Tijuana, Baja
California ─ Francisco sintió que se le salía el
corazón, el rostro se le puso pálido y se cubrió de sudor. No le dio miedo,
pero no supo cómo reaccionar cuando la mirada, de El José, otro jovencito del
pueblo, resbaló sobre él.
—¡Si no te metes
ahorita, de todos modos te vas a meter a huevo, y sin armas!
Pancho se mantuvo de
pie y protestó que nadie podía obligarlo. No se arriesgaría a perder la vida
“así por no´más”, además nunca había tomado un arma; no podría disparar, menos
matar.
Sus ocupaciones eran
otras: estudiaba el tercer año en la preparatoria Lázaro Cárdenas, del poblado
El Montoso en Tapalcatepec, Michoacán; recientemente Berenice le había
respondido que sí quería ser su novia, y por las tardes le gustaba nadar en el
río o ayudar en la recolección del limón.
A Pancho, quien
apenas cumplía 15 años de edad, esa tarde de mayo le advirtieron que no podía
andar por el rancho tan a gusto, mientras otros se “partían la madre” desde las
trincheras. El recado fue claro: “te unes o te vas. Huyes, traidor”.
El José fue uno de
los jóvenes que se unió al grupo de ganaderos de Tepalcatepec, limoneros y
jornaleros de Buenavista, que se “levantaron en armas” contra Los Templarios en
febrero de 2013.
“Querían que me
uniera a la fuerza, a los grupos de autodefensa que se formaron contra Los
Templarios. Me ofrecieron 300 pesos por cuidar los ranchos de noche”, platica.
A partir de ese día comenzaron los hostigamientos por parte de líderes de estos
grupos.
Si lo encontraban en
la calle lo acosaban y hasta le hacían “visitas” a su casa. Así que en julio,
harto, decidió entrarle. Le entregaron una vieja escopeta calibre 12 y lo
pusieron de “punta” en Tepalcatitlan para que gritara si veía venir a Los
Templarios. “Nunca lo volví a hacer, no era para mi”.
Pancho aún tiene la
voz de niño. Es rellenito y dice que tiene 15, pero luce más grande; debe estar
cansado, viajó dos días y dos noches en camión, de Michoacán a Tijuana.
Junto con su pequeño
hermano y sus padres, salió huyendo de Tepalcatitlán debido a las amenazas que
dijeron sufrir por parte de líderes de las autodefensas. Denuncian, que ante la
negativa de cooperar con el movimiento, secuestraron a su papá; los acusaron de
traición y finalmente los amenazaron de muerte.
Vive en un albergue
para niños migrantes en Tijuana, uno de los refugios fronterizos donde han
llegado cientos de familias que escaparon de los daños colaterales en
Michoacán, que están generado los enfrentamientos entre autodefensas y Los
Templarios; entre ellos el reclutamiento forzado.
CONTRA “LOS TEMPLARIOS”
Ella llora mientras
mantiene en sus manos un periódico que narra lo que pasó el 11 de enero del
2014. “Apatzingán en llamas”, se lee. La voz se le quiebra a esta michoacana;
es la madre de Pancho.
“Estoy aquí porque
ahora que empezó la otra organización contra Los Caballeros Templarios, según
se dijo que se iban a limpiar la violencia, iban a sacar a la gente mala. Y sí
están sacando a esa gente, pero ahora que están obteniendo más poder, ya están
abusando, ya obligan a que un miembro de cada familia participe con ellos”.
Todo comenzó rápido.
A unos días de que se formó el primer grupo de autodefensa; hicieron una
“visita de cortesía y te invitan a participar en la organización. Si te niegas
vienen las amenazas”.
“Me dijeron que se
tenía que hacer más grande la organización que si mi esposo y mi hijo de 15
años no se unían nos iban a sacar del pueblo, fuimos a hablar con los jefes y
nos dijeron que teníamos que dar una cooperación”, narró.
La familia González
siempre se había dedicado a la siembra y recolección del limón. Las ganancias
eran pocas. Vivían en una pequeña casa de madera cubierta con lonas de
plástico. De su ingreso semanal debían destinar obligatoriamente 200 pesos para
las autodefensas.
Antes los
extorsionaban Los Templarios, ahora los comunitarios, lamenta, aunque asegura
que quienes los amenazaron son de esos a los que llaman Los perdonados, ex
Caballeros Templarios metidos de comuneros.
La pesadilla comenzó
a principios de año. A las ocho de la noche de un día de enero irrumpieron en
su casa integrantes de las autodefensas de Tepalcatitlán. Habría un
enfrentamiento en Los Reyes y necesitaban reclutar gente. A su esposo Noé, le
advirtieron que tenía que mandar a uno de sus hijos. Pancho tenía 15 años y
Saúl 10.
Cuenta la mujer que
se negaron de inmediato, entonces a mentadas de madre y patadas, echaron en una
camioneta a su marido. Lo obligaron a entregar su celular y una arma que usaba
para la caza. “Contribución para El Abuelo”, presunto cabecilla en Tepalcatepec
de las autodefensas, explica la mamá de Pancho.
Luego de mantenerlo
secuestrado unas horas, lo liberaron condicionado: tendrían que abandonar el
rancho en una hora “por traidores”, de lo contrario todos se morían. El 19 de
enero salieron de su pueblo en la comunidad de El Montoso. Para el 20 estaban
en La Ruana en busca de una carta, que les dijeron, les aseguraría el asilo
político en Estados Unidos.
EL CRIMEN TAMBIÉN RECLUTA
Alejandro tiene 17
años y Alfonso 15, son michoacanos. Viven desde hace más de una semana en otro
refugio para niños migrantes en Tijuana. No tienen a donde ir, vinieron en
busca del asilo político por la violencia en su estado.
Exponen que en el
pueblo les dijeron que con una carta que otorgaban en La Ruana, podrían
ingresar a Estados Unidos como refugiados. La muestran: la firma Ramón
Contreras, jefe de Tenencia de Felipe Carrillo Puerto, da fe que desde el 24 de
febrero están amenazados de muerte por el crimen organizado.
“Se está viviendo
una ola de violencia e inseguridad tanto en sus lugares de origen y carreteras
y hasta la fecha la situación no ha mejorado, por lo tanto me permito
recomendar para que le brinden el apoyo y protección a las personas que
solicitan”, dice la carta.
Alejandro fue
secuestrado el 7 de enero por Los Templarios, lo levantaron cuando salía de su
trabajo en Morelia. “Me aventaron allá por un lugar que se llama La Huacana, me
advirtieron que estaban reclutando y si me oponía me mataban por que estaban en
guerra”.
Durante tres días su
misión era montarse en los árboles y reportar la llegada del Ejercito o los
grupos de autodefensa.
“Me escapé, llegó el
Ejercito el 10 de enero, me fui corriendo por los cerros cuando se armó la
balacera”. Después del reclutamiento forzado decidió desplazarse con su papá
hasta Tijuana.
Alfonso, otro joven,
delgado, de ojos grandes y ceja poblada, lo mismo: desde los 10 años trabaja en
la recolección de limón. Dice que hace un par de semanas Los Templarios
llegaron a reclutarlos. Viajaron hasta la frontera por el temor de que los ex
templarios metidos en las autodefensas, o el cártel, los recluten a él o sus
dos hermanos.
ESPERAN ASILO POLÍTICO
Pancho, Alejando y
Alfonso no solo tienen en común el lugar de nacimiento, también comparten la
misma desgracia: llegaron con sus familias esperanzados en obtener asilo
político en Estados Unidos.
Acompañados por sus
familias viajaron carta en mano, se bajaron del camión y se presentaron en la
Garita Internacional de San Ysidro. Fueron detenidos en ese momento, por
personal del Departamento de Seguridad Nacional y deportados al día siguiente
por tratar de ingresar ilegalmente a ese país.
Todos viven en
refugios para migrantes en Tijuana, a la espera de que liberen a sus papás o
esposos. Ellos no fueron deportados y aún se encuentran en “detención” en ese
país, como parte de una investigación para corroborar sí califican al programa
de asilos políticos.
De acuerdo con el
proceso, la carta con la que los regresan a México establece una negativa de
asilo, pero no se les niega la entrada definitiva; sólo se queda la persona
responsable de la familia, a quien entrevistan e investigan las autoridades
estadounidenses para determinar si se les otorga el asilo político en ese país.
La Coalición Pro
Defensa del Migrante calcula que cerca de 400 cabezas de familia están
detenidas en un centro de procesamiento, pero el gobierno estadounidense no ha
revelado una cifra exacta.
Esmeralda Siu,
coordinadora de la organización, dice que es un fenómeno jamás visto en todos
los albergues de la ciudad.
Calculan que desde
diciembre llegan unos 20 niños y mujeres orginarios de Michoacán al día,
algunos con su carta en la mano. Serían unas mil 300 personas las que se han
refugiado en los albergues de la ciudad norteña, aún varados por que no pueden
regresar a su estado y tampoco ingresar a Estados Unidos.
(EL DIARIO,
EDICION JUAREZ/ El Universal | 2014-02-09 | 08:26)
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