El secretario de Comercio y Fomento
Industrial en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, Jaime Serra Puche, quien
negoció por México el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, expuso en
el ITAM las razones por las que el nuevo presidente de Estados Unidos, Donald
Trump, no podrá cumplir cabalmente sus amenazas de anular el TLC sin correr
enormes riesgos, mientras que a México no le conviene por razones políticas
desatar un forcejeo comercial. Serra Puche considera este análisis como su
aporte para los “agentes económicos” mexicanos que lidiarán con las presiones
del acelerado mandatario estadunidense.
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).-
Cabeza del equipo de funcionarios que negoció, entre 1991 y 1993, el Tratado de
Libre Comercio entre México, Canadá y Estados Unidos, en vigor desde el 1 de
enero de 1994, Jaime José Serra Puche se ríe de las “bravuconadas” de Donald
Trump sobre renegociar ese acuerdo comercial o hacer que Estados Unidos se
salga del mismo si sus intereses no van por delante, a su entera satisfacción.
Serra, ahora de 62 años
–tenía 38 cuando firmó el TLC en representación de México– y con experiencia de
más de 20 años en negociaciones comerciales internacionales desde el sector
privado, habló el jueves 12 en el Instituto Tecnológico Autónomo de México, en
el marco de su tradicional seminario sobre las perspectivas económicas del
país, que esa casa de estudios realiza cada año y al que asisten los titulares
de todas las dependencias del sector económico oficial, líderes de las cámaras
empresariales e invitados internacionales.
El ex funcionario afirmó que
el recién investido presidente estadunidense no entiende nada de esa materia ni
“en qué parte de la historia económica del mundo y de nuestra región estamos”.
Comentó que le resulta
“hilarante” que el magnate haya dicho y reiterado que ya no va a permitir que
México y China sigan abusando de Estados Unidos. “Eso es no entender el grado
de integración que se ha dado en América del Norte, en comparación con la
relación comercial entre Estados Unidos y China”, sentenció.
Titular de la Secretaría de
Comercio y Fomento Industrial en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari
(1989-1994), hoy Secretaría de Economía, así como primer secretario de Hacienda
y Crédito Público del gobierno de Ernesto Zedillo (1995-2000), Serra Puche,
quien hoy dirige la firma privada SAI Consultores, S.C., especializada en temas
de competencia económica, derecho corporativo, comercio internacional,
inversión, financiamiento y resolución de controversias, explicó:
“De cada peso o cada dólar
que México exporta a Estados Unidos, 40 centavos son de insumos americanos.
Para los canadienses, alrededor de 25 centavos. El promedio ponderado son 32
centavos. Y esas tres cifras contrastan enormemente con el contenido de insumos
americanos en las exportaciones chinas hacia Estados Unidos. El paradigma de la
relación comercial entre Estados Unidos y China es absolutamente distinto del
nuestro. Hoy en día nosotros, en América del Norte, no sólo nos estamos
vendiendo los unos a los otros, sino que estamos produciendo conjuntamente,
mientras que la regla con China es básicamente lo que los economistas llaman un
outsourcing puro.
“Y cuando ustedes oyen al
presidente electo decir que frente a China y frente a México tiene que dejar de
permitir que estos países abusen de Estados Unidos, pues es una cosa hilarante,
pues no es comparable si se entiende el grado de integración que se ha dado en
América del Norte versus la relación con China. Son dos mundos totalmente
distintos. Cada vez que México exporta, Estados Unidos exporta, y eso es algo
que se tiene que entender cabalmente.”
El siguiente texto es una
selección de la presentación de Serra Puche en el panel Aspectos
Económicos-Políticos y el Futuro del Tratado de Libre Comercio, en el que
participaron, además, Jaime Zabludovsky y Luis de la Calle, dos de los
integrantes de aquel equipo negociador que encabezó Serra Puche en los primeros
años noventa, así como el embajador Andrés Rozental.
LA SOLUCIÓN, EN MANOS DE MÉXICO, MÁS QUE EN LAS DE EU
Quiero poner un poquito las
cosas en perspectiva, porque me parece que estamos en medio de un torbellino de
tuits que nos trae un poquito nublados, y me parece que a lo mejor podría yo
hacer alguna pequeña contribución para los agentes económicos de México, de
poner un poquito las cosas en perspectiva y entender un poquito en dónde está
todo este asunto, en qué parte de la historia económica del mundo y de nuestra
región estamos.
Me gustaría empezar señalando
algunas tendencias que ya tienen, digamos, una tradición y una estructura en la
historia. Y la primera de ellas sería lo que está pasando en el comercio
internacional en el mundo entero. Y si alguien me fuera a preguntar cuál es la
característica más fundamental de lo que ha pasado en los últimos años, más que
pensar que han disminuido flujos y que ha habido ciertos ciclos en los flujos
de comercio internacional, diría que ha habido un cambio estructural muy
importante, y es que han proliferado los tratados de libre comercio tipo NAFTA
(North American Free Trade Agreement) o TLCAN (Tratado de Libre Comercio de
América del Norte).
En 1994, cuando hicimos el
NAFTA, ante la Organización Mundial de Comercio (OMC) se habían registrado 42
tratados de libre comercio en el mundo parecidos, unos más profundos que otros;
hoy en día son 280. Más de la mitad del comercio internacional hoy en día se
hace con reglas de tratados regionales preferenciales tipo NAFTA. O sea, ha
habido una tendencia clara hacia lo que los economistas llaman la autarquía
regional, en donde hoy en día es más probable que la competencia en comercio
internacional sea entre regiones, más que entre países.
Este es un hecho importante,
cuando consideramos las opciones que posiblemente el presidente y la
administración Trump quieran introducir, que pueden ir desde (hacer) nada,
modificar nada, hasta –incluso– salirse del tratado, como él mismo lo ha dicho.
Bueno, hay que medirlo en función de lo que está pasando en el mundo. Y está
yendo un poco a contracorriente la posición del gobierno americano en muchos
frentes; éste es uno en particular.
Otro caso es cuando se habla
del Brexit como un ejemplo de proteccionismo. Me parece que es una lectura
equivocada del Brexit. Con el Brexit, en realidad lo que están haciendo los
británicos, lo que quieren, es seguir perteneciendo al acuerdo regional
europeo; no salirse, como se está planteando. Es decir, no es por un afán de
proteccionismo, sino que ellos están buscando –y fíjense lo que son las
paradojas del mundo– un modelo tipo NAFTA en su relación con el resto de
Europa.
A mi manera de ver, esa
tendencia tiene dos explicaciones estructurales fundamentales. Una, la que los
economistas llaman la teoría de la gravedad, no la newtoniana, sino “a la
Newton”, de que el comercio responde mucho a cercanía y a distancia y a
facilidades de transporte, etcétera, que ha dado lugar a una proliferación de
estos tratados de libre comercio o sus similares. Y la otra es que la OMC se ha
mostrado como una institución que cada vez es menos efectiva porque tiene un
esquema de decisiones bastante peculiar, que es que todas las decisiones tienen
que ser por consenso absoluto, pero son 160 países, una cosa así; entonces es
particularmente complejo lograrlo.
Por ello se ha vuelto muy
ineficiente para lograr acuerdos de carácter multilateral, y eso ha dado lugar
a un sinnúmero de tratados, unos 280, que hoy están registrados.
Entonces el primer hecho o
tendencia en la que debemos pensar que estamos ubicados, es que la mayor parte
del comercio internacional se hace bajo reglas de tratados similares al NAFTA.
La segunda es que en los
últimos 30 años la conectividad en América del Norte ha crecido de manera
sustantiva entre los tres países, muy a pesar de las intervenciones de los
reguladores, de los políticos, y de los policymakers, como ha estado
ocurriendo.
(Por ambas razones) es muy
difícil que en un régimen de cuatro años –que, en el peor de los mundos, podría
llegar a ser de ocho– se dé marcha atrás a un proceso de conectividad como el
que ha experimentado América del Norte.
Entonces, también hay que
ubicar este debate un poquito en el largo plazo. Por ejemplo, si ustedes
analizan cómo se hacen los pedidos de las empresas automotrices, se hace con
una anticipación de cuatro años. Hoy en día los productores de autopartes están
negociando con los productores finales de la automotriz en qué plataforma
participan, para salir en una plataforma dentro de cuatro años. Son decisiones
de largo plazo, que responden a una lógica más de largo plazo que de coyuntura
económica, macroeconómica o de inestabilidad de corto plazo. Segundo fenómeno,
no nada más la proliferación y el crecimiento de acuerdos de carácter especial
tipo NAFTA, sino también una conectividad creciente en América del Norte.
La otra es que ha habido un
proceso de integración en América del Norte de manera muy notable. A partir de
NAFTA crecieron sustancialmente los flujos comerciales y la inversión
extranjera directa entre los tres países. Y a pesar de varios escollos –la
entrada de China a la OMC, el derrumbe de las Torres Gemelas de Nueva York y la
crisis financiera internacional que se desató con la caída del banco de
inversión Lehman Brothers en 2008– la integración continuó y el crecimiento de
los flujos comerciales y de inversión extranjera también siguieron.
Entonces, suponer que va a
haber un cambio paradigmático en la relación comercial en América del Norte es
muy arriesgado. A mí me parece que hay que tener en cuenta estas tendencias,
destacar estas tendencias para entender un poco el torbellino en el que estamos,
en qué momento está ocurriendo y en qué tendencias está ocurriendo.
Por ejemplo, piensen en la
diferencia que hay entre la relación comercial que México tiene con Estados
Unidos y la relación comercial que China tiene con Estados Unidos. Son dos paradigmas
totalmente distintos: de cada peso o de cada dólar que México exporta a los
Estados Unidos, 40 centavos son de insumos americanos. Para los canadienses,
alrededor de 25 centavos. El promedio ponderado son 32 centavos. Y esas tres
cifras contrastan enormemente con el contenido de insumos americanos en las
exportaciones chinas hacia Estados Unidos.
El paradigma de la relación
comercial entre Estados Unidos y China es absolutamente distinto del nuestro.
Hoy en día nosotros, en América del Norte, no sólo nos estamos vendiendo los
unos a los otros, sino que estamos produciendo conjuntamente, mientras que la
regla con China es básicamente lo que los economistas llaman un outsourcing
puro.
Y cuando ustedes oyen a
Donald Trump decir que va a impedir que México y China sigan abusando de
Estados Unidos, pues… es una cosa hilarante. No es comparable cuando uno
entiende el grado de integración que se ha dado en América del Norte versus la
relación con China, son dos mundos totalmente distintos. Cada vez que México
exporta, Estados Unidos exporta, y eso es algo que se tiene que entender
cabalmente.
La verdad es que lo que ha
regido hasta hoy en día, los pronunciamientos del presidente Trump y de su
equipo en torno al comercio internacional es una total falta de entendimiento
de cómo funciona el mundo; todo lo quieren reducir a un enfoque mercantilista.
El déficit comercial de los
americanos, que es la obsesión que ellos tienen, se explica mucho más por la
falta de ahorro de la economía americana, que por el régimen comercial que
tienen los americanos. Y eso requiere de hacer una explicación permanente, es
un tema macroeconómico, no es un tema comercial.
Pero incluso, si fuéramos a
aceptar este enfoque absurdo mercantilista de Trump, veamos cómo está la
composición del déficit comercial americano: el 56% se explica por la relación
con China; le sigue la Unión Europea, que explica el 17% del déficit americano;
luego, Japón, que explica casi el 11% del déficit americano. Y nosotros
representamos menos del 9% del déficit comercial estadunidense.
O sea, que incluso en el
debate mercantilista hay que hacer ver a los Estados Unidos que el NAFTA no les
ha generado un déficit comercial enorme, ni lo ha guiado o empujado. Es más:
Estados Unidos no tiene tratado de libre comercio ni con China, ni con la Unión
Europea, ni con Japón, y son los tres principales países que contribuyen al
déficit comercial total.
Entonces, es imposible que
Trump argumente con seriedad que el TLCAN ha generado un problema de déficit
fiscal, de déficit comercial en Estados Unidos. Ese déficit comercial se
explica mucho más por su déficit fiscal, reitero, y por la falta de ahorro. Y
esto es una conclusión que se obtiene de la simple identidad de contabilidad
nacional.
Ahora, metidos ya en ese mercantilismo,
supongamos el escenario en el que los americanos deciden salirse de NAFTA y
entonces permitir que rija la relación comercial entre nuestros dos países con
las reglas de la OMC. La OMC en su primer artículo tiene el criterio de la
nación más favorecida, en donde un país no puede tratar peor al otro país que
lo que trata a un tercer país. Es decir, Estados Unidos no nos puede tratar, ya
en esa regla, peor de lo que lo trata a Europa, o peor que lo trata a Japón,
porque violaría el artículo número uno de la OMC. Y se pueden permitir
preferencias a favor de países con los que se establezcan tratados bajo el
Artículo 24 del GATT; bajo ese artículo es como se creó NAFTA. Si se salen del
NAFTA, ese artículo ya no es relevante para nuestra relación comercial con los
americanos, y pasa a ser el artículo número uno el relevante.
Y en ese caso, el promedio
que nos cobrarían de aranceles es de 2.8%. Entonces, en el escenario en el que
el gobierno americano se quisiera salir del NAFTA y nos llevaran a una relación
de la OMC, estaríamos pagando aranceles poco importantes, que la simple
devaluación a la que ha llevado este torbellino ya los cubrió y de sobra. Y
como decía el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, hay un cambio
estructural del tipo de cambio real que nos va a dar competitividad por un muy
buen tiempo.
Entonces, lo que haga Trump
respecto del Tratado de Libre Comercio con México y Canadá no tendría un efecto
mortal, ni mucho menos. Y hay que entender que eso es parte de la tendencia, y entender
que cuatro años de políticas proteccionistas por parte de Estados Unidos están
acotadas por la OMC bajo el supuesto, supongo relativamente racional, de que
Estados Unidos no se saldría de la OMC.
Si opta por salirse de ésta,
entonces estamos hablando de otro mundo, particularmente de una guerra
comercial generalizada con consecuencias terribles.
O sea, que a pesar de toda
esa actitud que se ha experimentado en los últimos años, de intentos de acabar
con él, el TLCAN ha crecido, el proceso de integración ha crecido, y nos
encontramos en esta situación.
¿A qué me lleva todo esto? Yo
creo que es más importante lo que hagamos nosotros, que lo que hagan ellos. Y
esto me parece que es una premisa absolutamente fundamental para las próximas
semanas y meses. ¿Y qué quiero decir con eso? En un ejercicio econométrico muy
sencillo, simple, podremos descubrir que el dinamismo tan importante que han
tenido nuestras exportaciones no petroleras se explican más por la disminución
de nuestros aranceles, que por la disminución de los aranceles de Estados
Unidos. Por dos razones fundamentales: la disminución de nuestros aranceles
terminó con lo que se llamaba el “sesgo anti exportador”, porque la protección
que teníamos en México no nos permitía ser competitivos en la producción.
Y la caída de aranceles, que
gracias al NAFTA se dio para ingresar al mercado americano, uno, eran de una
base muy pequeña y pasaron a ser, en un proceso de transición, de apertura
gradual, y explican muy poco del crecimiento de nuestras exportaciones no
petroleras.
Entonces, el fuerte de
nuestro éxito exportador se debe a la apertura de nuestra economía, no a que en
el destino pagamos impuesto cero o tarifa cero, aranceles cero, sino a que
nosotros abrimos la economía y la hicimos más competitiva. Es decir, el
crecimiento en nuestras exportaciones se puede explicar en un porcentaje muy
elevado por el hecho de que abrimos la economía.
¿Y por qué digo esto con el
énfasis que intento decirlo? Porque lo peor que podríamos hacer frente a esta
circunstancia es cerrar nuestra economía en una especie de ojo por ojo, que
sería absolutamente suicida. Lo que tenemos que hacer nosotros es que la
economía mexicana sea aún más competitiva para compensar los obstáculos y las
barreras que quieren introducir en Estados Unidos hacia nuestros productos
exportados competitivamente.
Y para eso tenemos que
conservar la apertura, para eso tenemos que conservar un esquema de reglas como
las que ofrece el NAFTA, que le ha dado la seguridad a los inversionistas de
tener reglas que se cumplan, un Estado de derecho en materia comercial, que
creo que fue posiblemente una de las contribuciones más importantes del NAFTA
para México, el hecho de que hay reglas y la gente las cumple y se confía en
ellas, porque se vigilan regionalmente.
De manera que ese es el tipo
de cosas que nosotros tenemos que hacer frente a esas circunstancias. La
solución está mucho más en nuestras manos, que en las manos de ellos. Y esto es
algo que tenemos que entender, clarificar este torbellino en que estamos.
Entonces, me parece que
tenemos que estar clarísimos en que es más importante lo que nosotros hagamos,
que lo que haga nuestro socio comercial.
El peor escenario en materia
comercial sería que aceptáramos medidas que nos llevaran a lo que los
economistas llaman el managed trade o comercio administrado, en donde se pueden
poner cuotas –ya empiezan a surgir algunas ideas en Estados Unidos, por los
nombramientos de quienes van a llevar las relaciones comerciales
internacionales–, lo que me parece que para nosotros sería fatal: uno, porque
terminaría siendo la incertidumbre eterna; dos, habría un problema de
corrupción gravísima. Y tres, distorsionaría precios relativos que hemos
logrado eliminar, cuyas distorsiones hemos logrado eliminar a lo largo de la
apertura de los veintitantos años de México.
Entonces, a mí ese escenario
me parece que, incluso si se hace sin que los americanos salgan de NAFTA, es
peor a que ellos se salgan del tratado.
Y la segunda que me preocupa
mucho es que nosotros, por razones políticas, reaccionemos con una guerra
comercial, como ya lo dije, en donde busquemos un esquema de ojo por ojo,
porque nos estaríamos dando literalmente un balazo en el pie.
(PROCESO/ REPORTAJE
ESPECIAL/CARLOS ACOSTA CÓRDOVA/ 24 ENERO, 2017)
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