Reporte Índigo
Ciudad de México.-
En los días en que se ventilan actos de corrupción en la petrolera, una
explosión daña su edificio corporativo dejando 32 muertos y 101 heridos. Las
áreas afectadas: archivos de construcción y contratos finales
"Yo caminaba
muy cerca de ahí, fue como ver una película cuando al menos seis personas
fueron levantadas y expulsadas por la fuerza de la explosión"
Roberto
Empleado de Pemex y testigo
La explosión del
edificio B2, a escasos metros de la Torre Ejecutiva, ocurre en un ambiente de
incertidumbre y escándalos de corrupción que dejan al descubierto historias de
sobornos que involucran a la empresa Siemens y Pemex
En medio de la
cloaca que se destapó por la corrupción en Petróleos Mexicanos (Pemex) durante
el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa, una fuerte explosión en la Torre
Ejecutiva del Distrito Federal, ocasionó la muerte de 25 personas y 101
heridos, según la cifra oficial.
Pasadas las 11 de la
noche, el Secretario de Gobernación Miguel Osorio Chong expresó, en conferencia
de prensa, su “profundo dolor” por la pérdida de vidas humanas tras ocurrido
ayer en la tarde en el edificio administrativo de las oficinas de Pemex.
De las personas
muertas, 20 son mujeres y 12 son hombres. Precisó que del total de heridos, 46
siguen en centros de salud y hospitales. Y prosiguió a leer la lista de los
lesionados y del lugar donde se encuentra cada uno.
Aclaró también que
no se tiene información que indique que existen más personas atrapadas entre
los escombros. Donde tuvo lugar la explosión alrededor de las 15:40 horas en el
edificio anexo B2.
Custodia Marina morgue
Desde ayer las
oficinas de Pemex se convirtieron en una gran morgue custodiada por personal de
la Marina Armada de México debido al número de víctimas que perdieron la vida por
la explosión o sufrieron desprendimiento o perforación de órganos, así como por
aplastamiento por las columnas que se colapsaron en el edificio.
“El gobierno federal
tiene el control de la situación, nosotros ya no podemos hablar y salimos de la
zona”, comentó una fuente de la administración capitalina.
Es la primera
tragedia de este tipo que enfrentan desde que asumieron el cargo el Presidente
de la República, Enrique Peña Nieto; y el jefe de gobierno Miguel Ángel Mancera
Espinosa.
Y aunque desde el
momento de la tragedia Peña Nieto hizo un llamado a través de los medios de
comunicación para evitar cualquier tipo de especulaciones, la teoría de un
ataque premeditado a las instalaciones de Pemex comenzó a correr.
“No queremos que
esto dé motivos a especulaciones de posibles razones sobre este percance”,
comentó a su salida.
Pero la explosión
del edificio B2, a escasos metros de la Torre Ejecutiva, ocurre en un ambiente
de incertidumbre y escándalos de corrupción que dejan al descubierto historias
de sobornos que involucran a la empresa Siemens y Pemex.
Otros hablan de
repercusiones por cambios venideros en el poderoso sindicato de Trabajadores de
Pemex que lidera Carlos Romero Deschamps.
Previsión también en la Cámara
Pese el llamado a la
mesura, pero con la idea de un posible atentado en la mente, la Cámara de
Diputados fue intensamente revisada por el personal de la Dirección General de
Seguridad y Resguardo del recinto, en colaboración con la Policía Federal.
El “Plan Rojo” se
activó, por eso se revisaron subestaciones eléctricas, tomas de gas y otros
puntos vulnerables del recinto de San Lázaro.
Lo que ayer ocurrió
en Pemex de Marina Nacional puso en jaque al gobierno federal y local, quienes
improvisaron una morgue en su interior para facilitar la atención e
identificación de cadáveres.
“Como ver una película”
Eran alrededor de
las 15:40 del jueves cuando el estallido en el edificio B2, localizado en la
parte trasera de la Torre Ejecutiva, provocó que la construcción de planta baja
y mezzanine se desplomaran, dejando a cientos de empleados atrapados.
“Yo caminaba muy
cerca de ahí, fue como ver una película cuando al menos seis personas fueron
levantadas y expulsadas por la fuerza de la explosión”, relata Roberto, uno de
los empleados de Pemex que presenció los hechos.
Una gigantesca nube
de polvo fue lo que alcanzaron a observar el resto de los empleados que se
encontraban en la hora de comida.
Después del
estruendo, de entre los escombros surgió un hombre joven que gritaba
desesperado desde el área de mezzanine “ayuda, ayúdenme hay muchos aquí
atrapados”.
“Muchos corrimos a
esa zona, no sabíamos qué había pasado, solo sentimos la sacudida, después la
nube de polvo y los gritos de ayuda, pero de pronto se escucho otro sonido,
como si el edificio tronara o se fuera a caer, luego otro ruido más fuerte,
todos corrimos y nos alejaron del B2”, detalla.
Segundos después del
aturdimiento sacó su teléfono celular y comenzó a grabar lo que ocurrió en el
edificio B2, donde a esa hora, según explica, está ocupado por personal en su
mayoría sindicalizado, ya que en esa zona se encontraban al menos cinco relojes
checadores y desde las 15:45 hasta las 16 horas los empleados dejan constancia
de su salida.
Roberto explica y
hace hincapié en que justo a esa hora hay una gran afluencia de personal porque
ahí están los checadores, además de las dos pequeñas sucursales bancarias de
Banorte y Bancomer, donde el personal acude a realizar sus trámites bancarios y
utiliza los cajeros automáticos. Era día de quincena.
Después de la
explosión toda esa zona quedó destrozada. La explosión fue de tal magnitud en
el edificio B2 que impactó directamente el patio sur y los bancos.
Algunos de los
heridos fueron ingresados inmediatamente a la clínica que se localiza ahí
mismo, al interior del complejo, pero al paso de los minutos y percatarse de la
dimensión de los hechos, la única ambulancia que está de manera permanente en
Pemex, resultó insuficiente.
Entonces comenzaron
a llegar ambulancias de Cruz Roja, Protección Civil, perros entrenados en
búsqueda, Protección Civil y más tarde, cuando se supo que había empleados
atrapados, el grupo de rescate Topos México. La tragedia se observaba
mayúscula.
El jefe de gobierno
Miguel Ángel Mancera Espinosa se apersonó en las instalaciones de Pemex de
Anzures, perímetro de la delegación Miguel Hidalgo; también el delegado, Víctor
Hugo Romo; el procurador capitalino, Rodolfo Ríos Garza y más tarde el
secretario de Gobernación Miguel Osorio Chong, quien minutos antes encabezó una
comida en Polanco con algunos propietarios de medios de comunicación.
El personal del
Ejército Mexicano, Armada y Procuraduría General de la República (PGR) que
acudieron a la zona, acordonaron un amplio perímetro por seguridad en las
colonias Anzures y Anáhuac.
Alrededor de las
19:00 horas, el presidente de la República, Enrique Peña Nieto, que por la
tarde llegó a la capital proveniente de Colima, arribó al edificio para
coordinar la ruta que tomaría la investigación.
Al salir de la zona,
Enrique Peña Nieto pidió evitar cualquier tipo de especulaciones, también
informó que al frente de las investigaciones nombró a Miguel Ángel Osorio
Chong. Cuando el presidente salió, se observó su rostro desencajado.
Pemex Marina al interior
Detrás de la gran
Torre Ejecutiva de Pemex, que luce sobre avenida Marina Nacional como uno de
los edificios más altos de la ciudad, existen también en ese complejo los
edificios A, B1, B y C.
Existe una
construcción más que funciona como clínica y un cuarto de máquinas.
El edificio B2 en
donde ocurrió la explosión, opera el área de Recursos Humanos y almacena
archivos de los empleados, nóminas y papelería. Dicha construcción conecta
internamente a través de un puente con el B1.
‘No me dicen nada,
pero sé que mi hijo está atorado’
Se sintió como un terremoto.
El suelo se movía.
En segundos la vida les cambió a muchos, como Gloria Cruz, madre de una de las
víctimas que quedaron atrapadas en el edificio de Pemex.
Eran casi las cuatro
de la tarde de ayer, cuando una mujer de mediana edad, que trabaja como cajera
de un Oxxo ubicado en la calle San Hipólito, frente a la torre del complejo
central de Pemex, en la colonia Anzures de la ciudad de México, escuchó un
“fuertísimo estruendo.”
“Hasta el suelo se
movió, se escuchó horrible. Supe que algo había pasado, y lo peor es que yo los
conocía a muchos porque venían a comprar aquí siempre”.
De pronto, ese
jueves dejó de ser como tantos otros y esa tarde como tantas otras. En cuestión
de segundos, la vida cambió para cientos de mexicanos.
“No me dicen nada,
pero yo sé que está atorado”, gritaba Gloria Cruz, refiriéndose a su hijo
Daniel, que horas después sería confirmado muerto.
Todo en medio de
escenas dramáticas, bomberos, uniformados con las insignias de la policía
federal, ministerial, paramédicos, ambulancias, medios, cámaras, soldados.
Todos con caras
impávidas. Todos al teléfono. El ambiente denso se acompañaba de inverosímiles
imágenes de hombres, adultos, trajeados, con lágrimas en los ojos.
En un café
Starbucks, situado en la esquina de la calla Bahía de San Hipólito y Marina
Nacional, era palpable la ansiedad desesperada de gente buscando cargadores
para poder seguir utilizando su celular. Y tratar de comunicarse, de saber
algo. Y poder entender qué pasaba.
Unos hablaban de una
explosión, otros de una bomba. Los rumores volaban y la confusión se disipaba:
10 muertos, 14, 15, 20. La cifra aumentaba mientras las horas pasaban.
Bajo los escombros
del piso de la planta baja, que se derrumbó tras la explosión por causas hasta
entonces desconocidas, más de una treintena de trabajadores seguían atrapados.
Todo era un caos
En el ambiente que
rodeaba a la torre de oficinas de Pemex reinaban el caos y la consternación. Y
el mosaico de gente que llenaba la extraña y cuasi surreal escena: entre
cuerpos de seguridad, familiares, trabajadores, policías, médicos.
Todos se debatían
entre la confusión de ignorar la plenitud de los detalles, y la urgente
necesidad de actuar con prontitud.
El ruido era
ensordecedor. Sirenas de ambulancias sonaban sin parar; motores de motos, de
patrullas, de camiones se unían a la caótica sinfonía.
“No puedes hacer
nada, no puedes hacer nada”, teléfono en mano, decía una trabajadora en el
departamento de Recursos Humanos de la paraestatal.
“Yo llegué tarde de
comer, por eso me salvé”, dijo Ricardo Barragán, uno de los empleados de
Recursos Humanos de la planta baja que se salvaron de la explosión. Y es que
los infortunados que fueron presa del trágico accidente fueron aquellos que
decidieron, por una u otra razón, no salir a comer.
Ricardo y una decena
de sus compañeros de la petrolera se organizaron en cuestión de horas para
informar a los familiares de la suerte que habían corrido otros colegas menos
afortunados.
“Son muy malas
noticias, hasta ahorita son 10 de los nuestros”, decía, mientras mujeres y
hombres de todas edades lloraban en la escena propia de una producción
cinematográfica. Lloraban sentados en las banquetas, en las esquinas parados,
abrazándose.
Ya entrada la noche,
horas después del trágico evento, dentro de lo que parecía ser un improvisado
centro de operaciones, se vio la solidaridad de los empleados de la famosa
cadena estadounidense de cafeterías que regalaban bebidas calientes y dejaron
abierto el local horas después de su horario habitual para todos aquellos que se
negaban a irse.
‘¿Dónde está mi hijo?’
En medio del drama,
una mujer preguntaba por su hijo desaparecido. Como ella, familiares y amigos
de heridos y víctimas protagonizaban escenas de pánico.
Una turba invadió el
Hospital Central de Pemex Picacho. La joven enfermera se levantó de un
sobresalto. El que se quejaba, el que consolaba y el que dormitaba se
alarmaron, como el resto de los presentes.
El personal médico
no entendía lo ocurrido, mientras entraba una fila de heridos.
Decenas de
ambulancias llegaban a este hospital, lo mismo que helicópteros Cóndor de la
Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal (SSP-DF) con más
lesionados.
Algunos con sangre
en el rostro, otros con quemaduras visibles y prendas desgarradas por
llamaradas. Otros más gritaban de dolor, advirtiendo de luxaciones y fracturas…
el personal médico no era suficiente.
La escena se repitió
en la Cruz Roja de Polanco. Solo que en este último lugar los médicos ya
estaban preparados para recibir a los heridos de la explosión que se registró
en la Torre central de Pemex.
Con el paso de las
horas, los gritos aumentaban en cuatro nosocomios capitalinos donde llevaban a
las víctimas.
“¿Dónde está mi
hijo?”, gritaba una mujer en la oficina de informes.
El llanto impedía
entender el nombre del joven que, hasta ese momento, se encontraba
desaparecido. Mientras, un hombre de edad avanzada aseguraba haberle visto
fuera de las oficinas centrales de Pemex una hora antes.
En la Cruz Roja de
Polanco el aviso fue oportuno. El presidente de la institución, Fernando
Suinaga Cárdenas, dijo en diversas entrevistas que tenía un registro de 29
heridos de gravedad, que se trasladaron a los nosocomios cercanos.
De acuerdo con su
balance, se enviaron más de 35 ambulancias y cinco coches de rescate. Y
posteriormente enviaron elementos capacitados en estructuras colapsadas para
rescatar a las personas que pudieran estar sepultadas en escombros.
El reporte de la
Cruz Roja fue a las 15:56 horas de ayer y unos minutos después ya estaban en el
lugar.
Sin embargo, en los
Hospitales de Pemex los familiares de quienes trabajan en el edificio central
de la paraestatal, ubicado en Marina Nacional, abarrotaron por momentos las
salas de espera.
Incluso, algunos
empleados con lista de pacientes en mano, comenzaron a vocear los nombres de
sus internos para despejar el área.
Crisis nerviosa
No faltaron víctimas
de la desesperación y algunos también entraron en crisis nerviosa. Fue el caso
de una joven mujer que acompañada de dos hombres no paraba de exigir que
alguien devolviera a su familiar.
Y la experiencia
casi milagrosa de Carlos López Boneti, que contactó a su familia vía telefónica
mientras estaba atrapado entre los escombros, corrió como pólvora entre quienes
buscaban parientes y amigos.
“Había muchos
atrapados y nos dijeron que ya los trasladaron a este hospital”, decían sin
tener claridad de los hechos.
Con el paso de las
horas aparecían más personas escudriñando entre las listas de pacientes. De un
hospital a otro y de ahí otra vez a la Torre de Pemex y a la Cruz Roja de
Polanco.
Por la tarde todavía
llegaba una que otra ambulancia, mientras los derechohabientes que esperaban
turno de atención por alguna otra causa, también levantaban la mano exigiendo
atención inmediata.
La psicosis se
adueñó de todos. El personal médico no se ponía de acuerdo entre informes,
quejosos, lesionados y muchos familiares de trabajadores de Pemex.
Reporte Indigo
(ZOCALO/Reporte Índigo/ 01/02/2013 - 02:12 PM)
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