La matanza de San Fernando, Tamaulipas, en la que mataron a 72 migrantes, fue un mensaje para los coyotes que no quieran pagar al grupo criminal; masacran por intimidación, revela un reporte divulgado por InsightCrime
CIUDAD DE MÉXICO, 5 de mayo.- Las masacres de migrantes cometidas por Los Zetas fueron básicamente un mensaje a los coyotes y traficantes de personas de pagar tributo a la pandilla de criminales o atenerse a las consecuencias.
“Migrar por México tiene tarifa, y la cobran Los Zetas, indicó un reportaje de la publicación virtual salvadoreña El Faro, divulgada por la organización InsightCrime, basada en Washington.
“Los coyotes o migrantes que quieran burlar ese peaje se
enfrentarán a esos ‘cavernícolas’ ¿Qué manera más poderosa de
demostrarlo que 72 cadáveres apilados en un gusano de colores tristes?”,
se preguntó Óscar Martínez, el autor del artículo.
“Todo parece adquirir lógica cuando se piensa que Los Zetas pretendían consolidar un mensaje entre los coyotes
y los migrantes”, añadió al subrayar que las masacres de migrantes en
México, en las rutas hacia Estados Unidos, serían la fórmula para
cambiar los códigos de conducta en ese mundo.
De acuerdo con el reportaje, El Faro pudo reconstruir
algunos hechos en el lado salvadoreño, incluso el que el hombre que
guiaba a seis de los migrantes salvadoreños, Érick Francisco Escobar, se
gastó en cocaína para uso personal buena parte del dinero del adelanto
que le habían pagado.
Ese dinero hubiera servido para pagar el impuesto de Los Zetas, de acuerdo con el informe.
El texto cuestionó la idea, adelantada en su momento por las
autoridades mexicanas, de que la masacre de San Fernando, descubierta el
23 de agosto de 2010, fue porque los 72 migrantes muertos habían
rehusado incorporarse a Los Zetas.
“La historia de los seis migrantes salvadoreños que acabaron asesinados, que se supone pagaron por el pequeño detalle de que su coyote decidió consumir más cocaína y alcohol del que podía financiar, habla de otra lógica”, apuntó el texto.
El ecuatoriano Luis Freddy Lala Pomadilla, quien sobrevivió herido a la matanza cuando Los Zetas lo dieron por muerto y fue quien alertó a las autoridades mexicanas, declaró ante las autoridades que Los Zetas
preguntaron a sus prisioneros si alguno quería sumarse a ellos; un
joven levantó la mano y dijo que sí, “pero igual lo mataron”, relató.
“El que no paga, no pasa”, reiteró el texto.
La matanza en el municipio de San Fernando puso al descubierto
una banda de traficantes de personas en El Salvador, encabezada según el
reportaje por Carlos Teos, que era ejecutivo de un equipo de futbol
profesional y de autobuses de pasajeros.
A pesar de testimonios en su contra, Teos y Escobar fueron absueltos
por un juez suplente en San Salvador. La fiscalía interpuso un
recurso y espera que la Sala de lo Penal revierta el fallo y se abra un
nuevo juicio.
Pero tal vez como colofón al reportaje, el mismo texto consignó que
“lo único que queda de los familiares de las víctimas, es el testimonio
que ya rindieron” pues quienes declararon recibieron amenazas
telefónicas.
“A todos les dijeron que los iban a desaparecer, a asesinar,
relataron a las fiscales antes de largarse de sus casas hacia otro
lugar”, consignó.
“La organización más violenta”
Una investigación para la Universidad de Guerra de EU subraya el nivel de sadismo de Los Zetas.
Los Zetas desertaron a fines de los 90 de las fuerzas de
élite de México, conocidas como el Grupo Aeromóvil de Fuerzas
Especiales. Los sueldos más altos, el acceso a drogas y la mejor
alimentación convencieron a 31 convenencieros de color kaki a convertirse en guardaespaldas de Osiel Cárdenas Guillén, jefe del cártel del Golfo establecido en Matamoros, Tamaulipas.
Cárdenas adquirió el sobrenombre de El Mataamigos porque
ordenó que sus sicarios persiguieran y ejecutaran a enemigos reales o
imaginarios de quienes sospechaba que estaban planeando su muerte. A
pesar de que Los Zetas, duros como clavos, formaron círculos de
protección en torno a su jefe, un informante reveló su paradero. La
traición permitió que los militares capturaran al narcotraficante el 14
de marzo de 2003.
Ezequiel Tony Tormenta y Eduardo Costilla, El Cos,
integrantes de la troika que tomaba las decisiones, estaban
desorientados, y con mayor razón debido a que cayeron bajo el ataque del
cártel de Sinaloa, encabezado por Joaquín El Chapo Guzmán Loera. Al
ayudar a defenderse de los invasores, Heriberto Lazcano Lazcano, El Lazca, emergió como el jefe de Los Zetas, quienes,
como en una estructura de Frankensteins, gradualmente enfilaron su
venganza contra sus amos del cártel del Golfo. Luego entraron en
alianzas situacionales con la organización rival de los Beltrán Leyva,
ex aliados del poderoso cártel de Sinaloa. Con una mezcla de éxitos y
fracasos estos paramilitares trataron de importar cocaína de Colombia.
Gracias a la instrucción que recibieron de los exkaibiles, comandos extremos del ejército guatemalteco, Los Zetas emprendieron
la carnicería de sus víctimas con énfasis en las decapitaciones, en las
castraciones y en desollar los cuerpos. Un estudiante especialmente
apto en estas técnicas macabras fue Miguel Ángel Treviño Morales, El 40, quien al igual que El Lazca mostró
las características de un desorden de personalidad sádico. Esta sicosis
involucra la agresión, la manipulación y el “enfrascarse” en la
manipulación y aplicación de sufrimientos inenarrables a los demás.
Al igual que el dominante cártel de Sinaloa, los narcotraficantes
tradicionales de México pusieron el énfasis en el aspecto económico de
su negocio. Y con excepción de El Mataamigos”, el cártel del Golfo también puso las utilidades por encima del derramamiento gratuito de sangre. La tendencia creciente de Los Zetas para actuar con brutalidad contra sus víctimas fue malo para el negocio y además crispó las relaciones entre El Golfo y Los Zetas.
Cárdenas Guillén nunca enseñó a Los Zetas el negocio de la
droga. Mientras intentaban importar narcóticos siguieron forjando su
reputación como la más cruel, la más ágil, la más intolerable agrupación
criminal del continente americano.
Para asegurarse de una amplia cobertura en la prensa escrita y
electrónica, estos decapitaban a múltiples enemigos y acomodaban sus
cuerpos de manera conveniente para los camarógrafos de TV y los
fotógrafos de los diarios. En diciembre de 2008, Los Zetas capturaron
y ejecutaron a ocho oficiales del ejército y soldados rasos en
Guerrero. Las imágenes de los cadáveres sin cabeza que yacían uno al
lado del otro corrieron como pólvora por todo el mundo a través de la
televisión y de YouTube.
Los Zetas también se hicieron adeptos a usar Google,
Facebook, Twitter y otras redes sociales para alertar a las autoridades y
al público en general de su despiadada brutalidad.
Se hicieron maestros en la preparación de un “guiso” o estofado. La
simple receta implicaba meter a un niño o a un adulto dentro de una olla
para cocinar cerdos, en realidad un barril de petróleo de 208 litros,
rociarlo con gasolina y poner a cocinar a su víctima. En julio de 2009
asaltaron la casa del jefe de la policía de Veracruz y en un lapso de 5
minutos se abrieron paso a balazos hasta el interior de la casa y
mataron al jefe de policía, a su esposa, a su hijo y a un policía.
Entonces prendieron fuego a la residencia incinerando a los tres hijos
pequeños que quedaban con vida, eran tres niñas.
No es de sorprender que la Casa Blanca los haya etiquetado como una
amenaza global comparable a la Camorra, la sociedad secreta del sur de
Italia, a la mafia Yakuza de Japón, y al Círculo de los Hermanos de
Europa del Este.
Su brutalidad es tal que desalienta a los desertores e, irónicamente,
ayuda al reclutamiento de jóvenes que gravitan hacia la pandilla de
bandoleros más cruel del país.
Los Infantes de Marina de México, una rama de la armada, han
eliminado del escenario a los líderes dominantes de esta pandilla: a El Lazca lo mataron el 7 de octubre de 2012 y también detuvieron a El 40 Treviño Morales el 15 de julio de 2013. Y como secuela de estas acciones, los cada vez más balcanizados y crueles zetas han asumido un perfil más bajo.
Hombres y mujeres más jóvenes, con frecuencia desconocidos para los
agentes de la ley, usan aún la reputación de la organización para sus
objetivos.
Esta imagen ha facilitado que se diversifiquen en empresas criminales
que incluyen la extorsión, las ejecuciones a sueldo, los secuestros, la
trata de personas, los préstamos impagables, el contrabando, el lavado
de dinero, el tráfico de armas y el robo de hidrocarburos a Pemex.
(EXCELSIOR/ José Carreño Figueras/ 05/05/2014 07:04)
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