Seis detenidos y tres muertos,
incluido el secuestrado, saldo del operativo
Lunes 20 de abril.
15:18 horas. Es el registro del mensaje de WhatsAPP. Con clara ortografía,
respetando mayúsculas y puntos, Carlos recibía el aviso de su hijo de la
balacera afuera de su casa. Aún tiene guardada la conversación en su teléfono.
Viven casi pegados al patio de la casa donde murió Ernesto Alonso Valdez Solano
el lunes 20 de abril, cuando intentaban rescatarlo de un secuestro de 10 días.
La Unidad
Especializada Antisecuestros, UEA, llevaba justamente una semana investigando
el plagio del empresario restaurantero. Ese lunes 20 las negociaciones seguían
abiertas. Los secuestradores habían mantenido la exigencia del rescate a
familiares de Valdez Solano. La UEA tenía identificadas las llamadas
telefónicas: la primera desde Mazatlán, luego de Nayarit, después de Vallarta…
el negociador se iba moviendo al sur y se comunicaba desde los teléfonos de las
casetas de peaje del trayecto.
Aun así, en la UEA
decidieron “reventar” la casa de Sierra Tarahumara 1159 en San Carlos. Pidieron
el apoyo a la Policía Ministerial. Un grupo de agentes, un helicóptero y el
auto blindado Tiger esperaban la orden apostados por el bulevar Manuel
Clouthier y Zapata.
Dos horas antes,
casi a la una de la tarde, habían detenido al primero de la banda de
secuestradores, Luis Alberto Pérez Jacobo, en la Isla Musala. Estaba
perfectamente ubicado por los investigadores, aparece en cámaras de vigilancia
cercanas al sitio del plagio en la madrugada del domingo.
Luis Alberto Pérez,
el joven del tatuaje con una calavera multicolor en la espalda, los llevó al
líder del grupo: Jaime Eduardo Carrillo Quevedo —hijo del Niño de oro, Rodolfo
Carrillo y Giovana Quevedo, asesinados en la balacera de Cinépolis el 11 de
septiembre de 2004—, registrado en realidad con los apellidos de su madre,
Quevedo Gastélum.
Luis Alberto Pérez
le dijo a la UEA en el interrogatorio que Ernesto Valdez estaba muerto, que la
orden de matarlo ya se había dado. Eso aceleró todo. De Musala se fueron
directo a la privada Las Nubes, junto a la Escuela Activa, ahí detuvieron a
Jaime Eduardo Carrillo Quevedo —el hijo del menor de los Carrillo Fuentes,
jefes del Cártel de Juárez— junto a dos escoltas armados, Nelson Quintero
González y Miguel Ángel Castillo Carrillo. En Las Nubes, los vecinos lo
conocían como el niño con el auto caro. Manejaba un Mustang 2015, blanco,
recién comprado.
UNA SEMANA EN CAUTIVERIO
Domingo 12 de
abril. 3:00 am. Ernesto Alonso Valdez Solano es trasladado a la casa de Sierra
Tarahumara en San Carlos. No volvería a salir de ahí. Lo capturaron cuando
llegaba a su casa en un fraccionamiento en la margen derecha del río Humaya.
Llevaban días siguiéndolo y no se percató. Estaba señalado como objetivo y se
planeó el secuestro.
Esos nueve días que
el empresario pasó en cautiverio en la casa de Sierra Tarahumara, fue José de
Jesús Sosa Paredes el encargado de la compra de los víveres. Recorría en una
camioneta gris el abarrote, la tortillería y el Oxxo, todo en la calle Sierra
Madre Occidental, la principal de Cañadas. Apenas bajaba una cuadra, pero lo
hacía en carro siempre. Un par de testigos lo describen como de lo más normal,
nada llamaba la atención. Nuevo en el barrio se mostraba agradable y dejaba
propinas. Pagaba y no recogía la feria. A José de Jesús es al único que señalan
vecinos, los otros captores Cristian Paúl Benítez Ortiz y Jorge Joel Echeverría
Portillo —ambos abatidos en la balacera— no abandonaban la casa.
La noche de la
pelea de box entre Julio César Chávez hijo y Andrzej Fonfara, hubo fiesta en el
número 1159 de Sierra Tarahumara. Estaba por cumplir ocho días Ernesto Alonso
secuestrado. Los vecinos aseguran que se escuchaba alto el volumen del
televisor con la narración de la pelea —el aparato sobrevive aun dentro de la
casa después de la balacera— y la plática de un grupo de jóvenes como otros más
viendo la pelea del culichi, el hijo de la leyenda. Luego de la derrota de
Chávez hijo, la reunión siguió.
La calle Sierra
Tarahumara es una vialidad con muy poco tráfico. La circulación es solo de los
vecinos. Incluso una parte de la calle está sin pavimento, los autos circulan
por el lado norte. Más de la mitad de la cuadra donde está la casa del
secuestro no tiene viviendas en la acera sur, un inexistente parque ocupa la
colina que concluye en la entrada del área deportiva de la Escuela Normal de
Sinaloa.
Los vecinos ya
saben que esa casa siempre está de renta. No es raro ver que cambian
constantemente los inquilinos. Frente a la puerta principal una cica adorna la
banqueta, otra sobreviviente de los muchos que han pasado por la casa y de la
refriega de ese lunes aciago.
EL OPERATIVO
Lunes 20 de abril.
Unos diez minutos antes de las 15:00 horas. Empiezan a colocarse las unidades
de inteligencia de la Unidad Especializada Antisecuestros al sector Cañadas.
Tienen la ubicación exacta de la casa, el número de los captores y la
descripción del armamento con que cuentan. Discretas, silenciosas, los
acompañaban algunas patrullas de la policía ministerial.
El operativo está
a cargo de la UEA por completo, el resto de elementos son solo apoyo. La
Policía Estatal Preventiva cubre el primer anillo exterior, la policía
municipal le sigue. Cierran el paso dos cuadras a la redonda.
Al mismo tiempo se
da aviso a Protección Civil y empieza el resguardo de los alumnos de dos
escuelas de los alrededores. Una primaria y una secundaria.
Un video de la UEA
muestra el arranque de la operación. La videograbación muestra a la unidad de
inteligencia de la UEA aproximándose a la casa, y a los lados la fuerza
especial de policía que se encargará de la incursión en la casa. Intentan abrir
el portón con un mazo, pero está completamente trabada.
Luego, con el
Tiger, el vehículo blindado que mandó la Policía Ministerial, chocan el portón
de la cochera. Justo ahí se escuchan los primeros disparos, son en algunos
relojes las 15:14 horas, en otros las 15:10. El blindaje del Tiger cede, el
calibre de los disparos es mucho más alto del que esperaban —lo que les había
dicho sobre las armas el primer detenido, Luis Alberto Pérez Jacobo, era
falso—. El Tiger hace una maniobra de repliegue, intentaba atacar de frente por
el portón de la cochera y se coloca de lado, sigue recibiendo disparos.
Después, los
disparos serán intermitentes. No cesarán desde dentro de la casa por más de una
hora. A las 13:51 horas llega un segundo vehículo blindado, siguen parapetados
dentro de la casa los secuestradores. Y siguen los disparos.
Muy poco después
de la llegada de las fuerzas de la UEA a la casa, salió una llamada telefónica.
Uno de los captores, quien salía a comprar las tortillas, el agua, la comida,
había llamado para que lo rescataran. Su madre llegó a la operación y rogaba
que la dejaran hablar con ellos. Por teléfono celular le pedía a José de Jesús
Sosa que se entregara, que los policías le garantizaban que nada pasaría.
Antes de las 17:00
horas se escucharon los últimos disparos, la operación había terminado. Dos de
los captores cayeron abatidos, uno se entregó, pero el empresario secuestrado,
Ernesto Alonso Valdez, también estaba muerto dentro de la casa.
EL PASEO DE CESARÍN
Miércoles 22 de
abril. 16:45 horas. Cesarín no se quiere bajar del auto. El niño de unos cinco
años llora y se amarra al asiento trasero del Tsuru habilitado como taxi que
conduce el papá. Tiene miedo aun cuando César grande le dice que no pasa nada,
que es un paseo familiar a la casa de Sierra Tarahumara 1159 en el
fraccionamiento San Carlos, pegado al conocido sector de Cañadas. Hace dos
días, dentro de la casa tres jóvenes mantenían cautivo a Ernesto Valdez y se
enfrentaron a policías hasta caer abatidos.
La casa amarilla,
de cargados adornos en las ventanas de la fachada, está salpicada de agujeros y
es el atractivo del sector. No dejan de pasar autos, y es un desfile de
visitantes durante mañana y tarde. Papá César, mamá e hija se bajan celular en
mano a tomar fotos y video. Pisan vidrios rotos, polvo, aceite y hasta sangre,
extrañamente les causa risa introducirse a la casa.
Los vecinos
tampoco lucen sorprendidos. Solo dicen que un día después del enfrentamiento
los sellos de la Procuraduría colocados en la única puerta fueron violados y
hoy hay paso franco a la casa. Excepto Cesarín, que solo mira la fachada cuando
César grande lo saca a fuerza del carro y casi lo obliga a mirar.
La familia del
taxi se va, pero llegan otros dos jóvenes de cachuchas y lentes en una
camioneta roja. Casi como requisito se bajan rápidamente, se toman la foto y se
van. Luego, un hombre y una mujer… los más tímidos solo observan desde el auto,
sin bajarse.
(RIODOCE/ Andrés Villarreal
/26 abril, 2015)
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