El padre Gerardo Elizondo Mejía,
refugiado en su casa, durante tres días escuchó lo que ocurría en las calles de
Allende, Coahuila, donde en marzo del 2011 asesinaron y desaparecieron a unas
300 personas, entre ellos su hermano: “Todos fuimos cómplices”. El pueblo
entero guardó silencio.
Allende/Ciudad de México, 4
de marzo (PorSiAcasoMX/SinEmbargo).- Miles de testigos corrieron, se
escondieron, cerraron las puertas de sus casas. Mientras, en las calles,
durante tres días del 2011, se cometía una de las masacres más grandes,
sangrientas e impunes de la historia moderna de México. Todos callaron en Allende,
Coahuila. El sacerdote Gerardo Elizondo Mejía fue uno de ellos… y lo pagó con
sangre.
Todos fuimos cómplices,
declara el cura.
Es uno de los sacerdotes en
la Parroquia San Juan de Mata, pero hace siete años hacía estudios en el
Seminario de Monterrey, cuando repentinamente recibió una llamada en la que sus
padres le informaban la desaparición de su hermano Everardo.
Sufriría las noches más
negras de su vida: “Era viernes por la noche (el 18 de marzo del 2011), me
hablan para decirme que Everardo había desaparecido y que había mucha actividad
criminal, que se hablaba de muchos levantones y muchos hombres armados en
camionetas por todo el pueblo.
“Pido permiso y llego al
pueblo… lo único que pudimos hacer ante tanta violencia fue encerrarnos en nuestras
casas mientras afuera se escuchaba de todo: gritos, detonaciones de armas,
granadas, de todo. Tenemos nuestra casa de siempre aquí a un par de cuadras de
la plaza principal y de la iglesia, ahí cerramos el portón y ventanas, apagamos
luces, todo. No podíamos hacer otra cosa.
“¿Te imaginas? Encerrado con
más miedo que nunca, escuchando que afuera matan a gente que conoces, a
familias, a niños. Escuchando las balaceras, las granadas. Sabiendo que tu
hermano estaba en algún lugar ahí afuera, sin poder salir siquiera a buscarlo”,
recuerda el cura.
La entrevista que hoy se
publica fue realizada el 21 de junio del 2017, cuando el padre Gerardo recibió
a PorSi AcasoMX en las oficinas de la parroquia, donde desde hace cuatro años
ofrece sus servicios.
“Nunca antes había hablado
con la prensa sobre esto. Me anduvo buscando Ginger Thompson, la reportera,
para entrevistarme para el reportaje que acaba de publicar, pero la verdad no
coincidimos y yo tampoco quería hablar con nadie, no era el momento”, señala.
El cura se refiere a la
publicación “Anatomía de una Masacre”, del 12 de junio del 2017, que revela que
una fuga de información de agentes de la DEA provocó la matanza en la que se
habla de más de 300 víctimas, aunque oficialmente las autoridades mexicanas
sólo reconocen 28.
Para el sacerdote, fueron
noches que nunca podrá olvidar. Noches de muerte, dolor, sufrimiento y terror
extremo. Noches en que todo un pueblo (Allende cuenta con más de 23 mil
habitantes) fue secuestrado por comandos de Los Zetas, quienes se apoderaron de
las calles ante el temor de todos. Lo único que la gente pudo hacer fue
refugiarse en el silencio.
Afuera, a quienes
secuestraban y ejecutaban eran familias conocidas por todos. Frente a la plaza
principal, frente a la Policía, frente a la iglesia.
“A Everardo salí a buscarlo
hasta la mañana del domingo y lo que vi… lo que me tocó ver es algo que no
podré olvidar: había casas destruidas, gente saliendo de ahí con muebles y
pertenencias, se las robaban. No me platicaron, me tocó verlo.
“Era gente de bajos recursos,
que los utilizaron. Sentí tristeza de ver cómo un grupo (Los Zetas) se
aprovecha de la necesidad de otros para utilizarlos (a los pobres para la
rapiña)”.
Su hermano Everardo fue uno
de los primeros desaparecidos ese fin de semana hace siete años, pero hasta el
día de hoy no les han confirmado el hallazgo de sus restos, ni siquiera su
muerte.
Dos jóvenes habían traicionado
a Los Zetas revelando información clave a la DEA, de donde presuntamente se
fugó a las autoridades mexicanas y de ahí a los líderes del cártel, quienes
ordenaron como venganza asesinar a todo aquel familiar o amigo de los dos
delatores.
Esta semana, legisladores
demócratas de Estados Unidos exigieron al Departamento de Estado iniciar una
investigación por la presunta responsabilidad de la DEA en la masacre en
México.
Reportes de testigos e
investigaciones periodísticas señalan que en Allende, población ubicada a 50
kilómetros de la frontera con Texas, fueron más de 300 las víctimas, mientras
en Piedras Negras, un municipio de la misma zona, hubo otros 100 desaparecidos.
Posteriormente se ha difundido que muchas de esas víctimas fueron llevadas
–unas aún con vida– al penal de Piedras Negras, donde fueron “cocinados” y
desaparecidos sus restos.
¿CUÁNTOS DESAPARECIERON EN ALLENDE?
“En Allende 30 personas no
son, de eso estoy completamente seguro. Exactamente cuántos [no sé]… pero más
cercano a 300. Es lo que siempre se ha dicho, son mucho más gentes [de lo que
la autoridad dice]”, enfatiza el padre Gerardo.
-Pero nadie denunció, ni siquiera por internet ni en
redes sociales. Usted como sacerdote ¿cómo puede manejar eso, cómo pudo
conciliar eso?
“Tomado de la mano de Dios.
Mi esperanza en Dios es lo único que me ha mantenido y estoy seguro que es la
esperanza que todos tenemos a final de cuentas, y que no ha muerto en los
corazones de nadie. Es lo que nos ha mantenido, nos ha dado la fuerza para
seguir adelante.
– ¿Tiene pesadillas sobre esto?
“No. Llegué a tener sueños,
no pesadillas, pero sí sueños un poco intranquilos digámoslo así, pero no al
grado de una pesadilla. Pero sí duele todo el tiempo, sobre todo cuando se
recuerda a los seres queridos.
“Cada año en esa fecha hay
una celebración eucarística, una misa aquí y en el monumento que se levantó. Yo
no he ido los últimos dos años”.
-A Everardo lo recuerdan todo el tiempo, ¿pero cuando
se llega esa fecha es distinto?
“Sí es distinto, porque se
recuerda ese acontecimiento desde el cual no lo hemos vuelto a ver. En la
perspectiva siempre la fe, es decir, la esperanza es la última que muere, para
mí siempre la esperanza es la última que muere, y mientras no haya una certeza
que demuestre lo contrario –certeza en todos los ámbitos, no un papel que te
diga o un testimonio que bien pudo haber sido coaccionado, certeza– hasta entonces
yo voy a decir: Mi hermano ya no está con nosotros”.
-¿Cómo religioso, como Iglesia, le fallaron a la gente
por quedarse callados?
“Tristemente hay mucha gente
involucrada de una manera negativa y me llamaba la atención el testimonio de
una persona que decía: Aquí el problema viene siendo a final de cuentas, no que
una persona halla callado, si no que todos callamos.
Todos fuimos cómplices porque
no hicimos nada”.
-¿Usted se incluye?
“Me incluyo. Porque no
tuvimos, ninguno, no tuvimos el valor suficiente para decir ‘Ya basta’”.
-Pero usted pagó con sangre.
“Sí, mi familia pagó”.
Meses después de esta
entrevista, se supo que ese fin de semana de marzo del 2011 la autoridades
registraron mil 400 llamadas de auxilio de esa zona, pero no fueron atendidas.
-¿Cuándo se normalizó la vida en Allende?
“Pasaron muchos meses, hubo
muchos meses de intranquilidad hasta que entró La Marina ya bajo el mando del
Presidente Calderón. No sé si para taparle… como dicen: ‘Muerto el niño a tapar
el pozo’. Pero llegaron y se tranquilizó la situación, aunque había… fue hasta
hace tres años y medio cuando ya se normalizó, se comienza a normalizar la
vida”.
– A Felipe Calderón le han gritado “asesino” por su
guerra contra el narco. ¿Para usted es responsable de casos como el de Allende?
“Yo no creo que sea asesino.
Se me quedaron muy grabadas unas palabras que él dijo en una ocasión: Alguien
tenía que hacerle frente a lo que se estaba viviendo, y que no se hacía nada.
Ante lo cual todos estábamos haciéndonos de la vista gorda.
“Yo lo hice… hubo sus
consecuencias ciertamente. No quería esas consecuencias definitivamente, claro
que no. En aquel momento alguien tenía que hacerlo [frente al narco]”.
-¿Cómo fue la primera misa que ofició aquí en la
parroquia hace cuatro años?
“Llena de mucha esperanza.
Esa primera misa fue para mí tener presente… es tan especial para uno, que
tiene presente a todos su seres queridos en ese momento”.
– ¿Allende ya olvidó esa tragedia?
“Nunca vamos a olvidarla. Es
como una separación. Lo que yo les digo en los funerales: La pérdida de un ser
querido nunca se supera, se aprende a vivir con esa situación.
“Allende ha crecido en ese
ámbito porque no ha olvidado lo que ha pasado, nunca lo va a olvidar, pero ha
aprendido a vivir”.
(SIN EMBARGO/ REDACCIÓN / MARZO 4, 2018, 4:30 PM)
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