En una monarquía, como evoca
la restauración del PRI de la era de Enrique Peña Nieto, el sucesor del
Presidente tendrá que ser Aurelio Nuño, su secretario de Educación. En una
monarquía priista, el Presidente no hereda a su hermano –Carlos Salinas pasó
por encima de Manuel Camacho, y José López Portillo sobre Javier García
Paniagua, en los casos más claros de los últimos 40 años–, sino a su hijo.
Nuño, es adoptado porque
incursionó en la política como asesor del diputado Enrique Jackson hace más de
una década, y recibió del actual secretario de Hacienda, Luis Videgaray, su
impulso definitivo. Inteligente, Nuño voló por méritos propios, y después de
observarlo durante tres años, Peña Nieto decidió que era tiempo de que saliera
a la arena pública, desde donde construye su candidatura. El joven Aurelio, no
por razones biológicas sino por falta de kilómetros recorridos en la política,
ha mostrado en la Secretaría de Educación lo mejor que ha enseñado ser:
peleonero, intolerante y violento.
Uno de los momentos
epopéyicos de su talante lo cuentan empresarios, cuando en sus tiempos de jefe
de la Oficina del Presidente, al cerrarle las puertas del despacho de Peña
Nieto a quienes durante varias administraciones interactuaban regularmente con
el titular del Ejecutivo, les dijo que las cosas habían cambiado en el nuevo
gobierno y que tendrían que verse las caras con él. Al protestar, a uno de
ellos, según los empresarios, lo amenazó con meterlo en la cárcel. De esas
anécdotas de la Presidencia peñista se escribirán algunos libros, donde
seguramente se hablará de la dependencia intelectual que –además de la que
tiene hace tiempo con Videgaray–, tiene de Nuño.
El Presidente nunca mostró
alerta, mucho menos aún preocupación con lo que había hecho su delfín en el
sexenio hasta esta semana, cuando al celebrar el 80 aniversario del
Politécnico, dijo que la reforma educativa no buscaba castigar a los
profesores, sino para generar incentivos y mejorar la calidad de la educación
para niños y jóvenes. “La reforma no está diseñada y vale la pena aquí
subrayarlo, para sancionar a las maestras o maestros”, dijo Peña Nieto. “Está
dirigida y orientada a generar incentivos para que nuestros docentes se
preparen y estén en una permanente capacitación, que les ponga en mejor
condición de poder inculcar una mejor educación a la niñez de nuestro país”.
Sutil pero claramente, el
Presidente frenó la verborrea de peleador de barrio en lo que se ha convertido
Nuño frente a los maestros disidentes, y sus incontables declaraciones donde
los mensajes son de amenaza y represión. Los medios han retomado la retórica
del secretario, de que son una minoría, que no representan a nadie, que son unos
cuántos los que lastiman a muchos.
Está embalado. Después del
mensaje del Presidente, no se contuvo. Afirmó que la Coordinadora, donde está
la disidencia magisterial, no representa a nadie por lo cual no tiene ningún
sentido hablar con ellos. La respuesta ya no fue del Presidente, sino del
secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, quien dijo el miércoles
que el Gobierno actuará con “mano firme”, que no significa “mano dura”, en las
protestas que se efectúen contra la reforma educativa, ya que ésta “no afecta
los derechos de los maestros”. La mano de Nuño es firme –la reforma educativa
así lo requiere–, pero es muy dura.
El joven Aurelio tiene que
entender que encabeza una de las secretarías más sensibles y de mayor potencial
de agitación política. Su comportamiento ha sido incendiario. Lo hizo con la
comunidad politécnica, donde el zigzagueo de sus posiciones recuerda a
Penélope, que destruía por la noche lo que construía durante el día, y recurrió
a la propaganda –que tanto usó en Los Pinos– para estigmatizar en una minoría
de revoltosos el destino de miles de politécnicos. Lo ratificó ante la
disidencia magisterial, donde no sólo ha aplicado la ley en la sanción de los
maestros faltistas, lo que es correcto y procedente. Le sale su vena déspota,
en la forma como frasea sus convicciones, intimidante y hostil. Tiene garrote
pero nunca zanahoria. El saldo no puede ser positivo.
El conflicto en el
Politécnico no ha cesado, y la confrontación con la disidencia magisterial no
sólo se mantiene, sino que existe el riesgo objetivo de que la sistemática
descalificación a la Coordinadora empiece a generar respaldos de los otros
miembros del Sindicato de los maestros como una expresión de espíritu de cuerpo
ante una actitud sistemática amenazante.
Esta posibilidad es la que
parece haber advertido el presidente Peña Nieto en su discurso de esta semana,
que ha sido desoído por su delfín. La educación es un tema sensible y explosivo
que puede desbordarse fácilmente. Hay síntomas de conflicto en 16 universidades
estatales, agravados por el déficit de 227 mil millones de pesos de las
instituciones públicas de nivel superior, que no ha atendido la Secretaría de
Hacienda. Al contrario: empeorará. Esta semana se anunció que habrá más
recortes en el presupuesto del próximo año.
El secretario Nuño tiene la
sensibilidad de un paquidermo cuando de política y mano derecha se trata. Las
llamadas de atención del Presidente y el secretario de Gobernación no debiera
ignorarlas y atender las alertas de que el entorno político no es favorable al
Gobierno, y que después del 5 de junio comienza en pleno la sucesión
presidencial, donde el campo bajo su responsabilidad, puede ser el caldo de
cultivo para magnificar el disgusto.
(ZOCALO/ COLUMNA “ESTRICTAMENTE PERSONAL”
DE RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 26 DE MAYO 2016)
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