Esta es la historia de la pirámide
espacial de Mundo Corona y sus encuentros con un ser de otra galaxia.
Quitzé Ferández
Ciudad de México, 6 de marzo
(SinEmbargo/Vanguardia).- Mundo Corona, un campesino que buscaba respuestas en
el resplandor de las estrellas, construyó una pirámide de piedra porque un
extraterrestre pidió un templo para poner a prueba su fe, aconsejándole: “…Que
ni los vientos ni los vendavales la muevan. Y que siempre esté erguida hacia
arriba, porque de arriba emanan todas las cosas buenas…”.
— Me acordé lo que decían los
indios de aquí, que los sacerdotes hablaban con los dioses, entonces pensé:
“Éste es un Dios de los que hablaban los indios”.
Pero la aparición entendió lo
que pensaba, respondiendo.
— No soy un Dios, soy un hombre
como tú, la misma importancia que tienes tú, la tengo yo. Yo te digo que el ser
que formó esta nebulosa, cuando hablaba nacían nuevos universos, al igual que
cuando hablas.
Mundo, un campesino delgado y
pequeñito, de piel tostada por el sol; entonces tenía 33 años de edad, acababa
de ser papá de una niña, y el hombre ese hablaba de muchas cosas que no
alcanzaba a comprender, llevándolo al lugar dónde había que levantar la
construcción.
— Así quiero que sea tu fe,
que esté siempre hacia lo alto. El templo tendrá forma de pirámide, y será de
piedra. Por eso quiero que tu fe jamás se vaya a quebrantar.
— ¿Y cómo te llamas?
— No te lo diré hasta que
tomes conciencia, hasta que entiendas. Muchos se burlarán, difamarán. Dirán:
“Fue una locura o una borrachera, fue una visión de este loco, o este
drogadicto”. Yo te digo que el nombre de una persona representa algo más que su
cuerpo, que su alma y su espíritu. Es la esencia que habita en el hombre. Un
día te diré mi nombre.
— ¿Y de dónde vienes?
— Por qué te preocupa tanto
de dónde vengo. Preocúpate por ti, pero te voy a decir. Vengo de la
constelación de Orión, de un lugar llamado Nefilin. Es un lugar 20 veces más
grande que la tierra. Hay mucha similitud con los seres humanos.
Fue así que Raymundo Salomón
Corona Villarreal, Mundo, un hombre nacido en una familia de campesinos,
conoció algo que no era de la tierra, empezando a construir una pirámide de
piedra de siete metros de altura en el ejido Pozuelos de Arriba, muy cerca de
Monclova, pero más cerca del municipio de Frontera, a diez kilómetros del
libramiento Carlos Salinas de Gortari, en el estado de Coahuila.
Y lejos, muy lejos del lugar
de donde venía la criatura que pidió observar detenidamente las estrellas
porque todas habían sido hechas para él.
Foto: Vanguardia
LA ENCOMIENDA
Los habitantes de Pozuelos de
Arriba habían tenido la oportunidad de observar aparatos voladores flotando en
el desierto, sobre las montañas; escondidos entre las nubes. De alguna manera
se habían acostumbrado a la presencia de bolas de fuego a las que llamaban
brujas. Una noche de noviembre de 1984, Mundo Corona estaba trabajando en el
pozo número 1 de SIMAS, un organismo para abastecer de agua a la región, donde
trabajó cuarenta años administrando bombas de agua.
La noche era de esas que
abundan por la zona, monótona,
sofocante; interrumpida por aullidos de coyotes y parpadeos de
luciérnagas. Escuchó que tocaban la puerta, preguntó: “¿Quién es? ¿Qué andan
haciendo?”.
Llegó a pensar que era un
vecino, alguien del pueblo que aventó la puerta de una patada. Era un hombre
alto, ojos color miel y cabello blanco que llegaba hasta el suelo; vestía una
túnica amarrada de una soga y pies descalzos. Sus primeras palabras fueron
tristes, reflexivas.
— ¿Tan pronto te olvidaste de
mí?
— ¿Quién eres? Si te hubiera
visto anteriormente jamás te hubiera olvidado. Tienes el cuerpo de un atleta,
además tu cara es de un hombre muy hermoso.
— ¿Tan pronto te olvidaste de
mí? ¿No recuerdas cuando nació tu niña?
Mundo recordó que era el
mismo hombre que había conocido en una pesadilla, y corrió asustado a través de
la noche, brincando piedras y esquivando matorrales. A cien metros de distancia
pensó en cuál era el motivo por el que corría ¿Tal vez se trataba de otra
pesadilla? Un mal sueño; una visión incoherente. Regresó al lugar, ahí estaba
él: esperando. Atónito tocaba brazos, rostro; piernas. Repetía: “…Es un sueño y
no he podido despertar…”.
— No estás soñando, no has
vivido la realidad tal y como ahora. No estás soñando. Vengo a pedirte un favor
— interrumpió.
— Yo te debo un favor, en esa
pesadilla me hiciste un gran favor.
— Quiero que construyas un
templo y su volumen total tendrá 108 metros, vas a calcular su altura y su
base, debe ser en forma de pirámide.
Mundo contó que fue criado
cuidando vacas y cabras, había estudiado hasta sexto año de primaria. Era algo
imposible lo que pedía porque implicaba cálculos matemáticos, planeación.
— Lo que no sepas,
pregúntalo, hasta el más inepto tiene algo que enseñarte. Pregúntate por qué se
mueven las hojas de los árboles. Un día vas a sacar de tu sistema genético un
conocimiento que has ido almacenando desde milenios de años. Yo te digo que eres como el propio universo.
No eres diferente. Conócete, de dónde vienes, por qué estás aquí. Lo que es más
importante, hacía dónde vas a ir.
Foto: Vanguardia
LA TIERRA ELEGIDA
En Frontera, una ciudad
pequeña donde las tolvaneras son parte del paisaje, Mundo Corona conoció a Alma
Rosa Valdés. La enamoró en esas noches cuando el viento que sopla ruboriza el
rostro. De vez en cuando iban a Pozuelos de Arriba, el que está después de
Pozuelos de Abajo, a platicar cobijados por la sombra de un árbol, o a mojar
las manos en alguna poza de agua cristalina.
Ahí, Ramón Corona y María
Teresa Villarreal, padres de Mundo, criaron ocho hombres y dos mujeres. Era un
lugar donde abundaban ojos de agua que abastecían a toda la Región Centro de
Coahuila, lentamente fueron desapareciendo hasta convertirlo en un páramo,
donde familiares de los 50 ejidatarios propietarios de la tierra, buscaron
casas en otras ciudades, para regresar sólo durante los temporales y trabajar
la tierra.
Mundo y Alma Rosa se casaron,
pese a la sequía sembraron árboles frutales, nogales, engordaron ganado y
construyeron una casa en un terreno de dos hectáreas de extensión. Después
Mundo entró a trabajar en las bombas de agua de SIMAS, y mudó su casa al centro
de Frontera, en la esquina de la plaza principal.
Imposible creer que ese
terreno duro floreciera algún día. Pero Mundo trabajó la tierra cuando sus
hijos Raymundo Román, Jesús Quetzalcóatl y Guadalupe Cuauhtémoc Atahualpa eran
pequeños, después nacerían Alma Rosa de Fátima, Cristal Irasema Salomé y María
Aglael, la primera piedra que cimentó para la pirámide.
LA SÚPLICA DEL MUNDO
Para el segundo semestre de
1983, Mundo Corona había pasado momentos complicados porque trabajaba de noche
en el pozo de agua, tenía que ordeñar el ganado antes que esclareciera el
mundo, cuidaba a sus hijos y Alma Rosa
estaba por dar nuevamente a luz. Las horas de sueño prácticamente no existían,
y comenzaba a ver a un hombre sentado arriba de una nube que lo llamaba por su
nombre.
Un nueve de noviembre su
esposa tuvo dolores de parto. La llevó a la Clínica del Seguro Social en
Frontera, y de alguna manera por fin tenía un momento de pausa esperando el
nacimiento de su hija. El sopor lentamente se apoderó de él en la sala de
urgencias, cerró los ojos y reconoció la habitación donde su esposa estaba
acostada. Al lado de ella, el cuerpo de una persona cubierta con una túnica
color negra. Cuando volteó su rostro era una calavera, decía que había llegado
por la mujer y la niña.
Mundo suplicó, se hincó para
que eso no sucediera, pedía que fuera él quien muriera. La calavera contestó
que no podía hacer nada, pero alguien que estaba arriba lo podría ayudar.
Observó una escalera que llegaba hasta las nubes, trepó corriendo y llegó hasta
una sala donde había un hombre sentado en una silla. A él rogó que lo ayudara,
el hombre contestó.
— Por qué pides necedades,
por qué no eres conforme con lo que debes ser, has de saber que lo que está
escrito, por algo está escrito.
A su derecha abrió una
puerta, salió una mujer vestida con una túnica color azul, traía en la cabeza
una cofia y emanaba una luz cegadora. Ella dijo: “Señor, perdónale”. El hombre
pensó varios minutos.
— Bueno, que así sea, pero no
te olvides de volver a pedir necedades. Vete con tu esposa, tu mujer va a tener
una niña y por nombre le pondrás Aglael. Y su madrina va a ser la muerte.
Al despertar se enteró que
estuvo varias horas inconsciente. Y a la 01:30 de la madrugada nació María
Aglael.
Foto: Vanguardia
EL QUE AMA LIBREMENTE
El mundo que habitaba Mundo
se estaba desmoronando. Muchos veían aparatos voladores en el cielo, pocos
creían sobre la existencia de una aparición de otra galaxia que exigía una
construcción de algo que ni siquiera conocían en el desierto norteño.
A menudo preguntaban cómo se
llamaba la aparición, quién era ese que hablaba del universo y sus estrellas.
En una de tantas visitas, el extraterrestre agarró una piedra del suelo, con
los dedos dibujó una forma parecida a una serpiente que no se quedó plasmada, y
pidió descifrar sus trazos. En el momento que lograra comprender, sabría su
nombre. Mundo sólo enseñaba la piedra a quien preguntara mayores detalles. Un
día, interrumpió.
— Ya no es necesario que me
digas tu nombre.
— Sé que ya sabes quién soy,
mis compañeros me llaman Herulayka: el que ama libremente, el que ama en
libertad, ese es mi nombre —respondió.
Entonces Mundo empezó a
contar de un Herulayca, proveniente de un lugar muy muy lejano llamado Nefilin,
perteneciente a constelación de Orión, de color cobrizo que se posaba en las
nubes, viajaba en una nave y pedía un templo con la forma de una pirámide.
En ese ir y venir de curiosos
en el tiempo, siete muchachos llegaron a Pozuelos de Arriba, y quedaron
maravillados por los relatos de Mundo Corona; por las luces en el cielo que
veían en la oscuridad.
— Todos tuvieron la
oportunidad de aprender, de buscar y ser alguien diferente. Buscábamos en el
infinito. No veíamos nada, más que las estrellas.
También alcanzaron a ver a un
hombre de ojos como de llamas de sol que se posaba en las nubes, y se
transportaba en una nave con cúpula de cristal y cuyo piso sólido se volvía
cristalino.
— Me gustaría que escucharas
a los que lo vieron, unos quedaron traumados. Le decían ‘El Gigante’, cada
quien lo miraba de acuerdo al estado de conciencia en que estaba, hubo unos que
me decían: ‘Tú cuando estás con él no hablas español, hablas en otra lengua que
no entendemos’. Yo no sé otra lengua más la que poco entiendo. Yo me crié
criando cabras y vacas. ‘No, están errados’, les decía.
LA APARICIÓN
Eran las once de la noche del
verano de 1988. Un grupo de ocho amigos, la mayoría estudiantes de la
preparatoria Justo Sierra, de Monclova, estaban escuchando los relatos de Mundo
Corona, desgranando maíz en las instalaciones del pozo de SIMAS.
Sólo había luz de luna,
ruidos de ramas al viento. Eso que parecía silencio fue interrumpido por una
voz clara, melódica, que se confundía con el aire: “…Raymundooo… Raymundooo…”
— Ustedes son privilegiados
porque van a ver lo que nadie ha visto —advirtió.
El cielo estaba nublado,
donde ahora está construida la pirámide había un palo clavado en la tierra
maciza. En lo alto de un poste estaba un hombre suspendido en el aire. Se escuchaba
como un enjambre de abejas encabronado.
— Herulayka era una persona
normal, cabello largo, barba, túnica y espada. Su navecita estaba escondida
detrás de las nubes — contó uno de esos muchachos de aquel entonces.
Él empezó a visitar Pozuelos
de Arriba porque salía con sus amigos a cazar conejos en una camioneta
desvencijada. El camino era de tierra suelta, en los pueblos de los alrededores
hablaban sobre naves extraterrestres en las cercanías.
— Teníamos 18 años, decían
que por allá se aparecían ovnis. Empezamos a hacer plática con Mundo, nos
hicimos amigos. Íbamos martes y sábados durante tres años. Nos hablaba de lo
que le contaba Herulayka. Mundo decía: ‘Cero cigarros, cero cerveza’. Antes
platicaba menos, decía que la gente es mala por naturaleza.
Pese a los años
transcurridos, sigue visitando Pozuelos de Arriba, ahora es un Policía Federal
en activo, su hermano, abogado mercantil, también lo acompañaba.
—Mundo me dejó pasmado porque
el señor tiene una vibra muy bonita. Llegábamos a las ocho de la noche y nos
íbamos a las dos de la madrugada. Cuando vimos a esa entidad llamada Herulayka,
estaba como flotando en el aire, no se le veía la cara. Estábamos todos muy
nerviosos, casi llorando. Mundo hablaba otra lengua.
En el grupo había un muchacho
que no creía en Mundo, más bien sólo creía en lo que sus ojos observaban. Esa
noche quedó atónito. Su vida cambió, de ser bromista y juguetón, se volvió
sombrío.
— A raíz de esta situación
tuvimos problemas en la escuela, con nuestros padres. Fue algo que estaba fuera
del alcance de nuestras mentes. Algunos quedaron trastornados. Siempre que
hablamos de eso cuando nos juntamos, se molestan, algunos agarraron el alcohol
para olvidar esos detalles.
Foto: Vanguardia
LA BÚSQUEDA
Cada jueves de cada semana
durante casi un año, José Antonio Muñoz Daniel, Profe Toño, y un grupo de
seguidores del Centro de Estudios Psicocibernética Esenios, un grupo de
curación a través de meditación, visitaron Pozuelos de Arriba.
— Nos cautivó porque el objetivo
de la pirámide es la curación. Habíamos agarrado de ir a hacer meditaciones.
Antes había un palo que le había marcado el ser de luz del que habla Raymundo,
el maestro Herulayka.
Profe Toño, un ingeniero
mecánico – eléctrico, con especialidad en mecatrónica, había tocado la puerta
de Esenios en 1986. Tenía 33 años y ganas de aprenderlo todo. Al tiempo llegó
un Mundo Corona que hablaba de un tal Herulayka que había aparecido en un aparato
volador para exigir un templo de adoración con forma de pirámide.
Y así fueron muchas veces,
hasta que Sergio González de la Garza, líder de Esenios, cuestionó: “¿Por qué
andan buscando lo que no han perdido? ¿Lo que ni siquiera han terminado de comprender?”.
Profe Toño caviló, pausando
por un tiempo las visitas a Pozuelos de Arriba. En 1994 murió su maestro Sergio
González de la Garza, abandonando las sesiones con Esenios, no la práctica de
la meditación. Un año después compró un terreno para construir un rancho en
Pozuelos.
Y pensar.
Meditar.
Aislarse del mundo; mas no de
Mundo.
Una tarde lo encontró en una
sesión con un grupo de gente. Ya habían empezado a construir la pirámide. Profe
Toño decidió desde aquel entonces servirle, ahora es quien mantiene en buen
estado el lugar donde está construida la pirámide, ubicada a un costado de un
camino de tierra, a un par de kilómetros de la entrada de Pozuelos de Arriba. A
su alrededor tiene seis capillas que forman una estrella, y un sistema de riego
para mantener los árboles frescos.
— ¿Ha visto a Herulayka?
— No lo vi físicamente, pero
me habló a través de Mundo, me dijo que habría de cuidarlo, que en otros
tiempos (otra vida) anduvimos juntos, que él se apoyaba mucho en mí. Tanto como
verlo, no, pero me habló a través de Mundo.
Una noche de octubre o
noviembre de 2010. Mundo y Profe Toño estaban en la pirámide cuando Mundo cayó
en trance. Luego una voz fuerte hablaba con mucha propiedad.
— Para empezar estaba todo
oscuro. No soy niño chiquito, no soy un fanático. Creí que era el Maestro
Herulayka, me pidió cosas que todavía no he logrado discernir bien.
— ¿Cómo qué cosas?
— Cosas que no te puedo
contar. No estoy autorizado.
— ¿Y Mundo también ha sido un
maestro para usted?
— …En cierta ocasión,
bromeando, le dije: ‘Ehh güey’, me contestó: ‘Respeta a tu maestro. Qué no
sabes con quién estás hablando’. Yo no sabía ni qué hacer. ¿Que si lo considero
un maestro?… Cuando baja el Maestro Herulayka a través de él… Sí.
EL MENSAJE
Herulayka dijo:
— No desesperes porque si un
día te encuentras solo, recuerda esto: Si dentro de un millón de años uno te
escuchara, eres como el propio diamante que esparce la luz del conocimiento. Lo
que queremos es que se den cuenta lo terrible que están haciendo en este lugar
llamado tierra, y que deben cuidar como a la niña de sus ojos porque les da lo
necesario para vivir. Deben estar conscientes que son una réplica de la tierra
y del universo entero. Todo esto que te he contado cuéntaselo a los demás. Es
necesario que el hombre sepa que está tomando por el camino errado, y están
tomando el conocimiento para crear armas.
Foto: Vanguardia
LA RECONSTRUCCIÓN DE LA TIERRA
Herulayka tomó la cabeza de
Mundo con la mano. Y Mundo tuvo una visión:
“…Hubo una guerra terrible
que me atormentaba. Algo se había salido de control, todos los átomos de las
especies, piedras, mar y polvo aumentaban temperaturas enormes. Esto arrasaba
todo a su paso, todo lo destruía. Y veía como la onda de calor quemaba a niños
y mujeres; veía cómo se retorcían; se les caían pedazos de carne. La tierra se
hizo como cuando se queman las montañas, toda la tierra se cubrió de humo y fue
una noche de muerte: Me puse a pensar: ‘Por qué no nos pusimos a ver el caos
que estábamos haciendo a la tierra, el sufrimiento’. En esa oscuridad veía
luces que se movían: eran hombres y mujeres desnudos. Venían otros de arriba,
bajaban y hablaban con ellos, se iban juntando y eran ríos de luces en la
oscuridad. Vi una porción de tierra que había quedado intacta: los hombres se
reproducían y reestructuraban la tierra, que tomó nuevamente su esplendor y su
formación hermosa. Vi que la tierra se llenó de gente, de lo alto venían
hombres volando. La gente los seguía como enjambres…”
— ¿Y hacía dónde van estos?
¿Por qué no les pasó nada? — Preguntó Mundo.
— Porque ellos tenían pleno
conocimiento. ¿Crees que puedas poblar todo? Yo te digo que el que hizo estas
cosas, cuando habla hace nuevos universos, todo es para ti, haz lo correcto.
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LAS PREGUNTAS SIN RESPUESTA
En su casa en Frontera, Mundo
Corona no tiene nada que le recuerde que
construyó una pirámide de piedra. No conserva planos ni fotografías ni
registros de la construcción, sólo habla de ella cuando va a trabajar a su
propiedad en Pozuelos de Arriba. Un día su esposa tiró todas las evidencias de
la construcción.
— Es como la fregada. Decía
que la gente me quitaba mucho tiempo: ‘Tú por andar con las viejas, no me
ayudas con la niña’. Nunca le pareció.
— ¿Y cuándo va a dejar
culminada su obra?
— Quisiera saberlo, mijo,
decían que las pirámides de Egipto tardaron 300 millones de años. La Pirámide
del Sol (México) nadie sabe cuántos años tardaron. Nadie sabe a dónde se
fueron. Yo te digo que ellos encontraron una puerta. No hemos terminado.
—¿A qué se refiere?
— El día que se den cuenta de
que la pirámide sirve para cortar el camino de un futuro próximo, muchos
vendrán a procrear hijos. Ustedes ya transportaron una imagen, ya se dieron
cuenta. Deben darse cuenta que ustedes son átomos. El hombre va a empezar a
buscar.
— ¿Ya no ha visto a este
hombre?
— No. No me preguntes esas
cosas.
— ¿Tiene planos?
— No, esos planos los tiene
el maestro. Es algo tan celoso que si los ves no los entenderías.
— ¿Por qué escogieron
Pozuelos de Arriba?
— Donde está la pirámide es
un vórtice de energía, se tiene que buscar, como el ombligo del hombre, los
ombligos donde se pueda explorar el universo. Está hecho por el cúmulo de
energía de la tierra.
— ¿Hay más gente?
— No es para juntarse. No es
para hacer una organización. No es para hacer una secta religiosa. Es una cosa
para el que escuche entienda y no pierda su tiempo juntándose con los demás.
— ¿Cree en Dios?
— No creer en Dios sería como
decir que no estás aquí. A mí me pasó lo mismo que a Ezequiel (profeta que
vaticinó la destrucción de Jerusalén y un nuevo comienzo).
— ¿Y los seis? ¿Cómo le
llamaremos? ¿Capillas?
— Tu dale nombre. Recuerda que eres libre y debes buscar dentro
de ti, abre tu corazón y tu mente, encontrarás que no sólo una vez la viste y
que en el correr del tiempo fuiste partícipe de muchas construcciones parecidas
a ésta. Si analizamos la historia, vamos
a encontrar que muchas veces las historias se repiten. Cada hombre debe ser
libre, y no someterse a la voluntad de los demás. Que no te digan: ‘Éste es el
camino’ ¡Encuéntralo! Así como cuando estuviste en el esperma, busca el camino
por el que habrás de seguir.
Foto: Vanguardia
DIOS
Atardece en Pozuelos de
Arriba, el lugar donde la gente llega y se va. Mundo recoge nueces del suelo,
el viento hace rugir las ramas a más de treinta metros de altura, se filtran
rayos de sol. Dos de sus dieciséis nietos (y dos bisnietos) juegan en el piso,
corren, gritan, ven el cielo a punto de cargarse de estrellas.
Y Mundo confía que en tres
ocasiones ha estado a punto de morir, la última por un cáncer que ha invadido
su cuerpo y lo tiene en constante chequeo médico.
— A veces en mis estados de
conciencia terminal me sentía alegre porque decía: ‘Lo que me dijo Herulayka no
se va a cumplir’. No hay cosa más terrible que la necedad del hombre, en su
soberbia que no mira al hacer las cosas.
Parece que Mundo va a volver
a contar de un tal Herulayka (así se llama uno de los nietos, hijo de María
Aglael), el que llegó de Nefilin y se posó en una nube; el que apareció una
noche sin luna y observó la tierra con ojos como de llamas de sol; y pidió una pirámide
de piedra de siete metros de altura en el desierto: en Pozuelos de Arriba, el
que está después de Pozuelos de Abajo.
… El viento interrumpe todo,
hojas caen de los árboles. Hay cierta humedad; destellos de insectos en la
oscuridad. Calma; algo que parece silencio.
— ¿Lo sientes? Es Dios quien
te está acariciando. Sólo quiero vivir lo que la vida me deje vivir. Papá
decía: “Que triste que vaya a morir porque apenas empiezo a entender la vida”.
(SIN EMBARGO.MX/ Redacción / marzo 6,
2016 - 15:56h)
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