Cuatro años
después, la historia se repite: el estallido de violencia que ocasionó en
Tamaulipas la división entre el Cártel del Golfo amenaza con propagarse a Nuevo
León como una onda expansiva
"Aquí no
existe ningún muro que nos proteja. 'Los límites son imaginarios y los bandidos
no los conocen'."
Comerciante
afectado
En General
Bravo todos los habitantes conocen El Punto, pero hasta hace poco, nadie
hablaba de él en este municipio del norte de Nuevo León
Amenaza el
resurgimiento de la ola de violencia que hundió a Nuevo León y al área
metropolitana de Monterrey en la peor crisis de inseguridad de toda su
historia, la cual irrumpió primero por los municipios del norte que colindan con
el estado de Tamaulipas.
Hace cuatro años
fracasó el blindaje anunciado por las autoridades estatales y federales para
intentar contener dentro de Tamaulipas los estragos de la guerra que provocó la
ruptura entre el Cártel del Golfo y su brazo armado, Los Zetas.
Simplemente, no fue
posible detenerlos.
Nuevo León y sus
municipios se convirtieron en zonas de guerra por la violenta disputa que
protagonizaron los cárteles de la droga en busca de dominar territorios.
La estela de horror
y dolor que provocó entre los
nuevoleoneses fue tan grande, que hoy sigue viva en la entidad.
Hoy, cuatro años
después, la historia se repite: el estallido de violencia que ocasionó en
Tamaulipas la división entre el Cártel del Golfo amenaza con propagarse a Nuevo
León como una onda expansiva.
Las autoridades
federales -una vez más- han intervenido en el estado tamaulipeco y el posible
“efecto cucaracha” mantiene atemorizados a los nuevoleoneses que viven en Los
Aldamas, Doctor Coss, General Bravo, Parás, Agualeguas y General Treviño.
Ellos saben que
están en la mira otra vez, como ya pasó antes.
Saben que el
infierno está a tan sólo unos metros de distancia, cruzando la línea divisoria
que separa a Nuevo León de Tamaulipas.
La carretera Miguel
Alemán-Los Aldamas es un pequeño camino que conecta Nuevo León con el estado de
Tamaulipas, cruzando el Río San Juan.
El paisaje que se
dibuja cuando se transita por esta vía es tan desolador como árido. Los grandes
ranchos ganaderos –alguna vez prósperos con sus cabezas de ganado- fueron
abandonados por sus dueños, que dejaron todo atrás, obligados por la violencia
desatada por el narcotráfico.
A veces se recorren
kilómetros sin cruzarse con algún alma por esta carretera, que ha sido testigo
de muchas historias de terror, desgarradoras.
“En esta curva le
cortaron el cuello a un muchacho”, recuerda uno de los lugareños.
“Su cabeza la
tiraron por ahí. El muchacho era bueno, pero se metió de radiero (vigilante del
narco) y no hizo su trabajo. Es lo que pasa cuando no haces bien tu chamba.
Ellos mismos te chingan”.
La carretera Miguel
Alemán-Los Aldamas era tierra de nadie, como casi todas las de la región.
También lo era la
Camargo-Peña Blanco, un caminito que comunica a Doctor Coss con este municipio,
ubicado en el epicentro de la llamada “Frontera Chica” tamaulipeca.
“¿Te acuerdas de La
Rana? ¿El del Casino Royale?”, pregunta curioso un poblador de Doctor Coss.
Carlos Alberto Oliva
Castillo, alias “La Rana”, fue una de las cabecillas de Los Zetas en Nuevo
León. Uno de los capos que ordenó el ataque al Casino Royale de Monterrey hace
cuatro años, donde murieron 52 personas en la capital de Nuevo León.
En Doctor Coss era
un secreto a voces que “La Rana” manejaba una empresa de transporte en este
municipio y que sus tráileres daban
servicio a Pemex.
Pero sus enemigos
del Cártel del Golfo se enteraron y una noche uno de los comandos del CDG
irrumpió en la empresa para prenderle fuego.
Ese día, más de 20
tráileres que estaban resguardados ardieron y las llamas duraron toda la noche.
Hoy, “La Rana” es
testigo protegido de la PGR, pero en Doctor Coss no lo olvidan.
GARITAS ABANDONADAS
Hasta no hace mucho
tiempo estos caminos eran intransitables.
Eran vías exclusivas
para los comandos de los cárteles de la droga que se disputan desde hace tiempo
el control del cruce fronterizo entre México y Estados Unidos, el más
importante de América Latina para el comercio.
A veces Los Zetas, en ocasiones sus rivales
del Cártel del Golfo, pero los dos grupos criminales instalaban retenes para
controlar la zona. Los hombres armados interrogaban a cualquiera que se atrevía
a transitar por estos caminos para controlar los accesos a Tamaulipas y las
salidas a Nuevo León.
Hasta el año pasado,
en el kilómetro 35 de la carretera Camargo-Peña Blanca, operó una garita en los
límites de Nuevo León y Tamaulipas.
El recinto fiscal
era administrado por el SAT y el Ejército Mexicano tenía instalado un retén
militar en ese punto.
Hoy, la aduana
fiscal está en ruinas. Sus ventanas rotas, el techo desmantelado y lo único que
está en pie son los sacos de arena con los que los soldados formaban sus
trincheras para poner sus ametralladoras.
En la fachada de la
aduana hay algunas huellas, probablemente de impactos de balas. En el interior
existen pintas con mensajes de los
cárteles de la droga.
“Mientras operó la
aduana siempre estuvo el retén. Pero ahora que se fueron los aduanales también
se fueron los soldados”, se queja un poblador de Doctor Coss.
“No entiendo cómo
hablan de blindajes y estas garitas están solas y abandonadas. ¿Por qué no se
instala aquí Fuerza Civil si son las entradas a Nuevo León por Tamaulipas?”.
Lo mismo ocurre en
la garita de Arcabuz, localizada en el kilómetro 50 de la carretera estatal
Miguel Alemán-Los Aldamas, en el municipio de Miguel Alemán, Tamaulipas, en los
límites con Nuevo León.
Lo único que sigue
de pie es el letrero que avisa a los viajeros que en ese punto termina Nuevo
León y principia Tamaulipas.
LA NUEVA GUERRA: ‘METROS’ CONTRA ‘ROJOS’
El cisma que se
presentó en la dirigencia del Cártel del Golfo provocó un recrudecimiento de la
violencia en el estado de Tamaulipas.
La guerra entre
“Metros” y “Rojos” ha vuelto a sembrar el terror con sus enfrentamientos en los
municipios de Reynosa, Camargo, Miguel Alemán, Díaz Ordaz, Río Bravo, que
conforman la llamada “Frontera chica” tamaulipeca.
Los pobladores de
los municipios de Nuevo León –que colindan con Tamaulipas– no viven preocupados
de que la inseguridad que afecta al estado vecino se propague como plaga hacia
este lado.
Ellos no viven
preocupados. Viven aterrorizados.
“Aquí no existe
ningún muro que nos proteja”, se lamenta un pequeño comerciante.
“Los límites son
imaginarios y los bandidos no los conocen”.
UN PUEBLO FANTASMA
Los Aldamas no
parece un pueblo espectral. Lo es.
No hace mucho tiempo
este pequeño municipio de Nuevo León, que colinda con la comunidad de Arcabuz,
ubicada en el municipio de Miguel Alemán, era famoso en la región por los
bailes que se organizaban en un auditorio que hoy luce triste y abandonado.
Las mujeres de este
lugar tenían fama de que eran buenas para el baile, pero mejor para las peleas.
Hoy Los Aldamas es
un pueblo que agoniza tras el paso de la ola violenta.
La gasolinera del
pueblo cerró por la inseguridad hace
tiempo y la gente que pudo irse a Estados Unidos huyó, para no regresar nunca a
sus casas.
El Depósito “La
Flawis” nunca más abrió desde que la dueña fue levantada por un grupo del
crimen organizado.
“Nunca más se supo nada de ella”, dice un
poblador. “Nunca más apareció y jamás supimos de ella”.
Hoy la Policía
Municipal de Los Aldamas es un claro ejemplo de las corporaciones policiacas de
esta región de Nuevo León: simplemente no existe.
El cuartel policiaco
está cerrado con candado y en la ventana hay una hoja escrita con pluma pegada
al vidrio.
“En caso de
emergencia llamar a los teléfonos celulares 892-100-88-39 y 892-78-06
Emergencias Seguridad Pública Los Aldamas”.
LA BALACERA DE EL PUERTO
Las columnas de humo
se miraban a kilómetros.
Los habitantes de la
comunidad El Brasil, desde sus techos, contemplaban el incendio del Rancho El
Puerto, ubicado en el municipio de Doctor Coss.
La mañana del 26 de
abril de 2010, más de 100 elementos del 46 Batallón de Infantería del Ejército
Mexicano irrumpieron en el Rancho El Puerto, que había sido tomado por una
célula del Cártel de los Zetas.
La balacera duró más
de cuatro horas. Hubo estallidos de granadas y los militares contaron con apoyo
aéreo de dos helicópteros.
Ese día el Ejército
reportó que el enfrentamiento entre militares y criminales en El Puerto dejó un
saldo de cinco muertos.
Pero los lugareños
aseguran que en la batalla hubo más de 50 muertos.
“Fue una masacre.
Las cajas de las camionetas iban llenas de cuerpos”, recuerda uno de los
testigos.
Uno de los muertos,
que reportó el Ejército como sicario, en realidad se trataba de Jorge Antonio
Parral Rabadán, administrador de la caseta de cobro de Capufe en el municipio
de Camargo, Tamaulipas, quien había sido secuestrado dos días antes por este
grupo criminal.
Los integrantes de
Los Zetas se habían apropiado de este rancho ganadero, tras replegarse de un
enfrentamiento en Camargo. El grupo criminal llevaba consigo personas
secuestradas y cuerpos sin vida, presuntamente, de dos fiscales de la PGR.
Los criminales
secuestraron al dueño del rancho y a sus trabajadores. Los obligaron a
prepararles comida y lavarles la ropa durante dos días.
“Yo creo que eso los
avalentó y les salvó la vida”.
La balacera de El
Puerto nunca será olvidada por los pobladores de Doctor Coss. Pero tampoco por
el dueño del rancho. Ese día su propiedad quedó prácticamente en cenizas. Sus
tractores, la casa, sus herramientas.
El Gobierno Federal
le autorizó apoyos económicos para que se levantara una vez más. Era una
víctima más de la violencia que se vivió en el norte de Nuevo León.
Pero no para la PGR,
que trató de consignarlo en la investigación que abrió por los hechos ocurridos
en El Puerto.
Su delito: no haber
denunciado el despojo del rancho por los narcotraficantes.
“Usted fue cómplice
porque no denunció”, le dijeron los elementos del Ministerio Público Federal
que lo aprehendieron para llevarlo a la Ciudad de México, a la sede de la PGR,
para interrogarlo.
EL PUNTO
En General Bravo
todos los habitantes conocen El Punto, pero hasta hace poco, nadie hablaba de
él en este municipio del norte de Nuevo León.
Y es que una
indiscreción podía poner en riesgo la vida.
El Punto era un
terreno despoblado, localizado al norte de la cabecera de General Bravo, donde
al jefe le gustaba reunirse con sus pistoleros para tener fiestas y pachangas.
Muchos asistían como
invitados, comenzando por los policías municipales de toda la región del norte
de Nuevo León.
El Punto, sobre
todo, era un lugar estratégico.
Ubicado a un lado
del Río San Juan, desde ahí se podía vigilar la Autopista Monterrey-Reynosa y
percatarse si llegaban los convoys del Ejército.
Hoy, en El Punto es
un lugar solitario que casi nadie visita.
Muy cerca de ahí,
Fuerza Civil construyó hace unos meses su punto fijo de vigilancia en el
municipio de General Bravo.
(REPORTE
INDIGO/ César Cepeda / Miércoles 25 de junio de 2014)
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