No son las primeras víctimas
y es casi seguro que tampoco las últimas. Ya se sabrá si el empresario Carlos
Humberto Barroso Ceceña, asesinado por elementos de la Armada de México en un
hotel de paso de Guamúchil, se entendía o no con el crimen organizado a través
de sus servicios profesionales. Lo cierto es que murió en una turbia operación
de la Marina, sumando este caso a muchos más en los que esta dependencia ha
estado involucrada, algunas de ellas con un propósito muy bien definido:
recapturar a Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, el Chapo.
Se supo, con antelación a los
hechos fatales, que la Armada le había solicitado al empresario que
inhabilitara las antenas que tiene ubicadas en la región con el propósito de
cortar las comunicaciones del jefe narco. Se desconoce si lo hizo o no. En un
episodio posterior, uno de sus empleados fue levantado, no se sabe por quiénes.
Luego pasó lo mismo con el empresario, según confirmaron las mismas
autoridades. Y aunque mantuvo comunicación con su familia, es un misterio en
calidad de qué se encontraba con malandrines a la hora de su muerte. Son cosas
que el tiempo irá aclarando. No la policía, también secuestrada por el hampa
desde los más altos niveles. Solo el tiempo y las verdades verdaderas que
emergen siempre sobre la turbiedad y mentiras institucionales.
El escueto mensaje de la
Marina sobre los hechos, a través de su cuenta de Twitter, refleja ese velo y
esa opacidad con que esta dependencia maneja sus asuntos. El hecho de que sean
una institución militar no los exime de la transparencia debida, en tanto
entidad pública y sujeto obligado: “Personal de la Armada de México, repele
agresión con armas de fuego en Guamúchil, Sinaloa. Cuatro agresores pierden la
vida”. Solo eso dijeron. Pero testimonios recogidos por Ríodoce en el lugar de
los hechos no refieren ningún enfrentamiento. Ni se aprecian huellas —heridos o
muertos de la otra parte, impactos de bala en la parte contraria, vehículos
dañados— de que hubo ahí una batalla. Los elementos de la Marina llegaron y atacaron
al grupo de cuatro que se encontraba en los cuartos 51 y 52 del motel, sin que
se tenga evidencia de que los hayan conminado a rendirse. Iban a matarlos y el
objetivo se cumplió. Sin distingos.
Como lo ha hecho siempre, la
Marina acaparó la escena del crimen. Los peritos de la procuraduría, también
como siempre, llegaron tarde y ya cuando los federales habían movido todo. Los
cuerpos, armas, utilería. Los vehículos. Nada dejaron como para que
científicamente se determinara qué pasó ahí. Se fueron y desde las sombras
enviaron un tuit lacónico que se resume en un aforismo algunas veces hasta
cobarde: “en defensa propia”.
Algo parecido dijeron cuando
asesinaron, en noviembre de 2014, en Eldorado, a un joven de 17años que viajaba
en motocicleta. Uno de los marinos le disparó a dos metros con su fusil cuando
el muchacho estaba tirado y herido de una pierna. Como a un perro. La CNDH
abrió una investigación pero nunca se supo nada. Ningún castigo.
Lo mismo argumentaron después
de que, hace un mes, dos policías municipales de Angostura los denunciaron por
haberlos torturado en el intento de involucrarlos con el crimen organizado.
Los abusos de esta
dependencia han quedado expuestos por decenas de crónicas y entrevistas en la
prensa. En las ciudades, en los pueblos, en la sierra. Y hasta ahora nadie les
ha puesto el alto. No se pueden esgrimir razones de Estado para convertir a una
institución de este talante en un cuerpo de asalto criminal. Ya: ni la búsqueda
del narcotraficante más poderoso de este país justifica tanto atropello a los
ciudadanos, a las leyes, a las instituciones mismas.
Al final de cuentas, tanto
abuso parece más bien un reflejo de su frustración. Al final de cuentas el
Chapo ya se les escapó dos veces de penales considerados de “máxima seguridad”.
Al final de cuentas puede ser que el capo se pasee en la ciudad de Culiacán o
haga fiestas en la sierra, conviva con sus familias y/o se entreviste con gente
importante. Al final de cuentas, la Marina, el exponente más visible de esta
búsqueda frenética, está cargando con el muerto que significa el fracaso. Al
final de cuentas, esta dependencia puede ser solo la cara ñoña de un gran
acuerdo cupular para que Joaquín Guzmán Loera nunca sea atrapado. Al final de
cuentas es muy probable que los que nalguean policías, cachetean sierreños y
matan a mansalva, no conozcan, ni por asomo, el verdadero trasfondo de esta
película.
Por lo pronto, ellos
representan la Ley. Y tienen con qué imponerse.
BOLA Y CADENA
EL PROBLEMA PARA EL GOBIERNO
federal es que una vez agotada la credibilidad del Ejército Mexicano, debiera
preocuparse más por la imagen de la Marina. No se pueden seguir echando las
instituciones a hogueras que todo lo consumen. So pena de pagar muy caro el
precio.
SENTIDO CONTRARIO
LA DESIGNACIÓN DEL CANDIDATO
del PRI a la gubernatura de Sinaloa se fue hasta enero del año entrante y esto
parece haber bajado dos o tres grados la calentura de los aspirantes. Por lo
menos públicamente. Porque, por abajo, nadie para.
HUMO NEGRO
POR EL CONTRARIO, LOS QUE
parece incrementaron los niveles de fuego son los grupos de narcotraficantes
que pululan en Culiacán. Las ejecuciones no cesan y ahora hasta miembros de las
prominentes familias de los narcos caen abatidos por pleitos domésticos. Cuidado.
Podemos estar en el umbral de una guerra tan funesta como la que se vivió a
partir de 2008 y que nadie quisiera ver repetida.
(RIODOCE/ Redacción/ 13 diciembre, 2015)
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