Cuando una decisión recae
exclusivamente en el ánimo del Presidente de la República, es difícil anticipar
la medida, pronosticar las acciones o apostar una nominación. Vaya, en términos
políticos, se pueden prever consecuencias, finalmente, a toda acción
corresponde una reacción, especialmente en un sistema político como el
mexicano, donde imperan la corrupción, la impunidad y el abuso.
Así, anticipar quién se
convertirá en el próximo dirigente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI en
México no es una cuestión fácil. Se conoce que a finales de la próxima semana
iniciará el proceso para redactar la convocatoria, ya sabe, acordar un método
de selección, participación o no de las bases, duración de la precampaña,
establecer tiempos de registros, aprobaciones y elección.
La idea, dicen, es emitir
entrado agosto la convocatoria, establecer periodos cortos de llenado de
requisitos, registros y aprobación; y en caso de presentarse más de un
aspirante, llevar a cabo una campaña corta que no desgaste al Partido
Revolucionario Institucional en una competencia protagónica que avasalle la
conducta institucional que se espera de los priistas cuando tiene en el
Presidente de la República, al Primer Priista del país.
Ahí tiene Usted el caso del
Partido Acción Nacional, que lleva pocas semanas en un proceso de campaña
interna para la dirigencia nacional, pero que parecen meses de acuerdo al nivel
de ataques, desprestigio, pleitos, señalamientos, litigios y acusaciones que
protagonizan los dos candidatos a suceder a Gustavo Madero, los señores azules
de distintas alas, Javier Corral y Ricardo Anaya.
El PRI siempre ha intentado
evitar esas posiciones de contraponer a los suyos en proceso internos. Por eso
mejor le apuestan al tradicional y efectivo dedazo. Si lo hicieron durante
ochenta años mientras gobernaron el país, incuso en los doce años en que fueron
oposición, cuantimás en la actualidad, cuando los mexicanos somos espectadores
del regreso del más recalcitrante PRI a Los Pinos.
Efectivamente, el PRI de
Enrique Peña Nieto tiene medida la política interna. En las últimas elecciones
federales, las de junio de 2015, lograron aun contra pronóstico, mantener una
mayoría en la Cámara de Diputados junto a sus aliados. Aun cuando no
holgadamente, pero el Presidente no tendrá problemas con el Legislativo en sus
últimos tres años de gobierno –bueno, desde el Pacto por México tampoco los ha
tenido con la oposición en la derecha y cierta de la izquierda-.
También, el partido tricolor
ganó cuatro de nueve gubernaturas -tres el PAN, una el PRD y otra un ciudadano
independiente-, incluso le arrebató el Estado de Sonora al PAN, cuando la
imposición de la futura gobernadora Claudia Pavlovich como candidata por parte
de la cúpula priista, anticipaba una división al interior del partido.
Pocos casos de división
interna en elecciones externas se han visto en el PRI. Uno de ellos por
supuesto, el de Baja California. Cuando no siendo favorecido con la candidatura
al Gobierno del Estado, Jorge Hank Rhon jugó contra el candidato tricolor,
Fernando Castro Trenti en el año 2013, e hizo una alianza con el candidato y
hoy gobernador del PAN, que le llevó al PRI a tener -hasta la fecha- priistas
en el gabinete panista, y retener la alcaldía de Tijuana cuando el del
Hipódromo y el del PAN, hicieron una campaña de voto cruzado.
Pero esas cosas no pasan en
el PRI nacional. Soldados del Presidente de la República, a menos de una semana
para que acuerden la convocatoria para elegir presidente del CEN tricolor,
ningún destacado o no miembro del Partido Revolucionario Institucional ha dicho
públicamente que quiere ser dirigente nacional. Ninguno. Ni uno solo. Acaso ha
echado sonrisa y no cerrado la puerta Manlio Fabio Beltrones Rivera, cuando le
han insistido con la pregunta, luego que el 1 de septiembre termina su encargo
como diputado federal. Pero de ahí en fuera, nadie.
Todos los priistas están
calladitos, no se mueven, se contienen y se retienen, hasta que el Presidente
de la República no apunte el dedo elector para orientar la convocatoria y la
elección interna de su partido.
Se dice que Beltrones, que
Enrique Martínez y Martínez, hasta que sería el partido una graciosa salida para
Miguel Osorio Chong, el secretario de Gobernación que mantuvo las condiciones
políticas y de seguridad para que se escapara Joaquín “El Chapo” Guzmán. Luego
le apuestan a Eruviel Ávila, el aún gobernador del Estado de México. Y también
hay quien analiza que “conociendo” a Peña, podría dar la sorpresa de enviar al
PRI a un joven, sin ligas con los tradicionales priistas, fresco y de la nueva
generación de peñistas.
La cuestión es que donde
manda Presidente, no se abre cualquier miembro, y no se alborotan las ovejas.
Hace unos días, por segunda
ocasión desde que es Presidente de la República, Enrique Peña Nieto asistió a
la sede del PRI. Se dejó querer y apapachar, tomó un nuevo aire y aprovechó
para calmar a los que ya creen que pueden ser candidatos a la Presidencia de la
República dentro de tres años, a ellos, en otros partidos y en el propio, les
dijo: “No obstante que algunos se adelantan al calendario electoral de 2018,
para nosotros, los priistas, estos son tiempos de trabajar y de cumplirle a
México. Hoy no hay espacios para proyectos personales. Hoy es momento de un
proyecto de nación”.
De paso criticó los modelos
de otros países de partidos alojados en la izquierda: “Hoy la sombra del
populismo y la demagogia amenaza a las sociedades democráticas del mundo. En
varias naciones están surgiendo opciones políticas que en su ambición de poder
prometen soluciones mágicas, que en realidad terminan por empobrecer a las
familias y restringir la libertades ciudadanas. Las decisiones populistas,
demagógicas e irresponsables, destruyen en solo unos días lo que llevó décadas
de esfuerzo institucional construir”.
Y cuando se trató de definir
el futuro de su partido, Peña lo encadenó a “las nuevas tendencias” y los
nuevos canales de comunicación.
Justificó primero: “Hoy las
personas están más informadas y tienen a su alcance nuevos medios para
expresarse, organizarse y hacerse presentes. Estas tendencias, lejos de
frenarse, se habrán de acelerar”.
Dictó línea después: “Nuestro
partido necesariamente tiene que renovarse para estar a la altura de esta nueva
realidad. Una vez más tenemos que actualizar y reformar a nuestro partido para
que siga siendo el partido de la transformación nacional. Es momento de que el
PRI actualice su organización y estructura para reflejar las nuevas condiciones
y dinámicas sociales del país”.
César Camacho, quien fue
nombrado dirigente del PRI escasos días después que Enrique Peña tomó posesión
como Presidente de la República, se irá a la Cámara de Diputados, y su lugar…
Ya definirá en los siguientes días Peña, quién lo ocupara. ¿El que se anote
primero?
(SEMANARIO ZETA / COLUMNA “SORTILEGIOZ”
DE ADELA NAVARRO BELLO/ 03 DE AGOSTO DEL
2015 A LAS 12:00:20)
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