Asesinatos, extorsión y hasta secuestros, se ordenan desde las
penitenciarías por los autogobiernos del crimen organizado. Luego de
entrar a prisiones en Nuevo León y en Chihuahua, Reporte Indigo compara
las dos caras de la moneda.
"Definitivamente a nivel nacional debe hacerse una reforma, me atrevería a
decir que constitucional, para replantear el sistema penitenciario"
Director general de la Fiscalía Especializada en Ejecución de Penas y Medidas Judiciales de Chihuahua
En
Nuevo León los internos caminan por donde quieren, visten como les da
la gana y pueden agruparse para tomar el control y agredir a sus
rivales.
En Chihuahua los reos no pueden salir de su celda, excepto estén
registrados con 24 horas de anticipación en una clase, capacitación o
trabajo. Todos visten igual.
Aquí, en el Penal del Topo Chico, Los Zetas controlan el centro
penitenciario y hasta piden cuotas a otros internos para no atentar
contra ellos.
Allá, en el Centro Penitenciario de Juárez, el más peligroso del país
hace cuatro años, ahora instalaron esclusas y muros que dividen a los
internos en grupos delincuenciales y también los clasifican según la
fase de su proceso penal.
En el Topo Chico los reos manejan efectivo, hay concesiones de
negocios particulares por todos lados y tienen talleres de carpintería
con herramientas punzocortantes al alcance.
En los centros penitenciarios de Chihuahua solamente manejan tarjetas
de depósito, compran con sus huellas dactilares y no hay más talleres,
sólo centros de carpintería con herramienta clasificada, trabajo por el
que reciben una paga.
En Chihuahua llevan cuatro años legislando a nivel estatal para reglamentar todo el sistema penitenciario.
En Nuevo León no han legislado en materia penitenciaria en los
últimos 20 años y el hacinamiento y la falta de control en las tres
prisiones ya provocó 44 reos muertos en Apodaca, en febrero de 2012.
Criminales de las organizaciones más nefastas de la historia de Nuevo
León se concentran con otros integrantes de sus agrupaciones y hasta
tienen oportunidad de hacer planes en recintos comunes: El Penal del
Topo Chico, el de Apodaca y el de Cadereyta.
Desde su encierro, Los Zetas, Los Golfos y Sinaloas, continúan
agrupándose y ordenando muertes, robos, extorsiones y hasta secuestros.
Eduardo Guerrero Durán, director general de la Fiscalía Especializada
en Ejecución de Penas y Medidas Judiciales de Chihuahua, explica desde
el interior del Cereso Número 1 de esa entidad, que acabaron con los
autogobiernos gracias a tres factores, principalmente.
Que el gobernador en turno tenga interés en el tema penitenciario,
que el Congreso legisle en esa materia para darle certeza jurídica al
sistema y que se aplique mano dura.
“Desde ahí continúan ordenando los delitos, desde los penales se ordenan la mayoría de los delitos”, dice Guerrero Durán.
“Yo no sé si ‘el modelo’ sea Chihuahua, un modelo a seguir, pero sí
sé que es hacia donde tenemos claro que debemos trabajar, legislar.
“Definitivamente a nivel nacional debe hacerse una reforma, me
atrevería a decir que constitucional, para replantear el sistema
penitenciario”.
“Legislar, como lo hicimos en Chihuahua, es un vehículo para tomar el
control de los centros penitenciarios. El gobierno del presidente
Enrique Peña Nieto se va a caracterizar por las reformas, entonces yo
creo que es tiempo de hacer un alto en el camino en este tema”.
Y es que a nivel nacional no existe control en el interior de las
penitenciarías, excepto en esa entidad, donde la receta para derrocar a
los autogobiernos fue legislación y aplicar mano dura.
Lo que se ve dentro de los centros penitenciarios de Chihuahua, no se ve en ninguna otra entidad.
Una reforma al sistema penitenciario podría dar un vuelco a los autogobiernos del crimen organizado en las penitenciarías.
Y es que en la mayoría de las Ceresos del país los reos que
pertenecen a los grupos de la delincuencia organizada controlan a los
internos y ordenan delitos hacia el interior y también hacia el
exterior.
En la mayoría de los casos, sujetos a proceso y sentenciados, del
fuero común o federal, se mezclan y caminan de un sitio a otro por los
patios de las penitenciarías, como en el caso del Penal del Topo Chico.
En Chihuahua, el sólo hecho de que los internos únicamente puedan
salir de sus celdas a trabajar o a capacitarse, permite a las
autoridades administrar su tiempo de clases, alimentación y tiempo de
internación.
Las esclusas dentro de cada centro penitenciario, corredores
totalmente cubiertos de malla y excluidos de los patios, vigilancia por
cámaras de video en todas las áreas y trabajos remunerados pero sin uso
de efectivo, permiten que cada vez que un interno sale de su celda sea
observado y controlado.
‘Vivían en la enfermería’
Al ingresar al Cereso Número 1 de la capital, Chihuahua, Guerrero
Durán señala varias fotografías de internos degollados, mutilados y
empalados dentro de los módulos penitenciarios.
Las imágenes son terroríficas, pero el director general de la
Fiscalía Especializada en Ejecución de Penas y Medidas Judiciales
explica que fue necesario aceptar lo que ocurría, para atreverse a tomar
el control de ese centro penitenciario.
Al igual que en los Ceresos de todo el país, hasta cuatro años en
Chihuahua, El Cártel de Juárez, junto con sus aliados de La Línea y Los
Aztecas, se enfrentaba dentro de los penales contra El Cártel de Sinaloa
y sus afiliados, Los Mexicles y Los Artistas Asesinos o “Doble A”.
El doctor Álvaro Gallegos, con 22 años de trabajo en el sistema
penitenciario, dice: “Aquí vivían, los de La Línea. Decían: ‘atiéndame
doctor’, y se sacaban fusiles de alto poder antes de someterse a un
tratamiento”.
Pero cambia de semblante cuando muestra la sala de Rayos “X”, limpia,
equipada con tecnología de punta y con un almacén de medicamentos donde
hay una ficha por cada pastilla o tableta.
“Hace cuatro años el autogobierno estaba conformado por varios
grupos: Los Mexicles, Los Aztecas, Los Chapos y Los Linieros o La Línea.
“El problema era que estos grupos dominaban todo el centro
penitenciario y además tenían sus rivalidades, lo que traía un caos a
todas las áreas del centro.
“El grupo fuerte en ese momento, La Línea, tenía el control del área
técnica, en el área de clasificación había un cupo para unas 100
personas y ellos elegían quién podía vivir ahí, en el área del hospital.
“Era para ellos un punto neutro y desde ahí dirigían todo el centro
penitenciario. De hecho, ahí las salas individuales eran sus recámaras,
donde tenían sus visitas conyugales, sus visitas fuera del periodo
conyugal, tenían todos los placeres habidos y por haber”, narra
Gallegos.
Pero una vez que se tomó el control con estrategia y mano dura, el
hospital es uno de los más completos en todo el país para incluso,
atender cirugía.
El director del sistema penitenciario, Guerrero Durán, recuerda que
los internos no querían uniformes en ese centro, así que los
incendiaron.
Entonces ordenó que les quitaran toda la ropa y las cobijas que tenían.
La temperatura llegó al punto de congelación y los reos no tuvieron más opciones que utilizar los uniformes.
Hoy todos están uniformados y eso evita que tengan un estatus por sus ropas.
Internos, pero no revueltos
En los ocho centros penitenciarios de Chihuahua, de los cuales siete
ya están certificados por la American Correctional Association, los
internos están divididos hasta en los patios por esclusas.
Y su internación depende de su situación jurídica y de los delitos que le imputan o que cometió.
En el Penal del Topo Chico, en Monterrey, los sentenciados por
delitos contra la salud, es decir narcotráfico, conviven con quienes
apenas están acusados de robo simple.
No existen esclusas que dividan a los internos, como en los centros
penitenciarios de Chihuahua, así que los integrantes de las
organizaciones criminales crean autogobiernos poderosos en el interior,
gozan de privilegios, y atacan y someten a los reos de grupos rivales.
Como sucedió en el Penal de Apodaca, Nuevo León, en febrero de 2012.
Los Zetas sabían que habría un traslado de reos y por ello se
adelantaron.
Antes del traslado se armaron con puntillas, palos y piedras.
Con la ayuda de custodios, asesinaron a 44 reos de El Cártel del Golfo y luego 37 internos de Los Zetas alcanzaron a fugarse.
Y eso que en Nuevo León el Cereso de Apodaca es considerado el de “alta seguridad” en el estado.
En Chihuahua todos los reos usan uniforme, no pueden caminar por toda la penitenciaría y mezclarse con los demás.
Guerrero Durán explica que para cada uno de estos cambios dentro de
los centros penitenciarios, tuvo que establecerse un reglamento,
legislar en el Congreso de Chihuahua e implementar tecnología.
Pero en Nuevo León ni legislación, ni control, ni tecnología.
Lunes 14 de julio de 2014)
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