Proceso
México, DF.- Teun Voeten es claro en su descripción y sobre todo en la forma en cómo compara a México con otros países que se han visto afectados por la violencia. Pareciera que lleva años radicando en nuestro país, sin embargo, sólo ha estado unas cuantas veces y eso le ha bastado para percatarse de todo lo que aquí ocurre. Confiesa haber sentido miedo pues está enterado de que en México el trabajo del periodista es de alto riesgo. Caminaba por las calles temeroso a pesar de la compañía de algunos cuerpos policiacos.
Su intención no es
poner a México como ejemplo de país violento, es sólo recolectar lo que ha
dejado la narcoguerra por la lucha del territorio y la venta de droga.
En presentación de
su libro el fotógrafo Teun Voeten explica cómo vivió sus días en México y la
impresión que le causó el país en sus días de estancia.
“En Ruanda, por
ejemplo, mataban a la gente, pero dejaban en paz los cuerpos. En México,
primero torturan salvajemente a las víctimas y luego los desmiembran, los
mutilan, los cuelgan; los asesinos hacen alarde de maneras muy creativas de
salvajismo: el sadismo que hay en México no lo he visto en otra parte del
mundo; en Sierra Leona atestigüé la locura, pero en México la situación es
completamente demencial”, plantea.
Voeten, desde su
formación como antropólogo, ofrece una explicación de lo que sucede en México.
Para comenzar, lo
define como una “guerra”, pero del tipo que los expertos en materia de
seguridad llaman “nuevas guerras”. Los conflictos en Afganistán, Sierra Leona,
Ruanda, Bosnia o Liberia son representativos de ese fenómeno.
Estas guerras, a
diferencia de las convencionales –donde dos Estados se enfrentan con ejércitos
profesionales en campos de batalla delimitados–, se caracterizan por ser
conflictos prolongados, de baja intensidad, en los que la ideología no importa
y las facciones hostiles toman de pretexto causas religiosas o étnicas. En este
contexto, la población civil se convierte en un objetivo de ataque.
En esas “nuevas
guerras” –prosigue Teun– la ausencia del estado de derecho, el caos y la
anarquía significan un fin en sí mismo, “una precondición necesaria para que
los señores de la guerra exploten los recursos locales, como estupefacientes o
minerales, y puedan conformar un mercado negro bajo su control”. Tales
conflictos no son financiados por gobiernos centrales, sino mediante turbios
acuerdos entre facciones rivales con elementos criminales, expone.
Y precisa: “En
México, ese fenómeno de “nueva guerra” ha ido más lejos. Ya no es necesario que
las facciones rivales desarrollen vínculos con el crimen internacional, pues
éstas ya son mafias criminales”.
Narcoestado
El aspecto que más
sorprendió a Voeten fue la impunidad prevaleciente en el país. En su libro
indica: “Un 98% de los asesinatos en Ciudad Juárez no son resueltos, y
probablemente nunca lo serán. Uno se siente muy vulnerable al saber que en
cualquier momento, por cualquier razón, puede ser acribillado y los asesinos
huyen con toda tranquilidad. A la mayoría de los asesinatos se les clasifica
como “relacionados con el narcotráfico” y no se profundizan las
investigaciones.
“De todas formas los
servicios forenses no se dan abasto con la carga de trabajo. De manera
oportunista, el “crimen no organizado” florece en esta atmósfera general sin
ley, en la que el Estado ya no es capaz de garantizar la seguridad de sus
ciudadanos: partes de México son, de facto, controladas por la delincuencia
organizada.”
–De ese análisis
nace el título de su libro –se le comenta a Voeten.
–Así es. Fue una
idea mía. Tiene que ver con el concepto de los estados fallidos. Hay zonas del
país donde el Estado ya perdió el control: Tamaulipas, Ciudad Juárez, partes de
Michoacán, Durango... Yo creo que en estos casos se justifica hablar de un
narcoestado. Hay grandes zonas donde el Estado se encuentra completamente
infiltrado por el narco, la corrupción y la impunidad.
Esa interpretación
la comparte Campbell –autor del libro “Drug War Zone”–, quien participa en el
libro de Voeten con un texto introductorio.
“El narcoestado
mexicano –plantea el académico– es un sistema político y económico en el que
los narcotraficantes internacionales, el mercado estadunidense de las drogas, así
como banqueros y funcionarios del Gobierno trabajan de la mano. Cada socio del
arreglo hace su parte. Los políticos designan a los policías y los militares
convenientes en un territorio particular. Los traficantes transportan la
cocaína por barco, submarino y camiones desde Sudamérica.
“Los capos de la
droga organizan el cultivo, o la producción industrial, de heroína, mariguana o
metanfetaminas, así como su transportación a los mercados de Estados Unidos. La
policía y los soldados mexicanos protegen la mercancía de los cárteles más
poderosos y atacan aquellos cargamentos que no cuentan con apoyo del régimen.”
Y remata: “Los
hombres de negocios y consumidores estaduonidenses nunca se cansan de los
beneficios y de los “vuelos” baratos de fumar, aspirar o inyectarse tal
mercancía. Éste es un sistema perfecto para quienes se benefician de su
fructífera cosecha monetaria y de sus alucinantes placeres”.
Por su parte, Voeten
comenta que muchos amigos y colegas suyos lo critican por enfocarse en lo que
consideran como un “problema criminal marginal”. Ante estos comentarios, el
antropólogo responde que su trabajo se enfoca en los conflictos sociopolíticos.
En este tenor
asegura que la narcoviolencia en México no es un “caso aislado de una guerra de
mafias”, y que, al contrario, “tiene inmensas implicaciones sociales y ante
todo políticas”.
Y advierte: “La
erosión de la sociedad civil y su gradual reemplazo por el crimen organizado;
el nacimiento de una nueva clase de excluidos y de gente desechable que elige una
carrera criminal que termina con la muerte; la devaluación de la vida humana,
todos estos elementos presentan un escenario de pesadilla de cómo podría ser
nuestro futuro”.
(ZOCALO/ Proceso/ 24/02/2013 - 04:03 AM)
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