El capítulo más extraño en la
vida de Joaquín “El Chapo” Guzmán fue que buscara a una artista que ha
interpretado papeles de narcotraficante para proponerle que le hiciera una
película autobiográfica. No era el Guzmán metódico y retraído que no solía
establecer ninguna relación con los internos cuando estuvo recluido en el penal
del Altiplano tras su primera recaptura, ni generaba problemas. El misterio, de
acuerdo con la investigación, está apuntando en otra dirección. La película no
fue una idea de él, sino de la dirección del cártel del Pacífico, como parte de
la entronización pública de uno de los suyos, el narcotraficante más
emblemático desde el colombiano Pablo Escobar.
Este capítulo es extraño en
varias aristas. La más desconocida es cómo el involucramiento de varias de las
celebridades de Hollywood ha volteado los papeles entre México y Estados
Unidos, y las resistencias para que lleven a tribunales a una de las glorias de
la industria del entretenimiento, Sean Penn, ha colocado al Gobierno
estadunidense en el asiento que siempre había ocupado el mexicano, en una
posición defensiva, donde no quieren tocar al dos veces ganador de un premio
Oscar, que los llevó al extremo de poner en riesgo la recaptura de Guzmán
cuando pidieron al Gobierno mexicano que pospusiera la operación de los
comandos de la Marina para aprehenderlo en Tamazula, porque habría puesto en
peligro la vida del actor.
De acuerdo con funcionarios
estadunidenses, se podría argumentar que existen posibilidades de fincar
responsabilidades a Penn por haber utilizado un teléfono exclusivamente para
comunicarse con un criminal y negarse a revelar cómo llegó a Guzmán, que es por
lo que quiere que declare el Gobierno mexicano. Expertos legales en esa nación
consideran que no hay base alguna para perseguirlo, pero ante esa posibilidad,
el actor comenzó a elaborar una defensa –sugerida por sus abogados- en donde el
argumento es que fue a la sierra a entrevistar a Guzmán, por lo que está
amparado por la Primera Enmienda, que se refiere a la libertad de expresión. En
todo caso, no podría estar exento de revelar detalles de quiénes los llevaron a
ese encuentro. Veinticuatro periodistas han ido a la cárcel en Estados Unidos
por negarse a revelar sus fuentes de información, y uno más no periodista, pero
que hizo trabajo periodístico, pasó 5 meses en una prisión por negarse a dar
información sobre activistas de derechos animales a quienes había entrevistado.
Penn, según las
investigaciones mexicanas, sí estaba interesado en el proyecto de la película.
Su enlace con “El Chapo” se dio a través de la actriz Kate del Castillo, quien
al haber expresado su apoyo a Guzmán en forma pública y manifestado su rechazo
a instituciones y leyes, se convirtió en su puerta de entrada del cártel del
Pacífico a Hollywood. No se sabe aún cómo conoció a la señora Del Castillo para
pedirle su intermediación para hablar con Guzmán, aunque él dice que fue a
través de amigos comunes, que le comentaron de su relación con “El Chapo”.
El primer contacto de Guzmán
con la señora Del Castillo se dio a través de sus abogados, con quienes sostuvo
frecuentes diálogos a través de mensajes de texto. Una parte de ellos han sido
publicados por El Universal y Milenio, pero no son todos los que existen. En
las conversaciones escuchadas, que aún no se judicializan y por ello no forman
parte aún de la investigación de la PGR, aparecen varios nombres. El que
figuren en las conversaciones no significa que pudieran haber estado
involucrados o tuvieran relación con los abogados del criminal, como es el caso
del celebrado cineasta Martin Scorsese, uno de los nombres que se mencionaron
para dirigir la película.
El director de la película,
supieron las autoridades mexicanas hace meses, iba a ser Oliver Stone, ganador
de tres Oscar, cuya filmografía incluye varias cintas críticas del Gobierno de
Estados Unidos. La película, de acuerdo con funcionarios federales, tendría un
perfil crítico al Gobierno mexicano, aprovechando la imagen de Guzmán,
construida en buena parte por la revista estadunidense Forbes, que lo colocó en
su lista de los multimillonarios del mundo. El proyecto de la película del
Cártel del Pacífico, que contaba con el respaldo pleno del criminal, iba más
allá. Querían crear una marca. Incluso, su esposa Emma Coronel trató dos veces,
en forma infructuosa, de registrar la marca “Chapo” en el Instituto Nacional de
Propiedad Intelectual.
Hollywood era la puerta de
entrada a la inmortalidad en el imaginario colectivo. Su influencia y poder de
persuasión en el mundo iba a ser aprovechada por el cártel, para proyectar a
uno de sus jefes. Esa etapa está cerrada y el misterio del protagonismo de “El
Chapo” de alguna manera explicado. En cuanto a Hollywood, el caso no debiera
cerrarse, pero que el Gobierno mexicano logre que una de sus estrellas, Penn,
rinda cuentas por lo que hizo, se ve muy difícil. Este año hay elecciones
presidenciales en Estados Unidos, y la industria del entretenimiento es una
importante fuente de recursos para las campañas políticas, en particular para
el Partido Demócrata, que ha recolectado más de 80 millones de dólares de 1990
a 2016, sin contar los 46 millones de dólares que le ha dado Hollywood a
Hillary Clinton, la principal aspirante demócrata a la Casa Blanca. En cuanto a
la señora Del Castillo, en muchos sentidos, es otra historia.
(ZOCALO/ COLUMNA”ESTRICTAMENTE PERSONAL”
DE RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 22 DE ENERO 2016)
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