Manuel López Cisneros fue campeón peso
ligero, pisó las arenas más importantes de México y vivió su época de gloria en
los noventa; hoy el terrible noqueador vive golpeado por el párkinson, sin
cinturones ni trofeos, acompañado por su esposa, hija y nietas
Solidaridad con el campeón. Fotos:
Vanguardia/Omar Saucedo
Por: Jesús Peña
Foto y video: Omar Saucedo
Edición: Nazul Aramayo
Diseño en edición impresa: Édgar de la
Garza
En la sala de una casa
prestada del Fraccionamiento Plaza, en cuyas paredes no hay repisas con
cinturones ni trofeos ni fotografías, porque “todo le robaron y no le quedó
nada, nada”, dice doña Juanita Morales, está sentado Manuel López Cisneros, “El
Manny”, ex gloria del boxeo saltillense.
“El Manny”, como le dicen en
las calle, en la cuadra, en el barrio, quienes lo miran caminar extraviado en
medio del tráfico, antes corría o trotaba, pero ya no puede, vive aquí desde
hace algunos años, atrapado en sus recuerdos, cautivo de su pasado y olvidado
de todos los que antaño se divirtieron con él desde abajo del cuadrilátero.
Entonces “El Manny”, campeón
peso ligero de Coahuila, había recorrido todas las arenas del estado y de
ciudades importantes como México, Jalapa, Chihuahua y Zacatecas, dando
funciones en las que la gente, nomás verle brincar y hacer fintas, se prendía.
'Noquea con pasmosa facilidad a sus
rivales...
Vuelve el terrible noqueador de
Saltillo'
Periódicos de la época
Entonces “El Manny” López se
creía el superhéroe, se sentía un intocable.
Hoy “El Manny” está noqueado,
después que el párkinson le asestara tremendo porrazo en el cerebro que lo dejó
viendo estrellitas, casi sin poder hablar y con la memoria empañada, dijo el
médico, resultado de tantos golpes y parrandas.
“Todo se lo debo a mi
mánager”, repite “El Manny” una y otra vez y la frase en sus labrios carnosos y
rosados suena como un chiste de mal gusto, como una broma pesada.
A las 4:00 de una tarde
fresca de finales del verano, “El Manny” está descansando en un sillón
imitación piel, del recibidor de una vivienda Infonavit que no es suya.
La de él hace tiempo que la
vendieron para sacar dinero para pagar los doctores y los medicamentos.
Juana María Morales Juáregui,
su mujer desde hace 32 años, su hija Maricela y sus pequeñas nietas Daniela y
Dulce lo acompañan en la estancia a la hora de la entrevista.
Es sábado y “El Manny” no
salió a dar sus paseos a pie por los bulevares y avenidas de la ciudad, como
acostumbra a diario desde que se metió a pugilista hace unos 38 años.
Él tenía 22.
Dice
que todo mundo lo cuidaba, le daban lonches, cobijas, lo tenían como rey
(cuando lo metían a la cárcel municipal)”.
JUANA
MORALES, ESPOSA DE “EL MANNY”.
Aunque doña Juanita dice que
desde antes, cuando “El Manny” era callejero y rebueno pal trancazo.
A ella le platicaba su
suegra.
Y ora no falta quién le venga
con el cuento de que ya lo vieron por aquí, por allá o por aquel otro rumbo de
la Morelos o de la Zaragoza, de vago.
“No, hoy no se salió porque
le dijimos que iba a venir usted”, suelta doña Juanita.
LE GRITAN MAYWEATHER
Semanas atrás Alberto Alemán,
el mayor entre los pupilos de “El Zurdo Piña”, otra leyenda viviente del boxeo
local, me platicó de un peleador veterano, bautizado por la afición como “El
Manny” López, que había vivido sus años de esplendor en la década de los
noventa y al que un día, de hace no mucho, se encontró corriendo como un
desquiciado por las instalaciones de la feria. Le dijo que iba a pelear.
Hasta que otra tarde, después
de seguirle el rastro por varios días, preguntando, preguntando, topé con él a
la entrada de la colonia Zaragoza, donde la gente del bulevar Solidaridad, una
calle comercial de este populoso sector, me dijo que lo veía merodear.
Pero nadie sabía su dirección
y algunos ni siquiera que había sido un boxeador de fama.
“Le gritan Mayweather, aquí
pasa todos los días, te lo vas encontrar”, me dijo el dueño de una pollería.
Yo no lo conocía, sino que el
encargado de un vivero me señaló a un hombre flaco, morocho, de barba y bigotes
nevados, que venía andando, a paso veloz, por la orilla de la carretera 57.
No fue como en el cine. La
paga era exigua, apenas 300 pesos de aquellos años, por una pelea a 10 rounds.
Le
gritan Mayweather, aquí pasa todos los días, te lo vas encontrar”.
DUEÑO
DE UNA POLLERÍA, COLONIA ZARAGOZA.
Era el tremendo fajador y
noqueador Manuel López Cisneros, “El Manny”.
Llevaba una playera azul a
rayas, un pants oscuro y una cachucha que le tapaba el rostro de un sol
decadente.
Apenas lo abordé me tendió la
mano.
En cuanto vi que hablaba a
señas y balbuceando, pensé que todo estaba perdido. Ya valió.
Le pedí su domicilio, dio
media vuelta y apuntó con el índice, como la aguja de una brújula, hacia el
pueblo de Arteaga. Que para allá, dijo.
Busqué en mi repertorio mi
mejor cara de papanatas y “El Manny” hizo el ademan de anotar algo en una
libreta invisible con un lápiz incorpóreo.
Le di entonces mi lápiz y mi
libreta, de no haber sido por eso, no estaría aquí, frente a frente con el
campeón.
PUDE SER CAMPEÓN
Parece increíble que a sus 60
años “El Manny” luzca todavía esos brazos como rocas y esos puños como mazos
que a tantos mandaron a la lona.
Pero no, ya no es aquel
boxeador lozano y fibroso que en 1987peleó el campeonato estatal contra el
pugilista Filiberto Rosas y lo reventó.
“Ah, era guapo, era galán.
Sí, sí, tenía personalidad”, dice doña Juanita sin chivearse.
Una de esas tardes que estaré
con “El Manny”, le preguntaré ¿por qué no pudo llegar a ser un campeón mundial
como el gallo y supergallo Lupe Pintor, por ejemplo, que hoy tiene casas y
carros de lujo? Lo contrario del prototipo del boxeador perdedor.
Pude ser campeón, eh, eh.
¿Y por qué no fue?
La borrachera...
“El Manny” se taladra la sien
derecha con índice derecho, “sueño, sueño, sueño, puro sueño”, farfulla, los
labios y la mandíbula temblándole.
Su voz es como el motor de un
carro descompuesto que quiere arrancar, quiere arrancar, pero que no puede y al
final se mata.
SOLIDARIDAD CON EL CAMPEÓN
Juana Morales, su mujer desde
hace 32 años, sus hijas
Maricela y Tonantzin y sus
pequeñas nietas Daniela y Dulce
acompañan al ex boxeador que
tuvo 25 brillantes años carrera.
EL GOLPE DEL PÁRKINSON
Hubo un tiempo en que “El
Manny” López estuvo peor, cuando lo vapuleó el párkinson y le vinieron esos
terremotos, de varios grados Richter, que sacudían su cuerpo de la cabeza a los
pies.
Por las noches se ponía como
desesperado, se quitaba toda la ropa, se encueraba por completo, se tiraba al
piso y se la pasaba en vela.
Ya luego, con el medicamento,
se controló.
Pero Juanita, su mujer, y sus
hijas Marisela y Tonantzin todavía no entienden por qué “El Manny”, que era tan
pulcro, ahora no se quiere bañar; no entienden por qué tarda hasta dos horas
sentado a la mesa, comiendo; no entienden por qué saca los desperdicios de la
basura y los regresa a la cocina; no entienden por qué vendió al troquero del
fierro viejo su cama tubular, la estufa, el refrigerador y las bicicletas de
sus nietos; por qué si antes le gustaba barrer la calle, ahora se la vive de
flojonazo; por qué a pesar de su enfermedad se sigue escapando de casa a vagar
por las calles; y no entienden por qué a
veces “El Manny” anda como echando lumbre y las quiere agarrar a catorrazos.
Es como si “El Manny” hubiera
retrocedido en el tiempo, en una máquina del tiempo, a otra época de su vida.
La memoria, que poco a poco
la ha ido carcomiendo la enfermedad, aún le alcanza para recordar que nació en
el seno de una familia pobre, siete hermanos, papá y mamá, habitantes del
callejón de Dionisio García Fuentes, en el Centro.
CAMPEÓN SIN CORONA
A “El Manny” López le quedan
sus recuerdos y
ya le van quedando muy pocos,
porque el párkinson, igual
que los ladones de sus
preseas, se los ha ido robando.
NOQUEADO
El Párkinson le asestó
tremendo porrazo en el cerebro que lo dejó viendo estrellitas, casi sin poder
hablar y con la memoria empañada, dijo el médico, resultado de tantos golpes y
parrandas.
Tan pobres eran sus viejos
–su padre un vendedor ambulante, su madre una ama de casa–, que a los 10 años
“El Manny” tuvo que ir de interno al Instituto Juvenil Saltillense, una casa
hogar que todavía subsiste en el poblado La Aurora.
A la sazón, “El Manny” López
ya era trotamundos y pendenciero.
“No podían conmigo”,
bisbisea.
De sus días en el internado,
“El Manny” sólo cuenta que le gustaba el béisbol –hace la seña con sus brazos
poderosos de dar un gran batazo, de lanzar un homerun– y mienta el nombre de un
padre Faringo que fue su amigo, y nada más.
En la casa hogar se
moqueteaba con todos –junta y aprieta las yemas de los dedos de la mano derecha
para dar a entender que con un chingo– y se escapaba, dice “El Manny”.
Su risa es apenas un pillido.
Caminatas. Desde hace 38 años, “El
Manny” sale a dar sus paseos a pie por los bulevares y avenidas de la ciudad.
Me decía ‘pártele su madre, pártele su
madre’. Me las agarraba y ‘órale, gancho al hígado’”.
TONANTZIN LÓPEZ MORALES, HIJA DE “EL
MANNY”.
LE GUSTABAN LOS CHINGAZOS
El arribo de “El Manny” al
mundo del boxeo no fue como pasa en las películas mexicanas de la época de oro
sobre boxeadores de barrio que, “casualmente” o por azares del destino, son
descubiertos por empresarios en broncas callejeras y llevados al estrellato en
un santiamén.
No.
“El Manny” era un camorrista,
un bravucón, un reñidor, un provocador, un perdonavidas. Vulgo: que le gustaban
harto los chingazos, y un día, a sus 22 años, se metió al gimnasio “Miguel
Arizpe”, que estaba en las calles de Nigromante y Zarco.
Era 1979.
Ahí conoció al que sería su
mánager de toda la vida: Simón Saucedo, “El Chino”, otro afamado exboxeador y
entrenador.
Me imagino que 56 peleas
profesionales en 25 años de trayectoria –52 ganadas por nocaut, 4 perdidas por
decisión–, la nariz volteada de tanto madrazo recibido y los huesos de las
manos desmadrados no será nunca poca cosa para un campeón de arrabal como “El
Manny” López.
La paga era exigua, apenas
300 pesos de aquellos años, por una pelea a 10 rounds.
Con todo y que “El Manny”
llenaba arenas en sus funciones, que eran calificadas por la prensa deportiva
local como “sensacionales”.
“Noquea con pasmosa facilidad
a sus rivales”, decían de él los periódicos de su época; “vuelve el terrible
noqueador de Saltillo”, lo anunciaban así en los programas de box.
La gente se prendía.
BRAVUCÓN Y PENDENCIERO
“El Manny” empezó a entrenar
a los 22 años porque le gustaba pelearse. En el gimnasio conoció a quien sería
su mánager
“Yo pienso que como a él le
gustaba, pues lo que le dieran era bueno…”, dice doña Juanita.
Acabando de boxear, “El
Manny” se metía a “El Novillero”, una vieja y tradicional cantina que
despachaba por las calles de Castelar y Arteaga.
Ahí se ponía a tomar cerveza,
al rato armaba pleito con los parroquianos, “iba y lo sacaba mi suegra con un
palote de tortillas”, cuenta doña Juanita, y cuando no, llegaba la policía y lo
entambaban.
Los presos de la cárcel
municipal lo trataban como rey:
“Dice que todo mundo lo
cuidaba, le daban lonches, cobijas, lo tenían como rey”, dice Juanita, su
mujer.
El bulevar Solidaridad, la
arteria principal de la colonia Zaragoza –donde “El Manny” vivió por más de 20
años–, con su camellón central y sus vulcanizadoras, sus tortillerías, sus
talleres eléctricos, sus verdulerías, sus pollerías y sus cervecerías, a los
lados, vio pasar al superhéroe, al intocable, al ídolo, al campeón del barrio
que fue Manuel López Cisneros, “El Manny” López.
Muchos años después, la gente
del bulevar Solidaridad lo sigue viendo, lo saluda de mano, le palmea la
espalda; los muchachos del Pollo “El Gavilán” le regalan frijoles cocidos y
hasta el señor de la dulcería “Los Pollitos” lo surte de golosinas.
Trotamundos. Desde niño, “El
Manny” se agarraba a golpes con todos y se escapaba de la casa hogar en la que
fue internado cuando tenía 10 años.
En
la Zaragoza todo mundo me conocía, decían ‘ahí viene la hija de «Manny»’, todo
mundo me tenía miedo”.
TONANTZIN
LÓPEZ MORALES, HIJA DE “EL MANNY”.
LEGADO
DE UN CAMPEÓN
En el ocaso de otra tarde de
un domingo familiar, Tonantzin, la hija menor de “El Manny”, elige acordarse de
cuando las muchachas de su secundaria la miraban de arriba-abajo y su padre le
tiraba el paro.
“Me decía ‘pártele su madre,
pártele su madre’. Me las agarraba y ‘órale, gancho al hígado’. En la Zaragoza
todo mundo me conocía, decían ‘ahí viene la hija de «Manny»’, todo mundo me
tenía miedo. Iban y le reclamaban a mi mamá”.
“El Manny” vuelve a
taladrarse la sien con el índice.
Trata de decirme algo: que le
duele la cabeza, que un coágulo en el cerebro, que los golpes.
“¿Quién lo noqueó?”, le
pregunto. “Javier ‘La Zorrita’ Altamirano, en Xalapa, en el octavo round”,
responde “El Manny” y sigue “porque me casé, porque me casé, ¿cómo iba?, ¿cómo
iba?”, “todo guango”, remata su hija Maricela y las carcajadas cimbran la sala.
“¿A qué día estamos hoy?”, lo
interroga de pronto Maricela como para probar su lucidez.
Silencio, “El Manny” está
pensando, se esfuerza, y yo apostaría a que suda, pero no puede acordarse que
esta tarde es 9 de septiembre.
Un atardecer más, doña
Juanita Morales me enseña las pocas fotos y los pocos recortes amarillentos de
periódicos que hablan de la carrera de “El Manny” López, y que ella logró rescatar
después que se separaron un tiempo, por problemas de violencia doméstica, y “El
Manny” se quedó viviendo solo en la Zaragoza.
DATOS
25 años como boxeador.
56 peleas profesionales.
52 ganadas por nocaut.
4 perdidas por decisión.
Le pido a doña Juanita que me
platique más de eso y dice que no, que sólo me contará de la vida y pasión de
su marido.
En una de las fotos veo a “El
Manny” López durante la pelea contra Juan Manuel “El Guasón” Vega, en la Ciudad
de México, cuando “El Manny” estuvo allá seis meses entrenando en el gimnasio
del mánager internacional Nacho Beristáin; en otra veo a “El Manny” después de
haber noqueado a un pugilista en el gimnasio “La Maquinita”; “El Manny”
acompañado de su amigo el peleador Ismael “El Negro” Torres; “El Manny” con sus
guantes frente a la perilla; “El Manny” vestido con su bata y un cinturón,
quiero pensar que después de uno de los tantos combates en los que salió
victorioso.
Desde que entré en el número
1145 de la calle Manuel Rodríguez, en el fraccionamiento Plaza, donde ahora
vive “El Manny”, me sorprendió no ver las paredes llenas de repisas con los
cinturones y los trofeos ganados por el campeón en 25 brillantes años de
carrera.
Más me sorprendí cuando doña
Juanita me contó que esas reliquias, esas joyas, cuatro cinturones –uno de
plata– y nueve trofeos, fueron robadas por manos anónimas de la casa donde
antes vivía “El Manny”, en la colonia Zaragoza, después que ellos se separaron.
“Pa cuando fuimos a la casa,
a buscar, ya no había nada, nada, nada”, relata Juanita.
De modo que a “El Manny” sólo
le quedan sus recuerdos y ya le van quedando muy pocos, porque el párkinson,
igual que los ladones de sus preseas, se los ha ido robando.
Pienso al “El Manny”, no sé
por qué, como un campeón sin corona.
Uno de aquellos días en los
que a “Manny” lo atacaban las crisis, a Juanita se le ocurrió: “ojalá y que
viniera ‘El Chino’ (Simón Saucedo, el exmánager de ‘Manny’), para que lo viera
y él se sintiera bien”, entonces tomó el teléfono:
“Le hablé y dijo ‘¿pos qué
crees?, que yo ya tengo alzhéimer’, dije ‘ah, bueno. Muchas gracias’”.
¿Lo visitan?
Nadie, absolutamente nadie de
los que se decían sus amigos, los compañeros del gimnasio ni su familia ni sus
hermanos. Nadie. Todos se olvidaron.
No puedo creer que “El
Manny”, que se fajó con los boxeadores más terribles y sanguinarios, me salga
ahora con que le tiene miedo a la muerte, pero no tiene pendiente, dice, porque
él vivirá 100 años.
¿Y usted cómo sabe?
Que me permita Dios, sí existe Dios,
Dios existe...
'Todo le robaron y no le quedó nada,
nada
a Manuel López'
Juana María Morales Juárez,
esposa de 'El Manny'
(VANGUARDIA/ JESUS PEÑA/ Domingo, Septiembre 17, 2017 - 07:00 0)
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