Las elecciones para
Gobernador en el Estado de México y Coahuila trajeron al descubierto lo que
quizás durante un largo tiempo no habíamos visto de una manera grotesca: que
las prácticas cavernícolas para alterar el resultado de una elección siguen
viviendo en este régimen. Los casos que han presentado los partidos de
oposición al PRI son contundentes y, en algunos casos inexplicables, como las
juntas distritales en el Estado de México donde al hacer la compulsa donde
había ganado el priista Alfredo del Mazo, terminó con una clara victoria de
Delfina Gómez de Morena, o la forma como en la frontera norte de Coahuila,
grupos de choque apoyados por la policía estatal, se robaron paquetes
electorales que estaban resguardados por… policías estatales.
El PAN reclama el triunfo en
la elección para Gobernador en Coahuila, y Morena hace lo propio en el Estado
de México. El PRI asegura tener 30 mil votos de diferencia en Coahuila, lo que
hace a su candidato, Miguel Riquelme, ganador de la contienda, y sostiene que su
ventaja de 2.9 por ciento en las elecciones mexiquenses llevarán sin duda a su
candidato Alfredo del Mazo a la Gubernatura. Los recuentos del voto que se
iniciaron el miércoles se contaminaron por lo pueril de las irregularidades que
han comenzado a salir a la opinión pública.
Entre los ejemplos más
utilizados por el PAN en Coahuila se encuentra lo que sucedió en la Sección
Electoral 10 en Ciudad Acuña, donde un grupo de cholos, protegidos por la
Policía estatal, destruyó las urnas la noche de la elección. La bodega en
Piedras Negras donde se resguardaban los paquetes electorales, que es otro de
los puntos de mayor tensión post electoral, fue violada mediante una puerta
falsa, para presuntamente alterar las actas computadas. Una funcionaria del
Instituto Electoral de Coahuila en uno de los distritos en Saltillo, donde
Riquelme ganó por el mayor margen, no contribuyó a atemperar los ánimos, al
afirmar que la evidencia de las urnas violadas era irrelevante porque las
podían volver a contar. Es decir, volver a sumar el voto de actas alteradas.
Los ejemplos no son menos
graves en el Estado de México. En la Junta Distrital 44 en Nicolás Romero, los
funcionarios de casilla dieron como votos buenos para el PRI aquellas boletas
donde se cruzó la sigla fuera del recuadro, por el hecho de la proximidad, o
también en donde se escribieron palomas en cada recuadro y sólo en el del PRI
se cruzó. Los funcionarios dijeron que habían decidido así por “la intención
del voto”.
Este concepto atroz en
procesos electorales es lo que hizo que Al Gore perdiera la Presidencia de
Estados Unidos ante George W. Bush en 2000, porque los electores en Florida
votaron cerca del recuadro de su partido, pero no en él. Los seis medios de
comunicación que revisaron meticulosamente las boletas, concluyeron que debió
haber ganado Gore, pero que legalmente, como falló la Suprema Corte de
Justicia, el triunfo era para el republicano.
En el Estado de México, la
participación en las regiones donde ganó el PRI superó en más de 10 por ciento
la media de 52 por ciento en la jornada electoral. En Valle de Bravo fue de 65
por ciento, y en Atlacomulco de 62 por ciento, los municipios más emblemáticos
de la abultada votación priista. En cambio, en las regiones donde ganó Morena,
la participación fue menor al promedio. Este patrón, analizado por la empresa
Parametría, es atípico en elecciones en el Estado de México y, en su conjunto,
antihistórico que una votación superior al 50 por ciento, se haya inclinado por
el PRI. La mayor parte de las votaciones atípicas se dieron en las zonas
rurales, donde Morena no pudo cubrir con representantes cerca de un 30 por
ciento de las casillas. Las irregularidades en las elecciones motivaron
protestas como no se veían hace muchas elecciones.
Las elecciones en esos dos
estados, que se sabía difíciles por la experiencia de los operadores políticos
del PRI, se volvieron focos de conflicto ante la forma abierta y sin pudor como
se dio un buen número de irregularidades. En Coahuila, todos los partidos de
oposición se levantaron de la mesa de cómputos distritales el miércoles en
protesta por lo que el PAN llamó “fraude electoral”, para ejercer presión que
permita que en los tribunales electorales la elección pueda ser anulada y
respuesta en agosto próximo. La dirigencia panista afirma que más del 30 por
ciento de las casillas tienen irregularidades, con lo cual habría motivos, de
probarse, para anular la elección, que requiere, para ello, que el 20 por
ciento de las casillas sean eliminadas. En el Estado de México, las autoridades
electorales soslayaron los comportamientos atípicos en la participación, y
ajustaron de 21 a 17 por ciento el número de paquetes electorales que
revisarán.
No está claro, con la
información disponible hasta ahora, que el PAN y Morena tengan elementos
suficientes para que se anulen las elecciones en Coahuila y el Estado de
México. Probablemente, por su incapacidad para tener representantes en todas
las casillas, o descuidos en la vigilancia de las urnas, carezcan de evidencia
suficiente para que sus impugnaciones tengan éxito. Pero la no anulación de las
elecciones, si ese fuera el resultado y se mantienen las victorias de los
priistas perfilados hasta ahora, no reduce la vergüenza colectiva que, como
mexicanos, nos deben dar todas las trampas electorales que se vieron este
domingo. Regresamos al pasado más hediondo, pero nos debe alertar sobre el
futuro inmediato y su estación presidencial en 2018.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(NOROESTE/ Estrictamente Personal/
Raymundo Riva Palacio/ 09/06/2017 | 04:08 AM)
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