Nadie, de los ex funcionarios
del padrecismo que han desfilado por el tétrico pasillo de la Fiscalía Especial
Anticorrupción, había llegado y salido tan nervioso, tan desencajado, tan
preocupado como el ex secretario de Salud, Bernardo Campillo García.
Atrás quedó la altanería y la
soberbia; la arrogancia que lo caracterizaba cuando estaba en funciones; la
alegría y el desparpajo con que solía presumir sus aficiones por los caballos
pura sangre y su ropa de marca. En el frío edificio de la Fiscalía Especial,
Campillo era un manojo de nervios. Era el rostro del miedo.
Llegó 5 minutos antes a su
cita, que era a las 11: 00 horas, acompañado de su abogado, Carlos López. En su
rostro, la sonrisa nerviosa y en sus palabras, las mismas que otros han
repetido al llegar allí: no sabe si viene en calidad de testigo o indiciado; va
a conocer por qué se le cita, está tranquilo, etcétera.
Pero las palabras no
coinciden con sus expresiones. El lenguaje corporal, el nerviosismo lo
traicionan.
Trata de evadir a los
reporteros y va a sentarse a la pequeña sala de espera, donde toma unos lentes
que alguien dejó allí antes, se para y los entrega a las señoritas de
recepción. Regresa a sentarse. Toma una botella de agua semivacía y también la
entrega en recepción. Solicita una llena y regresa a sentarse. Toma una revista
en sus manos y la hojea viéndola sin mirarla. La revista tiembla junto con sus
manos, la mirada esquiva a los reporteros hasta que no puede evitar responder
algunas preguntas.
Su mandíbula inferior tiembla
también, como sus manos, como la revista. Eternos debieron parecerle esos
minutos en los que respondió con monosílabos y frases entrecortadas a los
cuestionamientos de los periodistas.
Luego es llamado para que
pase a la oficina donde deberá ser interrogado sobre asuntos que no fueron
revelados, pero se presume tienen que ver con un escandaloso desfalco en la
dependencia que estuvo a su cargo el sexenio pasado. Y quizá sobre el origen de
los recursos con los cuales hoy pasa lista entre los hombres acaudalados de
Sonora, con quienes comparte su pasión por hobbies caros, como la crianza de
caballos, las carreras, apuestas y demás.
Para acceder a los cubículos
donde se llevan a cabo los interrogatorios, hay que pasar una puerta de cristal
custodiada por dos agentes armados. Antes, hay unos compartimentos donde
cualquiera que pase debe dejar todo objeto de metal que lleve encima: monedas,
llaves, así como teléfonos celulares, libretas, plumas y cualquier otro objeto.
Una vez franqueada la puerta,
un guardia los revisa con un detector de metales y luego deben enfilar por un
largo, impersonal, frío pasillo que remite a la ‘milla verde’, aquel andador de
la novela de Stephen King que aludía con ese nombre al camino que debían
recorrer los sentenciados a muerte.
La escena del próspero ex
funcionario, elegante y de gustos refinados siendo ‘pasado a la báscula’, con
piernas y brazos abiertos mientras un policía lo revisa puede ser bastante
deprimente. Muchos pensamientos deben pasar por su mente en esos momentos. Del
pasado, del presente y del futuro.
La comparecencia dura poco
más de una hora. Campillo sale igual de desencajado, igual de hermético. Se
niega a revelar los motivos por los cuales está allí, dice que ni siquiera sabe
si fue citado en calidad de testigo o de indiciado, aunque se presume que, al
hacerse acompañar de su abogado, se trata del segundo caso.
Los reporteros de la fuente
recuerdan aquella tarde en que Jorge Morales Borbón, el ex secretario de
Comunicación Social de Guillermo Padrés pasó por esas mismas diligencias.
Recuerdan que al salir llevaba esa risa nerviosa con la que eludía preguntas, o
respondía con un “sepa”, cuando le preguntaban por los motivos que lo tenían
allí. Días después, fue aprehendido por agentes de la Policía Estatal
Investigadora y hasta ahora sigue preso en el Cereso 1 de Hermosillo, acusado
de extorsión.
Otros ex funcionarios, como
Roberto Romero López que también pasaron por estos protocolos en la Fiscalía,
se encuentran prófugos de la ley, o amparados.
Ninguno, de los que me ha
tocado ver en estas diligencias, había mostrado jamás tal nerviosismo, tal
incertidumbre como la que traía consigo Bernardo Campillo. Eso puede ser un
indicador de la gravedad de los casos por los que está siendo investigado.
II
En temas más amables, ayer
por la noche fue inaugurado el Festival del Pitic 2016, en la plaza Alonso
Vidal que lució pletórica. Miles de hermosillenses y visitantes llenaron la
explanada y el graderío para escuchar por casi dos horas al tenor español José
Carreras que escogió a Hermosillo como la única sede mexicana para su gira
internacional con la que anuncia su retiro de los escenarios.
Carreras, poseedor de un
impresionante currículum y una no menos reconocida trayectoria en el mundo de
la música, contó esta vez con la colaboración de la soprano hermosillense Elena
Rivera, y fueron acompañados por la Orquesta Filarmónica de Sonora y la
Camerata de Coahuila.
Hasta la noche fue cómplice
en esta velada excelente; el viento fresco, inusual para una noche de finales
del mayo hermosillense volvió todo aún más agradable para disfrutar de un
espectáculo musical que no se volverá a ver en México, nunca más.
A la inauguración asistieron,
desde luego, el alcalde de Hermosillo, Manuel Ignacio Acosta y su señora,
Martha Antúnez, y la gobernadora Claudia Pavlovich Arellano y su esposo Sergio
Torres. También estuvieron el secretario de Gobierno, Miguel Pompa Corella; el
delegado de Gobernación, Wenceslao Cota Montoya en representación del gobierno
federal; el secretario del Ayuntamiento Jorge Andrés Suilo Orozco y la
directora del IMCA, Margarita Torres Ibarra.
Inevitable, rememorar la
ausencia del ex gobernador Guillermo Padrés en las últimas ediciones de esta
festividad internacional, habida cuenta que en la edición 2013 fue abucheado de
fea manera por el público, que recién acababa de sufrir el revés del nuevo
impuesto a la tenencia vehicular, mejor conocido como COMUN, que a la postre
fue derogado después de una larga lucha ciudadana.
Después de aquel abucheo,
Padrés evitó siempre aparecer en público durante eventos masivos. Incluso, tuvo
que inaugurar el estadio de béisbol llenando la única parte del inmueble que
fue ocupada, con empleados de gobierno y acarreados de colonias populares. La
Serie del Caribe que acogió el nuevo estadio, nunca contó con la presencia del
ex gobernador, que hoy sigue a salto de mata, gastando millones de pesos en su
defensa legal, acusado de muchos delitos.
Esta vez, tanto el alcalde
como la gobernadora pasaron esa prueba de fuego que representa siempre una
multitud de miles de personas concentradas en la plaza pública. La respuesta de
la gente fue el aplauso.
Claro, es su primer año de
gobierno y el bono democrático se encuentra casi intacto. Aun así, hubo algunas
expresiones en redes sociales llamando al abucheo, lo que no sucedió.
Lo que sí hubo, en cambio,
fue una muy agradable velada disfrutando un espectáculo de primer mundo. El
Festival del Pitic comenzó bien.
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(DOSSIER POLITICO/ Arturo Soto Munguía
/2016-05-27)
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