Raymundo Riva Palacio
En su análisis del
28 de marzo, el vicepresidente de Análisis de la consultora Stratfor, Scott
Stewart, y su experimentado colaborador Tristan Reed, desmantelaron la idea de
que el gobierno de Enrique Peña Nieto, en su nuevo diseño de combate a la
violencia en México, decidiera pactar con los cárteles de la droga.
“Hay quienes se
aferran a la idea que Peña Nieto hará algún tipo de acuerdo con los cárteles y
regresar a la manera como sus predecesores en el PRI solían lidiar con los
cárteles y acomodarlos en el pasado”, escribieron.
“Sin embargo, dada
la actual dinámica de los cárteles, la situación en México es muy diferente de
lo que fue bajo otros presidentes, tales como (Ernesto) Zedillo y Carlos
Salinas. Hay demasiadas partes moviéndose y demasiados grupos de cárteles con
quienes tratar”.
Los analistas de
Stratfor no entraron al detalle de qué presidentes priistas forjaron alianzas
con los cárteles, aunque tampoco deslindan claramente cuáles no.
Hubo en el pasado
momentos distintos, en efecto, y durante muchos años, existió colaboración
institucional a nivel local con los narcotraficantes.
Hubo tiempos en los
cuales las instituciones que se encargaban de combatir al narcotráfico
resultaron estar al servicio de los cárteles, como sucedió con la Fiscalía Especializada
para la Atención de Delitos contra la Salud, desaparecida a principios de 2003
por la penetración del narcotráfico.
Sólo al momento de
morir, el Ejército tenía tomada una tercera parte de sus oficinas en el país.
Su sucesora, la Subprocuradora Especializada en Investigación de la
Delincuencia Organizada, no duró impoluta: en 2008, la casi totalidad de sus
jefes fueron detenidos acusados de trabajar para el Cártel de Sinaloa.
A nivel estatal, departamentos de policía
completos en varios estados desaparecieron por su colusión con el crimen
organizado.
Más allá de esas
vinculaciones, la racional que prevaleció hasta 2006 tenía el incentivo que si
los cárteles no peleaban entre ellos y mantenían la paz en las calles, el
Gobierno federal no los perseguiría.
La racional cambió
en el gobierno de Felipe Calderón, donde de ser selectivos en el combate al
narcotráfico –sólo un cártel por sexenio era golpeado-, pasó a enfrentar en
forma simultánea a todos, por lo que la única forma de sobrevivir era aniquilar
a todos los rivales.
Si bien es cierto,
como apuntó Stratfor en su análisis, que la violencia no la desató el gobierno
de Calderón sino se venía dando desde la Presidencia de Ernesto Zedillo, sí se
intensificó.
Un ex procurador
calderonista describió que habían “agitado el avispero”, lo que llevó a los
cárteles a su guerra total, elevando en decenas de miles los muertos por esa
violencia.
La estrategia de
fragmentar los cárteles y convertirlos en pandillas, fue muy exitosa, pero su
externalidad fue que las pandillas resultaron ser más violentas que los
cárteles y al quedarse varios de ellos sin droga en 2007 –como los de Tijuana,
el Golfo y Los Zetas-, se quedaron sin dinero para pagar a sus sicarios.
Esto produjo la
implosión de los cárteles, su recomposición en alianzas impensables por las
rivalidades históricas, y el nacimiento de pandillas que mutaron de delitos
federales a delitos del fuero común –como el secuestro y la extorsión-, con lo
cual la debilidad de las policías locales se magnificó.
La racional del
gobierno de Peña Nieto rompe con la que tuvieron los gobiernos priistas y el de
Vicente Fox, por un lado, y el de Calderón, por el otro.
La realidad no sólo
ha demostrado lo erróneo del diagnóstico, sino que recientemente se despidió
del gobierno al autor intelectual de tal utopía, colaborador directo de Manuel
Mondragón, comisionado de Seguridad Pública.
Pero pensar que
camina hacia un pacto con los cárteles, como popularmente se cree, cuando menos
en este momento es un disparate, porque lo único que existe en este gobierno
frente a los cárteles, es inmovilidad.
Sin embargo, hay
evidencia empírica que sectores del Estado Mexicano sí permitieron la
aniquilación de un cártel en beneficio de otro, logrando en varias ocasiones,
la pacificación de plazas en disputa.
Lo único que se
opone al imaginario colectivo mexicano, es que no es en el gobierno de Peña
Nieto, sino paradójicamente, lo fue durante el de Calderón.
(ZOCALO/ Columna de Raymundo Riva Palacio/ 06 de Abril
2013)
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