Norma Ávila Jiménez
La maldita
partícula: ese era el título que el Premio Nobel de Física 1988, Leon Max
Lederman, le iba a dar a su libro publicado en 1993, pero al coautor, el
escritor Dick Teresi, le pareció de mal gusto y le sugirió otro. Aunque éste
tenía un matiz religioso, Lederman, un ateo declarado, no le dio importancia.
Consecuencia: La partícula divina. Si el Universo es la respuesta, ¿cuál es la
pregunta? ha resultado ser uno de los textos de divulgación científica más
vendidos hasta la fecha. Todo lo que se relaciona con Dios –hasta la física de
partículas–, casi siempre asegura un “éxito en taquilla”.
Esta anécdota me la
platicó el doctor Gerardo Herrera Corral, líder del comité de físicos mexicanos
que trabajan en el Centro Europeo de Investigación Nuclear (CERN, por sus
siglas en francés, Conseil Européen pour la Recherche Nucléaire), cuando le
pregunté de dónde provenía la divinidad asignada al bosón de Higgs, partícula
atómica que es el tema principal del libro citado, y que el pasado 4 de julio
captó los reflectores de los medios. No se debió a que la hayan canonizado (que
tal vez deberían hacerlo), sino a que investigadores del CERN –ubicado en la
frontera entre Suiza y Francia–, ese día dieron a conocer su posible detección,
con ayuda de los instrumentos ATLAS y CMS. El pasado 9 de enero, en su
presentación de año nuevo, Rolf Heuer, director del CERN, subrayó la alta
probabilidad de que la partícula descubierta sí sea el bosón de Higgs (cabe
recordar que a fines de diciembre del año pasado, integrantes de los equipos
ATLAS y CMS informaron que sólo hay un 0.00001 por ciento de probabilidades de
que no lo sea), o tal vez una de varias.
Es la última pieza
del rompecabezas denominado Modelo Estándar, teoría que intenta describir a las
partículas que conforman el cosmos –incluyéndonos– y sus interacciones. Si se
comprueba su descubrimiento, se podría estar cerca de entender, entre otras
cuestiones, la razón por la cual, en su “inicio”, el universo del que formamos
parte se infló de forma desbocada en fracciones de segundo. Pero, ¿qué son los
bosones?
Que el bosón esté contigo
“Como la mayoría
sabe, nosotros, los objetos, las estrellas, en fin toda la materia, está hecha
de átomos y éstos están conformados por partículas”, indica el doctor Arturo
Menchaca, investigador del Instituto de Física de la UNAM, y quien participa en
el CERN con un grupo de investigadores nacionales que utilizan a ALICE, otro
instrumento que, como ATLAS y el CMS, está colocado dentro del Gran
Colisionador de Hadrones (LHC, por sus siglas en inglés, Large Hadron
Collider), acelerador donde se llevan a cabo choques de partículas.
Subraya que las
partículas integran dos grupos: los fermiones y los bosones. Los primeros
incluyen a los quarks y a los leptones –catalogados como neutrinos, electrones,
muones y tauones–, y se les considera los constituyentes esenciales de la
materia, los ladrillos del cosmos. Esta materia interacciona entre sí a través
de las cuatro fuerzas fundamentales presentes en el universo: la
electromagnética, la nuclear débil (presente en distancias muy, pero muy
cortas), la nuclear fuerte y la gravitacional y, para poder hacerlo, necesita
la intervención de los bosones. Éstos –divididos en fotones, gluones, bosón Z,
bosón W y bosón de Higgs–, son los mediadores.
En un artículo
publicado en la Revista de la Universidad de México de octubre de 2012,
Menchaca cita como ejemplo al átomo de hidrógeno, conformado por un electrón y
un protón (estructurado por tres quarks). Estas partículas se mantienen unidas
por la fuerza electromagnética, pero al interactuar con otros átomos puede
provocar la separación entre el electrón y el protón. Para que esa separación
de partículas se logre, se requiere de energía, y ésta toma la forma del fotón,
que como ya se señaló, es un tipo de bosón. Otro ejemplo, relacionado con la
fuerza nuclear fuerte, es el de los gluones, bosones encargados de mantener
unidos a los quarks dentro del núcleo de los átomos. En la saga de La guerra de
las galaxias, los jedis no bromean al decir “que la fuerza esté contigo”. ¿O
deberían decir “que el bosón esté contigo”?
Su nombre se debe al
físico inglés Peter Higgs, quien, entre otros científicos, lo propuso en 1964
para explicar por qué las partículas tienen masa. “Planteó la existencia de un
campo de fuerzas (el campo de Higgs) omnipresente que interacciona con todas
las partículas provocándoles una inercia (masa)”, asegura el investigador
universitario. ¿Que qué?... Eso se preguntó William Waldegrave en 1993, cuando
era ministro de Ciencia del Reino Unido y, para que le quedara claro cómo
funcionaba este bosón de Higgs, decidió convocar a un concurso entre físicos;
quien se lo explicara en una hoja, ganaría una botella de champaña, señala el
doctor Gerardo Herrera, investigador del Centro de Investigación y Estudios
Avanzados del IPN y quien, además, participa, junto con otros científicos de la
citada institución y de la UNAM, en experimentos en el detector ALICE, ubicado
en el LHC.
David Miller fue
quien destapó la champaña y su texto ha sido retomado en diferentes versiones.
Resumo el texto original, que tituló Una explicación cuasi-política del bosón
de Higgs, y lo divide en dos partes: El mecanismo de Higgs y El bosón de Higgs.
En la primera parte describe que en un salón, donde se lleva a cabo un coctel,
los asistentes –funcionarios políticos–, están distribuidos de manera uniforme
(esto sería el equivalente al campo de Higgs), cuando de repente entra la ex primer
ministra. Los funcionarios son atraídos por ella (me da trabajo imaginar que
fuera la Thatcher) y la rodean. Debido al gran acercamiento de ese puñado de
personas, la ex primer ministra “adquiere” una gran masa y por lo mismo, tiene
más inercia. Esto es, que le da más trabajo frenarse si está avanzando y, al
contrario, si está parada, esa “gordura” recién obtenida le dificulta empezar a
desplazarse.
Miller extrapoló ese
ejemplo de la física de los cuerpos sólidos; subraya que cuando un electrón se
desplaza entre átomos que forman cristales, los atrae incrementando su masa
hasta cuarenta veces. Esto lo ocasiona el campo de Higgs, que se supone permea
todo el Universo. “Lo necesitamos, porque de otra forma no podemos explicarnos
por qué los bosones Z y W, presentes en la fuerza nuclear débil, son tan
pesados, mientras que el fotón, que actúa en la fuerza electromagnética, no
tiene masa”, enfatiza el físico británico.
En la segunda parte
de su texto, invita a visualizar el mismo espacio, con las mismas personas
disfrutando del coctel. Alguien se asoma por la puerta del salón, dice algo a
los más cercanos a esa puerta, y el rumor empieza a “correr” a través de ese
espacio, dando lugar a la concentración de diversos grupos de personas –las que
están recibiendo y pasando el rumor, y que vendrían siendo el equivalente a los
denominados grumos del campo de Higgs–, hasta que llega al otro lado del salón,
donde está la ex funcionaria. Esos grumos que acarrean el rumor incrementan
todavía más la masa a la ex mandataria. Así se comporta la partícula boson de
Higgs –los grumos– en el campo de Higgs.
Monet y los detectives de partículas
¿Cómo detectaron los
investigadores del CERN la partícula que posiblemente sea el famoso bosón? En
La partícula divina. Si el Universo es la respuesta, ¿cuál es la pregunta?,
Lederman hace una exquisita comparación: la del impresionista Claude Monet
cuando pintaba su serie sobre la catedral de Rouen, con la tarea de los físicos
detectives de partículas. El artista francés capturaba con su pincelada suelta
y nerviosa la luz del sol en diversos momentos: cuando esa estrella estaba en
el cenit, cubierta por neblina, o al momento de ponerse, entre otros ejemplos,
lo que inevitablemente se reflejó en una amplia paleta de tonalidades. “A cada
una de esas luces se exhibe un aspecto diferente de la verdad. Los físicos
trabajan con el mismo enfoque. Nosotros empleamos partículas diferentes: un flujo
de electrones, un flujo de muones o de neutrinos, a energías siempre
cambiantes. Necesitamos toda la información que podamos obtener.”
En los grandes
aceleradores como el LHC, se hacen chocar haces de partículas para obtener
información de manera indirecta. “De una colisión se sabe qué sale (el haz de
luz). ¿Qué pasa en el minúsculo volumen de la colisión? La desquiciadora verdad
es que no podemos verlo. Es como si una caja negra cubriese la región de
colisión. En el mundo cuántico, fantasmagórico, lleno de reflejos, los detalles
mecánicos internos de la colisión, no son observables –apenas si somos capaces
siquiera de imaginarlos. Lo que tenemos es un modelo de las fuerzas que actúan
y, donde sea pertinente, de la estructura de los objetos que chocan”, explica
Lederman.
Los físicos deducen
lo que sucedió y lo analizan de acuerdo a lo que predice el modelo estándar
para ver si empata. Además, el tiempo de vida de las partículas es
extremadamente corto, lo que también dificulta su observación. El bosón de
Higgs “vive” un zeptosegundo, esto es, la miltrillónesima parte de un segundo
(de seguro el lector frunció el entrecejo y medio cerró los ojos al imaginar
este lapso).
Lo que se observa
son las huellas, y en el caso de la partícula que se detectó durante la
investigación dada a conocer el pasado 4 de julio, fue su decaimiento
(radiación, transformación) en dos fotones o en cuatro muones. Está predicho
que el bosón de Higgs tiene ese comportamiento, puntualiza el doctor Gerardo
Herrera.
Cinco meses antes de
que se hiciera el citado anuncio, este investigador, junto con un equipo de
especialistas mexicanos, hicieron una propuesta para determinar el mecanismo
que produce al Higgs cuando colisionan dos protones. En el detector ALICE –que
no está estructurado para registrar esa partícula–, y utilizando lo que se
denomina física difractiva, este equipo trabajó con otra, un mesón, que es la
fusión de un quark y un antiquark, y que sigue el mismo camino que da lugar al
famoso bosón. “Desde 2011 mostramos los primeros eventos, muy relevantes,
porque van a permitir extrapolar el método utilizado en ALICE para medir las
propiedades del Higgs de manera muy precisa.” Para optimizar esta
investigación, especialistas del Cinvestav, la Universidad de Sinaloa y el
CERN, están construyendo el nuevo Detector ALICE, con el cual se podrá
desarrollar física difractiva y, por lo tanto, determinar con mayor exactitud
cómo se genera el bosón aludido.
Susy, la dimensión desconocida y la teoría de la
inflación
En su mensaje de año
nuevo, el director del CERN aseguró que conocer las propiedades del Higgs
podría ofrecer información importante sobre la materia oscura del universo (no
se observa y sólo se detecta por los efectos gravitacionales ocasionados a
otros cuerpos celestes), así como de la energía oscura (fuerza gravitacional
que repele los objetos cósmicos). Además, podría apuntalar nuevas propuestas,
como la teoría de la supersimetría o Susy, la cual, según Lederman, “predice
nada menos que una duplicación del número de partículas (propuestas por el
Modelo Estándar), añadiendo un bosón que acompañe a cada fermión y un fermión
que acompañe a cada bosón. La nomenclatura es terrorífica”. El Modelo Estándar
no tiene la última palabra y en un futuro cercano podríamos estar en el umbral
de una dimensión desconocida, como lo postula Susy.
Asimismo, se estará
mucho más cerca de entender cómo fue que durante su génesis, el universo, de
tener menos del tamaño de un protón (un punto seguido de 15 ceros y un uno,
metros), en una fracción de segundo (un punto seguido de 33 ceros y un uno,
segundos), creció al tamaño de una bola de golf… y el cosmos continua
expandiéndose.
Algunos físicos
señalan a la energía oscura como la generadora de esa inflación; otros, como
Lederman, hacen hincapié en un universo impregnado de un campo de Higgs con tal
energía, que impulsó una expansión muy rápida. Asegura que podría decirse: “En
el principio había un campo de Higgs.” Tal vez por eso aceptó que Teresi
bautizara a la partícula como “divina”.
(LA JORNADA/Norma Ávila Jiménez/24/02/2013 10:41)
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