Foto:
Gabriela Pérez Montiel, Cuartoscuro
El
Sistema Nacional de Seguridad Pública que depende de la Secretaría de
Gobernación, entregó por estos días el informe 2016 del Registro Nacional de
Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas. El gran total fue de 30 mil 499
mexicanos desaparecidos. Mil 014 reportados directamente a la Procuraduría
General de la República, y 29 mil 485 consignados en las entidades federativas.
¿Quién
busca a los desaparecidos? Ciertamente ni la PGR ni las Procuradurías o
Fiscalías Estatales hacen ya no digamos un compromiso, sino un esfuerzo por
esclarecer estos casos, por dar certeza y justicia a las familias mexicanas que
tienen uno o más miembros desaparecidos. El trabajo de ambas instancias es
deplorable por decir lo menos.
La
cifra por demás alarmante de 30 mil 499 desaparecidos en México, se logra
cuando agentes del Ministerio Público del fuero común y del fuero federal
introducen la información de averiguaciones previas sobre desaparecidos en una
base de datos, es decir es oficial. La cifra real estaría por encima de ésa
considerando la cantidad de personas que desconfían de las autoridades, sean
estatales o locales, o aquellos que creen que su familia mudó de residencia,
escapó del hogar o salió del País.
Si
bien es cierto que ese Registro Nacional de Desaparecidos se inició en 2011 en
las postrimerías del sexenio de Felipe Calderón, un reporte de la revista
Proceso indica -con información de 19 entidades además de un informe elaborado
por la Universidad Iberoamericana sobre violencia y terror, hallazgos sobre
fosas clandestinas en México- que de 2007 a 2016 fueron localizadas en México
mil 075 fosas clandestinas.
Mayormente
esas fosas se adjudican al crimen organizado y el narcotráfico; el mismo
reporte de Proceso relata que se han exhumado 2 mil 14 cuerpos de esas fosas,
¿dónde están los desaparecidos? La autoridad no lo sabe. Quienes han debido ser
investigadores, excavadores e interrogadores han sido los familiares de esos
desaparecidos, que ante la incapacidad de las procuradurías y la insensibilidad
de los gobiernos, no tienen otra salida más que buscarlos ellos, con todos los
riesgos y consecuencias. Como en este caso:
Hace
dos años la señora Carmen Judith Arcadia llegó a Tijuana, Baja California,
procedente de Sinaloa. Unos días antes de su arribo, le habían dicho que en la
fronteriza ciudad su hijo estaba desaparecido. Ella le había insistido al
chamaco que no viajara a la frontera, pero recién había cumplido los 18 años y
pensó que no podía impedirlo. Adulto ya, no iría contra su voluntad por más que
le doliera en el alma.
Su
hijo, Fernando, quería viajar a Tijuana porque ahí se encontraba su padre Juan
Ruperto Beltrán. Llevaba muy buena relación con quien ya era ex marido de su
madre. Incluso estando el padre en prisión lo visitó como pudo para hacerle
saber el cariño que le profesaba. El señor Beltrán hacía vida en la Zona Norte
del primer cuadro de la ciudad de Tijuana, ahí donde abundan los bares
desnudistas, los congales y las áreas de tolerancia para el ejercicio de la
prostitución en cualquier esquina.
Por
muchos años, como todo Tijuana, la Zona Norte era controlada de manera criminal
por el Cártel Arellano Félix (CAF). Con una estructura corporativa, en el CAF
habían dividido la ciudad por delegaciones y conformado territorios controlados
por lugartenientes. Así lo hicieron en su momento Benjamín y Ramón Arellano
Félix, posteriormente su hermano menor Francisco Javier Arellano Félix, y hasta
el 2014 el sobrino de éstos, Fernando Sánchez Arellano. Pero luego a la ciudad
llegaron huestes criminales del cártel de Sinaloa y del Cártel Jalisco Nueva
Generación. Hoy día esas tres estructuras criminales pelean las calles y
esquinas. Nada más en lo que va del año, los ejecutados por esa guerra en la
ciudad suman los mil 149 casos. En 12 días que corren del mes de septiembre de
2017, en Tijuana han asesinado a 84 personas. 7 diarias en promedio, aunque el
lunes 11 de septiembre fueron 13 los cuerpos localizados.
Actualmente,
en la Zona Norte de Tijuana el Cártel Arellano Félix se enfrenta al Cártel de
Sinaloa por el control del territorio. En ese contexto desapareció Fernando, el
hijo de Carmen Judith. Ella dejó todo en su natal Sinaloa por venir a buscar al
joven. Acudió a la Procuraduría General de Justicia del Estado pero no recibió
atención debida. Su caso fue desestimado de manera sistemática. No le quedó de
otra que hacer lo que muchas familias mexicanas hacen: buscar a su hijo por su
cuenta y bajo su riesgo. Publicó fotografías del joven, pegó su imagen en
postes y paredes, preguntó por todas las calles de la Zona Centro, y en algún
momento, una joven mujer se le acercó para ofrecer su ayuda. A ella le habían
desaparecido a un hermano. Juntas buscarían a los suyos.
Encontraron
a un joven que les proporcionaría información. Como no queriendo le dijo a un
tercero que los restos de Fernando estaban enterrados bajo unas escaleras en
una cuadra de la Zona Norte. El informante desapareció pero la madre acudió
nuevamente a las autoridades para decirles dónde estaba su hijo enterrado. Otra
vez la ignoraron. Convenció a su esposo de ayudarla y unos deportados de la
zona, entre todos, excavaron la tierra hasta dar con dos cuerpos. Uno era el de
su hijo, el otro del hermano de la joven que ofreció ayudarla, eso fue el 25 de
agosto de 2017.
Inmediatamente
al descubrimiento, entonces sí, de la Procuraduría del Estado acudieron a
apoyar en el rescate de los restos. Por esos días desapareció también el ex
esposo de Carmen, y la joven que le ayudaba. Cuando días después le notificaron
que habían encontrado a su ex marido asesinado y su cuerpo dentro de una
maleta, Carmen ya no pudo más. Habló con una organización de familiares de
desaparecidos y la sacaron de Tijuana. Se la llevaron a la capital donde
lograron que de la Policía Federal le pusieran una escolta para protegerla.
La
impunidad con que la Procuraduría del Estado abordó el caso, dejó tres personas
desaparecidas y posteriormente asesinadas, y una mujer desaparecida. El caso
ahí sigue aunque sin mucho movimiento, en la PGJE dicen que “seguro andaban
metidos en algo”, y ella, escondida, entendió el mensaje: no moverle más al
tema si no quería ser la próxima víctima.
Así
terminan los familiares de desaparecidos en muchos de los casos, muertos,
hostigados por los criminales que protegidos por policías y funcionarios viven
en la impunidad para seguir secuestrando, desapareciendo, privando de la
libertad a cientos de personas cada año. Otros familiares han optado por crear o
ser parte de organizaciones de la sociedad civil que se dedican a buscar a los
desaparecidos porque saben que la autoridad federal no lo hará como tampoco la
estatal.
Una
página electrónica concentra a algunas de las organizaciones. En
www.sinlasfamiliasno.com claman: “Cientos de familias de todo el país exigimos
que nuestras voces sean verdaderamente escuchadas. Vivimos una enorme tragedia,
una crisis humanitaria que no ha sido reconocida y asumida en su verdadera
dimensión, por quien tiene la responsabilidad de esta situación, el Estado. Una
legislación sobre desaparición forzada debe darnos más y mejores herramientas
para encontrar a nuestros desaparecidos”.
Y
explican: “La búsqueda de personas desaparecidas es dirigida por nosotros, las
familias, quienes hemos asumido roles de investigador y quienes somos
criminalizadas por las propias autoridades porque los resultados que obtenemos
señalan la responsabilidad directa del Estado, y su colusión con el crimen
organizado, la indolencia y la inacción ante la problemática”.
Ante
la incapacidad o la ofensiva falta de voluntad del Gobierno Federal, y los
Gobiernos en los Estados, para buscar a los desaparecidos, y no solamente
limitarse a contarlos en un Registro Nacional, muchos ciudadanos se han
transformado en activistas del tema ante la desesperación de encontrar a los
suyos.
El
Gobierno de Enrique Peña Nieto, como lo hizo el de Felipe Calderón, no
dimensiona el problema de las desapariciones forzadas en México, una situación
de gravedad que requiere acciones de emergencia, de acuerdo a los números
oficiales. No basta con contarlos, también hay que buscarlos y averiguar por
qué un día en este País de tantos absurdos, tantas personas salen de casa y ya
no vuelven más.
(SEMANARIO ZETA/ DESTACADOS ADELA NAVARRO BELLO/ MIÉRCOLES, 13 SEPTIEMBRE, 2017 03:00 PM)
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