FOTO: GALO CAÑAS /CUARTOSCURO.COM
No hay semana que algún
miembro del Gabinete legal, del gabinete ampliado, o incluso subsecretario
alguno, no presuma en cafés, comidas, reuniones informales y algunas oficiales,
que esta (cualquiera pues), será la última semana de Miguel Ángel Osorio Chong
como titular de la Secretaría de Gobernación del Gobierno Federal.
Más allá, propios y extraños
refieren: El Presidente no le habla a su Secretario de Gobernación, no lo
convoca. No lo considera para la planeación de la agenda nacional. Consulta a
otros y no a quien ocupa la posición número dos del Gobierno de la República.
Una consulta en la
información oficial de la Presidencia de la República refiere que el Secretario
de Gobernación ha acompañado al Presidente de la República una decena de
ocasiones y todas son actos de ornato gubernamental.
Estuvo en la celebración del
Día del Ejército, también en el Día de la Bandera, el día del natalicio de
Juárez, en la reunión con las Iglesias Evangélicas y Cristianas, el día de la
reelección del dirigente del Consejo Coordinador Empresarial, igual el Día de
la Fuerza Aérea, y el Día de la Marcha de la Lealtad, entre otros.
Los días de Osorio Chong con
el Presidente, al menos en la agenda pública, son días de actos conmemorativos
más que de agenda nacional.
En la página que describe la
actividad diaria de Enrique Peña Nieto, también se da cuenta de reuniones en
las oficinas presidenciales, videoconferencias, juntas, pláticas, pero el
Secretario de Gobernación no se ve en ellas.
Ciertamente Miguel Ángel
Osorio Chong tiene muchos fuegos encendidos en su calidad de Secretario de
Gobernación que afectan directamente a la imagen presidencial; encargado de la
política interior, enlace con las Cámaras legislativas, con los Gobernadores en
los Estados y supervisor del cumplimiento del Estado de Derecho, fuera de la
aprobación de las reformas estructurales, acción que sucedió al inicio de la
administración peñista y en la cual se supone laboraron todos los colaboradores
cercanos al Presidente, Osorio no ha podido dar resultados aceptables.
Siguen abiertos los casos de
violencia de alto impacto como lo son los ocurridos en Tlatlaya, en Ayotzinapa
y en Tanhuato, por mencionar los tres más evidentes; particularmente los 43
desaparecidos de Ayotzinapa es un expediente que el Gobierno de la República no
ha podido cerrar ni satisfacer la sed de justicia (dijera Colosio), de los
padres y familiares de las víctimas así como de los activistas y la sociedad
que se les ha unido cuando, mes tras mes, realizan actos de manifestación,
protesta y denuncia para que el caso no se olvide y no quede en la impunidad.
El Ministro del Interior que
es Osorio no ha logrado ni con diálogo ni con coordinación de las áreas de
seguridad y procuración de justicia, llevar a buen puerto ese caso, que se ha
convertido y pasará a la historia como el estigma de la presidencia de Enrique
Peña Nieto.
Otro de los sucesos donde el
hidalguense tuvo participación y está en su área de la política interior, son
las manifestaciones de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la
Educación, los maestros que aun estos días realizan tomas de oficinas federales
en estados como Oaxaca y Morelia, sin que Osorio haya tenido la capacidad para
negociar o acordar con ellos el cese de la protesta que, en ocasiones, se ha
tornado violenta y que afecta tanto a la educación en México.
Si hablamos de relaciones con
los Gobiernos de los Estados, y la centramos en el tema de la inseguridad,
materia en la que la presidencia de Enrique Peña Nieto ha acumulado más de 95
mil ejecutados en 50 meses, las cuentas que Osorio Chong debe dar al Ejecutivo
Nacional no son buenas.
Más cárteles, más
inseguridad, más crimen organizado, ya no sólo en las entidades ubicadas en la
frontera norte del País o en las costas del pacífico, ambas tan atractivas para
los narcotraficantes, sino en estados del centro donde el yugo criminal se
enraiza con sangre.
La estrategia osorista de
eliminar la Secretaría de Seguridad y mantener la policía y sus facultades en
la esfera de la Secretaría de Gobernación no ha resultado en una eficiente
prevención del delito, ni en un exitoso programa de capturas y desmantelamiento
de las redes de narcotraficantes, secuestradores, extorsionadores, lavadólares
y otros delincuentes.
Tampoco aquella política
pública de dividir en cinco regiones las República Mexicana para atender en
directo el fenómeno del crimen en coordinación con las Fuerzas Armadas y los
Gobernadores, le ha funcionado a Miguel Ángel Osorio Chong.
Hace unas horas se dirigió a
los Gobernadores, en el ya prácticamente quinto año del sexenio, para pedir
“trabajar juntos para dar golpes de precisión”, cuando esa invitación debió
hacerla al inicio de una fallida administración.
El Secretario de Gobernación
ha perdido fuerza en su enlace con los partidos políticos y las Cámaras
Legislativas Federales a tal grado que no ha logrado tener los oficios para
sacar adelante dos iniciativas de importancia: la Ley de Seguridad Interior, y
la de Mando Único, o Mixto o algún otro híbrido.
De igual manera en la
relación que el Ministro del Interior debe llevar con los Gobernadores,
tratándose de corrupción, también va perdiendo la batalla.
Permitió que dos gobernadores
del PRI escaparan. Los Duartes, Javier de Veracruz y César de Chihuahua,
cuentan con órdenes de aprehensión por delitos como peculado y enriquecimiento
ilícito, mientras otros como Roberto Borge de Quintana Roo, o Humberto Moreira
de Coahuila, están en la mira y la sospecha de irregularidades sigue vigente.
Realmente si se ve el
panorama general Osorio Chong le ha fallado al Presidente, o no le ha dado los
resultados urgentes en seguridad, en coordinación con los gobiernos de los
Estados, en el enlace con las Cámaras Legislativas, en la organización de
movimientos sociales, además de los grupos políticos y de activistas que en
distintos temas, como el sistema nacional anticorrupción, fosas clandestinas,
secuestros, seguridad, derechos humanos, se mantienen en alerta roja en
referencia a la administración peñista.
Aparte de todo, del
distanciamiento presidencial, de la ausencia de resultados óptimos en materia
de política interior, movimientos sociales, seguridad, sindicalismo,
legislativo y los que se acumulen, Miguel Ángel Osorio Chong salió perdiendo el
4 de enero de 2017, cuando el Presidente Enrique Peña Nieto llamó de nueva
cuenta y lo nombró Secretario de Relaciones Exteriores a su incondicional y
némesis político del hidalguense, a Luis Videgaray Caso, quien no aparece
prácticamente en festejos oficiales, pero sí en las reuniones de escritorio en
Los Pinos.
Los días de Osorio Chong son
de asueto y de conmemoración, y según sus compañeros de Gabinete y conocidos
del Presidente, por eso están contados en Gobernación.
Esto, de confirmarse,
cambiaría el escenario hacia el 2018 de manera drástica para el PRI, que ya de
suyo –junto a la Presidencia- se atasca entre la percepción de corrupción,
inseguridad y los movimientos sociales que en su contra se fortalecen después
de tanto abuso, ineficiencia y de una ignorancia francamente ofensiva para México.
(SEMANARIO ZETA7 Destacados/ Adela
Navarro Bello /Miércoles, 29 Marzo, 2017 06:30 PM)
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