Rodrigo Vera
MÉXICO, D.F.
(apro).- Tan pronto fue nombrado nuevo pontífice, el argentino Jorge Mario
Bergoglio ya empieza a ser cuestionado por su colaboración con la dictadura
militar que gobernó a su país durante los años 70 y principios de los 80.
Aunque no existen
documentos que comprueben sus nexos con esa dictadura militar, sí hay sin
embargo testimonios de algunas víctimas que señalan que Bergoglio apoyó la
represión dictatorial, incluso contra algunos sacerdotes que en aquel tiempo
dependían de él.
De 76 años,
Bergoglio nació en la ciudad de Buenos Aires en diciembre de 1936, y es hijo de
un matrimonio de italianos que se fue a radicar a Argentina. Su formación
religiosa la hizo en la Compañía de Jesús, donde fue ordenado sacerdote a los
32 años.
En Argentina,
Bergoglio encabezó a esa congregación religiosa de 1973 a 1979, por lo que
coincidió con la dictadura militar que gobernó al país de 1976 a 1982.
Fue precisamente en
esos años cuando Bergoglio fue duramente cuestionado por tener nexos con la
dictadura. Sobre todo, se le cuestionó por no haber protegido a dos sacerdotes
jesuitas que trabajaban en las barriadas pobres y fueron detenidos
clandestinamente por el gobierno. Ambos párrocos estuvieron presos durante
cinco meses.
Tal hecho consta en
el libro El silencio, escrito por el periodista Horacio Verbitsky, quien se
apoyó en los testimonios de uno de esos jesuitas detenidos, el padre Orlando
Yorio, ya fallecido.
Por su parte, el sociólogo
Fortunato Mallimacci, de la Universidad de Buenos Aires, dijo sobre Bergoglio:
“La historia lo
condena: lo muestra como alguien opuesto a todas las experiencias innovadoras
de la Iglesia, y sobre todo en la época de la dictadura; lo muestra muy cercano
al poder militar”.
Mallimacci apoya su
dicho en los testimonios de varios testigos y víctimas que relataron como
Bergoglio no sólo no ayudó, sino que además perjudicó a numerosos sacerdotes y
laicos que fueron secuestrados, torturados y desaparecidos.
Son principalmente
cinco personas quienes hacen estas denuncias: un sacerdote, un ex sacerdote,
una teóloga, un seglar que incluso lo denunció ante el Vaticano y, finalmente,
un laico que fue secuestrado por la dictadura.
Sobre lo anterior,
Bergoglio siempre ha dicho que son falsas acusaciones. Y se apoya en el hecho
de que, sobre el asunto, jamás se le abrió un proceso penal en su contra.
Más recientemente,
en 2010, Bergoglio se enfrentó al gobierno de la presidenta Cristina Fernández,
cuando ésta apoyó una ley para legalizar los matrimonios entre personas del
mismo sexo. “Es la pretensión destructiva al plan de Dios”, decía Bergoglio.
Todos estos
antecedentes no fueron obstáculo para su ascendente carrera eclesiástica:
Bergoglio fue consagrado obispo auxiliar de Buenos Aires en 1992; después fue
nombrado arzobispo de esa misma arquidiócesis, en 1998; tres años después –en
2001– fue nombrado cardenal.
Por si fuera poco,
Bergoglio ha sido en dos ocasiones presidente de la Conferencia Episcopal
Argentina.
El hoy Papa también
ha ocupado varios cargos en distintas congregaciones del Vaticano: forma parte
de la Comisión para América Latina, de la Congregación para el Culto Divino y
la Disciplina de los Sacramentos, así como de la Congregación para los
institutos de Vida Consagrada.
Ya en 2005, cuando
se realizó el cónclave para elegir sucesor del Papa Juan Pablo II, Bergoglio
estaba considerado entre los candidatos con más posibilidades para asumir el
llamado trono de Pedro, pero fue desplazado por Benedicto XVI.
Ahora releva
justamente a Benedicto XVI, pero sus oscuros antecedentes están saliendo a
relucir y seguramente serán una negra mancha en su papado que hoy inicia.
(PROCESO/Rodrigo Vera/ 13 de marzo de 2013)
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