Dice la conseja
popular que ningún padre debería enterrar a un hijo; hoy día eso en México es
cuestión lamentablemente cotidiana. Y yendo más allá, producto de la barbarie
de los cárteles del narcotráfico y de las organizaciones criminales que gozan
de impunidad, ningún ser humano debería darle sepultura a un hueso y una muela
en calidad de únicos restos de un ser querido.
Es el caso, ya lo
sabe, de don Ezequiel Mora, padre de Alexander Mora Venancio, uno de los 43
normalistas desaparecidos con toda violencia e impunidad el 26 de septiembre de
2014 en Iguala, Guerrero. Un hueso, vaya y mejor descrito: el fragmento de un
hueso y una muela, de los restos localizados en bolsas de basura en Cocula,
Guerrero por peritos de la PGR y analizados por peritos de Australia, contenían
la genética de Alexander Mora Venancio, con lo que se convirtió en el primero
de los 43 en ser certificado muerto.
En entrevistas que
con todo y su inimaginable dolor concedió a los periodistas don Ezequiel Mora,
culpa, del horror que debió vivir su hijo y el resto de los 43 normalistas
desaparecidos, al Estado Mexicano y a quien en estos momentos lo encabeza, a
Enrique Peña Nieto, a Gobernadores y Alcaldes que son corruptos y delincuentes.
Su hijo tenía apenas 19 años y era de nuevo ingreso en la Normal Rural de
Ayotzinapa.
Para quienes gustan
de deslindar al Presidente Peña de las manifestaciones públicas ante el horror
de la violencia que viven muchísimas familias mexicanas, él es el jefe del
Estado Mexicano, y como tal tiene obligaciones y facultades para proveer la
tranquilidad y la seguridad de los gobernados. Tan es así, que pasó él mismo de
deslindarse en septiembre de la barbarie en Iguala, a practicar su
presidencialismo extremo y anunciar como una medida para acabar con los
crímenes, la corrupción y la impunidad, la disolución de cabildos, la
desaparición de las policías municipales y la intervención de la Federación en
ayuntamientos coludidos con los criminales o corruptos a más no poder.
Así como en el
pasado Felipe Calderón fue el culpable de la guerra contra el narcotráfico y su
terrible resultado de más de 83 mil ejecutados producto de la lucha entre
criminales y criminales, criminales contra Policías, y criminales contra
ciudadanos, hoy día Enrique Peña Nieto es el responsable de la seguridad en
México, del ejercicio del Estado de Derecho y de la erradicación de la
violencia y las organizaciones criminales. Sin deslindar responsabilidades, en
los primeros 23 meses de gobierno de Enrique Peña Nieto se contabilizan 41 mil
015 ejecutados. 41 mil 015 historias de muertos más que –es evidente- en su
mayoría no han tenido el impacto mediático que tienen los 43 desaparecidos de
Ayotzinapa, quizá porque fueron encontrados uno por uno, porque se les ubicó
como criminales a muchos de ellos, porque fueron localizados en fosas en
calidad de desconocidos, o porque su paso migrante por el territorio mexicano
concluyó en una región con la etiqueta de no identificado.
Las 41 mil 015
ejecuciones en los primeros 23 meses de Enrique Peña Nieto son el resultado de
una investigación periodística del Semanario ZETA en Tijuana, Baja California.
No somos nuevos en el terrible conteo, de hecho la suma de los asesinados la
inició el periódico cuando don Jesús Blancornelas (1936-2006) era el director
general. Cuando como periodista atestiguó la descomposición social tras el
fenómeno delictivo del narcotráfico.
La suma se hace a
partir de los reportes de homicidios dolosos, violentos, en las Procuradurías o
Fiscalías de los Estados, en los registros de las Secretarías de Seguridad o
las Comisiones de Seguridad de los Estados y en la base de datos municipal, también
los números del Sistema Nacional de Información, aun cuando particularmente en
el organismo federal los números no son claros y muchas víctimas de la
violencia del narcotráfico y el crimen organizado terminan en homicidios sin
datos.
Es evidente que con
41 mil 15 ejecuciones en los primeros 23 meses, Peña Nieto sobrepasará el
número registrado de enero del 2007 a octubre de 2012 por Felipe Calderón,
siendo este de 83 mil 196 ejecuciones en el sexenio. Si sumamos la estadística
federal de las dos últimas administraciones, la cifra no es menos alarmante. De
los seis años de Calderón y los dos de Peña, resultan 125 mil 879 ejecuciones.
La geografía del
crimen acaso ha cambiado de una administración federal a otro. Mientras con
Felipe Calderón Chihuahua fue el Estado que más ejecuciones cumuló, en lo que
va de este sexenio es el Estado de México el que cuenta mayor número de
ejecutados. Hoy día la estadística de las ejecuciones está así en sus primeros
diez sitios:
1.- Estado de México: 5 mil 450 ejecuciones.
2.- Guerrero: 3 mil 680.
3.- Chihuahua: 3 mil 357.
4.- Jalisco: 2 mil 650.
5.- Michoacán: 2 mil 649.
6.- Sinaloa: 2 mil 254.
7.- Tamaulipas: 1 mil 849.
8.- Distrito Federal: 1 mil 842.
9.- Baja California: 1 mil 612.
10.- Nuevo León: 1 mil 448.
Esta información fue
publicada en la última edición del Semanario ZETA, por los periodistas Enrique
Mendoza y Rosario Mosso Castro.
(http://zetatijuana.com/noticias/reportajez/13991/los-muertos-de-epn-41-mil-en-23-meses)
Mientras Felipe
Calderón Hinojosa le declaró la guerra al narcotráfico, Enrique Peña Nieto
quiere controlar los municipios y los Estados para enfrentar el fenómeno de la
violencia, es evidente que es una guerra también, pero lo es hacia el interior
del Estado Mexicano.
A dos años de haber
tomado posesión el presidente Enrique Peña está finalmente enfrentando el
problema; del discurso hueco de “Un México en Paz”, pasó a su decálogo de
acciones centralistas para controlar a municipios y estados. Hace unos días el jefe
de la oficina de la Presidencia de la República, Aurelio Nuño, aceptaría tal
escenario con su particular visión y versión, otorgada a periodistas del diario
español “El País”. Les dijo y así fue publicado:
“Nos faltó una
agenda más contundente en materia de seguridad y de Estado de Derecho. Nos
quedamos cortos. No vimos la dimensión del problema y la prioridad que debería
haber tenido…”, y justificó: “La responsabilidad de la herencia recibida es
enorme, pero es una herencia de muchas décadas. Pensar que es problema de un
Gobierno es no entender nada. Iguala es un problema estructural”.
En su justificación
de la incontenible inseguridad y violencia en México, Aurelio Nuño se lanzó
contra los críticos del gobierno peñista y se estranguló con sus palabras: “No
vamos a sustituir las reformas por actos teatrales con gran impacto, no nos
interesa crear ciclos mediáticos de éxito de 72 horas. Vamos a tener paciencia
en este ciclo nuevo de reformas. No vamos a ceder aunque la plaza pública pida
sangre y espectáculo ni a saciar el gusto de los articulistas. Serán las
instituciones las que nos saquen de la crisis, no las bravuconadas”.
Bravucón Aurelio
Nuño, despertó la crítica de ciudadanos –y articulistas- tanto como el llamado
que hizo el Presidente Peña precisamente en Guerrero, cuando dijo “Pido un
esfuerzo colectivo para que vayamos hacia delante y podamos realmente superar
este momento de dolor”, una frase probablemente bien intencionada pero
expresada en uno de los momentos más desafortunados para la justicia en México.
Los mexicanos para ir hacia adelante y superar, mínimo deberían tener justicia
en sus casos, asesinos en prisión, cuerpos en el cementerio, certeza jurídica
en ministerios públicos y determinación en los juzgados.
No sabemos si
funcionará la nueva estrategia de Peña, tendremos que esperar a que las
reformas se aprueben en las Cámaras y se apliquen en Estados y Municipios para
ver si hay una disminución de la inseguridad y la violencia, si hay más
funcionarios corruptos en la cárcel o retirados de la función pública por
investigación, y si los criminales terminan donde deben estar después de
perseguidos, que es en la prisión.
Lo que sí sabemos es
que cada día se cuentan más muertos, la violencia va subiendo de tono. Y los
casos de horror se cuentan por decenas. Así como el de Julio César Mondragón,
el normalista cuyo cuerpo fue localizado con la cabeza desollada, o el de
Alexander Mora Venancio, que fue identificado con lo único que quedo de su
humanidad, un fragmento de hueso y una muela.
(SEMANARIO
ZETA/ GENERALEZ/ ADELA NAVARRO BELLO / FOTOS. INTERNET/10 DE DICIEMBRE DEL 2014
A LAS 12:49:54)
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