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Las comunicaciones de la delincuencia
organizada surgen en el sexenio calderonista y disminuyen con Peña. Criminales
retoman narcomensajes en lonas, videos, pedazos de cartón o en la piel de los
ejecutados. El CJNG aprovecha la lógica contrainsurgente; el Cártel de Sinaloa
no muestra una línea definida en sus recados; Los Zetas, una crueldad vulgar;
Los Caballeros Templarios, con un aroma pararreligioso; El Golfo, como
Tamaulipas, sinónimo de muerte, opina catedrático del Colegio de la Frontera
Norte
Durante los últimos meses se
incrementó la reivindicación de grupos del crimen organizado que firma sus
delitos, profiere amenazas o se justifica ante la sociedad a través de marcas,
mensajes o videograbaciones, en una estrategia de comunicación equiparable al marketing
de compañías privadas, instituciones gubernamentales o medios de difusión
masiva.
Así se conocieron en semanas
recientes las disputas entre “Dámasos” y “Guzmanes” o “Tegoripeños”, y las
amenazas a los custodios del penal de La Paz, en Baja California Sur. También
se anunció el regreso a Tijuana del líder de células del Cártel de Sinaloa,
Alfonso Lira Sotelo “El Atlante”, quien salió del reclusorio de máxima
seguridad de Puente Grande, Jalisco; o la osadía de criminales que recibieron
con narcomantas amenazantes al secretario de la Defensa Nacional, Salvador
Cienfuegos Zepeda, en Veracruz.
Delincuentes, principalmente
narcotraficantes de los muy variados cárteles de la droga y células de
producción, distribución, venta y cobro de derecho de piso, han descarado sus
operaciones ante la población y ante unas autoridades que muestran pasividad, y
según algunos de los mensajes, complicidad.
Uno de los productos
informativos más impresionante de los tiempos más recientes es, sin duda, el
video de agentes federales pertenecientes a la Subprocuraduría Especializada en
Investigación de Delincuencia Organizada (SEIDO) que fueron privados de su
libertad el 5 de febrero en los límites de los estados de Jalisco y Nayarit, y
localizados muertos, desmembrados, días después.
Jesús Pérez Caballero.
En opinión del investigador
del Colegio de la Frontera Norte capítulo Matamoros, Jesús Pérez Caballero, el
video de los malogrados policías adscritos a la Procuraduría General de la
República busca claramente diseminar ideas sobre la situación que priva en
México mediante dos técnicas “que en principio nunca vincularíamos con este
tipo de mensajes: un formato de carta, epistolar, y una vocación falsa, a mi
juicio, de transparencia”.
El video de los federales, a
la postre asesinados, logra generar intimidad con los receptores mediante un
formato de carta, con el que cualquier persona está familiarizado. “El mensaje
comienza con un narrador donde supuestamente confluyen el rol de verdugo y
víctima, que se confiesa ante las cámaras. En las apenas 400 palabras dichas
por ese agente secuestrado se ven todos los rasgos epistolares: una
presentación, con un saludo de buenas tardes, un nombre audible de quien habla
y su cargo, transportándonos a una conversación cercana”.
Después, explica Pérez
Caballero, la verbalización de algo de lo que todo ciudadano tiene indicios:
“Existen operativos federales que supuestamente incumplirían la legalidad por
un uso excesivo de la fuerza. Ahí aprovecha el grupo criminal para insertar su
mensaje: esos excesos les habrían obligado a cambiar sus pautas históricas,
respondiendo a la violencia arbitraria con una violencia justificada”.
AUGE Y FINES
Este tipo de comunicación fue
producto de la época de la llamada “guerra contra el narcotráfico” iniciada
durante la administración de Felipe de Jesús Calderón Hinojosa y que comenzó en
diciembre de 2006. Los primeros videos subidos a redes sociales fueron de Los
Zetas y luego de Los Matazetas, ahora Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG).
También el video que en Baja California señaló nexos de un ex procurador de
justicia con el Cártel de Sinaloa.
A partir de entonces se
multiplicaron los mensajes escritos en lonas colocadas en puentes, cartulinas a
un lado de cadáveres o cabezas humanas, marcas tatuadas en cuerpos mutilados,
textos en WhatsApp con fotografías y hasta volantes arrojados desde aeronaves
en ciudades del norte del país.
Los destinatarios de los
mensajes son los llamados “contras” o competidores directos de los cárteles que
disputan territorios, los traidores que desertan o delatan, representantes de
autoridad que les atacan o apoyan a los rivales, grupos musicales que cantan
corridos para dañar la imagen de algún personaje del crimen organizado o
ensalzan a los contrarios, y últimamente, internos y custodios de reclusorios
donde se juegan importantes intereses económicos, como en Nuevo León y Baja
California Sur. Sin que falten los avisos a los delincuentes comunes, con el
clásico “no vamos a tolerar que perjudiquen a una sociedad inocente”, en un
afán justiciero.
El doctor en derecho por el
Instituto Gutiérrez Mellado de Madrid, Jesús Pérez Caballero, insiste en el
ejemplo del video de los ex servidores públicos de la SEIDO, en el que los
criminales buscan su justificación a ultranza. “Es el discurso tan habitual de
nosotros éramos ‘narcos buenos’ hasta que ellos nos obligaron a ser malos.
Finalmente, la carta confesión acaba con una despedida íntima de quien habla,
en un saludo a la familia y a los hijos, diseñado para lograr empatía con los
receptores del mensaje. Si Usted se fija bien, cada una de las partes del video
está ensamblada para, reiteradamente, transmitir cercanía, aunque esa
afirmación nos parezca contraintuitiva”.
El contenido del video tiene
una vocación de generalidad, con un mensaje no limitado a quienes aparecen en
él. Lo que buscan los criminales es establecer un contradiscurso nacional que
interprete la violencia, frente al discurso de las instituciones federales,
presentadas como sinécdoque de la política nacional.
“Fíjese bien que para lograr
esa vocación general se oculta a los emisores mediatos del mensaje, es decir,
son anónimos tanto los enmascarados que portan las armas en silencio y usan
como medio a los dos secuestrados, como quien sostiene el mensaje que se lee,
quien lo graba y quien lidera la célula o el grupo”.
El especialista destaca que
el video no lleva firma. Será del CJNG. Será de Sinaloa. No se conoce. Aunque
en la zona donde se produjo el hecho ambos grupos son dominantes. Tampoco se
ofrece la ubicación de los secuestrados, ni dónde se producen los hechos
denunciados. Al no haber fecha, el video presenta una atemporalidad que
beneficia esa impresión universal.
“Por el contrario, los
secuestrados sí dicen sus nombres y apellidos, y con rostro descubierto,
arrodillados, enuncian su trabajo, incluso una camiseta los etiqueta como
intercambiables por su función. Ese etiquetamiento los coloca como víctimas de
un doble engranaje: el promovido por las instituciones federales, que por
negligencia serían incapaces de protegerlos de los secuestradores, y el
generado por el grupo criminal, que en el video se pretende mucho más fuerte
que las instituciones oficiales. Creo que es importante que nos detengamos en
ver cómo se nos describen estos dos actores”, señala el entrevistado.
LA DESCONFIANZA
El académico interpreta en el
video que las instituciones federales de seguridad, aparentemente garantes de
la legalidad, estarían cometiendo ejecuciones extrajudiciales, Eso significa la
frase “que hagan negativa a toda captura”, contra “cualquier objetivo sea o no
sea delincuente”. No solamente los criminales acusan de arbitrariedad a esas
instituciones, sino que enuncian una estrategia de confusión de “desaparecer
todo rastro de las operaciones”, y, en esencia, “hacer lo que queramos” con los
criminales.
“Fíjese en el panorama:
muertes ordenadas desde el Ejecutivo a cualquier individuo etiquetado como
enemigo y obligación de desaparecer cualquier prueba de esas muertes.
Obviamente, el escenario que se deduce de ello es el de una completa confusión
no solamente por los hechos en sí, sino por quien los denuncia. Es cierto que
las instituciones de seguridad mexicanas ejecutan extrajudicialmente, torturan
o desaparecen a individuos, pero la cuestión es que quien lo denuncia con éxito
mediático es un grupo criminal que también asesina, tortura y desaparece a
individuos, seguramente a mayor escala que las instituciones oficiales”, apunta
Jesús Pérez.
Sin embargo, como los
criminales se dedican a eso, se pueden permitir el cinismo de acusar a las
autoridades. Y estas, como han sobrepasado todas las líneas rojas entre la Ley
y la fuerza, solo pueden ofrecer a los ciudadanos una respuesta de más fuerza,
ya sin legitimidad.
Agrega el experto: “Es más,
esas autoridades actuarían, según el video, enviando con negligencia a gente no
preparada (los dos que se confiesan serían un ejemplo evidente: individuos de
veintitantos que apenas llevan un año laborando en la SEIDO), actuando de
manera inmisericorde y corrupta, puesto que según el discurso del video,
desaparecen a ‘mujeres, niños y personas mayores’, símbolo de inocencia, y se
burlan ‘detrás de sus escritorios o en algún evento social, repartiéndose lo
que sacan de los robos y secuestros’”.
Obviamente, el grupo criminal
delinea ese panorama maniqueo para explotarlo miserablemente y presentarse con
rasgos completamente opuestos a las instituciones federales. Así, los
criminales serían profesionales y actuarían siempre de manera coherente y sin
falsedades. Con esa mentira buscan arrojar una supuesta luz, nombrando los
delitos cometidos.
“Frente a cifras negras o
falta de datos oficiales, el grupo criminal responde con verdades negras:
nombra ejecuciones extrajudiciales, tortura, robos, secuestros, desapariciones
y violaciones. Esto se relaciona con la explotación que este grupo criminal hace
de una aparente transparencia. Quiero decir que el video está impregnado de la
intención del desvelo del secreto, cuando en realidad no se revela
absolutamente nada que no sepamos ya”:
– Los criminales hablan, pero por boca de otros.
– Se muestran armas, pero no a quienes las portan.
– Se muestra a funcionarios de la SEIDO, incluso
identificados por camisas, pero sin que se sepa su función en la corporación.
– Se enumeran delitos, pero no se concretan las
víctimas, ni dónde se cometieron, ni cuándo.
La hipótesis del investigador
es que esa didáctica de la falsa transparencia está al servicio de dar una
imagen de omnipotencia de los criminales. “Por un lado, ellos dicen que siempre
podían haber hecho mal, y si no lo hacían era por seguir unas reglas que los
uniformados han roto: ‘Tenemos claro que siempre se nos respetó como
autoridades porque ellos así lo decidieron no porque no pudieran hacernos algún
daño’. Además, despliegan una capacidad de extenderse en el tiempo, pues lo
escenificado en el video ‘seguirá pasando’ (esa expresión se dice dos veces).
Finalmente, pueden levantar a cualquiera. Según confiesan los levantados, ‘el
que nos vistamos como trabajadores normales no quiere decir que no sepan
quiénes somos’”. Todo eso es una muestra de una propaganda muy sofisticada,
pensada, con vocación estratégica”.
NARCOIDEOLOGÍAS
Cada organización delictiva
tiene su estilo y sistema de difusión de mensajes. En apariencia habría muchas
semejanzas, pero en realidad son muchas más las diferencias. Aunque
incipientemente, por las zonas de acción de estos grupos, los policías y sus
superiores se imaginan la procedencia de los narcomensajes. Aquí lo desglosa el
español Jesús Pérez Caballero:
“El CJNG es quien mejor
aprovecha en sus videos la lógica contrainsurgente, desarrollándola conforme al
México de hoy. Lo más destacable es esa plasticidad para conectar su discurso
con inquietudes reales de la ciudadanía, como la percepción de la violencia, el
vigilantismo o el caso de los mal llamados justicieros (que son una patética
uberización de la justicia). Mezclan esa estructura discursiva muy férrea, con
rasgos evidentes de operaciones de contrainformación y psicológicas, con una
asepsia pseudo institucional. Eso es distinto a la comunicación de otros
grupos”, asegura.
En cuanto al grupo de Los
Caballeros Templarios, piensa que “tenían un aroma demasiado pararreligioso,
extravagante y marcadamente ligado a Michoacán. Además, tanto ‘La Tuta’ como
otros de sus líderes (‘El Tío’, ‘El Chayo’) eran grotescos, sin punch
mediático. En cambio, Los Zetas son demasiado crudos, hasta vulgares en su
crueldad, y el mensaje violento que muestran es el del patíbulo desnudo”.
En cuanto a la organización
de Sinaloa, “no difunden de un modo unificado sus mensajes. Unas veces son
similares en la explotación del discurso contrainsurgente, pero en otras
ocasiones no presentan ese orden; y en general, están demasiado opacados por la
presencia tan mediática de figuras como ‘El Chapo’ Guzmán. En algunos grupos
del Golfo hay algo similar al CJNG, pero tanto ellos como Tamaulipas son, entre
la población, sinónimo de muerte, no de orden, y eso les impide capitalizar
inquietudes sociales. Frente a todos ellos, el CJNG envía fácilmente paquetes
informativos insertos en la nebulosa de la contrainsurgencia y que entroncan
con cuestiones nacionales”.
Parece que en los meses
previos al proceso electoral no habrá tregua entre narcotraficantes, ni entre
ellos, ni para con las autoridades. ¿Qué estamos por ver todavía en las
acciones de los grupos de la delincuencia organizada en México? Pérez responde:
“Estamos desde hace años en el escenario que sigue a la anulación del discurso
público, donde la única meta es la fuerza y la depuración del enemigo. Lo que
se promueve oficialmente y, evidentemente, por los grupos criminales es que la
única gradación sea cuánta mayor o menor arbitrariedad estamos dispuestos a
aceptar. Pero debemos impugnar ese marco de violencia arbitraria. Eso no se
impugna pidiendo más policías y militares, ni jaleando linchamientos,
justicieros y demás individuos que hacen outsourcing de la arbitrariedad”.
Finaliza el entrevistado por
ZETA: “Hay que pensar en lo que ha descrito el historiador Camilo Vicente, cómo
el Estado mexicano, históricamente, canaliza el excedente de violencia
arbitraria para instaurar un orden que apuntala el status quo. La cuestión es
oponerse a eso, desmontar la manera en que el paradigma contrainsurgente ha
encapsulado el discurso público. Un contradiscurso nacional debe venir de los
ciudadanos, no de grupos criminales como los del video”.
(SEMANARIO ZETA/ EDICIÓN IMPRESA / LUIS CARLOS SÁINZ/
LUNES, 26 FEBRERO, 2018 12:00 PM)
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