Las medidas Antimigrantes de Donald
Trump azotan con crudeza la frontera sur de Estados Unidos. Los operativos
contra personas indocumentadas –violatorios de los derechos humanos, según sus
opositores– se multiplican y el miedo se esparce. Los paisanos buscan el amparo
de leyes y abogados, pero el panorama pinta oscuro: la orden es tratar
cualquier mínima falta como un delito, lo que los pone a las puertas de la
expulsión.
EL PASO (Proceso).- El miedo
a ser deportado por el gobierno de Donald Trump desató un torrente de
solicitudes de asilo y de apelaciones ante las cortes migratorias.
Diferentes bufetes de
abogados en esta ciudad no se dan abasto con los casos de personas que temen
ser expulsadas de Estados Unidos por haber cometido faltas menores, como
manejar sin licencia de conducir o escuchar música a alto volumen después de
las nueve de la noche.
En paralelo, se desató un
nuevo fenómeno migratorio: un incremento de más de 150% de solicitudes de asilo
por parte de centroamericanos… en México.
“Muchos de los
centroamericanos que llegan a esta frontera con la intención de entrar a Estados
Unidos han decidido quedarse en México y están solicitando asilo”, cuenta a
Proceso un funcionario del Buró de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas
en inglés) en El Paso, quien aceptó hablar del tema con la condición de
mantener el anonimato.
“Ya no están pidiendo asilo
en Estados Unidos porque saben que se les va a negar. Ése es el mandato que
tenemos del presidente Trump y lo vamos a cumplir”, agrega.
En contraparte, Carlos
Specter, uno de los abogados migratorios con más prestigio en El Paso, comparte
con Proceso documentos que evidencian que, al contrario de lo que pasa con los
centroamericanos, los mexicanos sí han incrementado las solicitudes de asilo
ante el gobierno estadunidense.
¿Las razones? La ola de
violencia que azota la zona serrana de Chihuahua, la capital de ese estado y
Ciudad Juárez.
“Es muy complicado que un
ciudadano mexicano consiga el asilo, las modificaciones que hizo Trump a las
leyes migratorias bloquean prácticamente (a las cortes migratorias) para
permitirle a los mexicanos que anden con libertad en Estados Unidos, aun
después de haber pasado el proceso de entrevista de ‘miedo creíble’”, expone
Specter.
La detención prolongada de
peticionarios de asilo mexicanos en Estados Unidos no frena el arribo de
solicitantes chihuahuenses. “En El Paso hay muchos casos en los cuales la
familia entera o el solicitante llevan semanas o meses en centros de detención,
pero por lo menos seguros respecto de la violencia que enfrentan en Chihuahua.
Se atreven a tomar el riesgo del encarcelamiento o de rechazo a su petición”,
subraya.
Un fenómeno migratorio
convergente –también sin precedentes en El Paso– es el creciente número de
inmigrantes indocumentados y de residentes legales que buscan asistencia legal
para resistir las flamantes medidas migratorias.
Proceso hizo un recorrido por
varios despachos en esta ciudad texana y todos los abogados consultados
admitieron que están saturados de peticionarios que buscan apoyo legal
preventivo.
“Las redadas migratorias que
de manera constante realiza la Patrulla Fronteriza causaron una estampida de
solicitudes en busca de medidas precautorias. Los indocumentados tienen terror
a que los saquen del país”, explica uno de los defensores entrevistados.
Alrededor de 70% de los
clientes de los bufetes son extranjeros que no tienen permiso de trabajo ni de
residencia en Estados Unidos, pero que llevan años en el país y tienen hijos
nacidos en aquella nación. El miedo de estas personas es ser detenidas en sus
trabajos, lugares de recreación (como está ocurriendo) y ser deportadas sin
poder siquiera avisar a sus familiares.
Así, los emigrados buscan que
se les tramiten permisos de trabajo temporal y residencia a la vista de los
años que llevan en la Unión Americana.
Con las nuevas directrices
del gobierno de Trump, este tipo de resguardo legal es una pérdida de tiempo.
Los despachos consultados aseveran (en su mayoría) que explican a sus clientes
la realidad de las nuevas leyes, pero que los interesados ni así desisten.
Es claro que muchos abogados
sacan ventaja de la ignorancia de los inmigrantes aterrorizados por Trump, y
toman los casos pese a saber que no tienen solución. Cobran hasta 5 mil dólares
por cada solicitud de representación legal.
“Nosotros estamos recibiendo
a muchas personas residentes legales y que lo único que buscan es asesoría para
hacerse ciudadanos estadunidenses, y otros que por miedo buscan regularizar su
estatus migratorio. Es sorprendente el número de casos que hay en El Paso”,
admite el bufete de Specter por medio de un mensaje de texto.
El funcionario de ICE que
habló con este semanario conoce del aumento de inmigrantes indocumentados y
residentes permanentes que buscan representación legal. “No tiene sentido, la
ley es la ley y la vamos a cumplir. Si son inmigrantes indocumentados no tienen
alternativa, si son detenidos tendrán que salir del país, y si son residentes
permanentes que cometieron delitos graves, también”.
EL DOBLE DAÑO DEL TERROR
El miedo de los migrantes
está jugando en su contra. En su afán de regularizar su situación, algunos
están “reviviendo” casos en que se vieron inmiscuidos, lo que ahora les puede
traer la deportación.
Un despacho migratorio
informa que tiene por lo menos 20 casos en los cuales los clientes (residentes permanentes
en Estados Unidos desde la década de los ochenta del siglo pasado) buscan
asistencia porque fueron detenidos por faltas o delitos cometidos hace más de
15 años.
Uno de estos procesos es el
de un mexicano que por consultar a una corte migratoria fue arrestado. Ahora se
encuentra en la antesala de la deportación. El afectado fue detenido en 1994 en
la autopista interestatal 10 –en El Paso– por manejar ebrio. Cuando el bufete
que lo representa acudió a la corte del estado (en marzo de este año) a solicitar
una copia certificada del registro del incidente, agentes migratorios se
enteraron del asunto y una semana después se presentaron en el domicilio del
inmigrante. Lo arrestaron, lo llevaron a un centro de detención y está a punto
de ser deportado.
Uno más: una familia de
mexicanos fue separada el pasado abril debido al reporte de un vecino que, la
noche de un sábado, se quejó con la policía de que en la casa contigua a la
suya se escuchaba música a alto volumen después de las nueve de la noche.
En la vivienda señalada se
celebraba el cumpleaños de un niño, cuyos padres son inmigrantes
indocumentados. Ellos fueron de inmediato detenidos y están a punto de ser
enviados a México. Tienen tres hijos –dos de ellos, menores de edad.
Centros comunitarios de apoyo
a la población indocumentada en El Paso están al tope de pedidos de asistencia
por parte de personas que no pueden costear una defensa legal. El despacho de
abogados que representa al mexicano detenido en 1994 por manejar borracho está
apelando la orden de deportación de su cliente.
Sin embargo, el defensor a
cargo admite que no tiene muchas esperanzas de ganar el caso, ya que bajo las
órdenes de Trump el que un inmigrante (residente o indocumentado) sea detenido
manejando ebrio está catalogado como un delito que representa una amenaza al
país y amerita la expulsión.
En El Paso, una ciudad
poblada mayoritariamente por gente de origen latino, ese perfil racial es una
desventaja.
Los agentes migratorios que
realizan las redadas realizan detenciones basados sólo en el aspecto hispano de
la víctima, que se ve abocada a demostrar su inocencia. En este proceso los
agentes migratorios invierten el principio jurídico de “la carga de la prueba”
(quien acusa debe probar), violan derechos humanos y las garantías civiles que
otorga la Constitución de Estados Unidos.
“Nuestros agentes de
inmigración no están haciendo otra cosa más que cumplir las órdenes del
presidente Trump. Son enviadas a los centros de detención únicamente las
personas que tienen los elementos para ser sacados del país. A los que no han
cometido ningún delito o que son ciudadanos se les deja en libertad”, comenta
el funcionario de ICE, para luego rematar:
“En una ciudad como El Paso
es muy difícil saber quién es ciudadano de Estados Unidos, residente permanente
o inmigrante indocumentado, se cometen errores pero se corrigen de inmediato.
Por ejemplo, yo sin el uniforme y vestido de civil (el funcionario es de origen
mexicano) puedo ser detenido por los agentes de inmigración, pero le aseguro
que una vez que vean mi caso me dejarán libre. Y eso no es una violación de mis
derechos, es simplemente el proceso del cumplimiento de las leyes que ordena
Trump.”
Este reportaje se publicó en la edición
de 2119 de la revista Proceso del 11 de junio de 2017.
(PROCESO/ J. JESÚS ESQUIVEL / REPORTAJE
ESPECIAL/ 17 JUNIO, 2017)
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