BRASIL:
LA IRRUPCIÓN DE LA “HIJA NEGRA DEL AMAZONAS”
Las
elecciones presidenciales en Brasil de este domingo, podrían marcar un hito en
la historia brasileña: hay altas probabilidades de que gane las elecciones
presidenciales una mujer negra, devota cristiana, analfabeta hasta los 16 años
pero ahora con una licenciatura en historia y un posgrado en psicología. Marina
Silva, nacida en los cauchales amazónicos y acérrima defensora del medio
ambiente, tiene gran arrastre entre millones de electores de la clase media
urbana y en general entre una ciudadanía cansada de las promesas incumplidas de
los políticos tradicionales.
RÍO
DE JANEIRO (Proceso).- Marina Silva rechaza las comparaciones con Barack Obama.
La candidata presidencial del Partido Socialista Brasileño (PSB) reconoce:
Ambos son negros y pueden ser percibidos –al menos inicialmente– como ajenos a
la maquinaria tradicional. Pero se opone a que la prensa o la sociedad le
construyan una imagen heroica de política con orígenes pobres capaz de
desbaratar el sistema.
“La
vida de las personas se convierte en un producto y no sé si me gusta eso”,
explicó a su biógrafa Marília de Camargo César, para justificar sus reticencias
a exponer su vida como si se tratara de una película de Hollywood con final
feliz.
Pero
es difícil no caer en la tentación de mitificarla al repasar su biografía.
Originaria de una modesta familia dedicada a la explotación del caucho en el
pobre estado de Acre, fronterizo con Bolivia, María Osmarina Marina Silva Vaz
de Lima es ejemplo inapelable de superación personal.
Nacida
el 8 de febrero de 1958 en un parto atendido por su abuelo materno, su infancia
transcurrió en la selva, en un estado de pobreza y escasez de todo cuanto no se
conseguía cazando, plantando o esperando que –como el agua– cayera del cielo.
Los únicos lujos eran los botes de mantequilla que llegaban de Europa y una
radio marca Canadian con la cual su padre –único alfabetizado de los 13
miembros de la familia– seguía las noticias de Voice of America o la BBC de
Londres en portugués, administrando con mucho celo las escasas y costosas
pilas.
En
un medio rural aislado, miserable y sin más perspectivas que la emigración o
seguir con la herencia familiar, se trabajaba descalzo, se comía farofa (plato
a base de harina de mandioca, muy popular en Brasil) con huevo y frijoles, y se
anunciaban los grandes acontecimientos con disparos de escopeta: “Dos disparos
significaban que había nacido una niña; tres, un niño. Si alguien moría se
disparaban siete tiros. Se disparaban 12 tiros para recibir el Año Nuevo”,
recordó Silva.
La
vida en el cauchal Bagaco, a 70 kilómetros de Río Blanco, la capital estatal,
marcó para siempre la vida de la mujer que pugna en las encuestas por ganar las
elecciones presidenciales, las cuales casi seguramente se definirán en la
segunda vuelta, el 26 de octubre. Su fe cristiana –desde 1997 al amparo de la
evangélica Asamblea de Dios, lo cual no es desdeñable en el país con mayor
número de católicos del mundo (unos 123 millones)– la heredó de su abuelo, con
quien vivió desde los cinco hasta los 14 años.
Su
amor por el medio ambiente y la naturaleza, que más tarde transformaría en un
activismo sin tregua junto a su amigo y asesinado activista Chico Mendes,
provienen de su tío Pedro, un chamán que vivió casi dos décadas con los indios
y quien a los 50 años murió de malaria, como dos de sus tres hermanos. Él le
explicó místicamente el delicado equilibrio del medio natural.
“Una
de las leyendas que nos contaban era la del mesticito de la floresta, una
entidad mitológica que azotaba con una liana con punta de fuego a todo aquel
que cazara un animal antes de terminar de comerse el anterior. La gente temía
al mesticito y no transgredía aquel código de sustentabilidad, implantado sin
exigencias legales 200 años atrás.
“A
quien lo transgrediera le llegaba el infortunio. Le costaba cazar. Si matabas a
un animal preñado o amamantando, entonces se recibían más azotes. Traduzco todo
eso hoy como un código místico que funcionaba. No había cómo burlarlo, porque
era una entidad invisible con poderes sobrenaturales. No era como hoy, que te
puedes esconder de la policía. La entidad todo lo veía y castigaba”, explicó a
su biógrafa esta mujer, con decenas de premios nacionales e internacionales por
su lucha en favor del ambiente, entre ellos el Campeones de la Tierra en 2007
concedido por la ONU.
ENFERMEDAD Y EDUCACIÓN
La
hepatitis cambió su destino a los 16 años cuando, “tras rezar un mes”, juntó el
valor necesario para pedir a su padre permiso para emigrar a Río Blanco en
busca de tratamiento médico y alfabetización. Su débil salud es herencia de
cinco malarias y tres hepatitis, y todavía hoy se expresa en su frágil
complexión, su delgadez y una dieta sin carne roja, lácteos ni café. La
acompañan siempre una aguda alergia al polvo y la oposición al aire
acondicionado, cuya desconexión impone en las reuniones incluso a puerta
cerrada y en la época de más calor.
La
educación, cuyo punto de partida fue el ingreso en el noviciado Casa Madre
Elisa, fue el fundamento de su nueva vida: Aprendió a escribir, se licenció en
historia e hizo dos posgrados en psicología. Ya en la universidad se acercó a
la izquierda radical, junto al recolector de caucho, sindicalista y también
activista ambiental Chico Mendes, a quien conoció en 1976 en un curso
organizado por la Iglesia católica.
Se
afilió al Partido Revolucionario Comunista, grupo semiclandestino opuesto a la
dictadura militar, y fue tomando conciencia de las luchas obreras.
Casada
en segundo matrimonio y madre de cuatro hijos, esta mujer de eterna cabellera
recogida en un chongo se afilió en 1985 al Partido de los Trabajadores (PT),
formación que consiguió dos hitos consecutivos en la política brasileña: llevar
por primera vez a la presidencia a un sindicalista, Luiz Inacio Lula da Silva,
y poner a una mujer como jefa de Estado: Dilma Rousseff.
En
2009 Silva dejó ese partido para unirse al Verde. Y quizás el PT podría
atribuirse un tercer hito, aunque sea parcial: ser la formación de base de la
primera presidenta negra de Brasil, país donde más de la mitad de la población
es afrodescendiente y donde la pobreza y la violencia se ensañan con ellos y
los mulatos.
El
Mapa de la violencia 2014, publicado en julio por la sede brasileña de la
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, es tajante al respecto: El
número de homicidios de negros creció en Brasil 30% entre 2002 y 2012, mientras
el de blancos cayó 24% en el mismo periodo.
Aún
como militante del PT, Silva fue concejal y en 1994, a los 36 años, se
convirtió en la senadora más joven de la historia brasileña. En 2002, de la
mano de Lula, llegó al Ministerio de Medio Ambiente con la tarea de frenar la
deforestación del Amazonas en un Brasil en pleno acelerón económico y con el
agronegocio como motor de las exportaciones.
Sus
choques con la entonces ministra de Minas y Energía, Rousseff, por cuestiones
como las presas hidroeléctricas o la lucha por impulsar las energías
renovables, la llevaron en 2009 a renunciar para hacer campaña presidencial con
los verdes. En las elecciones de 2010 quedó en tercer lugar, con 20 millones de
votos, 19% del total. Así nació la figura política que hoy conocemos y cuya
oratoria en los debates políticos se desmarca del ataque frontal.
Su
incorporación al PSB –que ya tenía candidato presidencial: Eduardo Campos– en
2013 se produjo cuando a su organización política, Red Sustentabilidad, se le
impidió participar en los comicios por una polémica decisión judicial de
invalidar parte de las firmas necesarias para su formación como partido.
Y
ya en el PSB se convierte en candidata presidencial después de la muerte de
Campos en un accidente aéreo el pasado 13 de agosto, suceso que sin duda ha
marcado la dinámica de la campaña electoral para los comicios de los próximos 5
y 26 de octubre.
Sin
grandes enemigos en el sector económico –salvo los cabilderos de los
agricultores que temen un repliegue de las zonas cultivables por su defensa del
Amazonas–, Silva tiene como lema el fin de la “vieja política”.
Es
como el “Yes, we can” de Obama pero a la brasileña; de esa forma ha
capitalizado el voto de la clase media urbana y educada que en junio de 2013
salió por millones a las calles de Río de Janeiro y Sao Paulo para pedir el fin
de la corrupción, de los abusos políticos, la impunidad y el desdén de los
funcionarios hacia las necesidades de los ciudadanos.
Mientras
sus rivales la critican por “no tener experiencia” en cargos ejecutivos, por
estar sumida en “contradicciones” o por practicar la “ruleta bíblica”, que
consiste en abrir la Biblia, que siempre lleva a la mano, y leer un pasaje al
azar antes de tomar una decisión importante, Silva parece ganar apoyo entre los
indecisos y los desencantados con la política que exigen una regeneración de la
democracia brasileña por medio de cambios estructurales en la forma de
gobernar.
“La
clase política es un asco en este país. Un desastre, un sinsentido. El 5 de
octubre me iría a tomar una cerveza tras el trabajo y apagaría la televisión si
no fuera por ella. Es la última esperanza que nos queda a los brasileños que
observamos desde hace dos décadas cómo los políticos se ríen de nosotros en
televisión, en actos públicos, al prometer cosas que saben que ni tienen
intención de hacer”, dice al reportero Mario Soares, sexagenario taxista de Sao
Paulo, la ciudad más grande y rica de América del Sur.
Que
Silva pueda ser la primera presidenta negra de Brasil está todavía en duda.
Pese a los escándalos por la corrupción masiva de Petrobras y al
desfallecimiento de la economía, en “recesión técnica” desde agosto, Rousseff
encabeza las encuestas para la primera vuelta. Más de 40 millones de personas
se han sumado en Brasil a los estándares de la clase media en la última década
gracias a los programas sociales del PT y a la estabilidad económica heredada
del periodo de Fernando Henrique Cardoso, y ese mérito genera una fiel base
electoral.
Una
encuesta publicada el martes 23 da a Rousseff ventaja para la primera vuelta
electoral con 36% contra 27.4% de Silva, según el sondeo hecho por la empresa
MDA para la Confederación Nacional de los Transportes.
En
una eventual segunda vuelta Rousseff tendría 42% de los votos y Silva 41%, lo
que indica empate técnico, pues los sondeos tienen un margen de error de 2%.
En
caso de segunda ronda electoral –y la mayoría de los analistas prevé que se
llegará a esa instancia– las dos se verían las caras el 26 de octubre para
decidir quién –la activista política torturada en la cárcel o la “hija negra
del Amazonas”– comandará el destino de los 202 millones de brasileños a partir
del próximo 1 de enero.
(PROCESO/
REPORTAJE ESPECIAL/ ANDRÉS CARVAS/ 4 DE OCTUBRE DE 2014)
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