Revista Impacto Saltillo/Excélsior
El final del cártel
de los hermanos Beltrán Leyva parece próximo. La muerte de su líder fundador,
Arturo Beltrán Leyva, la captura de sus hermanos Carlos y Alfredo, la muerte de
sus hombres de confianza, los hermanos Pineda Villa y la escisión y captura de
sus antiguos jefes de sicarios, “El Grande” y “La Barbie”, dejaron al grupo
criminal en una situación crítica que anuncia su extinción.
La historia de los
hermanos Beltrán Leyva en el narcotráfico es antigua: se trata de uno de los
grupos del crimen organizado con inserción más firme y que durante años se
manejó con bajo perfil, controlando sólo con la violencia y la coerción, sino
también a través de la corrupción.
Su poder económico
también aceitó muchos de los principales resortes del poder, varios de ellos
ligados a autoridades de origen panista, y del ala más dura de ese partido que
tuvo su control durante el foxismo.
Datos al respecto
hay muchos. Poco después de que asumiera el poder Ignacio Loyola, se realizó,
en 1997, un amplio operativo en la ciudad de Querétaro, donde se catearon 10
domicilios pertenecientes a los hermanos Beltrán Leyva, particularmente de
Arturo, el mayor de ellos y el más importante en la estructura de la
organización.
Poco antes se había
realizado en una de las residencias una factuosa fiesta con la participación de
numerosos narcotraficantes, de la llamada organización de Sinaloa, que en
realidad es mucho más amplia y cubre buena parte del territorio del país: allí
estuvieron Ismael “El Mayo” Zambada, Juan José Esparragoza “El Azul” y fue una
de las últimas apariciones de Amado Carrillo Fuentes, asesinado poco después
por una fracción de esa misma organización durante una operación de cirugía
estética en el Distrito Federal.
Del operativo
quedaron innumerables fotos que demostraban la penetración en la sociedad
queretana de la familia Beltrán Leyva y sus contactos con personajes
importantes en ese y otros estados. Desde entonces, quedó en claro que los
Beltrán Leyva habían trascendido los límites de su zona de influencia, la
frontera sonorense y tenían capacidad de operación en el resto del país.
Tuvieron que pasar
muchos años, hasta 2005, cuando se dio un nuevo golpe contra los Beltrán Leyva.
Ese año, con información proporcionada por la inteligencia estadounidense, que
le sigue los pasos desde hace años a ese grupo, se ubicó una enorme mansión en
el Estado de México, en Huixquilucan, donde vivían Clara Laborín y su
compañero, Héctor Beltrán.
Allí se encontraron
muchas fotos, incluyendo varias de aquella fiesta en Querétaro, pero también
innumerables cintas de grabaciones telefónicas realizadas por el propio Beltrán
Leyva con muchos interlocutores (una costumbre que en su momento había iniciado
el propio Amado Carrillo, como una forma de control y también de presión contra
colaboradores olvidadizos de su organización).
Durante ese cateo
llamó la atención un nombre manuscrito en una agenda de Beltrán Leyva (que
logró huir) donde se consignaba el nombre de Nahúm Acosta, su teléfono
particular y su número de celular.
También había una
tarjeta de presentación de éste como director de giras de la Presidencia de la
República.
Cuando se analizaron
las cintas se comprobó que en varias de ellas había pláticas de Acosta con
Héctor Beltrán (apodado “El Ingeniero” o “El H”) donde se hablaba de las giras
presidenciales e incluso de entrega de dinero de “El Ingeniero” a Acosta.
Además en el cateo se encontraron los planos de un spa que se estaba
construyendo en Acapulco llamado Debanhy.
En las llamadas,
Acosta insiste en preguntarle a su interlocutor sobre cuándo se terminaría el
negocio en Acapulco.
Había muchos más
datos duros de esa relación, incluyendo el descubrimiento de que la visa de
Estados Unidos le había sido retirada desde 10 años atrás a Acosta por su
presunta relación con el cártel de Amado Carrillo y los propios Beltrán Leyva.
Como se sabe, Acosta fue detenido y el propio presidente Fox reconoció logrado
penetrar en Los Pinos.
Pero algo sucedió y
la detención del director de giras se dio al mismo tiempo que el proceso de
elección del candidato presidencial del PAN y de la elección de quien lo había
llevado a trabajar a la presidencia, Manuel Espino, al liderazgo del PAN.
Repentinamente un
juez decidió que las pruebas no eran admisibles, porque se trataba de
grabaciones privadas (aunque incluso las voces de Acosta y de Beltrán fueron
autentificadas por agencias estadounidenses) y el ex funcionario quedó en
libertad.
Incluso así, a su
salida de prisión, Espino le volvió a conseguir un puesto en Pemex y lo llevó,
como invitado, a un acto con Felipe Calderón, lo que provocó uno de los mayores
distanciamientos entre éste y el entonces dirigente panista.
La presión sobre los
Beltrán se intensificó y la opinión pública los ubicó con rostro y nombre. Las
grabaciones fueron dadas a conocer y el escándalo puso nerviosos a los
funcionarios que les daban protección.
Para enero de 2008,
en un operativo del Ejército, fue arrestado a Alfredo Beltrán Leyva, “El
Mochomo”, junto con su guardia de seguridad en Culiacán. Según las autoridades,
“El Mochomo” era el
jefe de la operación en casi todo el Pacífico de los grupos de sicarios que
tenían en Guerrero y Sinaloa, pero también de las relaciones políticas que
mantiene este grupo en varios estados del país.
A pocas horas del
arresto los hermanos Beltrán Leyva ya tenían información sobre el lugar
específico donde se encontraba arrestado Alfredo y la distribución de los
guardias al interior de las instalaciones de la SIEDO en la PGR. Funcionarios
corruptos de la Procuraduría facilitaron la información al cártel que elaboró
un complicado plan de rescate que finalmente descartaron.
Días después, en las
colonias San Ángel Inn y Coyoacán, del DF, eran detenidos 11 sicarios en poder
de un amplio arsenal, poniendo de manifiesto lazos de los narcotraficantes con
grupos de poder en la capital: no fue una casualidad que se impidiera acceder
en esos operativos a agentes locales y sobre todo a la judicial capitalina.
Lo que es un hecho,
es que tras la captura de “El Mochomo”, se dio una ruptura al interior del
cártel de Sinaloa, organización para la cual trabajaban los hermanos Beltrán
Leyva.
La suspicacia llevó
a pensar a los hermanos que el responsable de haber dado información para la
captura de Alfredo había sido el propio “Chapo” Guzmán. La escisión tomó tintes
sangrientos, incluido el asesinato en atentado con una bazuca de uno de los
hijos de “El Chapo” en Sinaloa.
Los tiempos más
difíciles para la organización 2010. Si 2009 concluyó con la muerte de Arturo
Beltrán Leyva luego del violento enfrentamiento en Cuernavaca y con el
asesinato de la familia del marino Melquisedet Angulo Córdova que había caído
en ese combate con los custodios de Beltrán, la detención de Carlos Beltrán
Leyva golpeó las finanzas de la organización.
El arresto, ocurrido
en enero de 2010, implicó un golpe serio a ese cártel en los bolsillos. Si la
muerte de Arturo, líder operativo del cártel, había golpeado a la organización,
la captura de uno de sus operadores financieros, particularmente necesarios en
un momento de crisis, fue un golpe contundente.
El cerco se cerraba
contundentemente: Arturo cayó en una operación que se inició días antes en una
narcoposada y terminó con el enfrentamiento en los departamentos en los que
vivía: en ambos casos las fuerzas federales llegaron con información muy
fidedigna.
En el caso de Carlos
Beltrán, todo indica que fueron interceptadas sus llamadas con una de sus
hermanas, a la que iba visitar para una reunión de fin de año. La información,
como en el caso de Arturo, era precisa. El detenido se identificó como Carlos
Orpineda Gámez, pero a través del nuevo sistema de inteligencia de la Policía
Federal se confirmó su verdadera identidad.
Con ello, tres de
los seis hermanos Beltrán Leyva estaban detenidos o muertos. Con real capacidad
operativa quedaban dos cartas de la organización: Héctor, que se hace llamar
“El H” y Mario, “El General”. La de los Beltrán siempre ha sido una
organización sumamente violenta. Pero los golpes recibidos parece que la
llevaron más allá y confirmó que las líneas de mando sufrieron cortes serios,
algo particularmente notable cuando estamos ante un grupo con un mando tan
vertical como los Beltrán Leyva.
La violencia aumentó
en la organización con algunos hechos tan irracionales, tan brutales como el
asesinato de la familia del marino Melquisedet Angulo Córdova, la madrugada del
22 de diciembre, cuando un comando formado por varios sicarios, tomó la
vivienda donde el marino acababa de ser velado y mató a toda su familia.
No se recuerda una
acción de estas características en la lucha contra el narcofamilia de un
servidor público muerto en servicio. A pesar de toda la violencia que hemos
visto en estos años, se habían cuidado de llegar a esos límites.
Esto era distinto.
El hecho pareció evidenciar un profundo deterioro para poder realizar este tipo
de acciones que quedaron en manos de sicarios de bajísimo nivel.
Llama la atención
que los responsables de esos crímenes fueron detenidos y confesaron que les
fueron ordenados por mandos locales de una organización aliada a los Beltrán
Leyva, pero no por los propios Beltrán. También que hubieran confesado que por
cometer un crimen de esas características hayan cobrado apenas 12 mil pesos.
Todo indicaría
entonces que con la muerte de Arturo, la caída de Carlos y la presión de las
autoridades de México y Estados Unidos, el cártel de los Beltrán Leyva sufrió
un deterioro similar al que se dio hace unos años con el de Tijuana, el de
otros hermanos, los Arellano Félix, después de la muerte y detención de casi
todos ellos.
Golpes tan certeros
no implican que esos grupos desaparezcan, pero sí que pierdan protagonismo, se
fraccionen o se deban asociar con otros. Los Beltrán hicieron las dos cosas. Se
fraccionaron y reforzaron alianzas. Entre los Beltrán Leyva, siguieron estando
al mando de la organización, según las autoridades federales, tanto Héctor, el
mayor de los hermanos en libertad, como el jefe de los sicarios, Edgar Valdez
Villarreal, La Barbie y Sergio Villarreal, El Grande quien controla la zona de
Durango y Sinaloa.
El enfrentamiento
por el control del grupo fue inminente y las disputas en Morelos y Guerrero se
incrementaron.
LA CAPTURA DE ‘LA MUÑECA’
El 30 de agosto
pasado, bajo circunstancias algo extrañas, fue detenido Édgar Valdez
Villarreal, quien disputaba para ese entonces, el liderazgo de la organización
a Héctor Beltrán Leyva. La poco explicable falta de información oficial se
combinó con una ola de rumores, que pudieron tener verosimilitud pero también
que pudieron ser propalados por los cárteles enfrentados con Valdez Villarreal
o que pueden temer a sus declaraciones, de que la suya fue una detención
pactada, una entrega acordada tiempo atrás.
Pero ni siquiera en
eso existieron coincidencias: algunos dicen que Valdez se entregó con la
condición de que fuera enviado a Estados Unidos donde se acogería al programa
de testigos protegidos (con un acuerdo similar al que aparentemente obtuvo
Osiel Cárdenas). Otros dicen que la entrega fue para evitar ese traslado a su
país de origen (algo absurdo, me imagino que un hombre como Valdez Villarreal
lo que menos quisiera es pisar una cárcel mexicana llena de antiguos y nuevos
enemigos).
Hay quienes aseguran
que todo se hizo, aunque no hay comparación entre la trascendencia de un hecho
y el otro, para ocultar la información de que unos tres mil elementos de la
Policía Federal fueron dados de baja por no pasar los controles de confianza.
Luego nos enteramos
que en el parte que escribieron los agentes que supuestamente detuvieron a
Valdez Villarreal y sus custodios, todo se debió a una violación de tránsito,
ya que la gente de “La Barbie” circulaba a excesiva velocidad por la carretera
México-Toluca y fueron entonces detenidos por una patrulla de la Policía
Federal y se entregaron, dicen, sin oponer resistencia a pesar de que sus
custodios llevaban hasta lanzagranadas.
Pero además se dijo
que esa detención se dio a las 18.30 horas cuando desde un par de horas atrás
se tenía conocimiento de que ese narcotraficante habría sido capturado. Algo no
checa en toda esta historia.
Existe un dato que
por alguna razón se soslayó: el mismo día y casi a la misma hora de la
detención de Valdez Villarreal se dio una persecución y tiroteo en la zona de
Perisur en el sur de la ciudad de México. Allí murió un hombre que fue
identificado como Aarón Arturo Giles, algunos han dicho que era el contador de
La Barbie y otros que su jefe de sicarios. Lo cierto es que era uno de sus
principales colaboradores.
La versión oficial
sostiene que tres personas que viajaban con él lograron huir. Un par de horas
después se dio la detención de Valdez. También al mismo tiempo que
“La Barbie” era
detenido en México, en una amplia redada eran detenidos en Colombia once
integrantes de su propia organización y la policía colombiana establecía los
lazos de ese grupo con las FARC para el aprovisionamiento de droga que esa
organización armada entregaba a los operadores de la Valdez Villarreal en su
base en Panamá (por cierto ¿no es extraño que ninguno de quienes operaban allí
haya sido detenido cuando se cortaron los dos extremos de la línea de
aprovisionamiento entre Colombia y México?).
En este contexto, el
parte oficial pareció más una pieza de desinformación de las propias
autoridades que un relato fidedigno de lo sucedido no es concebible que un capo
que va acompañado por 10 custodios, que lleva armamento de alto poder para
defenderse, simplemente se deje atrapar por una patrulla y, sin resistencia se
en1treguen.
En este contexto
¿hubiera sido posible una detención pactada? No existe ninguna información
fidedigna sobre el tema, sólo los rumores, pero si fuera así no veo qué habría
de maquiavélico en el tema. Muchos de los principales narcotraficantes en
Colombia, en Estados Unidos, en el mundo y en México, tuvieron detenciones
pactadas, entre ellos se asegura que estuvieron los hermanos Rodríguez
Orihuela, los líderes del poderosísimo cártel de Cali.
Muchos han tenido
acuerdos, sobre todo con autoridades estadounidenses, para recibir ciertos
beneficios a cambio de colaboración e información. Como decíamos, el caso de
Osiel Cárdenas parece ser uno de ellos. Obviamente ese tipo de acciones no se
publicita. Pero son terriblemente efectivas y al contrario de lo que se cree se
dan porque la presión sobre un criminal es mayor que su capacidad de
resistencia y prefiere preservar vida y parte de sus bienes para él o su
familia a través de ese tipo de acuerdos. Así se han desmantelado muchas de las
principales organizaciones criminales en el mundo. Y eso es parte de una buena
labor de inteligencia.
Por lo tanto la
posibilidad de una entrega pactada o algo similar no deja de ser una
posibilidad verosímil.
¿QUÉ TAN GRANDE ERA ‘EL GRANDE’?
Pocos días después
del arresto de La Barbie, se anunciaba la captura de la persona que sucedería
el mando de la organización criminal. La captura de Sergio Villarreal Barragán,
apodado El Grande, fue un nuevo golpe contra el narcotráfico e implicó una
profunda desarticulación de lo que restaba del cártel de los Beltrán Leyva,
todavía comandado por Héctor Beltrán Leyva, pero sin contar ya con sus
principales colaboradores.
Sergio Villarreal se
había embarcado en una brutal guerra con Édgar Valdez Villarreal, “La Barbie”,
por el control de esa organización.
Se ha dicho que ese
enfrentamiento devenía de la muerte de Arturo Beltrán Leyva en diciembre
pasado, mas en realidad la historia fue diferente.
A pesar de los
reacomodos, con una diferencia de escasas dos semanas, ambos fueron detenidos.
Si “La Barbie” se
entregó o no, si delató la ubicación o no de “El Grande” (algo bastante
inverosímil, pues si aquél hubiera sabido dónde vivía su enemigo simplemente lo
hubiera eliminado desde antes de ser detenido), es secundario, lo importante es
que ese cártel, el de los Beltrán Leyva, que hasta diciembre aparecía como uno
de los dos o tres más poderosos del país, hoy prácticamente ha sido
desarticulado.
El punto sirve para
insistir en un tema: estrategia que se desarrolla en la lucha contra el crimen
organizado no sólo es la correcta sino también la única posible y sus
resultados se tendrán que demostrar con el paso del tiempo.
Por lo pronto un
cártel, uno de los más violentos y que generó buena parte de todas las muertes
que hemos visto en los últimos meses, ha quedado prácticamente aniquilado: los
grupos que restan se tendrán, necesariamente, que asociar a otras
organizaciones para poder sobrevivir e incluso así esa posibilidad es incierta.
La violencia va a
continuar, pero estas detenciones también provocarán una disminución de la
misma (o por lo menos una diferencia cualitativa), porque dos de los
principales grupos de sicarios enfrentados han perdido a sus jefes.
En la medida en que
se pueden obtener los hilos que manejan estas organizaciones y la labor de las
autoridades puede agudizar sus contradicciones internas, las mismas van
perdiendo capacidad de operación, caen en luchas interiores cruentas y se
convierten cada vez más en pandillas, con alto poder de fuego, eso nadie lo
duda, y cada vez menos en cárteles organizados, pero que también utilizan una
violencia cada vez más generalizada.
Por eso, entre otras
cosas, es imprescindible avanzar en el esquema de policías centralizadas; por
eso es imprescindible mantener la participación de las fuerzas militares, del
Ejército y la Armada, en este proceso; por eso es imprescindible que los
estados y los municipios participen en el mismo. Y que desde la sociedad
política y los medios tengamos, también, una visión de más largo plazo. A
veces, unos u otros, consciente o inconscientemente, acaban siendo manipulados
por los grupos criminales, mientras que las autoridades no terminan de
construir una narrativa que realmente refleje la magnitud de esta lucha ni
tampoco sus complejidades y contradicciones. Pero esas son tareas de la
política, no de la seguridad.
ZOCALO DE SALTILLO/ REVISTA IMPACTO SALTILLO/
Excélsior/ 16/01/2013 - 01:58 PM
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