El 16 de marzo, el seminario
británico The Economist publicó lo que desde hace semanas los inversionistas en
Estados Unidos hablan y temen, que Andrés Manuel López Obrador gane la
Presidencia en 2018. “Es una posibilidad que regocija a algunos y aterroriza a
otros”, apuntó. “Una figura nacional de relevancia durante 20 años, ha tronado
contra los privilegios, la corrupción y la clase política. Barriéndolos, les
dice a los pobres, sus vidas mejorarán. Muchos otros oyen en ese mensaje la
amenaza de un carismático populista que castigará al sector privado, debilitará
las instituciones y revertirá las reformas. Las mayores preocupaciones es que
lo ven como una versión mexicana del finado Hugo Chávez, un autócrata que
destruyó la economía de Venezuela y lastimó su democracia”.
En las últimas semanas,
inversionistas en Nueva York han invitado a expertos mexicanos para que les
platiquen sobre las posibilidades reales que tiene López Obrador. Una de las
mayores preocupaciones es cuando ven en las encuestas que Morena es un partido
que ha crecido como ningún otro sin necesidad de la mano de López Obrador, y
que cuando se le suma el precandidato, los votos que le añade hacen que, en
este momento, parezca inevitable su victoria el próximo año. Algunos
inversionistas están haciendo sus cálculos. De acuerdo con personas que
platicaron con ellos, si López Obrador gana la Presidencia, sacarán sus
inversiones de México.
Las posibilidades de López
Obrador fueron reforzadas esta semana por las encuestas de El Financiero y El
Universal, donde pese a discrepancias importantes con respecto al mejor
candidato del PRI, el Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong,
coinciden en la fortaleza del tabasqueño. O está en segundo lugar con empate
técnico con la panista Margarita Zavala (EF), o le saca una ligera ventaja
(EU). En todo caso, López Obrador es el único de todos los presidenciales cuya
aparición en la boleta electoral el 3 de junio del próximo año está
garantizada, mientras que todos sus adversarios tendrán que competir
internamente para conquistar la candidatura. Es decir, no perderá tiempo en
luchas fraternas, ni sufrirá desgaste en su partido.
Esas percepciones y los
temores de los inversionistas llegaron el miércoles al Comité de Seguridad
Interna y Asuntos Gubernamentales del Senado estadounidense, donde el
republicano de Arizona, John McCain, le dijo en una audiencia al General John
Kelly, Secretario de Seguridad Interna de la Administración Trump: “Tenemos un
problema con México. Hay mucho sentimiento antiestadounidense en México. Si la
elección en México fuera mañana, probablemente habría un antiestadounidense de
ala izquierda como Presidente. Eso no puede ser bueno para Estados Unidos”.
Kelly respondió: “No sería bueno para Estados Unidos ni para México”.
McCain, que fue candidato a
la Presidencia en 2008, es probablemente el republicano más cercano a México y
más reconocido por sus gobiernos, así como una de las principales voces en el
Capitolio que siempre defienden a México. Su pregunta era la expresión de los
grupos de interés en su país. Las principales contribuciones electorales de
McCain en los seis últimos años, suman 11 millones de dólares, y han salido, en
orden de importancia, de los grupos de interés en seguros e inversiones, bienes
raíces, despachos de abogados, el lobby de Israel, empresariales, cabilderos,
financieros, aseguradoras, empresas eléctricas y de salud, varios de esos
sectores con negocios en México. Entre las principales empresas que aportan
dinero a sus campañas se encuentran algunas que hacen negocios en México, o
están en sectores que podrían participar aprovechando reformas, como la
energética.
Los comentarios de McCain le
permitieron a Kelly airear lo que dentro del propio gobierno del Presidente
Donald Trump debe ser un tema del que se habla cuando analizan las perspectivas
de México. En un artículo publicado en la conservadora revista National Review
a finales de enero pasado, José Cárdenas, que trabajó en el Consejo Nacional de
Seguridad y el Departamento de Estado durante el gobierno de George W. Bush,
había anticipado el sentir: “Un aspirante a imitador de Hugo Chávez está
compitiendo por la Presidencia montado sobre una ola anti Trump al sur de la
frontera. Un gobierno que no sea amigo en nuestra frontera sur podría complicar
varios temas de manera significativa, desde seguridad fronteriza,
contraterrorismo hasta la cooperación contra el narcotráfico y las
deportaciones y restricciones para la migración centroamericana”.
“Para los empresarios
mexicanos y la clase política”, reportó en enero el diario inglés Financial
Times, “López Obrador, que dice que Fidel Castro fue un gigante de la estatura
de Mandela, es un prospecto aterrador debido a su oposición a las reformas
estructurales que el “Presidente Enrique Peña Nieto ha implementado,
especialmente a la apertura del sector energético a la inversión privada”. Rex
Tillerson, el Secretario de Estado que como presidente del Consejo de
Administración de Exxon negoció ser parte de un grupo que ganó una de las
rondas en diciembre pasado para explorar, extraer y comercializar petróleo en
aguas profundas, es una de las voces que han expresado esos temores
internamente, que se han ido extendiendo aceleradamente.
López Obrador puede no
interpretar este creciente sentimiento en su contra como un problema, sino como
un activo político, lo que puede ser un error de lectura a menos que no sólo le
sea indiferente tener una relación hostil con el gobierno y los sectores
empresariales de Estados Unidos, sino que tenga alternativas para compensar un
eventual enfriamiento financiero, económico, comercial, político y de
seguridad, con esa nación.
Nota: Esta columna dejará de publicarse
toda la Semana Santa.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/
Raymundo Riva Palacio/ 07/04/2017 | 01:00 AM)
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