En el transcurso de 2016,
casi 400 adolescentes han sido detenidos en Baja California por delitos que van
desde el robo hasta el homicidio y secuestro.
A diferencia de años en que
las pandillas reclutaban a los jóvenes, ahora el crimen organizado los ha
integrado a un sistema corporativo.
Mientras que el intento de
suicidio y asesinato de un niño de 13 años muestra la vulnerabilidad en que se
encuentran los menores de edad
Con salpicaduras de sangre en
la nariz, mejilla derecha y mentón, el niño de 13 años permaneció en casa
después de apuñalar a su mamá.
El ataque se dio sin
discusión previa, a las seis de la mañana del lunes 25 de abril y con un
cuchillo largo de cocina.
A los policías que atendieron
el reporte en el fraccionamiento Urbi Quinta del Cedro en Tijuana, el menor les
confió que agredió a su madre porque estaba harto de que sus dos hermanos
pequeños recibieran la atención que él no, y por la relación sentimental que
ella mantenía con un hombre.
Flaquito y bajito, con los
ojos tristes y las cejas dobladas, sin historial de consumo de drogas ni de
violencia, explicó que no entendía por qué su mamá seguía perdonando a su novio
si éste la golpeaba.
“Su idea era atacarla para
irse con su abuela. Se veía en un estado depresivo”, detalla la fiscal
especializada en adolescentes, Helga Sánchez Chamery, quien recibió al menor de
edad cuando fue trasladado a las instalaciones de la Procuraduría General de
Justicia del Estado (PGJE).
Fueron 16 los cortes en el
cuerpo de Jessica Belén Jiménez. Rostro, pecho, abdomen, brazos, espalda y
cadera.
Ninguna herida de
profundidad, la más severa llegó hasta el músculo frontal en la frente, donde
probablemente se forme una cicatriz.
Para la fiscal, la poca
fuerza física del adolescente -quien tiene el aspecto de un niño de 11 años-
contribuyó a que las lesiones no fueran letales.
“Él se arrepintió de lo que
le hizo a la mamá y se intentó cortar las venas, pero sólo se lastimó las
manos”, complementa Laura Ivette Rivera Lazcano, directora de Justicia para
Adolescentes de la PGJE.
Tras el ataque, Jessica llamó
por teléfono a su novio, quien a su vez dio aviso a la Policía Municipal.
En el Centro, los jovenes
participan en actividades escolares, deportivas y religiosas Los agentes
encontraron a la mujer de 30 años al borde de la cama, con expresión dolida,
vestida con un pantalón rosa de pijama.
Sangre en casi toda su blusa
verde pastel, en la sábana y en el piso. La punta del cuchillo dejó surcos en
el colchón.
Mientras el menor fue llevado
al Hospital General, donde recibió suturas para contener el sangrado, Jessica
Belén llegó hasta la Cruz Roja y horas después, fue dada de alta.
Sin embargo, la averiguación
previa abierta por homicidio calificado en grado de tentativa y agravada por
razón de parentesco, bajo el número 127/16/214 en la Procuraduría, quedó sin
efecto.
Esto porque a sus 13 años de
edad, el menor no es imputable de acuerdo a la Ley de Justicia para
Adolescentes, la cual establece la edad mínima de 14 años para enfrentar un
proceso penal.
Si bien, no hay delito que investigar, la
Agencia Especializada en Adolescentes integró un expediente para turnarlo a la
Agencia de Delitos Sexuales y Violencia Intrafamiliar, donde se giró una orden
de investigación para determinar la situación del menor, quien fue entregado a
su abuelo materno cuando éste acudió al Ministerio Público con el acta de
nacimiento original de su nieto.
La directora de Justicia para
Adolescentes explicó que el menor no fue enviado a un centro DIF porque no se
encontraron antecedentes de violencia familiar.
“Al menor se le asignó un
abogado defensor de oficio y se reservó su derecho a declarar. La mamá tampoco
declaró porque tiene derecho a no declarar en contra de sus familiares
ascendentes o descendientes”, añadió.
Lo que se sabe del ataque, es
lo que el menor narró a los policías.
Por ejemplo, que sus dos
hermanos de cinco y siete años conviven con su papá y con la familia de él,
mientras el adolescente no.
O que la mamá “se va de
fiesta con su nueva pareja y a él no le dan la atención que requiere”, precisa
la funcionaria.
“El menor requiere atención y
la madre también. En la agencia de Delitos Sexuales y Violencia Intrafamiliar,
se va a determinar qué tratamiento psicológico o psiquiátrico, dependiendo del
grado de afectación tanto del menor como de la madre”, añade.
No obstante, si Jessica Belén
Jiménez y el menor no responden a las órdenes de comparecencia para continuar
con el proceso en la PGJE, no se podrán integrar los dictámenes
correspondientes para determinar qué tratamiento recibirá el adolescente.
NARCOMENUDEO SE IMPONE EN TIJUANA, ROBO EN MEXICALI
Del 1 de enero al 31 de marzo
de 2016, 368 expedientes se han abierto en la PGJE de Baja California con
adolescentes involucrados en delitos.
De éstos, 248 corresponden a
Mexicali, la ciudad con mayor incidencia delictiva entre menores de 18 años.
Laura Ivette Rivera Lazcano,
directora de Justicia para Adolescentes, amplía los casos en Tijuana.
El corte al 14 de abril de
2016, es de 132 adolescentes turnados al Ministerio Público.
Le sigue Ensenada con 19
detenidos, Rosarito con seis, pero en Tecate no se ha turnado un solo
adolescente en lo que va del año.
El 35 por ciento de los
detenidos cumplen sentencia por homicidios, Abdiel está entre ellos Tan sólo en
Tijuana, el 30 por ciento de los casos son por narcomenudeo, el delito más
frecuente entre menores de edad en la ciudad.
Varias de las detenciones se
han dado mediante el Operativo Mochila en las escuelas.
Marihuana, cristal, globitos
y pastillas, son las drogas más comunes en su poder.
“Los menores son utilizados
para vender droga de manera muy recurrente, y en la mayoría de los casos,
vienen de familias disfuncionales. Pasan las 48 horas que tenemos para la integración
(del expediente) y hay niños que duermen en celdas, con mamás que llegan horas
después. Creo que hace falta supervisión por parte de los padres”, apunta la
directora de Justicia para Adolescentes de la PGJE.
Rivera Lazcano agrega que
muchos de los jóvenes llegan aleccionados por quienes les entregan la droga
para su venta.
“El otro día, gritaba un niño
de 12 años que le pasaran a su abogado. Nos dicen que no saben dónde viven para
que no contactemos a sus papás”.
A la Agencia Especializada en
Adolescentes de la PGJE llegan menores de 12 a 17 años de edad que cometen
algún delito.
Si bien, solamente a partir
de los 14 son sujetos a sanciones penales, a los adolescentes de 12 a 13 años,
se les puede girar una orden de comparecencia para que junto a sus papás, se
comprometan en ir a la escuela, que sean “personas de bien” y cumplan con un
tratamiento.
Cualquier menor que sea
remitido a la PGJE, pero no sea consignado, debe ser puesto en libertad en un
periodo no mayor a 48 horas.
Si el tutor legal no se
presenta, entonces los agentes ministeriales los llevan a su hogar.
Entre otras especificaciones
de la Ley de Justicia para Adolescentes, cada menor tiene derecho a un abogado
defensor especializado en adolescentes, quien le informa su derecho a reservar
o rendir su declaración.
La celda en el Ministerio
Público, debe estar separada de los adultos, con iluminación y no contar con
rejas. En el caso de Tijuana, una mica de plástico reemplaza los barrotes.
“En general, es un trato más
humanizado porque los menores de edad no han alcanzado su madurez ni conciencia
plena… aunque nos han llegado asuntos en los que desconocemos cómo es su
conciencia, pero están bien alebrestados”, expone la funcionaria de la
Procuraduría.
Además, todos los casos
-excepto narcomenudeo- pueden resolverse a través de la conciliación en el
Centro Estatal de Justicia Alternativa.
De los 132 adolescentes
detenidos este año en Tijuana, 111 han sido consignados al Juzgado de Primaria
Instancia Especializado en Adolescentes.
Después de posesión simple de
droga, los principales delitos por los que son detenidos los adolescentes, son
daño en propiedad ajena intencional con 18 turnaciones, robo con violencia con
11 aprehensiones, robo en casa habitación con siete casos, portación de arma prohibida
también con siete y cinco más por lesiones.
Mientras que en Mexicali, que
concentra 46 consignaciones de adolescentes, entre enero y marzo de 2016, el principal delito es el
robo.
Para la directora de Justicia
para Adolescentes, el denominador común entre los jóvenes detenidos por un
delito es “la falta de cuidado de los papás, pero aquí llegan por robo simple y
terminan con posesión de arma u homicidio”.
MENORES EN NARCOTÚNELES, SECUESTROS Y HOMICIDIOS
Apolinar Deraz sacó a sus
hijos de 14 y 16 años de la escuela.
La mamá de los menores había
enfermado de cáncer y para pagar su tratamiento, tendrían que trabajar.
Los tres tomaron dejaron
Durango y viajaron a Tijuana, donde serían contratados para construir una casa.
Llegaron a la Central Camionera. Los recogieron los constructores, quienes los
llevaron hasta un domicilio en el callejón Centenario de la colonia Aeropuerto.
Ahí permanecieron bajo llave.
Se les dijo que podrían salir una vez que llegara otro grupo de albañiles. Sin
embargo, el 7 de abril de 2015, el padre y sus dos hijos fueron detenidos junto
a seis hombres más por el Ejército Mexicano.
En la vivienda de dos pisos
fue descubierto un narcotúnel.
En el lugar encontraron
además 20 kilos de marihuana y tres kilos 500 gramos de cristal.
“Se probó que estaban
trabajando dentro de la casa y sí habían visto el túnel, pero como vienen de
fuera, no se imaginaron que era para cruzar a Estados Unidos, pensaron que era
un sótano”, explica Luz María Félix Figueroa, juez de Primera Instancia Especializada
en Adolescentes, quien estuvo a cargo del caso.
Los menores de edad, así como
su padre y el resto de los albañiles, fueron representados por un abogado
particular.
Cuando Apolinar Deraz
recuperó su libertad, recolectó testimonios de testigos, cartas de novias y
amigos de los adolescentes, certificados escolares y declaraciones de
familiares para demostrar que los jóvenes no sabían que trabajarían para el
narco.
Los adolescentes fueron
internados en el Centro de Diagnóstico para Adolescentes, donde permanecieron
hasta que su abogado solicitó un incidente de modificación de medida.
Fueron trasladados a otro
centro en Durango para estar cerca de su familia y allá recobraron su libertad
sin que se les encontraran culpables de los cargos.
Desde hace nueve años, todos
los casos penales -estatales y federales- de adolescentes en Tijuana, Rosarito
y Tecate, han pasado por el escritorio de la juez de Primera Instancia
Especializada en Adolescentes, Luz María Félix Figueroa.
En 2016, este Juzgado tiene
112 expedientes registrados, en los cuales 40 adolescentes han recibido
sentencia y 37 siguen bajo proceso. Es decir, en el 35 por ciento de los
consignados este año, ya concluyó el proceso penal.
Lo anterior se debe a que en
caso de adolescentes, los procesos no deben durar más de tres meses.
En caso de amparo u otro
recurso legal que prolongue el juicio, el límite es de cinco meses.
Sin embargo, “no en todos los
casos son conductas graves ni amerita que el joven haya quedado detenido como
medida cautelar”, puntualiza la juez Félix Figueroa.
En el caso de los
adolescentes hay tres tipos de medidas cautelares, en caso de ser encontrados
culpables.
La primera es la detención el
Centro de Diagnóstico para Adolescentes, la segunda es la reclusión
domiciliaria (casa, institución médica u hospitalaria o centro de
rehabilitación) y tratamiento externo, en la cual gozan de libertad, pero deben
cumplir con la nivelación académica y tratamiento psicológico.
“Además de aplicarle una
sanción, el objetivo es un tratamiento para recuperarlo de esa situación en la
que estaba, que pase por un proceso de maduración para entender que ése fue un
hecho que no debió haber cometido”, expresa la juzgadora.
De esos 112 expedientes
abiertos, un 70 por ciento son por robo con violencia.
Le sigue delitos contra la
salud en la modalidad de narcomenudeo, casi siempre en posesión simple de
metanfetamina y marihuana.
En un incremento en
comparación a años anteriores, en 2016, tres adolescentes han sido consignados
por homicidio y otros tres por secuestro.
Entre los casos en proceso,
está el de Ulises Abraham, de 14 años de edad, que en octubre de 2015 fue
contratado a través de Facebook para asesinar a Guillermo Gastélum Jacques en
la Zona Centro de Tijuana. A cambio, el menor recibiría 31 mil pesos.
Con ese dinero “quería
cambiarse de teléfono, comprarse ropa y traer dinero”, refiere la juez.
El estudiante de secundaria
creció en un ambiente sano, sus padres son profesionistas, no tenía carencias
económicas, pero cometer el asesinato “se le hizo fácil, dijo ‘yo lo puedo
hacer’”.
Para un menor de edad, la
pena máxima para homicidio es de diez años, pero incluso en sentenciados, la
Ley establece que cada tres meses debe ser evaluado para informar al juez del
avance en el tratamiento.
Cuando cumple dos terceras
partes de la pena, puede pedir una adecuación de medida al juez. Alrededor del
40% de los jóvenes, solicita adecuación de sentencia, casi siempre a través de
un abogado particular.
En opinión de la juzgadora,
su labor es encontrar “un equilibrio entre la conducta que el adolescente
realizó, el daño causado y las características del joven”.
Agrega que hay casos en que
pueden restaurarse plenamente fuera, pero en otras ocasiones no, porque “pueden
causarse daño a sí mismos, a las personas que intervinieron en este proceso u a
otras personas”.
Para que el juez aplique una
medida de adecuación, el Cuerpo Colegiado conformado por un psicólogo, un
criminólogo, un maestro, un médico y/o psiquiatra y un especialista en
seguridad, rinden un informe, en el que votaron unánimemente si el joven es
apto a una medida distinta.
En cuanto a declaraciones, la
juez Félix Figueroa recuerda las de jóvenes involucrados en secuestros, ya sea
vigilando a la víctima o alimentándola.
“Hay quienes dicen ‘yo no me
porté mal con el señor porque cuando lo golpearon, yo le limpié la sangre’,
porque así lo ven”.
Mientras que en cuestiones de
crimen organizado, la jueza ha detectado una práctica meramente corporativa.
“No son pandillas o grupos,
sino estructuras empresariales. Les dicen a quién ir a matar o cuánto vender
para formar parte de ese grupo”.
También está el caso de hijos
de madres solteras. “La mamá tiene que trabajar en fábrica y, aunque tienen los
satisfactorios necesarios para sobrevivir, los jóvenes tienen que aportar en
casa y no hay supervisión”.
De ahí la conclusión de la
juzgadora: “Requieren de control de emociones y de conducta, de atención más
que satisfactores económicos, pero así como se atreven a cometer la conducta
más atroz, igual se atreven a recuperarse”.
MENOS REINCIDENCIA, CONTINÚA ADICCIÓN
En el Centro de Diagnóstico
para Adolescentes en Tijuana, hay 77 adolescentes detenidos, únicamente dos son
mujeres.
La cifra, indica su director,
Juan Pedro Quezada Jiménez, es una de las más bajas en los últimos años -en
2013 había 198 internos-, por lo que el centro se encuentra al 21% de su
capacidad.
Mientras que 42 adolescentes
sentenciados, cumplen con una medida de tratamiento externo, sin
encarcelamiento bajo supervisión trimensual de personal del Centro.
“En caso de que no estén
cumpliendo, le hacemos de conocimiento a la juez, ella puede decidir si
modifica la medida. Afortunadamente, el 80 por ciento de la población sí
acude”, comenta el director. La reincidencia también ha bajado. En cálculos de
Quezada Jiménez, uno de cada 10 liberados regresa.
Las edades de los internos
van de los 14 a los 24 años -quienes fueron sentenciados como menores, no son
trasladados a centros penitenciarios de adultos, aunque cumplan la mayoría de
edad-, pero la más frecuente es entre los 16 y 17 años.
De los internos, el 35% se
encuentran ahí por homicidio, 20 están sentenciados y siete en proceso.
Por robo de violencia, hay 19
jóvenes, 12 bajo proceso. Mientras que por secuestro hay ocho adolescentes, la
mitad sentenciada y por robo a casa habitación hay siete personas, sólo una
sentenciada.
Entre las características de
quienes ingresan al Centro de Diagnóstico, la gran mayoría no acudían a la
escuela.
“Tenemos casos de quienes no
saben leer ni escribir”, subraya el director.
Mientras que el 75% consumían
entre uno y ocho estupefacientes, los más comunes son marihuana, cristal y
clonazepam. La edad de inicio, casi
siempre, es a los 14 años.
De acuerdo con el médico de
la institución, el 30% de los internos cometieron el delito bajo la influencia
de la marihuana.
“QUERÍA SER ALGUIEN EN LA MAFIA”
Abdiel Contreras está a punto
de salir del Centro de Diagnóstico de Adolescentes. Seis de sus 19 años de
vida, los ha pasado ahí. Nació en Apatzingán, Michoacán, pero desde niño llegó
a la colonia Mariano Matamoros en Tijuana.
“Quería quedar bien, usar
ropa de marca como South Pole y Ecko. A los 13 años, empecé a usar marihuana y
a robar casas”, narra ahora con el cabello casi a rapa y en uniforme gris.
“Empezamos a hacer cosas más
grandes, ya no robábamos, nos ponían como puntos en donde iba a pasar gente con
dinero para ir y quitárselo. Yo estaba viviendo con un amigo, él tenía las
armas y carros, era mayor de edad”.
Las primeras dos armas de
Abdiel fueron un revólver 357 y una pistola 380 Súper de 9 milímetros.
Por cada atraco, recibía
hasta 15 mil pesos -cuatro veces más que el salario mensual en una maquiladora-
que gastaba en cinco días para comprar alcohol, marihuana y cocaína. Así, a los
14 años compró su primer vehículo, un Honda Hatchback.
De ahí, pasó a trabajar con
“alguien que trabajaba en la maña”. En 2010, acudió a una fiesta, “me dijeron
‘vete preparado’ (armado), ya después el patrón nos dijo ‘súbanse a la
camioneta’ y nos fuimos.
Llegó a una gasolinera, ahí llegaron los
contrarios y empezaron a rafaguear la camioneta”. Una risa nerviosa escapa de
la boca de Abdiel.
“Ta ta ta, escuché los
impactos de bala, yo estaba en la cabina y me agaché. Dejaron de tirar un
momento, me bajé y agarré un revólver que tenía yo. Miré que eran dos carros,
no me quedó de otra más que esconderme detrás de la camioneta y tirar. Cuando
empecé a tirar, uno se quedó ahí. No sé si fui yo quien lo maté, no sé, pero
ahí quedó y es por eso que estoy aquí”.
Abdiel fue uno de los dos
sobrevivientes de esa balacera donde murieron seis personas. Incluidos su jefe
y su amigo. Está a días de cumplir una sentencia de seis años por homicidio.
“Quería algún día ser alguien
en la mafia, pero le doy gracias a Dios que me ha permitido estar aquí todo
este tiempo y no allá afuera, porque no sé si me hubieran matado”, expresa sin
dejar de mover las piernas.
Con la secundaria terminada
en el Centro, planea estudiar la preparatoria abierta mientras trabaja como
pastero en construcción, emplastando tabla roca.
“Mis planes son entrar a la
Marina para estudiar Ciencias Navales… ya ese pensamiento tonto lo dejé atrás,
era de cuando estaba chavito… pero pues todavía me veo niño”, concluye entre
risas.
(SEMANARIO ZETA/ FOTOS: Jorge Dueñes /
DIBUJO: Roberto Mora / Inés García Ramos Lunes, 2 mayo, 2016 01:00 PM)
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