oficina de la Presidencia resolvieron
entonces dar marcha atrás y volver a la línea negociadora. Pidió Zedillo
también, del equipo negociador, resultados rápidos; eso hizo que los
negociadores presionaran aun más a los zapatistas en la mesa.
En una política
oscilante, Zedillo daría marcha atrás en buena medida por la reacción en contra
de la opinión pública, que iba en el sentido de la reconvención que le hizo
llegar el equipo negociador.
– Zedillo estaba
agobiado en esos momentos por la debacle económica de 1994-95. Adicionalmente,
hubo antes de la llamada traición del 9 de febrero, un encuentro del Presidente
con militares, y al parecer debido a éste se tomó la decisión.
–¿Entonces los
militares influyeron en el ánimo del Presidente Zedillo para girar la orden de
aprehensión?
– Algunos
Presidentes han tenido fama de ser influenciables, lo que en los corrillos de
Los Pinos se llegó a decir por ejemplo de Fox, a quien algunos consideraban un
hombre a quien casi podías sugestionar, hipnotizar… Yo creo que con Zedillo no
era el caso, sino que por un lado no era experto en seguridad nacional y por el
otro, estaba absorto en la problemática económica, todo lo cual permitía un
mayor rejuego entre las facciones antagónicas dentro del Estado para intentar
influir sobre él.
En este sentido, el
EZLN tuvo una apreciación equivocada del Estado mexicano, muy monolítica, que
le impedía comprender lo que en realidad ocurría. Lo que había era una lucha
interna, un tanto soterrada, entre varias fracciones del aparato estatal, para
definir qué es lo que debía hacerse con el EZLN e imponer a los demás las
posturas propias. Zedillo oscilaba entre la postura de los duros, básicamente
en la PGR y parte del Ejército y por otro lado los negociadores de Gobernación
y algunos cercanos al propio Zedillo. Y Marcos al parecer interpretaba el
proceso, que más bien era resultado de la indecisión y las limitaciones de
Zedillo, como una política deliberada, pero no era exactamente así. Lo que
había era una lucha de fracciones al interior del Estado, todas peleando por
convencer o ganar el favor de Zedillo, por decirlo de algún modo.
– ¿Por qué fue el
embajador Gustavo Iruegas designado negociador por la parte gubernamental?
– Al iniciar Zedillo
su gestión, el ex canciller Manuel Tello le sugirió a Moctezuma, que andaba
entonces formando su equipo, que considerara a mi padre como uno de los
posibles negociadores, habida cuenta de que ya tenía experiencia en
negociaciones con grupos armados extranjeros. Moctezuma aceptó y le ofreció el
puesto de negociador y ante esa oferta, él respondió que en principio aceptaba,
pero que si lo que querían era exterminar a los zapatistas, no era él la persona
adecuada para el puesto. El secretario Moctezuma dijo que en lo absoluto quería
eso, que lo que quería en principio era comprender a Marcos y sus motivaciones
Y a eso se abocó la delegación gubernamental.
Gozaba también de la
confianza de los militares, a muchos de los cuales conocía, e incluso el jefe
de las fuerzas armadas [el secretario era entonces Enrique Cervantes Aguirre]
le dijo a mi padre que ponía “en sus manos el honor del Ejército mexicano en la
mesa de negociaciones”, lo que lo llevaría a optar por mayor firmeza con los
zapatistas.
–¿Cómo evalúas al
zapatismo en la actualidad?
– En primer lugar,
el EZLN a duras penas es hoy un ejército. Como el documento menciona, el EZLN
original no contaba con la paz, la paz no estaba en sus planes. Por ello hoy se
encuentra en una situación ambigua, pues supuestamente es un ejército, pero
hace 19 años que no hay combates. Creo que la naturaleza real del EZLN lo
acerca más a ser un movimiento social. De cualquier modo, su reaparición el mes
pasado muestra que sus reflejos y su sentido de la oportunidad política se
mantienen en buen estado.
Por su parte, aunque
Enrique Peña Nieto está planteando un programa reformista, también tiene su
lado obscuro, que se observa en la posible creación de una policía política, en
los amagos del priísmo contra los derechos humanos del artículo primero
constitucional, en los vergonzosos nombramientos de impresentables como Alberto
Bazbaz y José Murat en puestos de alta responsabilidad, y en la participación
de provocadores en contubernio con la Policía Federal durante el primero de
diciembre. Ante todo esto, la reaparición de los zapatistas constituye un
elemento de presión contra el autoritarismo del PRI y por ello debe ser
bienvenida.
Sin embargo, Peña no
se ha pronunciado claramente al respecto. Pareciera que teme que entrar a un
tema tan complejo le va a abollar la imagen de concertador que quiere proyectar
con sus pactos, si se empantana en una negociación con el EZLN. Hoy por hoy,
Peña está evadiendo el problema zapatista.
(ZOCALO DE SALTILLO/ SIN EMBARGO.COM/ Agencias/ 17/01/2013 - 01:55 PM)
No hay comentarios:
Publicar un comentario