LAS CHOAPAS, Ver. (proceso.com.mx).- En su travesía por territorio mexicano, cientos de migrantes centroamericanos sufren extorsiones, secuestros, robos y asaltos por parte integrantes de las organizaciones criminales Los Zetas y La Mara Salvatrucha.
Medio millar de migrantes, en su mayoría hondureños y guatemaltecos, viajan en el tren, en el llamado “monstruo de acero”.
Y
mientras los maquinistas de Ferrosur ensamblan las locomotoras y hacen
el cambio de vías, los inmigrantes piden limosna en el pueblo.
Posteriormente,
con unas cuantas monedas compran medio kilo de tortillas, una “soda”
grande que reparten entre su grupo y unos paquetes de galletas.
Sergio
Campos es un hondureño de 28 años proveniente del departamento de Colón
a quien se nota contrariado, molesto y temeroso. En Palenque, Chiapas
“los mareros” lo despojaron de mil pesos y de prendas de valor que traía
escondidas, enrolladas en ropa sucia dentro de su mochila.
Campos,
junto con su grupo, temen que en Tierra Blanca o Coatzacoalcos el
temido grupo de Los Zetas intente secuestrarlos o arrojarlos del tren al
descubrir que viajan sin dinero, como les ha sucedido a otros de sus
paisanos.
Es una breve parada de La Bestia en la estación
de Tanchocapa, el tren de ferrocarril, compuesto de más de 20 vagones,
va atestado de migrantes centroamericanos.
En un recorrido de 280
minutos, el armatoste los llevará a su próxima morada en Coatzacoalcos,
una ruta que en automóvil apenas superaría los 60 minutos.
Los
migrantes pernoctarán ahí, arrinconados bajo el puente Verde, tomarán un
breve descanso y buscarán en los próximos días continuar por la
peligrosa ruta de Tierra Blanca y Orizaba.
Desde La Técnica en
Palenque, Chiapas hasta Las Choapas, los migrantes han tenido que
sortear a la delincuencia, esconderse entre la maleza, adentrarse en el
pueblo o mezclarse con paisanos que ya pagaron “cuota” al crimen
organizado.
“Venimos 20, pero los 20 somos uno, tenemos que
cuidarnos entre todos, ya pagamos la ‘cuota’, pero ya no traemos dinero y
la comida la hemos racionado, apenas llevamos 12 días en suelo mexicano
y ya no vamos a permitir más extorsiones”, expresa Alexander, otro
hondureño que a bordo de La Bestia narra su viacrucis en suelo mexicano.
Hoy
se cumple el tercer día de la Misión de Observación de la Ruta
Migratoria. Además de los encargados del Albergue La 72 en Tenosique,
Tabasco, un contingente de la Secretaría de Seguridad Pública,
representantes de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, del Grupo
Beta del Instituto Nacional de Migración y periodistas acompañan estos
recorridos.
En el trayecto en los cruces de ferrocarril en Las
Choapas, Veracruz y en Villa Chontalpa Huamanguillo, en Tabasco, las
palabras que los migrantes centroamericanos utilizan para ilustrar su
travesía se multiplican en sus bocas hasta armar un periplo de verbos,
sustantivos y adjetivos comunes: robos, asaltos, secuestros, corrupción,
hambre, sed, injusticia, cero vigilancia, vigilancia de extraños,
“halconeo” y, sobre todo, mucho miedo.
Rubén Figueroa, integrante
del Movimiento Migrante Mesoamericano, dijo que la violencia y las
vejaciones en contra de migrantes entre el suelo tabasqueño y
veracruzano se intensificaron durante los gobiernos de Fidel Herrera
Beltrán y Javier Duarte de Ochoa, administraciones priistas en las
cuales se multiplicó la corrupción y la complicidad de las autoridades
con los delincuentes.
Huamanguillo, presa del miedo
La
Misión de Observación de la Ruta Migratoria seguirá su curso. El
próximo destino es la Villa Estación Chontalpa, en el municipio de
Huamanguillo, localidad rural que es parada obligatoria en el trayecto
de La Bestia.
En un modesto comedor, una veintena de
migrantes guatemaltecos y hondureños mata el tiempo jugando baraja y
tomando el fresco resguardados en los árboles; la presencia de la CNDH y
de los defensores de migrantes molesta a más de uno.
“Aquí no
quiero que tomen fotos, ni a mí, ni a mi carnal; yo nada debo, pero el
que corre riesgo es uno y ustedes se van”, dice un migrante hondureño a
quien después se le identificaría como “coyote” de sus propios
connacionales.
En los alrededores de las vías, dos mozalbetes se
desplazan velozmente, escondidos en dos vagones estacionados; reportan
cada uno de los movimientos de la caravana de activistas y defensores de
derechos humanos. Al ser descubiertos, emprenden la huida a toda prisa.
“En Huamanguillo no hay que hablar de más”, advierte una mujer que habita a las orillas de las vías del ferrocarril.
Asegura que “pasan muchas cosas” y la mejor manera de no sufrir agresiones es quedarse callada, “es mejor así”, apunta.
La
caravana de testimonios, documentación, exploración de campo para la
protección y salvaguarda de los derechos humanos de los migrantes
centroamericanos continuará este lunes, ahora en Palenque, Chiapas,
lugar considerado por los propios migrantes como una de las cunas de la
Mara Salvatrucha.
/ 26 de mayo de 2013)
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