La última
instancia para que los tres hermanos culiacanenses acusados de narcotráfico en
Malasia tuvieran la esperanza de no ser condenados a muerte en la horca, se
esfumó.
José Regino, Luis
y Simón González Villarreal son tres hermanos que hasta febrero de 2008
residían en la colonia Loma de Rodriguera, donde crecieron desarrollando la
actividad que por años de tradición realiza su familia: hacer ladrillos.
Sus pocos estudios
los orillaron a trabajar en la ladrillera de su padre, el señor Héctor
González, pero siempre buscaron salir de ese destino: intentaron desde el
boxeo, atender una tienda de abarrotes en su casa y hasta enlistarse en el
Ejército.
Pero cada
actividad era fallida y de nueva cuenta regresaban al fuego, lodo y estiércol
que les proporcionaban mil pesos de ganancia por cada mil ladrillos.
En diciembre de
2007, la tragedia invadió a la familia González Villarreal: tres de los 11
hermanos sufrieron un asalto donde perdió la vida el más pequeño, Roberto
González.
Este evento
terminó con los pocos ahorros con los que contaba la familia. A partir de eso
momento, la angustia y desolación invadirían su hogar.
A finales de 2007
Regino conoció a un hombre llamado Jorge Enrique, quien le ofreció trabajo en
el extranjero para él y sus hermanos.
En diciembre de
ese mismo año, cansado de la vida en la ladrillera, Regino convence a Simón
para que lo acompañe al extranjero y trabaje con él.
El viaje no dura
mucho. Para Navidad los dos hermanos están de regreso, pero esta vez con la
intención de llevarse a una tercera persona, su hermano Luis.
Convencidos de que
esta nueva oportunidad de trabajo les ofrecería la estabilidad económica que
tanto habían deseado, se embarcan en esta aventura sin saber que sería la peor
decisión de sus vidas.
LA DETENCIÓN
Los tres hermanos
salieron de Culiacán rumbo a Malasia en febrero de 2008, con la intención de
trabajar allá para mandar un sustento a sus familias, pero un mes después son
detenidos y acusados de narcotráfico.
Fueron
aprehendidos en una fábrica donde había 250 kilogramos de metanfetaminas, pero
los contratistas Jorge Enrique y Jesús Alfonso no fueron detenidos por falta de
pruebas y salieron libres.
Malasia es un país
que se encuentra a 15 mil 934 kilómetros de México por vía aérea. Antes de
poner un pie en ese territorio, las autoridades de Malasia anuncian y recalcan
con mayúsculas a todos los visitantes extranjeros, que el narcotráfico está
penado con muerte.
Aun así, estos
tres hermanos se atrevieron a ir al otro lado del mundo para realizar un
trabajo ilícito, del que sus familiares se enterarían de la peor manera.
Ese mismo 4 de
marzo en la colonia Loma de Rodriguera, la familia González Villarreal recibió
una llamada de Simón quien les informó que estaban en Malasia y que habían sido
detenidos.
LA NOTICIA
La noticia no
llegó a oídos del gobierno mexicano ni de su embajada en Malasia. Nadie sabía
que había tres mexicanos con peligro de ser condenados a la horca.
El reportero que
se interesó por este caso fue Víctor Hugo Michel, quien hasta marzo de 2011 se
enteró de esta situación y decidió viajar a Malasia para encontrarse con los
hermanos González Villarreal en la cárcel llamada Ayer Molek.
En su libro Morir
en Malasia, describe el encuentro con estos hermanos que llevaban más de dos
años sin hablar con alguien en su mismo idioma, salvo con el embajador de
México en Malasia, que para ese entonces solo se había presentado con ellos dos
veces.
El panorama con el
que se encontró fue desalentador para los mexicanos; desde que fueron detenidos
no han tenido entendimiento de nada sobre su juicio, habían cambiado tres veces
de abogados, con los cuales no podían entenderse y estaban exiliados de toda
comunicación entre ellos.
Víctor Hugo Michel
menciona en su libro parte de la conversación que sostuvo con el abogado de los
hermanos, el chino KitsonFoong, ante la pregunta de “¿qué tan probable es que
los condenen a la pena de muerte?”.
El abogado chino
contestó: “En Malasia se es culpable hasta que se pruebe lo contrario… Todo
depende de que tanta mierda tengas encima y a estos chicos se les acusa de
haber estado en una fábrica con 250 kilos de metanfetaminas. Eso es mucha
mierda. Si pierden van a colgarlos. La ley antinarcóticos es muy estricta”.
EL ENCUENTRO
Para este
reportero fue sorpresa que ninguna autoridad mexicana metiera la manos por
ellos, como lo hacían en casos de reos condenados a muerte en Estados Unidos,
donde el gobierno ha logrado interceder y evitar que esto suceda.
Pero hay algo que
no jugó a favor de estos tres hombres. Para su poca suerte, en los años que
estuvieron detenidos, el gobierno mexicano encabezado por Felipe Calderón había
declarado una guerra contra el narcotráfico. Y ellos tres estaban acusados de
eso, en otro país.
Víctor Hugo Michel
se encontró cara a cara con los tres sinaloenses, los describió como tres
hombres calmados y tímidos.
Cuando les
pregunta ¿cómo están? ¿Cómo va su caso?, Regino es el primero en contestar
“estamos muy mal, estamos bajo mucha presión. Eso que nos quieren cargar tiene
pena máxima… El juez no cree en nosotros. Todos aquí nos dicen que nuestro caso
es fácil, que tendríamos que salir libres. Pero la verdad es que es un juez
bien duro, nada humano”, comentó.
Mientras Luis,
otro de los hermanos comenta “¡Yo sí estoy bien triste! Ya me contaron cómo es
la ejecución. Es un cuarto pequeñito donde nadie habla. Y después te cuelgan”.
Los hermanos
intentaban ponerse al tanto de las noticias de su país, querían saber cómo iban
sus grupos favoritos de fútbol, quién había ganado el mundial, cómo estaba la
situación en México. Todo lo que pudieran contarles, pues ellos se habían
quedados congelados en el 2008.
Preguntaban por la
situación de su familia. Ellos dejaron en Culiacán a esposas y nueve hijos
entre los tres. Antes de irse, Simón dejó a su esposa embarazada y no ha
conocido a su hija, cuyo nombre es Blanca.
“Pienso a diario
en Culiacán. Todas las noches me duermo pensando que estoy allá, con la familia
y los amigos, a diario lo pienso”, comentó Simón.
Los mexicanos
comentaron que nunca habían tenido un traductor en ninguna de sus audiencias y
que no tenían entendimiento claro de su caso y su verdadera situación legal.
LA ÚLTIMA OPORTUNIDAD
A partir del 4 de
marzo de 2008, que fueron detenidos en una fábrica ubicada en Johor Bahru, una
ciudad de Malasia, los tres culiacanenses han llevado un proceso legal de más
de siete años.
Para el 17 de mayo
de 2012, el magistrado Mohamed Zawawi, mejor conocido como “juez soga”,
encontró a los tres hermanos culpables de los delitos de narcotráfico, crimen
que es sentenciado con la pena capital.
Un año después, el
19 de agosto de 2013, se ratificó la pena de muerte a los tres hermanos y a los
otros dos hombres enjuiciados con ellos.
El 28 de
septiembre de 2013 se pospuso el juicio de los hermanos González Villarreal.
El 25 de abril de
este año se convirtió en el día clave para saber el destino de estos tres
hermanos: los sentenciarían a la horca o podrían librarse de la pena de muerte.
La familia, que en
agosto de 2013 había vivido el seguimiento del juicio mediante el informe vía
twitter por parte del reportero Víctor Hugo Michel —en una laptop, en el porche
de su casa, rodeados de los medios de comunicación locales—, esta vez huyó.
RATIFICAN LA SENTENCIA
Apenas el martes
21 de abril aún se encontraba la familia en su casa y una de las hermanas de
los muchachos, Leticia González, salió a atender.
“Mi madre está muy
enferma, tuvo cita con el doctor, tuvo problemas con su pierna y se la tuvieron
que amputar, ahorita está muy cansada y está dormida, no puede estar mucho
tiempo sentada”, comentó.
Para el miércoles
22 de abril, día del juicio final en Malasia, la familia González Villarreal
desapareció.
Alrededor de las
once de la mañana sólo había dos mujeres usando el lavadero de la casa. Se les
preguntó por Leticia y la familia, y sólo dijeron “pues Leticia llevó a su mamá
al doctor y no sabemos cuándo van a volver”.
Después de eso, la
casa rosa con portales y tela de gallinero lucía desolada, en el barandal una
cadena y un candado sellado.
Pareciera que la
familia no quiso compartir de nuevo ese momento con los medios de comunicación
locales, ante los cuales habían estado en la última rectificación de la condena
de muerte.
Esta vez no fue
así. La familia se movió a la casa de Leticia, una de las hermanas de los
jóvenes condenados. Todavía el día siguiente del juicio aún no se encontraba
nadie en casa.
Después de toda la
angustia vivida por estos dos padres, la señora Carmen Villarreal ha sufrido de
problemas de salud, la diabetes hizo que perdiera una pierna, el señor Héctor
González padece de problemas cardíacos.
El miércoles
pasado, la información sobre el juicio de los tres sinaloense detenidos en
Malasia provenía del twitter de Víctor Hugo Michel, quien a través de sus
publicaciones narraba paso a paso el desarrollo del juicio.
Los hermanos
estuvieron acompañados de Alejandrina y Consuelo, dos de sus hermanas, mientras
el abogado de los acusados sentía un panorama alentador para los muchachos:
“estamos optimistas con el panel que se nos ha asignado”, comentó KitsonFoong.
La defensa de los
mexicanos y los otros dos detenidos argumentaba fallas y manipulación de las
pruebas. Cuando tocó el turno de la fiscalía hizo pedazos las palabras del
abogado Foong.
La fiscalía
desaprobó totalmente la defensa de los tres mexicanos y desestimó que ésta
tuviera solidez alguna.
La defensa
indicaba que los hermanos nunca tuvieron acceso a los cuartos donde se
encontraban las drogas, pero la fiscalía tenía el testimonio de dos guardias
que decían lo contrario.
Los estudios realizados
a la ropa que en ese entonces usaban los hermanos mostraban residuos que
indicaban que habían tenido contacto con drogas, lo que hizo que la defensa se
desmoronara en pedazos.
Después de que
terminara el alegato y durante varios minutos, la familia estuvo a la espera de
los resultados del magistrado.
Los familiares
tuvieron la oportunidad de acercase a los hermanos, abrazarlos y mostrarles su
apoyo. Regino, uno de los hermanos, le comentó al reportero “primero dios, nos
vamos”.
Pero no fue así,
la corte federal de Malasia desestimó el caso y se ratificó la pena de muerte
para los mexicanos. La última apelación falló y los tres hermanos González
Villarreal son culpables y su más probable destino es la horca.
Lo único que puede
salvar a los tres sinaloenses es que el sultán Abdul Halim Muadzam Shah les
otorgue el perdón.
(RIODOCE/ Emma Leyva Valdez /
26 abril, 2015)
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