Un golpe de mano de la PGR
definió lo que puede verse ya como el final de la guerra que sostenían el grupo
comandado por Dámaso López Núñez y los hijos de Joaquín Guzmán Loera, el Chapo,
por el control de la organización que éste forjó durante tres décadas. Si fue
un trabajo de inteligencia, un soplón o una entrega pactada, ya no es tan
importante para lo que sigue. Lo más probable es que Dámaso pase los próximos
20 años en una cárcel de los Estados Unidos o en una casa-prisión domiciliaria
—si logra una buena negociación con la justicia gringa—, cosa parecida a los
beneficios que gozan algunos de los “temibles” narcos mexicanos, entre ellos
varios sinaloenses, cuyos procesos y sentencias son encriptados en las cortes
federales.
Muchos se estarán preguntando
si el hijo de Dámaso seguirá en la línea de pelear a Iván Archivaldo y a
Alfredo Guzmán Salazar el control de la organización del Chapo, pero esto sería
un suicidio porque ni tiene el temple ni el liderazgo ni las armas ni el dinero
que se ocuparía para sostener la guerra. Tampoco es previsible una negociación
porque las relaciones entre ellos, si alguna vez fueron buenas, estás hechas
polvo y ni a uno ni al otro bando lo caracteriza precisamente la mano izquierda
y la madurez para sentarse a negociar un acuerdo, porque ni uno ni los otros
aprendieron esas artes en la escuela de los viejos capos.
La guerra, entonces, parece
inclinarse en favor de los hijos del Chapo y de su hermano Aureliano, el Guano,
que después de la masacre de soldados la madrugada del 30 de septiembre pasado
había bajado al valle para comandar la organización como una forma de proteger
a “Los menores”.
Del Licenciado se decía que
estaba fuerte, que tenía mucho dinero, que tenía armas y hombres y que no sería
fácil vencerlo. Tenía experiencia, sin duda, y escuela. Pero algo le falló y
ahora los escenarios son distintos. El propio gobierno ha dicho que Dámaso
pretendía una alianza con el Cártel de Jalisco Nueva Generación y tiene
sentido, pero también eso se desmonta por lo pronto.
Desde que la guerra empezó el
Mini Lic fue sacado del fuego y protegido por su padre, así que no tiene los
hilos de la organización. Lo que puede esperarse, entonces, son reacciones
aisladas pero sin un futuro orgánico previsible y, por el contrario, lo más probable
es que sigan cayendo cuadros medios de los Dámaso en manos de las fuerzas
federales.
Si esto ocurre así, el Cártel
de Sinaloa recuperará cierta tranquilidad en su interior. Las diferencias entre
los hijos del Chapo Guzmán e Ismael Zambada García son de otra índole, de
formas más que nada, pero no por territorios ni gajos del negocio. De lleno en
la tercera edad, el Mayo lo que menos quiere es una guerra. Desde el año pasado
estuvo mediando para que la sangre no llegara al río en la disputa por lo que
dejó su compadre Chapo, pero llegó al punto en que le fue imposible. Ahora las
cosas se despejan y se supone que se impondrá el liderazgo del único hombre que
queda activo de la segunda generación de capos sinaloenses. Cuando todo era
miel sobre hojuelas le permitieron a Dámaso meterse en territorios que
históricamente habían sido del Mayo, sobre todo lo que corresponde al Valle de
San Lorenzo y tendría sentido que ahora tratara de recuperarlos totalmente.
Lo que no es seguro es que la
recomposición que se viene sea tersa. Los Chapitos atraviesan por problemas internos
además de que células que han quedado a la deriva encontrarían en la
organización de Zambada el cobijo que ocupan para sobrevivir.
La aprehensión de Dámaso
distensa sin duda las cosas en el centro de Sinaloa y seguramente bajarán los
niveles de violencia, pero las cuotas de sangre que trae consigo el
narcomenudeo seguirán a la orden del día. Hay mucha gente metida en el negocio
que no está dentro de las pirámides controladas por los capos y capitos,
familias enteras con hombres, dinero y armas. Desde que nos convertimos en
mercado de consumo el negocio se horizontalizó de tal forma que no hay tanto
control. Y en medio de este caos, cualquiera mata.
Por lo pronto, Los menores
están de fiesta. Un día liberan a su tío Miguel Ángel Guzmán Loera, que cumplió
una condena de once años de prisión y horas después detienen a Dámaso López
Núñez, despejándoles el camino para consolidar su liderazgo en esa parte del
Cártel de Sinaloa.
BOLA Y CADENA
DÁMASO LÓPEZ NÚÑEZ ha expresado su temor de que lo maten en una cárcel mexicana —y que
Los Chapitos atenten contra su hijo. Pues sí, ese es un riesgo. Y lo sabe de
sobra porque fue jefe de seguridad de Puente Grande, cuando ayudó al Chapo a
fugarse. Por eso está pidiendo que lo extraditen. Rendido así como se muestra,
seguro le caerá bien al programa de testigos protegidos de los gringos. Uno
más.
SENTIDO CONTRARIO
EL JUICIO DEL CHAPO GUZMÁN iniciará en abril de 2018. Eso dijeron en la corte de
Nueva York el viernes pasado. Y en abril de 2018 dirán que en noviembre y luego
que en 2019, como en el cuento de nunca acabar. Hasta que lleguen a un acuerdo
con él. Dijo el Fiscal General de la República que el gobierno de los Estados
Unidos no le ha encontrado todavía un cinco a Joaquín Guzmán en los circuitos
financieros. Y eso los debe tener muy preocupados porque lo primero que
intentan sacar, antes que información, es dinero.
HUMO NEGRO
¿QUÉ PRETENDE EL SECRETARIO DE GOBERNACIÓN, Miguel Ángel Osorio Chong al afirmar que fue el
mismo Chapo quien dijo que Dámaso López Núñez lo sucedería en el mando? ¿Por
qué lo siguen manejando como el “sucesor”? ¿Por hacer más gordo el caldo? En la
guerra que acá padecimos era muy claro que el objetivo era el mando. Y que el
Chapo estaba con sus hijos, siguiendo una comprensible, histórica y mafiosa
línea de sangre, de familia. Lo demás, así lo diga Osorio Chong, es jarabe de
pico.
(RIODOCE/ COLUMNA “ALTARES Y SÓTANOS” DE
ISMAEL BOJÓRQUEZ/ 8 mayo, 2017)
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