Saltillo, Coah.- La falta de
medidas de seguridad para el abordaje de pasajeros en la Central de Autobuses
de Saltillo y Torreón fue constatada por Zócalo durante un viaje realizado la
noche del viernes.
Una persona pudo introducir
un puño de llaves de metal y hasta una navaja suiza con un peso similar a un
revólver 38 especial, pasando por todos los filtros, sin que los objetos fueran
detectados.
Entre las fallas de seguridad
detectadas por Zócalo destaca el hecho de que las barras detectoras de metales
no funcionan. Además los guardias no revisan el equipaje y carecen de armamento
en caso de presentarse una contingencia.
Tanto la terminal de Saltillo
como la de Torreón carecen de máquinas de rayos X para verificar el contenido
del equipaje, además las líneas de camiones tienen subestaciones en las que los
pasajeros suben sin ser revisados por un guardia.
No existe la documentación de
equipaje como se hace en los aeropuertos y a las personas no se les pide
identificarse al momento de comprar los boletos.
RULETA RUSA LLAMADA VIAJE EN AUTOBÚS
El sonido de las llaves de
metal es evidente, así como el bulto que hacen en la bolsa del pantalón al estar
junto a una navaja, sin embargo, para el guardia de seguridad esto pasa
desapercibido. Tampoco la mochila es importante para él, parece más concentrado
en revisar que el boleto de autobús esté pagado y sea el andén de abordaje
correcto.
Las llaves pesan alrededor de
400 gramos, la navaja suiza 300, la cual es suficiente para amenazar e
intimidar a cualquier persona con ella. El peso de la navaja y las llaves es
similar al de un revólver .38 especial, que oscila entre los 800 y 900 gramos,
el tipo de arma más común con el que se cometen los asaltos a bordo de
autobuses de líneas comerciales.
Al llegar al andén, los
operadores de los camiones toman las maletas y las meten en el portaequipaje
sin revisarlo. Un protocolo distinto al del aeropuerto, donde el equipaje pasa
por una máquina de rayos x y en todo momento uno debe llevar una identificación
a la mano.
El viaje empieza en Saltillo,
el destino es Torreón. La misión: verificar las medidas de seguridad que hay en
las centrales de autobuses, las cuales son nulas.
VULNERABLE
Todo comienza desde el
momento en que se adquiere el boleto. La asistente de viaje sólo pregunta el
nombre sin pedir una identificación oficial, por lo que uno prácticamente puede
dar el nombre que sea.
Luego viene la elección del
asiento, el pago del boleto y el ticket de compra.
Pide que uno pase al andén
marcado para el abordaje y añade que hay que estar 20 minutos antes de la
salida. No comenta nada sobre el seguro de viajero ni las medidas de seguridad
durante el viaje.
En el ticket tampoco se aclara
la seguridad del viajero. En el reverso se hace referencia a diversas leyes y
normas mexicanas que avalan la remuneración económica que no exceda de 60
dólares si se pierde el equipaje durante el viaje, sin embargo, no menciona
nada en cuestión de asaltos o accidentes.
La rampa hacia el andén es
custodiada por un guardia de seguridad privada. Está desarmado. A diferencia de
las terminales aéreas, no hay una mesa para la revisión del equipaje, mucho
menos una máquina de rayos x.
Tiene una máquina detectora
de metales por la que el viajante debe pasar, pero el guardia no se asegura de
que la persona vació los bolsillos antes de pasar, aunque no es necesario, pues
el aparato no está encendido.
En la Central de Autobuses de
Saltillo hay dos rampas hacia los andenes y en ninguna de las dos funcionan los
detectores de metal. Las condiciones son similares, a pesar de la gran
afluencia de viajeros, sobre todo en las temporadas vacacionales, cuando
aumenta el flujo de personas.
Una vez pasado este “filtro”,
prácticamente estás del otro lado, ya no hay revisiones ni detectores de metal.
El camión de la línea Omnibus con destino a Torreón está a punto de salir. El
conductor toma el boleto y sólo verifica la corrida.
Las llaves y la navaja siguen
siendo evidentes en la bolsa del pantalón, pero nadie advierte su presencia. Al
abordar, recorro el pasillo hasta los asientos finales, el 35, desde donde se
ve la totalidad del autobús.
El chofer cierra la puerta y
se aísla en su cabina de conductor. Una película se proyecta en las pantallas
para entretener a las no más de 20 personas que viajan dispersas entre los
asientos. Pocos respetan el lugar que les asignaron.
EL VIAJE
Arranca el autobús. Si fuera
un avión, la asistente habría indicado las condiciones del viaje y solicitado a
los pasajeros ponerse los cinturones de seguridad, pero éste es un autobús, no
hay asistente y el conductor sólo se concentra en manejar.
Pasan varios minutos sobre el
bulevar principal de Saltillo. A pesar de que la salida a la carretera Torreón
está al poniente de la ciudad, el camión se dirige al oriente, donde en la
Central de Abastos hay una subestación de la línea de autobuses.
Esta es la última parada que
hace el camión antes de salir a carretera. Si las medidas de seguridad son
pocas en la Central, en la subestación son prácticamente nulas, pues no hay
barras detectoras de metales ni guardias de seguridad.
Mientras el chofer etiqueta
el equipaje de los últimos pasajeros, un hombre se pasea entre los asientos
ofreciendo frituras y botana.
Carga en una caja de cartón
bolsas de cacahuates y papas fritas. Diez pesos es lo que cuesta cada una.
Nadie lo revisa, camina libre por el autobús, incluso algunos pasajeros se
sorprenden cuando aquel hombre les ofrece lo que vende.
El autobús toma el periférico
Luis Echeverría hacia el poniente e ingresa a la carretera a Torreón. En el
camino, varias personas hacen señas para que se detenga el camión, pero el
conductor los ignora. El transcurso es tranquilo, algunos pasajeros descansan
en sus asientos, otros ven la película y otros más revisan sus celulares.
La única vez que el autobús
se detiene es en la caseta de cobro de la autopista Saltillo-Torreón. Pasan
tres horas y el camión recorre ya la zona urbana de la Perla de La Laguna. Se
detiene frente al cuartel militar de esta ciudad y dos personas bajan con
autorización del operador. Fue la única concesión que hizo durante el camino.
EL ‘ALIVIO’ DE LLEGAR
Al llegar a la Central de
Autobuses de Torreón, las personas abandonan el camión y salen por las rampas
de ascenso y descenso.
Condiciones similares en
cuestiones de seguridad se perciben en la terminal de Torreón; los guardias
tampoco revisan a los pasajeros ni el equipaje.
El recorrido de regreso a
Saltillo transcurrió en las mismas circunstancias. Durante el viaje no se pudo
percibir la presencia de elementos de la Policía Federal, ni de retenes de
revisión.
Finalmente las llaves y la
navaja viajaron en el bolsillo de un pasajero sin que nadie las pudiera
encontrar. Burlaron los filtros de seguridad de las terminales de autobuses con
más afluencia de pasajeros en el estado.
ANTECEDENTES
» El 24 de mayo pasado dos personas
murieron a bordo de un autobús cuando éste fue asaltado por un par de
delincuentes a la altura del ejido Paila, sobre la carretera a Torreón. Una de
las víctimas fue uno de los ladrones y la otra un padre de familia.
» En la Región Sureste se han registrado
cinco asaltos a autobuses en los últimos dos años. Tres fueron en el tramo
Derramadero-Huachichil, sobre la carretera 57; dos sobre la carretera a Torreón
y uno más en la carretera Zacatecas-Saltillo.
» En las últimas semanas se han
registrado varios asaltos a camiones de pasajeros sobre las carreteras del
país. El ocurrido sobre la autopista México-Querétaro derivó en la violación de
una pasajera.
(ZOCALO/ LUIS DURÓN/ 26/06/2016 - 05:00
PM)
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