La impunidad con la que se ha
manejado durante años Alberto Sentíes Palacio parece llegar a su fin. No por
iniciativa original de las autoridades, que en tres ocasiones vieron cómo libró
tres acusaciones de fraude y delincuencia organizada, sino porque un ciudadano
grabó el momento en que sus escoltas, molestos porque un conductor no abrió el
paso cuando su patrón, al volante de un Ferrari escarlata de seis millones de
pesos, lo amenazaron, golpearon y robaron sin importar que decenas de personas
atestiguaban sus delitos. Las autoridades de la Ciudad de México descongelaron
una de las tres averiguaciones que existen en contra de Sentíes Palacio que
descansan en el área de delitos financieros, e irán por él. El presunto delito
será co-autoría intelectual o, al menos, encubrimiento.
Sentíes Palacio pagará deudas
con la justicia que de no haber sido por la violencia de sus escoltas, a los
cuales soltó y avaló para que actuaran con fuerza, alevosía y ventaja contra un
ciudadano, seguirían sin ser saldadas. Sentíes Palacio es un financiero que se
ha especializado en recaudar recursos de fondos extranjeros para
inversionistas. Sin embargo, de acuerdo con las autoridades, ha incumplido sus
contratos y varias de las firmas involucradas lo han denunciado por fraude. Una
de las averiguaciones que se encontraban congeladas, regresó a la cocina con
una renovación de la denuncia, para que se proceda en su contra.
Podría no ser lo único por lo
que se le acuse. Dentro del Gobierno capitalino se analiza la posibilidad de que
se inicie una investigación por presuntos delitos financieros, por lo cual
podrían solicitarse órdenes para catear sus propiedades y, de ser necesario,
dar vista al SAT para que revise sus ingresos y determinen si hay violaciones
fiscales. Está claro que el Gobierno de Miguel Ángel Mancera quiere dar un
escarmiento público al cargarle la mano al empresario, aunque habría que
preguntarse primero porqué si había expedientes abiertos en su contra no se
actuó contra él; y segundo, porqué es un comportamiento natural de aquellos que
tienen dinero y se sienten con poder, que cuando se les confronta con un acto
de autoridad o les incomoda que alguien respire a su alrededor, actúan con
violencia y la convicción, a decir de sus actos, que no importa lo que hagan, nada
malo pasará con ellos.
El delincuente del Ferrari,
dicho de esta manera no por el caso que se le reactivará, sino por haber
presenciado un delito cometido por su equipo de seguridad sin haberlo impedido,
se comportó de esa forma porque seguramente no era la primera vez que lo
hacían. Su impasibilidad frente al delito cometido en su nombre –porque sus
escoltas agredieron a un automovilista porque no le cedió el paso-, sugieren
experiencias reiteradas. ¿O alguien bien nacido permitiría que su escolta interceptara
a un automovilista, que uno de ellos se bajara con una pistola, que rompiera un
vidrio del vehículo, amenazara al conductor, lo bajara a empellones, lo llevara
a un lugar apartado para golpearlo y después regresara a robarle su dinero y
pertenencias? Demasiadas violaciones en esta acción con exceso de fuerza para
que imperturbable esperara al volante de su auto deportivo que sus escoltas
finalizaran con su fechoría.
La impunidad es un mal
endémico en la sociedad mexicana. Hace escasas cinco semanas el Centro de
Estudios Sobre Impunidad y Justicia de la Universidad de Las Américas Puebla y
el Consejo Ciudadano de Seguridad y Justicia de Puebla, dieron a conocer el
Índice Global de Impunidad México 2016, que fue un recordatorio del atraso que
se vive en el país en materia de justicia. El documento mostró que de 59 países
que miden, México ocupó el penúltimo lugar de mayores niveles de impunidad. Los
datos que difundieron eran descorazonadores: solamente se denuncian 7 de cada
100 delitos cometidos desde 2013, que representa menos del 92.8%, por la
desconfianza con la autoridad y el sentir de pérdida de tiempo. Peor aún, más
del 99%, o visto de otra manera, menos del uno por ciento de los delitos en
México, son castigados.
¿Cómo no va a haber personajes
como Sentíes Palacio circulando por las calles del México hobbsiano? “Una
sociedad no puede confiarse en que los valores y principios de sus integrantes
son suficientes para garantizar una convivencia armónica y respetuosa”,
escribió en el prólogo del Índice Andrea Ambrogi Domínguez, presidente del
Consejo Ciudadano. “Es necesario asegurarse que las conductas antisociales de
los individuos sean sancionadas y que todos los miembros de la comunidad estén
conscientes de ello… Al constatar que pueden quebrantar la ley sin ningún
castigo, los delincuentes encuentran un aliciente para cometer sus ilícitos y
mantener el hábitat adecuado para subsistir”.
El caso del delincuente del
Ferrari es uno de los múltiples ejemplos cotidianos en México: no hubo valores
ni principios que garantizaran la convivencia respetuosa, ni confianza en la
autoridad –el afectado el viernes pasado prefirió ir a los medios por encima de
la autoridad-, y se constató que se quebrantó la ley sin castigo alguno. Sólo
la valentía de un ciudadano que grabó el momento de arbitrariedad y lo difundió
por las redes sociales obligó a actuar a las autoridades. Bueno, cuando menos
hasta ahora. Ya se verá si Sentíes Palacio, como tres veces antes, vuelve a
caminar hacia la libertad con lo que seguramente será su sonrisa del que puede
todo en la selva donde vive.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(EJECENTRAL/ COLUMNA “ESTRICTAMENTE PERSONAL” DE Raymundo Riva Palacio/16 DE MARZO 2016)
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